Navidad

el acontecimiento más grande de la humanidad

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 “¡Gloria a Dios en las alturas, Y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!” (Lucas 2:14)

El acontecimiento más grande de la humanidad

En su libro “The biggest story”, Kevin Deyoung nos recuerda por qué el nacimiento de Jesús es el acontecimiento más grande de la historia.

Esta historia empieza con un hombre y una mujer, Dios los hizo a su imagen y semejanza y los llamó Adán y Eva. Todo era hermoso y ellos vivían felices en el jardín creado por Dios. Desafortunadamente, esto no duró para siempre. Un día Adán y Eva comieron del fruto que Dios había prohibido. Fue un día horrible porque al comer este fruto pasaron a estar alejados de Dios. Volver a esa condición de cercanía con Él no sería tan fácil como antes.

Dios no estaba feliz con ellos, pero tampoco con la serpiente que los había tentado. Así que los maldijo y los expulsó del jardín. Antes de que se fueran Dios hizo una promesa. El prometió que la serpiente, Satanás, siempre estaría en enemistad con Eva y sus hijos. Pero la promesa también tenía una buena noticia. Dios prometió que uno de los hijos de Eva, tarde o temprano, aplastaría la cabeza de esa serpiente. No se sabía cuándo o cómo, pero Eva tendría un hijo que arreglaría las cosas.

Tristemente todo se puso mucho peor. Adán y Eva tuvieron sus primeros hijos con quienes surgió el primer asesinato de la historia. El pecado contaminó al mundo y las personas eran terriblemente malvadas en sus corazones, tanto que ya no merecían disfrutar del mundo creado por Dios, así que Él los expulsó nuevamente, pero esta vez por medio de un diluvio que borró a todos lo que habían sido manchados de pecado. Bueno, casi todos, pues la familia de Noé fue salvada por Dios, con el fin de darles una nueva oportunidad. Por supuesto, no pasó mucho antes de que Noé y su familia pecaran, así como Adán y Eva.

No mucho tiempo después, Dios le ordenó a un hombre que abandonara su casa y fuera a una nueva tierra. Si, a Abraham. Dios le prometió que lo bendeciría, que lo haría padre de una gran nación, y que todas las naciones serían bendecidas a través de él. La mejor parte es que en esta ocasión Dios haría todo por Él mismo, para asegurarse de que Abraham recibiera esas bendiciones. Aunque Abraham también cometió muchos errores, tenía dos cosas que realmente importaban: la bendición de Dios y su fe.

Generaciones y generaciones pasaron, pero el pueblo de Israel (el nuevo nombre de Abraham) parecía no haber aprendido las lecciones de sus antepasados. Dios puso su presencia entre ellos, pero daba la impresión de que ellos no le querían, Dios envió profetas, pero ellos no escucharon, Dios proveyó sacerdotes, pero esos sacerdotes no sabían cómo ser santos, Dios les dio reyes, pero tampoco fueron muy sabios. Israel era un desastre. Por supuesto que Dios cumpliría sus promesas a pesar de la condición de Israel, pero que difícil imaginar que alguien quisiera salvar a unas personas tan obstinadas.

El pueblo lleno de rebeldía quería tener un rey que los dirigiera, Dios les da lo que pedían y nombra rey a Saúl, quien por cierto fue decepcionante en su rol. El siguiente monarca fue David, de Belén. Este rey si fue mucho mejor. Muchas coas buenas le sucedieron al pueblo mientras él estuvo a cargo. Fueron victoriosos, prósperos y bendecidos. La mejor parte de este tiempo es que Dios le promete a David que él tendría un hijo que se sentaría en el trono. Dios le promete un reino eterno. Lo que quiere decir que Dios no había olvidado su promesa del jardín. Un libertador estaba en camino y ahora todo aquel que tenía oídos para oír sabía que él sería un hijo de David. Sin embargo, antes de su llegada vendría el primer hijo de David, Salomón, quien falló como sus antecesores, por lo que el pueblo fue castigado por 400 años, esta vez siendo expulsados de la tierra prometida. Y lo peor de todo, ya no quedaría casa ni reino de David.

