La casa del Padre
Diciembre 08, 2024 – 2:00PM | Lucas 15:11-16 | Dr. David Rodríguez
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TRANSCRIPCIÓN
Vamos a abrir la palabra en una porción de la escritura bien conocida, en Lucas capítulo 15.
Lucas 15: 11-16 (RV-60): 11También dijo: Un hombre tenía dos hijos; 12y el menor de ellos dijo a su padre: Padre, dame la parte de los bienes que me corresponde; y les repartió los bienes. 13No muchos días después, juntándolo todo el hijo menor, se fue lejos a una provincia apartada; y allá desperdició sus bienes viviendo perdidamente. 14Y cuando todo lo hubo malgastado, vino una gran hambre en aquella provincia, y comenzó a faltarle. 15Y fue y se arrimó a uno de los ciudadanos de aquella tierra, el cual le envío a su hacienda para que apacentase cerdos. 16Y deseaba llenar su vientre de las algarrobas que comían los cerdos, pero que nadie le daba.
Vamos a orar: Señor, por favor te pido, que las verdades que vamos a compartir en esta hora bendigan nuestras almas y nuestros corazones. Espíritu Santo de Dios, oramos que tú hagas la obra en nuestras vidas, no hay nada que nosotros podamos hacer Señor más que predicar tu evangelio. La obra de regeneración viene de parte del Espíritu de Dios. Usa mis labios para bendecir a este pueblo. Te pedimos que nos ayudes a permanecer el resto de nuestros días, hasta que nos llames a tu presencia o vengas por tu iglesia, en la casa del Padre. En el nombre de Jesús, amén
He predicado docenas de sermones acerca de este texto bíblico: El hijo pródigo, El padre del pródigo, No se pierda la fiesta, El amor incondicional, Te esperamos en casa. El año pasado prediqué un sermón que se llamó: Si el pródigo tuviera mamá ¿verdad? En esta oportunidad yo quiero hablar acerca de la misma historia, pero he titulado al mensaje de ahora: La casa del Padre.
Me gustaría enfocarme un poquito más en aquellos que hemos permanecido en la casa del Padre. Quiero hablar de las bendiciones de permanecer en la casa del Padre.
Conozco una gran cantidad de personas que se fueron de la casa del Padre y experimentaron en carne propia lo que es vivir fuera del hogar. Quiero que veamos, en esta oportunidad, a este joven que no midió las consecuencias, este joven que pensó que podía hacer de su vida lo que él quería, y que un futuro brillante le esperaba.
Recuerdo que por los años 70 el hijo menor, de once, que tuvo mi abuela se le ocurre ir para los Estados Unidos. (Yo no tengo muchos recuerdos de ese entonces). Imagínese que en casa de mi abuela había de todo, y él era el hijo menor, era el consentido; pero un día quiso irse de la casa. Después de tener comida en la casa, después de tener de todo, después de ser un consentido, pasó a dormir en un parque en Los Ángeles; le pasó lo mismo que al pródigo.
Yo he contado unas diez necesidades, mínimas, que le ocurrieron al pródigo.
- No supo administrar su dinero. La Biblia dice que lo malgastó, lo desperdició. Él pensó que esa herencia le duraría para toda la vida.
- Se perdió. Cuando uno está lejos de su casa es más fácil juntarse con personas equivocadas, hacer cosas que no te deja tu mamá hacer en la casa.
- Se le acabó el dinero.
- No tenía para comer. Yo no sé si usted alguna vez en la vida ha llegado al punto de no tener para comer, teniendo hambre. ¡Eso debe ser difícil hermano!
- No tenía donde vivir. Vivió arrimado.
- Hizo el trabajo más sucio. Hay personas que dicen que el trabajo dignifica al hombre, yo le entro a lo que sea; pero para los judíos apacentar cerdos era algo bochornoso, era algo en contra de sus principios, de sus valores.
- Nadie le daba nada.
- Perdió el calor de una familia.
- Perdió el cariño de un papá.
- Perdió la paz y la tranquilidad de estar en su casa.
Todo eso lo perdió el pródigo porque se fue, nadie lo estaba echando, nadie lo estaba sacando, nadie le dijo anda aventurarte, nadie. Simple y sencillamente fue algo de esas cosas, de esas rebeliones, que suelen suceder en la vida de la gente.
