Jerusalen tu que matas y apedreas a los profetas
Abril 10, 2022 – 1:30PM | Lucas 19:28-44 | Dr. David Rodríguez
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TRANSCRIPCIÓN
Vamos a abrir la palabra del Señor en el evangelio según San Lucas, capítulo 19, versículo 28 al 44.
Como ustedes saben este día se celebra la entrada triunfal de Jesús a Jerusalén. En realidad no tiene mucho de triunfal, pero vamos a estudiarlo.
Voy a rogarle que nos pongamos de pie, por favor, en respeto a la bendita palabra del Señor que dice así (RV-60): 28Dicho esto, iba delante subiendo a Jerusalén. 29Y aconteció que llegando cerca de Betfagé y de Betania, al monte que se llama de los Olivos, envió dos de sus discípulos, 30diciendo: Id a la aldea de enfrente, y al entrar en ella hallaréis un pollino atado, en el cual ningún hombre ha montado jamás; desatadlo, y traedlo. 31Y si alguien os preguntare: ¿Por qué lo desatáis? le responderéis así: Porque el Señor lo necesita. 32Fueron los que habían sido enviados, y hallaron como les dijo. 33Y cuando desataban el pollino, sus dueños les dijeron: ¿Por qué desatáis el pollino? 34Ellos dijeron: Porque el Señor lo necesita. 35Y lo trajeron a Jesús; y habiendo echado sus mantos sobre el pollino, subieron a Jesús encima. 36Y a su paso tendían sus mantos por el camino. 37Cuando llegaban ya cerca de la bajada del monte de los Olivos, toda la multitud de los discípulos, gozándose, comenzó a alabar a Dios a grandes voces por todas las maravillas que habían visto, 38diciendo: ¡Bendito el rey que viene en el nombre del Señor; paz en el cielo, y gloria en las alturas! 39Entonces algunos de los fariseos de entre la multitud le dijeron: Maestro, reprende a tus discípulos. 40Él respondiendo, les dijo: Os digo que si éstos callaran, las piedras clamarían. 41Y cuando llegó cerca de la ciudad, al verla, lloró sobre ella, 42diciendo: ¡Oh, sí también tú conocieses, a lo menos en este tu día, lo que es para tu paz! Más ahora está encubierto de tus ojos. 43Porque vendrán días sobre ti, cuando tus enemigos te rodean con vallado, y te sitiarán, y por todas partes te estrecharán, 44y te derribarán a tierra, y a tus hijos dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, por cuanto no conociste el tiempo de tu visitación.
Padre, yo te pido que bendigas esta palabra en nuestros corazones. Honramos Señor tu nombre en este día y atesoramos esta escritura. En el nombre de Jesús, amén.
El mensaje de esta tarde: “Jerusalén, tú que matas y apedreas a los profetas.”
Este día se celebra el domingo de ramos, se le llama domingo de palmas también. En un día como hoy entró Jesús a la ciudad de Jerusalén, sentado en un pollino, hijo de asna, conforme lo señala la escritura y los profetas. Zacarías, en el capítulo 9, nos habla de esto. Dice la palabra del Señor que la gente tendía sus mantos sobre el suelo para que Jesús pasara encima de ellos. La gente gritaba. La gente decía: ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! Se gozaban: ¡Paz en el cielo, gloria en las alturas! Y como siempre hay religiosos, aparecieron los fariseos diciéndole al Señor: “Oye Señor, calma a esta gente. Diles que se tranquilicen”. Y el Señor Jesucristo dijo: “miren si esta gente no hace este ruido y no alaba, déjame decirle que las piedras lo harían”.
Ahora, al leer esta porción de la escritura en los evangelios nos damos cuenta que Lucas, el evangelio que hemos leído en este momento, agrega algo. Agrega que, cuando Jesús se acercaba a la ciudad lloró sobre Jerusalén.
Ver llorar a Jesús, hermanos, tuvo que haber sido algo terrible. Los discípulos vieron llorar al Señor Jesucristo. No sabemos exactamente cuántas veces lloró el Señor Jesús, porque se supone que como niño pues tuvo que haber llorado. De los 12 a los 30 años no tenemos mayor información acerca de que Jesús haya llorado.
En Hebreos (5: 7), nos da un indicio de algo que pudo haber sucedido y dice (RV-60): 7Y Cristo, en los días de su carne, ofreciendo ruegos y súplicas con gran clamor y lágrimas al que le podía librar de la muerte. Pero no sabemos cuándo sucedió esto. Algunos creen que pudo haber sido en Getsemaní, cuando el Señor Jesús estaba orando. Pero no sabemos exactamente cuándo sucedió esto que dice el autor de hebreos.
Aparte de este versículo, hay dos pasajes más, se acuerdan ustedes: Uno fue cuando murió Lázaro y el otro, volvemos a nuestro versículo, en Lucas 19:41 que dice: 41Y cuando llegó cerca de la ciudad, al verla, lloró sobre ella.
Ahora, lo curioso del asunto es lo siguiente, que el llorar en el Nuevo Testamento, por lo menos en los evangelios, se utilizan dos palabras griegas. En el original, por ejemplo en la muerte de Lázaro, se utiliza la palabra “Dakruo”. Esta palabra significa “derramar lágrimas” en silencio, lágrimas que brotan de tus ojos que se desbordan y corren por tus mejillas, llanto silencioso. Eso es cuando murió Lázaro. Pero en este pasaje que tenemos acá, si usted se va al origen y solamente pone la palabra griego, pone el pasaje y le va a parecer a usted en el paralelo. No se vaya a asustar porque no se lee cómo se lee el español. Pero en este pasaje la palabra que se utiliza es “Klaio” que significa llanto audible, gemir, es decir, llorar a gritos, llorar sonoramente. Entonces preste un poquito de atención, porque yo entiendo perfectamente bien que el título dice: “La entrada triunfal en Jerusalén”. Pero, si la gente se alegra, si el bullicio de la multitud grita: “¡Hosanna al hijo de David! Había gozo, había alegría. Pero Jesús lloraba. Entonces mi pregunta es: ¿Qué tanto triunfo hay en una situación como ésta?
