Hno. Salvador Escoto
Septiembre 2021
Integrándome a mi nueva familia
¿Qué nos convierte en miembros legítimos de una familia? En primer lugar, haber nacido en ese hogar. En segundo lugar, podríamos ser adoptados a través de un acto jurídico, que nos convertiría en hijos, con todos los derechos y privilegios de un hijo biológico.
Debemos comprender que, como creyentes en nuestro Señor Jesucristo, no solo hemos pasado de muerte a vida y de las tinieblas a la luz, sino que también hemos sido incorporados a una nueva familia: la familia de Dios. Hemos sido adoptados por Dios como hijos legítimos. ¡Qué maravilloso! Jesucristo no solo viene a ser nuestro Salvador, sino también nuestro hermano mayor. De tal manera que todo creyente que ha entregado su vida a Cristo, viene a ser nuestro hermano.
Veamos tres aspectos esenciales de nuestro proceso de adopción a esta nueva familia: la familia de Dios.
Dios me adopta y me recibe como hijo legítimo: 2 Corintios 6:18 “Y seré para vosotros por Padre, Y vosotros me seréis hijos e hijas, dice el Señor Todopoderoso”.
Dios nos da su paternidad y el título de hijos. La adopción la podemos definir como el acto por el cual una persona recibe como hijo propio a uno que no lo es, cediéndole todos los derechos y obligaciones de su nueva posición como hijo. En la adopción el vínculo esencial es el amor ya que por amor fuimos rescatados del pecado, dándonos el derecho a toda heredad. Gálatas 4: 5-7 “Para que redimiese a los que estaban bajo la ley, a fin de que recibiésemos la adopción de hijos. Y por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, el cual clama: !!Abba, Padre! Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y si hijo, también heredero de Dios por medio de Cristo” Al ser adoptados por Dios entendemos que es un acto soberano y gratuito de su parte. Juan 1:12 “Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios;”
Cristo se convierte en mi hermano mayor: Romanos 8:29 “Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos.”
Nuestro Señor Jesús es nuestro hermano mayor en rango y posición. El término hermano posee un sentido estricto, porque señala a todas las personas nacidas de un mismo Padre, esto en el sentido biológico; en el sentido espiritual todos somos nacidos de un mismo Padre: Dios. Jesús es el primero de todos, es supremo, es la cabeza, es el principio. Su condición de cabeza es para que todos los hijos de Dios seamos conformados a la imagen de nuestro hermano mayor.
Todos los creyentes venimos a ser hermanos en la fe y miembros de una sola familia.
Debemos reconocernos como hermanos, amarnos y tener actitudes positivas. Esto lo hacemos supliendo y velando por la necesidades físicas y espirituales de cada uno, ayudándonos mutuamente, velando por el crecimiento espiritual de los hermanos, no menospreciando a nadie, perdonándonos unos a otros.
Biológicamente no podemos escoger a nuestros hermanos, ellos vienen y tenemos que aceptarles tal y como son. Espiritualmente sucede lo mismo, nosotros no podemos escogerles, porque todos fuimos escogidos desde la fundación del mundo a través de nuestro hermano mayor, Jesucristo, por el amor de nuestro Padre Dios. Juan 3:16 “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, más tenga vida eterna”
Amados hermanos: Gocémonos pues nuestro Padre es El Dios eterno, el SEÑOR, el creador de los confines de la tierra. En su misericordia no solo nos adopta, sino que además nos concede el valioso regalo de ser parte de su familia, por medio de Cristo.
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