Quiero hablarle un poco acerca de mi casa. Muchos de ustedes han estado en mi casa, por diferentes motivos. Mi casa no es una casa grande, no es una casa lujosa, para nada. Lo que más abunda son sillas de rueda en mi casa. Pero la casita nos ofrece un techo, el calor de la familia. En las noches de frío tenemos calefacción, nos podemos dar un baño calentito cuando lo necesitamos. Cada uno de nosotros tiene su propia camita, nos sentimos protegidos, hay comida, tenemos lo necesario, hay fruta, hay verdura, hay medicina; eso es la casa del padre. Gracias a Dios por las cositas que tenemos, se han creado memorias inolvidables. En casa nadie te juzga cómo andas vestido. ¡Esa es la casa del padre! Esa son las bendiciones que gozamos los que estamos en la casa del Padre.
Quiero que entienda que nos movemos en el mundo espiritual, y debemos entender que las cosas que Dios promete las cumple, porque Él es un padre. Mientras estés bajo mi cobertura, mientras estés en mi casa, yo me voy a esforzar porque tú tengas lo que necesites.
Una de las primeras cosas que gozamos, los que permanecemos, en la casa del Padre es:
PROVISIÓN.
Hay personas que abandonaron la casa del Padre y no la están pasando bien. Cuando el apóstol Pablo dijo (Filipenses 4:19): Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús. Amén. Mi Dios suplirá, los que estamos en la casa del Señor gozamos de la provisión divina.
Cuando el pródigo le fue mal, se acordó de una cosa.
Lucas 15: 16 (RV-60): Y volviendo en sí dijo: ¡Cuántos jornaleros en casa de mi padre tienen abundancia de pan, y yo aquí perezco de hambre! ¿Te das cuenta de eso? ¡Qué le cuesta entender a las personas que se han alejado de la casa del Padre, que en la casa del Padre hay abundancia! Iglesia, en la casa del Padre hay abundancia de pan, ¿cómo es posible que usted siendo hijo, teniendo derecho, teniendo una camita, teniendo un techo, teniendo un hogar, teniendo el calorcito de la familia, teniendo todas estas cosas que por derecho le pertenecen, usted decida vivir como está viviendo? ¡Cómo es posible!
Una persona, hace años, me dijo: Yo llegué a la iglesia juntamente con el hermano “fulano de tal”. Llegamos juntos pastor, los dos nos convertimos al mismo tiempo; la diferencia es que él se quedó en la iglesia y yo me aparté. Vaya a verlo ahora, el hombre tiene un negocio, al hombre le va bien, una familia maravillosa. Yo perdí mi familia, perdí mi trabajo, mi vida es un desastre. En la casa del Padre hay provisión.
El pastor Toby (padre) allá en El Salvador hizo muy famoso un sermón que se llamó Navy Blue. Cualquier problema: Navy blue, decía él. La gente que lo escucha por primera vez no lo entiende, hasta que escuchan el sermón completo. Se llamaba Navy blue porque ese era el color de las sillas de la iglesia. Él decía; agarre su silla hombre y no se mueva de aquí, cualquiera que sea la prueba, cualquiera que sea la tempestad, cualquiera que sea la tribulación que le venga, usted agarre fuerte su silla.
PROTECCIÓN Y SEGURIDAD.
En la casa del Padre hay protección y seguridad.
Salmo 91: 1 (RV-60): El que habita al abrigo del Altísimo Morará bajo la sombra del Omnipotente.
Salmos 91:1 (TLA): Vivamos bajo el cuidado del Dios Altísimo; pasemos la noche bajo la protección del Dios todopoderoso.
Salmos 91:1 (DHH): El que vive bajo la sombra protectora del Altísimo y Todopoderoso dice al Señor: -Tú eres mi refugio, mi castillo, ¡mi Dios en quien confío! Gloria al Señor.
Es que en la casa del Padre tenemos un lugar seguro. Iglesia, fuera de la casa del Padre se corre peligro. Cuando su hijo sale de noche, usted solamente sabe que no ha llegado a la casa, pero no sabe ¿qué es lo que sus hijos andan haciendo? Involúcrese en la vida de sus hijos. Dígale: Yo te llevo, yo vengo por ti. ¿Dónde estabas? ¿Qué fuiste a hacer? ¿A qué hora llegaste? ¿Por qué esto, por qué lo otro?