Quiero enfocar el mensaje de este día en la parte final de este pasaje. El mensaje se llama: “Jerusalén, tú que matas y apedreas a los profetas.”
Jesús lloró. Yo supongo que los discípulos vieron. Porque, usted puede ver a alguien llorar de gozo y es diferente. Pero llorar, gemir, por algo que está entristeciendo su corazón en gran manera. Y hermanos déjeme decirle que Jesús lloró por la incredulidad de Jerusalén.
Hermanos a Dios no lo engaña a nadie. Jesús sabe distinguir cuando hay una fe verdadera o cuando hay una fe emocional, una fe fingida o una fe social. ¿Por qué pastor?
Bueno, una fe emocional, claro que sí, son aquellas personas que cuando vienen a un culto se alegran, se gozan y amén, Gloria a Dios, y después faltan cuatro cultos más. Porque los invitaron una carnita asada y ¿qué van a andar comparando un culto con una carnita asada? Y más si es de gratis. Esa es una fe emocional. ¿Cómo es posible que había algarabía? ¿Cómo es posible que en Jerusalén había gozo? La gente gritaba y Jesús lloraba. ¿Sabe por qué? Porque Jesús ve algo que usted y yo no podemos ver: “el corazón”. Y esa fe, esos gritos de la gente, era emocional. ¿Por qué pastor, por qué era emocional? Porque, estamos hablando que esto sucedió un domingo. Esta misma gente que gritaban ahora: ¡Hosanna el hijo de David! Cuatro días más tarde, el día jueves decían: “Crucifíquenle, crucifíquenle, suéltennos a Barrabás”. ¿Qué es eso? Es aquella persona que si lo invitan a un culto dice que son cristianos. Si van a ir a un bautismo con los católicos también se van. Se van a enterrar un muerto con los mormones. Porque esa gente no sabe nada. Por eso hablo de una fe emocional.
Una fe fingida, es aquel marido que está aquí porque su mujer lo trajo. Es aquella mujer que está aquí porque su marido le dijo: “vamos no quiero y solo”. Son aquellos hijos que vienen a la iglesia porque todavía no tienen ellos convicciones profundas, serias, no han echado raíces aún y vienen porque hay que venir.
Y luego tenemos una fe social. La fe social son aquellas personas que el día domingo vienen porque les gusta platicar con otra gente. Y lo más seguro es que después del culto anden buscando con quién irse a comer. Se van a comer, se ponen a platicar, se les hace tarde y ya no hay chance para regresar al culto de las 6 de la tarde porque están pasando un buen momento. ¡Eso es una fe social! El culto es el segundo, tercer o cuarto lugar. Si nos queda chance vamos y si no, no vamos. Cuando la Biblia dice: “más buscad primeramente el reino de Dios y su justicia”. ¿Cómo cree usted que Jesús se ponga a gritar? ¿Cómo cree usted que eso se ponga con tanta alegría? Si él está viendo lo que los demás no ven. Él está viendo el corazón del pueblo, el corazón de la ciudad. Esa ciudad amada, esa ciudad donde se encontraba el templo de Jerusalén, la ciudad del gran rey, la ciudad de Dios.
Mis queridos y amados hermanos Dios sabe quién le ama y quien no le ama. Dios sabe quién es sincero en su fe y quién no es sincero en su fe. Hay personas acá, que asisten a los cultos por puro remordimiento, porque durante la semana hicieron cosas fuera del lugar. Sienten su conciencia negra, su corazón negro, y vienen acá para que el evangelio se los pinte un poquito de gris, pero no es porque en realidad amen a Dios.
Una fe fingida. Había una pareja que se llamaba Ananías y Safira. En Hechos capítulo 5, dice la palabra del Señor que los cristianos vendían sus propiedades y traían la ganancia y lo ponían a los pies de los apóstoles. Lo hacían de una manera voluntaria, como son todas las ofrendas en la casa del Señor. Resulta que esta parejita de cristianos dijeron: “Vamos a vender este terrenito, pero no lo entreguemos todo, quedémonos con un poquito y si nos preguntan cuánto nos dieron, dices: “que –tanto-“. Ananías vino donde Pedro, le entregó el (cheque) y Pedro le dijo: “Ananías, ¿por qué dejaste que satanás llenara tu corazón? ¿Quién te dijo que mintiese al Espíritu Santo? No es obligación traer el dinero, tú podrías haberte quedado con ese dinero, no era necesario. ¿Pero por qué mientes? Déjame decirte Ananías, que no has mentido a los hombres, sino a Dios. Y en ese instante cayó muerto el hombre. Había unos jóvenes ahí y le dijo Pedro: llévenlo y entiérrenlo.
¿Qué bobos verdad? ¿Qué bobos somos a veces? Hay personas que quieren justificar y se acercan a mí y me dicen: Ay pastor mire, como quisiera dar pero yo no puedo. Así se justifica mucha gente.