Aunque parezca difícil de creer, las promesas de Dios seguían firmes. Dios prometió que de Belén vendría el que heriría a la serpiente. Dios prometió que nacería de una virgen. Dios prometió enviar un mensajero para prepararle camino. Dios prometió que este hijo de David moriría y resucitaría para ser luz de las naciones. Pero, como era de costumbre, el pueblo no dejó de pecar, así que pasaron otros 400 años de castigo, en los que Dios guardó silencio, no les habló y no los guio.

Que desolado se veía el futuro… ¡Hasta que el acontecimiento más grande de la humanidad ocurrió! En un humilde pesebre en el pueblo de Belén, nace el prometido y esperado Salvador, Libertador, Juez, Conquistador. El tan esperado Profeta, Sacerdote y Rey había nacido. Su nombre es Jesús.

Dios le dio a su pueblo una nueva ley, un nuevo templo y sacrificio, lo mejor de todo, Dios le dio a su pueblo un nuevo comienzo como lo había prometido. Pero, esta historia no termina aquí. La más grande sorpresa es que este Rey fue escogido para morir. Ese fue el mejor acto de amor que ha existido, de acuerdo con lo planeado por Dios y a la fidelidad de sus promesas.

Esta es la historia de Dios haciendo todo lo que nosotros no podemos, con el fin de reconciliarnos con Él. Dios expulsó a su pueblo una y otra vez, pero hizo todo lo que fue necesario para acercarlo a Él de nuevo. La historia no termina, aún no hemos regresado al jardín. De vez en cuando parece que experimentamos destellos de ese jardín aquí en la tierra, lo sentimos en nuestros corazones, con nuestras familias o con nuestra iglesia, pero cualquiera que ame esta historia anhela ese momento en el que podremos ver cara a cara a nuestro Rey.

Queridos hermanos, en esta época de navidad podemos compartir este gran acontecimiento con todos aquellos que aún no lo han escuchado. También podemos gozarnos en el privilegio de conocer esta hermosa historia, no solo en nuestro entendimiento, sino en lo más profundo de nuestro corazón.

¡Feliz Navidad!

El acontecimiento más grande de la humanidad

En su libro “The biggest story”, Kevin Deyoung nos recuerda por qué el nacimiento de Jesús es el acontecimiento más grande de la historia.

Esta historia empieza con un hombre y una mujer, Dios los hizo a su imagen y semejanza y los llamó Adán y Eva. Todo era hermoso y ellos vivían felices en el jardín creado por Dios. Desafortunadamente, esto no duró para siempre. Un día Adán y Eva comieron del fruto que Dios había prohibido. Fue un día horrible porque al comer este fruto pasaron a estar alejados de Dios. Volver a esa condición de cercanía con Él no sería tan fácil como antes.

Dios no estaba feliz con ellos, pero tampoco con la serpiente que los había tentado. Así que los maldijo y los expulsó del jardín. Antes de que se fueran Dios hizo una promesa. El prometió que la serpiente, Satanás, siempre estaría en enemistad con Eva y sus hijos. Pero la promesa también tenía una buena noticia. Dios prometió que uno de los hijos de Eva, tarde o temprano, aplastaría la cabeza de esa serpiente. No se sabía cuándo o cómo, pero Eva tendría un hijo que arreglaría las cosas.

Tristemente todo se puso mucho peor. Adán y Eva tuvieron sus primeros hijos con quienes surgió el primer asesinato de la historia. El pecado contaminó al mundo y las personas eran terriblemente malvadas en sus corazones, tanto que ya no merecían disfrutar del mundo creado por Dios, así que Él los expulsó nuevamente, pero esta vez por medio de un diluvio que borró a todos lo que habían sido manchados de pecado. Bueno, casi todos, pues la familia de Noé fue salvada por Dios, con el fin de darles una nueva oportunidad. Por supuesto, no pasó mucho antes de que Noé y su familia pecaran, así como Adán y Eva.