Digo esto con tristeza, tengo una lista de diez jóvenes que fallecieron en los últimos 7 años. Estos jóvenes tenían algo en común, ¿sabe qué? Todos ellos estuvieron sentados en una silla como la suya, y todos ellos se apartaron del evangelio. En la casa del Señor hay seguridad y hay protección. Fuera de la casa del Padre se corre peligro, fuera de la casa del Padre se enfrenta la realidad de este mundo.
Le voy a decir algo muy importante: cuando nos alejamos de la casa del Padre perdemos la protección espiritual. Dios no te va a ir a cuidar a un antro de perdición el sábado a las 2 de la mañana. Dios no te va a cuidar si andas caminando por las calles de la ciudad en plena madrugada. Cuando nos alejamos de Dios perdemos la protección espiritual, y cuando perdemos la protección espiritual quedamos expuestos a los ataques del enemigo. Si un cristiano se acostumbra a las cosas del mundo acaba perdiéndose y perdiendo la protección espiritual de Dios. Cuando una persona se aparta de la casa del Padre queda expuesto al enemigo.
El pródigo cambió la estabilidad de su casa por placeres temporales que no nos llenan el corazón. Los que estamos en la casa de Dios habitamos bajo el abrigo del Altísimo
COMUNIÓN FAMILIAR.
En la casa del padre tenemos comunión con el Padre, con los hermanos. ¡Qué lindo es venir a la casa de Dios y abrazarnos los hermanos! ¡Qué gusto es vernos, orar los unos por los otros! Poder decir: Hermano, ¿puede orar por mí por favor?, estoy pasando por una difícil situación. Cuando nos alejamos de la casa del Padre se pierde la comunión.
Sin lugar a duda que el pródigo se tuvo que haber sentido solo, cuando la soledad llega a la vida de una persona se le mete un montón de cosas en la cabeza. Necesitamos el calor de una familia, el calor de papá, de mamá, ese abrazo que es incomparable. El aislamiento y la soledad provocan un sentido de vacío, un sentido de desconexión. ¡Qué necesidad de sentirnos solos cuando tenemos el calor de una familia!
La comunión con los hermanos es fundamental para nuestro bienestar, no solamente emocional sino también espiritual. Saber que podemos contar con el apoyo de otros es uno de los regalos más grandes que tenemos como creyentes en Jesucristo.
No podemos perder la comunión que tenemos con el Padre y con el Espíritu Santo. Yo no digo que usted no pueda orar cuando esté en la calle, que no pueda orar cuando está en algún lugar usted solo; pero, en la casa del Padre tenemos comunión. En la casa del Padre hay comunión.
LA CONFIANZA DE PEDIR.
1 Juan 5:14 (RV-60): Y esta es la confianza que tenemos en él, que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye. No dice que te la va a dar, pero dice que Él nos oye.
Le hago una pregunta: ¿Cuánto tiempo tardó usted en comprarle algo a su hijo, que él le pidió, y usted sabía que no necesitaba? Muchas veces el Señor te concede las peticiones del corazón, aunque no lo necesitas, pero Dios te dice: vaya pues, ahí está. Hay cosas que tenemos hoy en día que ni se las hemos pedido a Dios y Dios nos las ha dado. Él mira el corazón.
Es que estamos en la casa del Padre, y cuando un hijo está en su casa adora, y viene con todo el deseo, con todo el corazón; viene con gozo a la casa del Padre. Tenemos la confianza de pedir, la confianza de decirle al Señor lo que sentimos; recuerde que al Señor no lo engaña nadie. Acuérdate que tú eres prioridad en la casa del Padre.
Es importante que notemos algo: el Padre nunca se ha movido. El día que el pródigo se fue de la casa, el padre se quedó en la casa, el día que el pródigo regresó a la casa el padre ahí estaba. ¿Qué quiere decir? El Padre no se mueve, Dios es un padre de gracia y misericordia, es un padre de amor; y hay que ser padre para entender eso.
El día que nació mi hijo David, cambió mi vida. Mientras uno no tiene un hijo, difícilmente pueda entender lo que significa el amor por ese pedazo de carne que tiene enfrente. ¿Cómo es posible que esto le cambie la vida a uno? Y de verdad que te la cambia, y eres capaz de dar cualquier cosa por un hijo, lo que sea.