Ellos (la pareja) habían quedado de encontrarse con Pedro. Entra Safira, dice la palabra del Señor que ella no sabía lo que había pasado. Bien contenta pues ella pensaba que la iban a felicitar por lo que habían traído. Pedro le dijo: “Safira, vendieron la propiedad en –tanto. Ella dijo: sí. ¿Por qué se pusieron de acuerdo para engañar al Espíritu de Dios? -No, no, apóstol no vaya a creer usted, no. -¿Sabe qué Safira?, estos chamacos son los que acaban de enterrar a tu marido y ahorita sigues tú. En ese instante cayó la mujer muerta también y la fueron a enterrar.
Es que, mire hermano, usted me puede engañar y no hay ningún problema con eso porque un montón de gente lo hace. La gente me engaña en mi propia cara y yo lo sé. Pero no pasa nada, yo no la voy a agarrar contra usted. Es la naturaleza humana, o no tiene la confianza, que se yo. ¿Pero mentirte a Dios? A Dios, no le miente a nadie.
¿Sabe qué es eso? Es una fe fingida. ¿Usted cree que Dios no conoce eso? Por supuesto que sí hermano. Esto a mí me aterra. Que tanta honestidad, que tanta sinceridad hay en este corazón. Que tanta realidad es que Dios nos interesa con el alma o todo esto es pura… ¡qué sé yo!
¿Cómo es posible que todo el mundo gritaba? ¡Hosanna al hijo de David! ¡Hosanna, bendito al que viene en el nombre del Señor! Pero Jesús lloró. Le pesaba algo en su corazón porque veía la ciudad, veía el corazón, veía el pueblo y no veía sinceridad, no veía honestidad en el corazón de la gente.
El Señor Jesucristo sabe cuándo hay una fe real, una fe genuina, cuando hay una fe sincera. Porque un día un ciego llamado Bartimeo le dijo: Jesús, hijo de David, ten misericordia de mí. ¿Sabe qué le dijo Jesús a Bartimeo? Le dijo: Bartimeo, tu fe te ha salvado. Él vio que había fe real en este hombre.
Cuando Jesús estaba comiendo en la casa de un fariseo llamado Simón, llegó una mujer que derramó perfume sobre los pies de Jesús. ¿Sabes qué le dijo Jesús a esta mujer? Le dijo: Tu fe te ha salvado.
Aquella mujer del flujo de sangre; 12 años batallando con esta enfermedad y se metió en medio de la gente y dijo: Si tan siquiera pudiera tocar el borde de su manto. ¿Sabe qué le dijo Jesús a esta mujer? Tu fe te ha salvado.
Al único leproso que volvió de los diez que Jesucristo sanó, al único que volvió Jesús le dijo: ¿Y los nueve dónde están? Tu fe te ha salvado.
El centurión romano vino a Jesús para pedirle un favor y le dijo: Por favor Señor, mi criado está paralítico en casa, no se puede levantar. Imagínate, intercediendo por su criado, por su siervo. Yo quiero que tú les hagas el favor y lo sanes. Y Jesús le dijo: Está bien, ahora voy para allá y lo voy a sanar. Pero le dijo el centurión: Yo no soy digno que entres a mi casa. Es que yo también soy un hombre que estoy bajo autoridad y tengo gente bajo mi autoridad y le digo a este ve y va, y le digo aquel ven y viene. No Señor, no soy digno. Sabe que dijo nuestro Señor Jesucristo: De cierto os digo que ni aun en Israel he encontrado tanta fe.
Y la campeona de todas ellas es aquella mujer cananea que clamaba diciéndole: Señor, hijo de David, ten misericordia. Mi hija es gravemente atormentada por un demonio. Y Jesús le contestó y le digo: Mira yo no soy enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel. La mujer se postró diciendo: Señor, socórreme. Y Jesús todavía le dice: Es que no está bien dar el pan de los hijos y echarlo a los perrillos. Y la mujer dijo: Pero aún los perrillos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos. Jesús le dijo: Oh mujer, grande es tu fe. Hágase contigo como quieres. Y su hija fue sanada desde aquella hora.
¿Qué quiere decir eso? Que Jesús mira el corazón, Él sabe si hay sinceridad, o estamos fingiendo, o estamos aquí por otros motivos.
Hubo un tiempo, hoy ya no por lo menos que yo sepa, que había venta loca de un montón de cosas acá en el templo. Y un día una hermana le dijo: hermana entonces nos vemos el domingo. No, no, dijo, yo el miércoles tengo que ir porque tengo que repartir unas cremas. “Tengo que repartir unas cremas”. Nada malo en eso. Solo me pregunto: ¿qué es la motivación que tenemos? ¿Qué pasaría? ¿Se regocijaría Jesús juntamente con nosotros? ¿O se pondría a llorar al vernos?
Jerusalén vio a Jesús hablar con su Padre Celestial. Vio a Jesús atraer multitudes. Jerusalén vio a Jesús hacer milagros.
Sin embargo Juan 1:11 (Rv-60) dice: 11A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron.
Lucas 13: 34-35 (RV-60) vea usted estas palabras de nuestro Salvador: 34¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina a sus polluelos debajo de sus alas, y no quisiste! 35He aquí, vuestra casa os es dejada desierta; y os digo que no me veréis, hasta que llegue el tiempo en que digáis: Bendito el que viene en el nombre del Señor.
Primeramente Jesús lloró por la incredulidad de Jerusalén. En segundo lugar Jesús lloró por la dureza del corazón de Jerusalén.
Note en el versículo 34, del mismo capítulo 13, y ponga atención a las siguientes palabras, yo las he circulado: “quise” y la otra es “no quisiste”. Yo quise pero tú no quisiste.
Hermanos ya pasaron dos mil años y la historia es la misma. “Jesús quiere, la gente no quiere”.
