El abogado que todos tenemos.

Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo. 1 Juan 2:1

El pastor Pablo Washer una vez dijo en una predicación: “Imaginémonos que en la parte de atrás de la iglesia tenemos un chancho (cerdo), y aquí adelante tenemos: a un lado, la mejor comida del mundo y, al otro lado, una pila de basura. Si soltamos al chancho, ¿hacia dónde crees que va? ¡Siendo granjero sé que el chancho se va para la basura! Es un chancho que come sin parar y no siente vergüenza, es su naturaleza. Pero, digamos que de repente se convierte en un hombre, y al darse cuenta que está comiendo basura, inmediatamente la vomita de su boca, y cuando nota que los demás lo están viendo, ¡le da vergüenza! porque ahora su naturaleza es humana, no puede seguir comiendo basura.”

Cuando el Señor nos toma como hijos, hace un milagro inexplicable, nos convierte en un ser totalmente nuevo. Lo que antes nos gustaba hacer, ahora no lo queremos hacer más, nos aborrece fallarle al Señor. El problema es que mientras estemos en este cuerpo de carne y hueso, vamos a tener luchas contra nuestros deseos carnales, contra el mundo y contra Satanás y, seguramente, en algún momento le vamos a fallar al Señor.

¿Qué hacemos cuando eso sucede?, ¿nos ahogamos en nuestra pena por haberle fallado?, ¿desistimos de nuestra fe? o ¿regresamos al estilo de vida que una vez tuvimos? En el discipulado aprendemos que cuando experimentamos este tipo de situación, tenemos alguien a quien acudir, a un abogado que intercede por nosotros ante Dios Padre y nos defiende.

Jesús es nuestro abogado, quien pagó por nuestros pecados en la cruz y, por quien ahora Dios nos ve sin culpa. Jesús es un abogado misericordioso y compasivo. Cuando se hizo hombre y vivió entre esta tierra, Él experimentó tentaciones, pero jamás falló. Jesús comprende cualquier situación por la que puedas atravesar y está dispuesto a perdonarte si te arrepientes y lo buscas de corazón. Hebreos 4:15-16 dice: Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro.

¡Ten ánimo! Este abogado jamás te dejará, estará contigo para siempre y, es más, te seguirá cambiando y transformando hasta que llegues a la condición de un hombre maduro, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo. ¿Parece increíble? Lo que para el hombre es imposible, para Dios no lo es. Recurre a tu abogado, Él está ahí esperando por ti.

Si tu anhelo es seguir creciendo en el conocimiento de nuestro Señor, te invitamos a unirte a nuestras clases virtuales de discipulado. No tienen ningún costo, y estamos seguros, que serán de gran bendición espiritual para tu vida.

Séptima clase de Discipulado en la newsletter, Hno. Ariel Serrut

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