Nosotros somos hijos de Dios, nos lavó, nos transformó, nos santificó, pagó en la cruz por nosotros, nos ha dado la vida eterna, el perdón de nuestros pecados, nos ha dado lo mejor, que es: nuestro bendito Salvador Jesucristo, ¿qué más queremos? ¡Somos sus hijos! Ese es el Dios que tenemos.
Aquellas personas que han de escuchar este mensaje, que se han apartado de la casa del Padre, mi consejo es: cambie su vida, regrese a casa, regrese a la casa del Padre, Él nunca te va a rechazar; te está esperando.
Y, ¿sabes qué lo más lindo? Cuando regreses a casa vas a recuperar las bendiciones perdidas.
Cuando regresa el hijo, la madre le dice: ahí está tu cuarto, los peluches, tus cositas nadie las ha tocado. Esto es lo tuyo, lo dejaste porque tú quisiste irte. Ahora que tocaste fondo, ahora que tuviste hambre, ahora que probaste el mundo, ahora que nadie te daba de comer, ahora que viviste de arrimado, regresa a la casa del Padre y recupera las bendiciones. En la casa del Padre siempre habrá un abrazo, habrá alegría, habrá gente dispuestos a ayudarle a retomar el camino.
La iglesia es para eso, para los enfermos. Jesús no vino por los sanos, vino por los enfermos. Jesús no vino por aquellos que piensan que no necesitan de la gracia y misericordia, Él vino por aquellos que sí necesitamos de la gracia del Señor.
Vas a recuperar los beneficios perdidos. Lo primero que dijo el padre fue: traigan ropa para el muchacho, eso te habla de restaurar tu dignidad, te vamos a cambiar la ropa. Te voy a poner un anillo, y el anillo hablaba de autoridad, de identidad, te define como el hijo del dueño. Te vamos a poner sandalias, restauración, libertad; y no solo eso, vamos a hacer una fiesta de bienvenida. ¡Qué lindo!
Todas estas bendiciones las gozamos aquellos que estamos en la casa del Padre. Vale la pena, vale la pena, tenga ese sentido de pertenencia, ame su iglesia.
Oremos al Señor: Padre te damos gracias por tu palabra. Quiero darte gracias de una manera muy especial por aquellas personas que han permanecido en, esta, tu casa por décadas, y en este día podemos decir con toda libertad hemos sido bendecidos. Podemos decir con toda la gratitud del mundo: tu presencia ha estado con nosotros, por cada bendición, por cada acto de gracia, de misericordia, por cada acto que tú has hecho con nosotros. Te bendecimos Padre, y reconocemos que la bendición tuya ha estado delante de nosotros. Podemos decir Ebenezer, hasta aquí nos ha ayudado el Señor. Jehová, nos has provisto, nos has dado, nos has bendecido, has estado con nosotros. Oramos en este momento por aquellas personas que se han alejado de la casa del Padre, por aquellos que lastimosamente están viviendo alejados de ti Señor, que han perdido la protección divina. Oramos por ellos, para que al igual que el pródigo puedan recapacitar y poder decir: en la casa del Padre hay abundancia, voy a regresar y recuperar las bendiciones perdidas.
Mientras todos oramos, si usted me dice en esta tarde: Pastor yo nunca he recibido a Cristo en mi corazón, pero tengo la necesidad de Dios en mi vida, necesito al Señor, quiero entregarle a Cristo mi corazón. Si en esta tarde usted quiere recibir a Jesús como el Señor y Salvador de su vida, yo le invito para que haga conmigo una oración, dígale al Señor: Señor Jesús, me arrepiento de mis pecados. Te pido perdón por mis faltas, por mis ofensas. Te doy gracias por lo que hiciste en la cruz del Calvario al poner tu cuerpo, al derramar tu sangre preciosa para el perdón de mis pecados. En este día Señor, te entrego mi alma, te entrego mi corazón, te entrego mi vida. Si usted hizo esta oración, yo quiero animarle a crecer en el conocimiento de Dios y su bendita palabra.
Padre querido despídenos con tu paz y con tu bendición, en el nombre de Jesús, amén y amén. ¡Dios me los bendiga!