¿Cuántas personas? Yo les pregunto: ¿Por qué no vienen ustedes a la iglesia? Pastor es que el domingo es el único día que tengo para descansar y me voy levantando a eso de las dos de la tarde. ¿Sabe qué? ¿Si usted hiciera el esfuerzo de levantarse temprano venir a la casa del Señor y pasar el día con Dios, usted tendría más energía, tendría más fuerza, tendría más cerebro, tendría más inteligencia, tendría más gracia delante de las personas que lo han empleado, tendría más oportunidades? ¿Usted podría tener una mejor cosecha, usted pudiera vivir mucho mejor de lo que vive ahora y no estaría tan cansado como está panza arriba a las tres de la tarde? Pero no, es que Dios es por último. Dios es, al final.
“Yo quise”, dice el Señor, pero tú no quisiste. Yo quise que vinieras a mí pero no vinistes. Yo quería que tú me sirvieras, que tú me amaras, yo quería bendecirte; pero tú no quisiste. Yo te ofrecí mis brazos pero tú no quisiste.
¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas!
Mataron a Juan el Bautista ¿se acuerdan? ¿Y qué dijo Jesús de Juan el Bautista? Entre los que nacen de mujer no se ha levantado otro mayor que Juan el Bautista. Jerusalén lo mató.
Esteban. ¿Qué hicieron con Esteban? Lo apedrearon. ¡Jerusalén, Jerusalén!
Entonces yo me pregunto: ¿Qué entrada triunfal puede ser ésta, si Jesús entró llorando a Jerusalén? Jesús lloró también porque sabía a lo que le venía a Jerusalén.
Jesús fue crucificado aproximadamente por el año 30 de nuestra era. En el año 70 el emperador Vespasiano encargó a su hijo Tito la destrucción de Judea, cuarenta años más tarde de las palabras de Jesús, Jerusalén fue destruida. Amados míos, no quedó piedra sobre piedra como Jesús les había dicho. Las grandes murallas que contenían la ciudad fueron derribadas.
Si usted lee en alguna oportunidad “La guerra de los judíos”, de Flavio Josefo, eso da tristeza increíble. A las mujeres embarazadas les sacaban a sus bebés de su vientre. Por eso Jesús dijo: “Las que están encinta huyan a las montañas”. La historia dice que Jerusalén en ese entonces, comenzó más o menos por el año 68, cuando se veía una nube del ejército romano sitiar la ciudad de Jerusalén. Cuarenta años hacía que El Salvador Jesucristo había entrado a esta ciudad y había llorado. Jesús lloro porque sabía lo que le vendría a este pueblo, destrucción. Murieron miles de miles de gentes en Jerusalén, incluyendo mujeres y niños.
¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que te son enviados! ¿Cuántas veces quise, pero tú no quisiste?
El pasaje de la escritura que hemos leído, Lucas 19:43 (RV-60) dice: 43Porque vendrán días sobre ti, cuando tus enemigos te rodearán con vallado, y te sitiarán, y por todas partes te estrecharán, 44y te derribarán a tierra, y a tus hijos dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, por cuanto no conociste el tiempo de tu visitación.
Los judíos que quedaron fueron llevados cautivos una vez más. Fueron llevados esclavos una vez más. Fueron desterrados una vez más, a volver a construir, en este caso, el coliseo romano. Como esclavos una vez más. Por eso lloraba Jesús, porque sabía lo que vendría sobre Jerusalén.
¿Y sabe qué? Hay personas que se han encontrado frente a frente con el Señor Jesucristo y le han dicho: “No, estoy ocupado. No, tengo muchas cosas que hacer. No, me acabo de comprar una casa y la queremos adornar bien bonita. No, porque estoy estudiando una carrera en la universidad. No, porque tengo un trabajo mejor. No, porque tengo esto. No, porque tengo lo otro. No, porque tengo que hacer, porque tengo…” Y Jesús te dice este día: “Yo quise y tú no quisiste. Lo que te vendrá será duro. Lo que te vendrá te va a hacer llorar, te va a partir el alma”. Y déjame decirte algo hermano, esto fue lo que Jerusalén recibió.
Ahora si usted pone atención en el versículo 44 dice: 44y te derribarán a tierra, y a tus hijos dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, por cuanto no conociste el tiempo de tu visitación. Y quiero que ponga atención a las últimas palabras “el tiempo de tu visitación”.
Hay un día cuando Dios te visita. Diecisiete de junio de 1979, ¿ya lo tengo aburrido con eso verdad? Pero yo no me aburro, ese fue el día de mi visitación. Diecisiete añitos como muchos muchachos de esta iglesia, sentado en una banca escuchando el mensaje, fue el día de mi visitación. Yo no sé cuándo fue el día de su visitación, pero yo he visto personas que han entrado por las puertas de esta iglesia y así como entraron, así salieron. Hay cantidad de personas que alguien se le ha acercado después de un servicio. Se le acerca, le toca con mucho cariño, con mucho tacto, con mucha prudencia le toca su hombro, le dice: “¿Disculpe, usted ya recibió a Cristo en su corazón?” Y recibimos todo tipo de respuesta. Porque, hermanos, ¿no estamos pidiéndole que acepte al pastor, ni que acepte la iglesia, ni que acepte nuestra doctrina? Estamos hablando de aquel que murió en la cruz del calvario para el perdón de los pecados y la salvación del mundo, de eso estamos hablando. ¿Cuándo fue el día de su visitación? Porque Jerusalén recibió su visitación, pero Jesús le dice: “no conociste el tiempo de tu visitación”.
Hermano mire, cuando hacemos la invitación para recibir a Cristo siempre hemos dicho: “esta es la invitación más importante de su vida”, porque es la única que tiene dividendos eternos. Las demás decisiones que usted tome en la vida son terrenales. Pero esa es la decisión más importante. El día de tu visitación, ¿Cuándo fue el día de tu visitación? ¿Usted puede recordar?
