De regreso al templo
¡Gracias Señor! Que gran gozo sentimos al regresar a tu casa. Nos hacía mucha falta ver a nuestros hermanos, alabarte juntos, leer al unísono tu Palabra, entonar entre todos hermosas alabanzas, ver a los niños correr, abrazar a los abuelos, conocer a los bebés que nacieron en este tiempo, compartir con los jóvenes que crecieron en estatura y en afecto. ¡Cómo le hacía falta a nuestro espíritu estar en tu casa!
Sabemos que nuestra asistencia a la casa de Dios, durante estos 17 meses, estuvo condicionada a la llegada de un virus y a restricciones impuestas por nuestro gobierno, que con obediencia y humildad soportamos. Con miedo, incertidumbre y confianza en el Señor, hemos llegado hasta este momento en el que la espera terminó. Los avances en las vacunas han permitido que las limitaciones empiecen a desvanecerse y que ahora podamos regresar a nuestros encuentros presenciales.
Reconocemos Señor, que tu mano ha estado con nosotros en todo este tiempo y que, si hasta aquí nos has traído, es porque aún tienes grandes planes y propósitos para nosotros: que te glorifiquemos y que sigamos compartiendo las noticias de Salvación con quienes aún no te conocen en esta tierra.
Es cierto que el regreso a la casa del Señor y a las actividades, que antes solíamos disfrutar sin restricciones, ahora se deben vivir como una “nueva normalidad” a la que nos debemos adaptar. Pero esto no nos debe llevar a desistir, de la participación en las buenas obras, que el Señor preparó de antemano para que anduviéramos en ellas. Es mi deseo que podamos reflexionar sobre lo que nos enseña la Palabra de Dios, en Hebreos 10:24-25, mediante el “llamado a la perseverancia”.
Veamos algunas razones por las que la Palabra nos anima a permanecer y a congregarnos:
Hebreos 10:24-25
V. 24: “Y considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras”:
El autor de este libro animaba a la comunidad de hebreos a poner atención, en la importancia del aspecto corporativo para seguir a Cristo. En la actualidad, es muy válido preguntarnos cómo podemos perseverar en nuestra fe, en medio de tiempos tan difíciles. Es allí cuando debemos recordar que para eso es que la iglesia existe. El cuerpo de Cristo nos ayuda a mantenernos firmes y a madurar en nuestra fe a pesar de las circunstancias que estemos enfrentando. El ánimo mutuo para perseverar en las buenas obras es indispensable. Ser parte de una iglesia viva, en la que se predica la sana doctrina y en la que hay amor, es una verdadera bendición. Alejarnos de la iglesia podría distanciarnos de la voluntad de Dios para nuestras vidas.
V. 25 “No dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre: sino exhortándonos”:
La adoración colectiva en la congregación es una parte vital de la vida espiritual. Algunos de los lectores de la carta de hebreos habían cesado de congregarse, estaban desperdiciando las herramientas que el Señor había dispuesto para ayudarlos. Nosotros también debemos tener cuidado, de no menospreciar la ayuda que el Señor provee a través de su pueblo y de su casa. El Señor obra milagros a diario en la vida de nuestros hermanos, y si no estamos en medio de ellos, difícilmente seremos testigos de su amor y su misericordia. Y con mayor dificultad podremos ser parte de sus planes para bendecir a otros. Necesitamos exhortar y ser exhortados.
V. 25 “y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca”:
El “día que se acerca” se refiere a la segunda venida de Cristo. Aunque Él ya ha pagado el precio por nuestro pecado y ha resucitado victorioso de la tumba, aún no ha regresado. Cuando lo haga, vamos a estar con él para siempre. 1 Tesalonicenses 4, 13-18. Aunque no sabemos cuándo será ese día, si podemos mantenernos firmes en la esperanza que profesamos, porque fiel es el que hizo la promesa. “Pero de aquel día y hora nadie sabe, ni siquiera los ángeles del cielo, ni el Hijo, sino sólo el Padre”. Mateo 24-36
Amados hermanos, es una bendición poder regresar a la casa de Dios. No despreciemos la libertad que tenemos para vivir nuestra fe en comunidad. El mundo necesita el amor y la verdad de Cristo. No nos cansemos de perseverar.
“Yo me alegré cuando me dijeron: Vamos a la casa del Señor”. Salmos 122:1