La casa del padre
Diciembre 08, 2024 – 2:00PM | Lucas 15:11-16 | Dr. David Rodríguez
Etiquetas: diciembre 2024, lucas, pastor david rodriguez, transcripcion
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TRANSCRIPCIÓN
Vamos a abrir la palabra en una porción de la escritura bien conocida, en Lucas capítulo 15.
Lucas 15: 11-16 (RV-60): 11También dijo: Un hombre tenía dos hijos; 12y el menor de ellos dijo a su padre: Padre, dame la parte de los bienes que me corresponde; y les repartió los bienes. 13No muchos días después, juntándolo todo el hijo menor, se fue lejos a una provincia apartada; y allá desperdició sus bienes viviendo perdidamente. 14Y cuando todo lo hubo malgastado, vino una gran hambre en aquella provincia, y comenzó a faltarle. 15Y fue y se arrimó a uno de los ciudadanos de aquella tierra, el cual le envío a su hacienda para que apacentase cerdos. 16Y deseaba llenar su vientre de las algarrobas que comían los cerdos, pero que nadie le daba.
Vamos a orar: Señor, por favor te pido, que las verdades que vamos a compartir en esta hora bendigan nuestras almas y nuestros corazones. Espíritu Santo de Dios, oramos que tú hagas la obra en nuestras vidas, no hay nada que nosotros podamos hacer Señor más que predicar tu evangelio. La obra de regeneración viene de parte del Espíritu de Dios. Usa mis labios para bendecir a este pueblo. Te pedimos que nos ayudes a permanecer el resto de nuestros días, hasta que nos llames a tu presencia o vengas por tu iglesia, en la casa del Padre. En el nombre de Jesús, amén
He predicado docenas de sermones acerca de este texto bíblico: El hijo pródigo, El padre del pródigo, No se pierda la fiesta, El amor incondicional, Te esperamos en casa. El año pasado prediqué un sermón que se llamó: Si el pródigo tuviera mamá ¿verdad? En esta oportunidad yo quiero hablar acerca de la misma historia, pero he titulado al mensaje de ahora: La casa del Padre.
Me gustaría enfocarme un poquito más en aquellos que hemos permanecido en la casa del Padre. Quiero hablar de las bendiciones de permanecer en la casa del Padre.
Conozco una gran cantidad de personas que se fueron de la casa del Padre y experimentaron en carne propia lo que es vivir fuera del hogar. Quiero que veamos, en esta oportunidad, a este joven que no midió las consecuencias, este joven que pensó que podía hacer de su vida lo que él quería, y que un futuro brillante le esperaba.
Recuerdo que por los años 70 el hijo menor, de once, que tuvo mi abuela se le ocurre ir para los Estados Unidos. (Yo no tengo muchos recuerdos de ese entonces). Imagínese que en casa de mi abuela había de todo, y él era el hijo menor, era el consentido; pero un día quiso irse de la casa. Después de tener comida en la casa, después de tener de todo, después de ser un consentido, pasó a dormir en un parque en Los Ángeles; le pasó lo mismo que al pródigo.
Yo he contado unas diez necesidades, mínimas, que le ocurrieron al pródigo.
- No supo administrar su dinero. La Biblia dice que lo malgastó, lo desperdició. Él pensó que esa herencia le duraría para toda la vida.
- Se perdió. Cuando uno está lejos de su casa es más fácil juntarse con personas equivocadas, hacer cosas que no te deja tu mamá hacer en la casa.
- Se le acabó el dinero.
- No tenía para comer. Yo no sé si usted alguna vez en la vida ha llegado al punto de no tener para comer, teniendo hambre. ¡Eso debe ser difícil hermano!
- No tenía donde vivir. Vivió arrimado.
- Hizo el trabajo más sucio. Hay personas que dicen que el trabajo dignifica al hombre, yo le entro a lo que sea; pero para los judíos apacentar cerdos era algo bochornoso, era algo en contra de sus principios, de sus valores.
- Nadie le daba nada.
- Perdió el calor de una familia.
- Perdió el cariño de un papá.
- Perdió la paz y la tranquilidad de estar en su casa.
Todo eso lo perdió el pródigo porque se fue, nadie lo estaba echando, nadie lo estaba sacando, nadie le dijo anda aventurarte, nadie. Simple y sencillamente fue algo de esas cosas, de esas rebeliones, que suelen suceder en la vida de la gente.