Una señora cubana me comentó un día, que el gobierno cubano la había mandado para mi país (El Salvador). Y la Señora había ido al interior del país. Se subió a un autobús, venía para San Salvador y en ese autobús subió un muchacho a predicar el evangelio. Y predicó de Jesucristo, de esto y lo otro. Pero si usted quiere recibir a Cristo, les dijo el hombre éste, haga esta oración conmigo e hizo la oración del penitente. Señor Jesús, yo te recibo hoy… Cuando terminó la oración dijo: Si alguien hizo esta oración conmigo levante la mano para entregarle un tratado. Esta señora cubana levanta la mano, el hombre paso, le entregó el tratado a la Señora y se acabó el asunto. Pero se acabó el asunto según nosotros porque esta Señora se llega al hotel, agarra el tratadito y dice: mira qué bonito esto, qué lindo esto. Y llega a Cuba y le dice: “hijo consígueme una Biblia”. Madre, pero ¿dónde vamos a conseguir eso? Pues yo quiero una Biblia, porque yo recibí a Cristo, en El Salvador. El hijo le consigue la Biblia y le señora le dice: “ahora quiero que me busques una iglesia”. Y la Señora está hoy en la iglesia. Y ese testimonio me lo contó la propia señora aquí en este templo. ¡Pastor, así es como yo conocí a Cristo! Ella conoció el día de su visitación.
A lo mejor aquí hay algunos que dicen: “Pastor que pena, la primera vez que el Señor me visitó a mí, yo dije que no”.
Yo tengo un hermano acá que cuando lo íbamos a recoger para ir a traerlo al culto se metía al baño. Y le decía a la esposa váyase usted que yo estoy aquí en el baño, ahorita me agarró una cosa en el estómago. Por no venir, pero vino. Porque unos vienen y a otros Dios los trae.
Algunos Dios lo visita en su casa, otros Dios los saca de su país y los trae a otros lugares, unos entienden otros no entienden.
Jesús visitó pero Jerusalén lo rechazó.
¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que te son enviados!
Mire, usted puede hacer cualquier tipo de festival en el centro de la ciudad de Vancouver, con los permisos necesarios por supuesto, que hablen de cualquier inmoralidad y que hagan cualquier cosa. Ponga a una persona en una esquina a predicar el evangelio y termina golpeado ese día. ¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas!
Ayer hablaba con una persona, bueno hablé con varias, llamando a la gente que muy poco veo en la iglesia. Y uno de ellos me dijo: “Pastor ya un día de estos le llego porque ya me hace falta que me regañe”. ¿Y qué quiere, qué lo felicite? Sabe usted que hay gente que tiene ese concepto. Hay gente que busca otras iglesias, ¿sabe por qué? porque lo que andan buscando no es evangelio. Andan buscando sentirse bien. Si eso es lo que anda buscando, esta iglesia no es para usted. Usted váyase a aquellos que lo felicitan porque llegó una vez cada seis meses. Yo tengo familias que vienen a esta iglesia cada navidad y me dicen: aquí estoy Pastor para que vea que soy fiel.
La voz de los profetas incomoda, por eso apedrearon y mataron a los profetas. Porque la gente quiere vivir sin límites. No quieren que nadie les diga cómo deben hacer las cosas.
Pero déjame decirte Jerusalén hace 2000 años que mataron a Juan el Bautista, pero la voz de Juan el Bautista sigue clamando: “Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado”.
Hace 2000 años que Jesucristo entregó su vida en la cruz del calvario para el perdón de nuestros pecados, pero 2000 años han pasado y el mensaje es el mismo: “Arrepentíos porque el reino de los cielos se ha acercado”.
Mis queridos y amados hermanos, ojalá y nosotros pudiéramos también sentir esa tristeza profunda cuando personas no quieren buscar a Dios. Parte el alma en realidad, parte del alma. Y sabe usted que hay personas que usted les llama y les llama y ya no le contestan. Ya a uno le da vergüenza a decir bueno será que algún día de estos nos mandan a pasear. ¿Qué hacemos? Ya conocen el evangelio. Ya conocen la palabra. Pero hay mucha otra gente hermanos, déjeme decirle, hay personas que Dios los ha sacado del rancho donde ellos vivían y los ha traído a países como este. Como me han dicho varias personas: Pastor si yo me hubiera quedado en mi rancho viviendo, yo jamás hubiera entrado a una iglesia evangélica. Pero cuando vine aquí conocimos a fulano, a mengano, nos invitaron, vinimos, nos encantó, le entregamos nuestra vida al Señor y ahora mire estamos creciendo por la Gracia de Dios. Es que conocieron el día de su visitación.
Debemos sentir pasión, pasión por las almas, por los amigos, por los compañeros de trabajo, por las personas con las que usted vive, su mamá, su papá, sus tíos, su hermano, nuestros hijos hermanos. Nuestros hijos, antes que satanás gane la batalla.
Porque déjame decirte esto, hace unos días queriendo sacar un pollito rico me quemé los dedos y me acordé hasta el día en que había nacido. Si usted enciende el horno y lo pone al máximo y usted abre la puerta del horno y siente ese calor, hermanos el infierno es terrible. Y nuestros hijos, si ingenieros y si claro trabaja para el gobierno. No el mío trabaja en la embajada, me han dicho personas. ¡Ay qué bonito, qué lindo! El mío está casado con un hombre de este tamaño, blanco. ¡Ay qué bonito! ¡Pero igual se va a quemar! Pero te voy a decir algo, nos da risa pero esto no es de risa. Piense, si sus hijos no están en el evangelio lo más seguro es que sus nietos tampoco. Es el infierno.