No mucho tiempo después, Dios le ordenó a un hombre que abandonara su casa y fuera a una nueva tierra. Si, a Abraham. Dios le prometió que lo bendeciría, que lo haría padre de una gran nación, y que todas las naciones serían bendecidas a través de él. La mejor parte es que en esta ocasión Dios haría todo por Él mismo, para asegurarse de que Abraham recibiera esas bendiciones. Aunque Abraham también cometió muchos errores, tenía dos cosas que realmente importaban: la bendición de Dios y su fe.

Generaciones y generaciones pasaron, pero el pueblo de Israel (el nuevo nombre de Abraham) parecía no haber aprendido las lecciones de sus antepasados. Dios puso su presencia entre ellos, pero daba la impresión de que ellos no le querían, Dios envió profetas, pero ellos no escucharon, Dios proveyó sacerdotes, pero esos sacerdotes no sabían cómo ser santos, Dios les dio reyes, pero tampoco fueron muy sabios. Israel era un desastre. Por supuesto que Dios cumpliría sus promesas a pesar de la condición de Israel, pero que difícil imaginar que alguien quisiera salvar a unas personas tan obstinadas.

El pueblo lleno de rebeldía quería tener un rey que los dirigiera, Dios les da lo que pedían y nombra rey a Saúl, quien por cierto fue decepcionante en su rol. El siguiente monarca fue David, de Belén. Este rey si fue mucho mejor. Muchas coas buenas le sucedieron al pueblo mientras él estuvo a cargo. Fueron victoriosos, prósperos y bendecidos. La mejor parte de este tiempo es que Dios le promete a David que él tendría un hijo que se sentaría en el trono. Dios le promete un reino eterno. Lo que quiere decir que Dios no había olvidado su promesa del jardín. Un libertador estaba en camino y ahora todo aquel que tenía oídos para oír sabía que él sería un hijo de David. Sin embargo, antes de su llegada vendría el primer hijo de David, Salomón, quien falló como sus antecesores, por lo que el pueblo fue castigado por 400 años, esta vez siendo expulsados de la tierra prometida. Y lo peor de todo, ya no quedaría casa ni reino de David.

Aunque parezca difícil de creer, las promesas de Dios seguían firmes. Dios prometió que de Belén vendría el que heriría a la serpiente. Dios prometió que nacería de una virgen. Dios prometió enviar un mensajero para prepararle camino. Dios prometió que este hijo de David moriría y resucitaría para ser luz de las naciones. Pero, como era de costumbre, el pueblo no dejó de pecar, así que pasaron otros 400 años de castigo, en los que Dios guardó silencio, no les habló y no los guio.

Que desolado se veía el futuro… ¡Hasta que el acontecimiento más grande de la humanidad ocurrió! En un humilde pesebre en el pueblo de Belén, nace el prometido y esperado Salvador, Libertador, Juez, Conquistador. El tan esperado Profeta, Sacerdote y Rey había nacido. Su nombre es Jesús.

Dios le dio a su pueblo una nueva ley, un nuevo templo y sacrificio, lo mejor de todo, Dios le dio a su pueblo un nuevo comienzo como lo había prometido. Pero, esta historia no termina aquí. La más grande sorpresa es que este Rey fue escogido para morir. Ese fue el mejor acto de amor que ha existido, de acuerdo con lo planeado por Dios y a la fidelidad de sus promesas.

Esta es la historia de Dios haciendo todo lo que nosotros no podemos, con el fin de reconciliarnos con Él. Dios expulsó a su pueblo una y otra vez, pero hizo todo lo que fue necesario para acercarlo a Él de nuevo. La historia no termina, aún no hemos regresado al jardín. De vez en cuando parece que experimentamos destellos de ese jardín aquí en la tierra, lo sentimos en nuestros corazones, con nuestras familias o con nuestra iglesia, pero cualquiera que ame esta historia anhela ese momento en el que podremos ver cara a cara a nuestro Rey.

Queridos hermanos, en esta época de navidad podemos compartir este gran acontecimiento con todos aquellos que aún no lo han escuchado. También podemos gozarnos en el privilegio de conocer esta hermosa historia, no solo en nuestro entendimiento, sino en lo más profundo de nuestro corazón.

¡Feliz Navidad!