Quiero hablarle un poco acerca de mi casa. Muchos de ustedes han estado en mi casa, por diferentes motivos. Mi casa no es una casa grande, no es una casa lujosa, para nada. Lo que más abunda son sillas de rueda en mi casa. Pero la casita nos ofrece un techo, el calor de la familia. En las noches de frío tenemos calefacción, nos podemos dar un baño calentito cuando lo necesitamos. Cada uno de nosotros tiene su propia camita, nos sentimos protegidos, hay comida, tenemos lo necesario, hay fruta, hay verdura, hay medicina; eso es la casa del padre. Gracias a Dios por las cositas que tenemos, se han creado memorias inolvidables. En casa nadie te juzga cómo andas vestido. ¡Esa es la casa del padre! Esa son las bendiciones que gozamos los que estamos en la casa del Padre.
Quiero que entienda que nos movemos en el mundo espiritual, y debemos entender que las cosas que Dios promete las cumple, porque Él es un padre. Mientras estés bajo mi cobertura, mientras estés en mi casa, yo me voy a esforzar porque tú tengas lo que necesites.
Una de las primeras cosas que gozamos, los que permanecemos, en la casa del Padre es:
PROVISIÓN.
Hay personas que abandonaron la casa del Padre y no la están pasando bien. Cuando el apóstol Pablo dijo (Filipenses 4:19): Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús. Amén. Mi Dios suplirá, los que estamos en la casa del Señor gozamos de la provisión divina.
Cuando el pródigo le fue mal, se acordó de una cosa.
Lucas 15: 16 (RV-60): Y volviendo en sí dijo: ¡Cuántos jornaleros en casa de mi padre tienen abundancia de pan, y yo aquí perezco de hambre! ¿Te das cuenta de eso? ¡Qué le cuesta entender a las personas que se han alejado de la casa del Padre, que en la casa del Padre hay abundancia! Iglesia, en la casa del Padre hay abundancia de pan, ¿cómo es posible que usted siendo hijo, teniendo derecho, teniendo una camita, teniendo un techo, teniendo un hogar, teniendo el calorcito de la familia, teniendo todas estas cosas que por derecho le pertenecen, usted decida vivir como está viviendo? ¡Cómo es posible!
Una persona, hace años, me dijo: Yo llegué a la iglesia juntamente con el hermano “fulano de tal”. Llegamos juntos pastor, los dos nos convertimos al mismo tiempo; la diferencia es que él se quedó en la iglesia y yo me aparté. Vaya a verlo ahora, el hombre tiene un negocio, al hombre le va bien, una familia maravillosa. Yo perdí mi familia, perdí mi trabajo, mi vida es un desastre. En la casa del Padre hay provisión.
El pastor Toby (padre) allá en El Salvador hizo muy famoso un sermón que se llamó Navy Blue. Cualquier problema: Navy blue, decía él. La gente que lo escucha por primera vez no lo entiende, hasta que escuchan el sermón completo. Se llamaba Navy blue porque ese era el color de las sillas de la iglesia. Él decía; agarre su silla hombre y no se mueva de aquí, cualquiera que sea la prueba, cualquiera que sea la tempestad, cualquiera que sea la tribulación que le venga, usted agarre fuerte su silla.
PROTECCIÓN Y SEGURIDAD.
En la casa del Padre hay protección y seguridad.
Salmo 91: 1 (RV-60): El que habita al abrigo del Altísimo Morará bajo la sombra del Omnipotente.
Salmos 91:1 (TLA): Vivamos bajo el cuidado del Dios Altísimo; pasemos la noche bajo la protección del Dios todopoderoso.
Salmos 91:1 (DHH): El que vive bajo la sombra protectora del Altísimo y Todopoderoso dice al Señor: -Tú eres mi refugio, mi castillo, ¡mi Dios en quien confío! Gloria al Señor.
Es que en la casa del Padre tenemos un lugar seguro. Iglesia, fuera de la casa del Padre se corre peligro. Cuando su hijo sale de noche, usted solamente sabe que no ha llegado a la casa, pero no sabe ¿qué es lo que sus hijos andan haciendo? Involúcrese en la vida de sus hijos. Dígale: Yo te llevo, yo vengo por ti. ¿Dónde estabas? ¿Qué fuiste a hacer? ¿A qué hora llegaste? ¿Por qué esto, por qué lo otro?