Cuando Jesús entró a Jerusalén y lloró y gimió por la ciudad, es porque él no vio fe sino incredulidad. Y sabía lo que le venía a la ciudad. Sabía lo que le venía al pueblo. Nosotros, por esta palabra, también sabemos lo que le viene a todas aquellas personas que no conocieron el día de su visitación, a todas aquellas personas que Jesús les dijo: “Yo quise, pero ustedes no quisieron”.
Incline su rostro. Oremos al Señor.
Padre, tenemos sentimientos encontrados al pensar Señor en Jerusalén. Entrada triunfal pero al mismo tiempo derramaste lágrimas. Había incredulidad. A los suyos vino pero los suyos no le recibieron. Querido Salvador, querido Jesús, Espíritu Santo de Dios, clamamos por esta ciudad. Gemimos por todas aquellas personas cercanas que no te conocen y que no te aman. Por aquellos compañeros de trabajo, por nuestros familiares, por nuestros amigos, nuestros vecinos. Querido Salvador ten misericordia de esta ciudad. Ten misericordia de aquellas personas que caminan por las calles sin Dios y sin esperanza. Haz de cada uno de nosotros un portador de tu evangelio. Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y pedreas a los que te son enviados. Un día también esta ciudad Señor escuchará las mismas palabras: Vancouver, Vancouver. Qué tanta indiferencia con Dios y con su palabra bendita.
Mientras todos oramos, si usted nunca antes ha recibido a Cristo en el corazón, yo quiero hacer una invitación en esta tarde. Dice la palabra (Juan 3:16) que: “de tal manera amó Dios al mundo que ha dado a su hijo unigénito para que todo aquel que en él cree no se pierda más tenga vida eterna”. Si usted nunca antes ha recibido a Cristo pero quisiera hacerlo en este momento ahí donde está, yo le invito para que se ponga de pie o levante su mano. Si hay alguien que dice Pastor yo necesito a Dios. Yo quiero a Jesús en mi corazón, en mi vida. Yo quiero comenzar mi vida cristiana en este día. Quiero comenzar mi vida con Jesús en mi alma, con Jesús en mi corazón. Si hay alguna persona, venga a los pies de Cristo. Entréguele su corazón al Señor. Reciba a Jesús como su salvador, como su redentor. Mientras la iglesia ora. Si hay alguna persona, entréguele su vida a Jesús y déjenos orar por usted. Que dios le bendiga, gracias a Dios. Entréguele su corazón al Señor. Dios te ama. Dios tiene un plan para tu vida. Dios quiere salvarte, quiere bendecirte. Venga a Jesús. Entrégale su corazón. Póngase de pie ahí donde está. Alguien se va a acercar cariñosamente a usted para orar con usted.
Usted que nos mira por las redes sociales. Usted también puede entregar su corazón a Jesús a través de una oración de fe como esta. Dígale al Señor: “Señor, en este día te entrego mi corazón, te entrego mi vida, te entrego mi alma. Me arrepiento Señor. Soy pecador. Te doy gracias por lo que hiciste en la cruz. Te doy gracias Señor por haber derramado tu sangre preciosa y haber puesto tu cuerpo en lugar del mío y en este día te recibo como Señor y salvador personal”. Si usted hizo esta oración, yo quiero animarle a crecer en el conocimiento de Dios y de su bendita palabra.
Padre querido, atesora esta palabra en nuestros corazones. Señor bendícenos. En el nombre de Jesús, amén y amén.
Iglesia que la paz de Cristo le acompañe. Nos vemos hoy a las seis de la tarde.
¡Bendiciones!
Jerusalen tu que matas y apedreas a los profetas
Abril 10, 2022 – 1:30PM | Lucas 19:28-44 | Dr. David Rodríguez
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Vamos a abrir la palabra del Señor en el evangelio según San Lucas, capítulo 19, versículo 28 al 44.
Como ustedes saben este día se celebra la entrada triunfal de Jesús a Jerusalén. En realidad no tiene mucho de triunfal, pero vamos a estudiarlo.
Voy a rogarle que nos pongamos de pie, por favor, en respeto a la bendita palabra del Señor que dice así (RV-60): 28Dicho esto, iba delante subiendo a Jerusalén. 29Y aconteció que llegando cerca de Betfagé y de Betania, al monte que se llama de los Olivos, envió dos de sus discípulos, 30diciendo: Id a la aldea de enfrente, y al entrar en ella hallaréis un pollino atado, en el cual ningún hombre ha montado jamás; desatadlo, y traedlo. 31Y si alguien os preguntare: ¿Por qué lo desatáis? le responderéis así: Porque el Señor lo necesita. 32Fueron los que habían sido enviados, y hallaron como les dijo. 33Y cuando desataban el pollino, sus dueños les dijeron: ¿Por qué desatáis el pollino? 34Ellos dijeron: Porque el Señor lo necesita. 35Y lo trajeron a Jesús; y habiendo echado sus mantos sobre el pollino, subieron a Jesús encima. 36Y a su paso tendían sus mantos por el camino. 37Cuando llegaban ya cerca de la bajada del monte de los Olivos, toda la multitud de los discípulos, gozándose, comenzó a alabar a Dios a grandes voces por todas las maravillas que habían visto, 38diciendo: ¡Bendito el rey que viene en el nombre del Señor; paz en el cielo, y gloria en las alturas! 39Entonces algunos de los fariseos de entre la multitud le dijeron: Maestro, reprende a tus discípulos. 40Él respondiendo, les dijo: Os digo que si éstos callaran, las piedras clamarían. 41Y cuando llegó cerca de la ciudad, al verla, lloró sobre ella, 42diciendo: ¡Oh, sí también tú conocieses, a lo menos en este tu día, lo que es para tu paz! Más ahora está encubierto de tus ojos. 43Porque vendrán días sobre ti, cuando tus enemigos te rodean con vallado, y te sitiarán, y por todas partes te estrecharán, 44y te derribarán a tierra, y a tus hijos dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, por cuanto no conociste el tiempo de tu visitación.
Padre, yo te pido que bendigas esta palabra en nuestros corazones. Honramos Señor tu nombre en este día y atesoramos esta escritura. En el nombre de Jesús, amén.
El mensaje de esta tarde: “Jerusalén, tú que matas y apedreas a los profetas.”
Este día se celebra el domingo de ramos, se le llama domingo de palmas también. En un día como hoy entró Jesús a la ciudad de Jerusalén, sentado en un pollino, hijo de asna, conforme lo señala la escritura y los profetas. Zacarías, en el capítulo 9, nos habla de esto. Dice la palabra del Señor que la gente tendía sus mantos sobre el suelo para que Jesús pasara encima de ellos. La gente gritaba. La gente decía: ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! Se gozaban: ¡Paz en el cielo, gloria en las alturas! Y como siempre hay religiosos, aparecieron los fariseos diciéndole al Señor: “Oye Señor, calma a esta gente. Diles que se tranquilicen”. Y el Señor Jesucristo dijo: “miren si esta gente no hace este ruido y no alaba, déjame decirle que las piedras lo harían”.
Ahora, al leer esta porción de la escritura en los evangelios nos damos cuenta que Lucas, el evangelio que hemos leído en este momento, agrega algo. Agrega que, cuando Jesús se acercaba a la ciudad lloró sobre Jerusalén.
Ver llorar a Jesús, hermanos, tuvo que haber sido algo terrible. Los discípulos vieron llorar al Señor Jesucristo. No sabemos exactamente cuántas veces lloró el Señor Jesús, porque se supone que como niño pues tuvo que haber llorado. De los 12 a los 30 años no tenemos mayor información acerca de que Jesús haya llorado.
En Hebreos (5: 7), nos da un indicio de algo que pudo haber sucedido y dice (RV-60): 7Y Cristo, en los días de su carne, ofreciendo ruegos y súplicas con gran clamor y lágrimas al que le podía librar de la muerte. Pero no sabemos cuándo sucedió esto. Algunos creen que pudo haber sido en Getsemaní, cuando el Señor Jesús estaba orando. Pero no sabemos exactamente cuándo sucedió esto que dice el autor de hebreos.
Aparte de este versículo, hay dos pasajes más, se acuerdan ustedes: Uno fue cuando murió Lázaro y el otro, volvemos a nuestro versículo, en Lucas 19:41 que dice: 41Y cuando llegó cerca de la ciudad, al verla, lloró sobre ella.
Ahora, lo curioso del asunto es lo siguiente, que el llorar en el Nuevo Testamento, por lo menos en los evangelios, se utilizan dos palabras griegas. En el original, por ejemplo en la muerte de Lázaro, se utiliza la palabra “Dakruo”. Esta palabra significa “derramar lágrimas” en silencio, lágrimas que brotan de tus ojos que se desbordan y corren por tus mejillas, llanto silencioso. Eso es cuando murió Lázaro. Pero en este pasaje que tenemos acá, si usted se va al origen y solamente pone la palabra griego, pone el pasaje y le va a parecer a usted en el paralelo. No se vaya a asustar porque no se lee cómo se lee el español. Pero en este pasaje la palabra que se utiliza es “Klaio” que significa llanto audible, gemir, es decir, llorar a gritos, llorar sonoramente. Entonces preste un poquito de atención, porque yo entiendo perfectamente bien que el título dice: “La entrada triunfal en Jerusalén”. Pero, si la gente se alegra, si el bullicio de la multitud grita: “¡Hosanna al hijo de David! Había gozo, había alegría. Pero Jesús lloraba. Entonces mi pregunta es: ¿Qué tanto triunfo hay en una situación como ésta?
Quiero enfocar el mensaje de este día en la parte final de este pasaje. El mensaje se llama: “Jerusalén, tú que matas y apedreas a los profetas.”
Jesús lloró. Yo supongo que los discípulos vieron. Porque, usted puede ver a alguien llorar de gozo y es diferente. Pero llorar, gemir, por algo que está entristeciendo su corazón en gran manera. Y hermanos déjeme decirle que Jesús lloró por la incredulidad de Jerusalén.
Hermanos a Dios no lo engaña a nadie. Jesús sabe distinguir cuando hay una fe verdadera o cuando hay una fe emocional, una fe fingida o una fe social. ¿Por qué pastor?
Bueno, una fe emocional, claro que sí, son aquellas personas que cuando vienen a un culto se alegran, se gozan y amén, Gloria a Dios, y después faltan cuatro cultos más. Porque los invitaron una carnita asada y ¿qué van a andar comparando un culto con una carnita asada? Y más si es de gratis. Esa es una fe emocional. ¿Cómo es posible que había algarabía? ¿Cómo es posible que en Jerusalén había gozo? La gente gritaba y Jesús lloraba. ¿Sabe por qué? Porque Jesús ve algo que usted y yo no podemos ver: “el corazón”. Y esa fe, esos gritos de la gente, era emocional. ¿Por qué pastor, por qué era emocional? Porque, estamos hablando que esto sucedió un domingo. Esta misma gente que gritaban ahora: ¡Hosanna el hijo de David! Cuatro días más tarde, el día jueves decían: “Crucifíquenle, crucifíquenle, suéltennos a Barrabás”. ¿Qué es eso? Es aquella persona que si lo invitan a un culto dice que son cristianos. Si van a ir a un bautismo con los católicos también se van. Se van a enterrar un muerto con los mormones. Porque esa gente no sabe nada. Por eso hablo de una fe emocional.