Digo esto con tristeza, tengo una lista de diez jóvenes que fallecieron en los últimos 7 años. Estos jóvenes tenían algo en común, ¿sabe qué? Todos ellos estuvieron sentados en una silla como la suya, y todos ellos se apartaron del evangelio. En la casa del Señor hay seguridad y hay protección. Fuera de la casa del Padre se corre peligro, fuera de la casa del Padre se enfrenta la realidad de este mundo.
Le voy a decir algo muy importante: cuando nos alejamos de la casa del Padre perdemos la protección espiritual. Dios no te va a ir a cuidar a un antro de perdición el sábado a las 2 de la mañana. Dios no te va a cuidar si andas caminando por las calles de la ciudad en plena madrugada. Cuando nos alejamos de Dios perdemos la protección espiritual, y cuando perdemos la protección espiritual quedamos expuestos a los ataques del enemigo. Si un cristiano se acostumbra a las cosas del mundo acaba perdiéndose y perdiendo la protección espiritual de Dios. Cuando una persona se aparta de la casa del Padre queda expuesto al enemigo.
El pródigo cambió la estabilidad de su casa por placeres temporales que no nos llenan el corazón. Los que estamos en la casa de Dios habitamos bajo el abrigo del Altísimo
COMUNIÓN FAMILIAR.
En la casa del padre tenemos comunión con el Padre, con los hermanos. ¡Qué lindo es venir a la casa de Dios y abrazarnos los hermanos! ¡Qué gusto es vernos, orar los unos por los otros! Poder decir: Hermano, ¿puede orar por mí por favor?, estoy pasando por una difícil situación. Cuando nos alejamos de la casa del Padre se pierde la comunión.
Sin lugar a duda que el pródigo se tuvo que haber sentido solo, cuando la soledad llega a la vida de una persona se le mete un montón de cosas en la cabeza. Necesitamos el calor de una familia, el calor de papá, de mamá, ese abrazo que es incomparable. El aislamiento y la soledad provocan un sentido de vacío, un sentido de desconexión. ¡Qué necesidad de sentirnos solos cuando tenemos el calor de una familia!
La comunión con los hermanos es fundamental para nuestro bienestar, no solamente emocional sino también espiritual. Saber que podemos contar con el apoyo de otros es uno de los regalos más grandes que tenemos como creyentes en Jesucristo.
No podemos perder la comunión que tenemos con el Padre y con el Espíritu Santo. Yo no digo que usted no pueda orar cuando esté en la calle, que no pueda orar cuando está en algún lugar usted solo; pero, en la casa del Padre tenemos comunión. En la casa del Padre hay comunión.
LA CONFIANZA DE PEDIR.
1 Juan 5:14 (RV-60): Y esta es la confianza que tenemos en él, que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye. No dice que te la va a dar, pero dice que Él nos oye.
Le hago una pregunta: ¿Cuánto tiempo tardó usted en comprarle algo a su hijo, que él le pidió, y usted sabía que no necesitaba? Muchas veces el Señor te concede las peticiones del corazón, aunque no lo necesitas, pero Dios te dice: vaya pues, ahí está. Hay cosas que tenemos hoy en día que ni se las hemos pedido a Dios y Dios nos las ha dado. Él mira el corazón.
Es que estamos en la casa del Padre, y cuando un hijo está en su casa adora, y viene con todo el deseo, con todo el corazón; viene con gozo a la casa del Padre. Tenemos la confianza de pedir, la confianza de decirle al Señor lo que sentimos; recuerde que al Señor no lo engaña nadie. Acuérdate que tú eres prioridad en la casa del Padre.
Es importante que notemos algo: el Padre nunca se ha movido. El día que el pródigo se fue de la casa, el padre se quedó en la casa, el día que el pródigo regresó a la casa el padre ahí estaba. ¿Qué quiere decir? El Padre no se mueve, Dios es un padre de gracia y misericordia, es un padre de amor; y hay que ser padre para entender eso.
El día que nació mi hijo David, cambió mi vida. Mientras uno no tiene un hijo, difícilmente pueda entender lo que significa el amor por ese pedazo de carne que tiene enfrente. ¿Cómo es posible que esto le cambie la vida a uno? Y de verdad que te la cambia, y eres capaz de dar cualquier cosa por un hijo, lo que sea.
Nosotros somos hijos de Dios, nos lavó, nos transformó, nos santificó, pagó en la cruz por nosotros, nos ha dado la vida eterna, el perdón de nuestros pecados, nos ha dado lo mejor, que es: nuestro bendito Salvador Jesucristo, ¿qué más queremos? ¡Somos sus hijos! Ese es el Dios que tenemos.
Aquellas personas que han de escuchar este mensaje, que se han apartado de la casa del Padre, mi consejo es: cambie su vida, regrese a casa, regrese a la casa del Padre, Él nunca te va a rechazar; te está esperando.
Y, ¿sabes qué lo más lindo? Cuando regreses a casa vas a recuperar las bendiciones perdidas.
Cuando regresa el hijo, la madre le dice: ahí está tu cuarto, los peluches, tus cositas nadie las ha tocado. Esto es lo tuyo, lo dejaste porque tú quisiste irte. Ahora que tocaste fondo, ahora que tuviste hambre, ahora que probaste el mundo, ahora que nadie te daba de comer, ahora que viviste de arrimado, regresa a la casa del Padre y recupera las bendiciones. En la casa del Padre siempre habrá un abrazo, habrá alegría, habrá gente dispuestos a ayudarle a retomar el camino.
La iglesia es para eso, para los enfermos. Jesús no vino por los sanos, vino por los enfermos. Jesús no vino por aquellos que piensan que no necesitan de la gracia y misericordia, Él vino por aquellos que sí necesitamos de la gracia del Señor.
Vas a recuperar los beneficios perdidos. Lo primero que dijo el padre fue: traigan ropa para el muchacho, eso te habla de restaurar tu dignidad, te vamos a cambiar la ropa. Te voy a poner un anillo, y el anillo hablaba de autoridad, de identidad, te define como el hijo del dueño. Te vamos a poner sandalias, restauración, libertad; y no solo eso, vamos a hacer una fiesta de bienvenida. ¡Qué lindo!
Todas estas bendiciones las gozamos aquellos que estamos en la casa del Padre. Vale la pena, vale la pena, tenga ese sentido de pertenencia, ame su iglesia.
Oremos al Señor: Padre te damos gracias por tu palabra. Quiero darte gracias de una manera muy especial por aquellas personas que han permanecido en, esta, tu casa por décadas, y en este día podemos decir con toda libertad hemos sido bendecidos. Podemos decir con toda la gratitud del mundo: tu presencia ha estado con nosotros, por cada bendición, por cada acto de gracia, de misericordia, por cada acto que tú has hecho con nosotros. Te bendecimos Padre, y reconocemos que la bendición tuya ha estado delante de nosotros. Podemos decir Ebenezer, hasta aquí nos ha ayudado el Señor. Jehová, nos has provisto, nos has dado, nos has bendecido, has estado con nosotros. Oramos en este momento por aquellas personas que se han alejado de la casa del Padre, por aquellos que lastimosamente están viviendo alejados de ti Señor, que han perdido la protección divina. Oramos por ellos, para que al igual que el pródigo puedan recapacitar y poder decir: en la casa del Padre hay abundancia, voy a regresar y recuperar las bendiciones perdidas.
Mientras todos oramos, si usted me dice en esta tarde: Pastor yo nunca he recibido a Cristo en mi corazón, pero tengo la necesidad de Dios en mi vida, necesito al Señor, quiero entregarle a Cristo mi corazón. Si en esta tarde usted quiere recibir a Jesús como el Señor y Salvador de su vida, yo le invito para que haga conmigo una oración, dígale al Señor: Señor Jesús, me arrepiento de mis pecados. Te pido perdón por mis faltas, por mis ofensas. Te doy gracias por lo que hiciste en la cruz del Calvario al poner tu cuerpo, al derramar tu sangre preciosa para el perdón de mis pecados. En este día Señor, te entrego mi alma, te entrego mi corazón, te entrego mi vida. Si usted hizo esta oración, yo quiero animarle a crecer en el conocimiento de Dios y su bendita palabra.
Padre querido despídenos con tu paz y con tu bendición, en el nombre de Jesús, amén y amén. ¡Dios me los bendiga!