Una fe fingida, es aquel marido que está aquí porque su mujer lo trajo. Es aquella mujer que está aquí porque su marido le dijo: “vamos no quiero y solo”. Son aquellos hijos que vienen a la iglesia porque todavía no tienen ellos convicciones profundas, serias, no han echado raíces aún y vienen porque hay que venir.
Y luego tenemos una fe social. La fe social son aquellas personas que el día domingo vienen porque les gusta platicar con otra gente. Y lo más seguro es que después del culto anden buscando con quién irse a comer. Se van a comer, se ponen a platicar, se les hace tarde y ya no hay chance para regresar al culto de las 6 de la tarde porque están pasando un buen momento. ¡Eso es una fe social! El culto es el segundo, tercer o cuarto lugar. Si nos queda chance vamos y si no, no vamos. Cuando la Biblia dice: “más buscad primeramente el reino de Dios y su justicia”. ¿Cómo cree usted que Jesús se ponga a gritar? ¿Cómo cree usted que eso se ponga con tanta alegría? Si él está viendo lo que los demás no ven. Él está viendo el corazón del pueblo, el corazón de la ciudad. Esa ciudad amada, esa ciudad donde se encontraba el templo de Jerusalén, la ciudad del gran rey, la ciudad de Dios.
Mis queridos y amados hermanos Dios sabe quién le ama y quien no le ama. Dios sabe quién es sincero en su fe y quién no es sincero en su fe. Hay personas acá, que asisten a los cultos por puro remordimiento, porque durante la semana hicieron cosas fuera del lugar. Sienten su conciencia negra, su corazón negro, y vienen acá para que el evangelio se los pinte un poquito de gris, pero no es porque en realidad amen a Dios.
Una fe fingida. Había una pareja que se llamaba Ananías y Safira. En Hechos capítulo 5, dice la palabra del Señor que los cristianos vendían sus propiedades y traían la ganancia y lo ponían a los pies de los apóstoles. Lo hacían de una manera voluntaria, como son todas las ofrendas en la casa del Señor. Resulta que esta parejita de cristianos dijeron: “Vamos a vender este terrenito, pero no lo entreguemos todo, quedémonos con un poquito y si nos preguntan cuánto nos dieron, dices: “que –tanto-“. Ananías vino donde Pedro, le entregó el (cheque) y Pedro le dijo: “Ananías, ¿por qué dejaste que satanás llenara tu corazón? ¿Quién te dijo que mintiese al Espíritu Santo? No es obligación traer el dinero, tú podrías haberte quedado con ese dinero, no era necesario. ¿Pero por qué mientes? Déjame decirte Ananías, que no has mentido a los hombres, sino a Dios. Y en ese instante cayó muerto el hombre. Había unos jóvenes ahí y le dijo Pedro: llévenlo y entiérrenlo.
¿Qué bobos verdad? ¿Qué bobos somos a veces? Hay personas que quieren justificar y se acercan a mí y me dicen: Ay pastor mire, como quisiera dar pero yo no puedo. Así se justifica mucha gente.
Ellos (la pareja) habían quedado de encontrarse con Pedro. Entra Safira, dice la palabra del Señor que ella no sabía lo que había pasado. Bien contenta pues ella pensaba que la iban a felicitar por lo que habían traído. Pedro le dijo: “Safira, vendieron la propiedad en –tanto. Ella dijo: sí. ¿Por qué se pusieron de acuerdo para engañar al Espíritu de Dios? -No, no, apóstol no vaya a creer usted, no. -¿Sabe qué Safira?, estos chamacos son los que acaban de enterrar a tu marido y ahorita sigues tú. En ese instante cayó la mujer muerta también y la fueron a enterrar.
Es que, mire hermano, usted me puede engañar y no hay ningún problema con eso porque un montón de gente lo hace. La gente me engaña en mi propia cara y yo lo sé. Pero no pasa nada, yo no la voy a agarrar contra usted. Es la naturaleza humana, o no tiene la confianza, que se yo. ¿Pero mentirte a Dios? A Dios, no le miente a nadie.
¿Sabe qué es eso? Es una fe fingida. ¿Usted cree que Dios no conoce eso? Por supuesto que sí hermano. Esto a mí me aterra. Que tanta honestidad, que tanta sinceridad hay en este corazón. Que tanta realidad es que Dios nos interesa con el alma o todo esto es pura… ¡qué sé yo!
¿Cómo es posible que todo el mundo gritaba? ¡Hosanna al hijo de David! ¡Hosanna, bendito al que viene en el nombre del Señor! Pero Jesús lloró. Le pesaba algo en su corazón porque veía la ciudad, veía el corazón, veía el pueblo y no veía sinceridad, no veía honestidad en el corazón de la gente.
El Señor Jesucristo sabe cuándo hay una fe real, una fe genuina, cuando hay una fe sincera. Porque un día un ciego llamado Bartimeo le dijo: Jesús, hijo de David, ten misericordia de mí. ¿Sabe qué le dijo Jesús a Bartimeo? Le dijo: Bartimeo, tu fe te ha salvado. Él vio que había fe real en este hombre.
Cuando Jesús estaba comiendo en la casa de un fariseo llamado Simón, llegó una mujer que derramó perfume sobre los pies de Jesús. ¿Sabes qué le dijo Jesús a esta mujer? Le dijo: Tu fe te ha salvado.
Aquella mujer del flujo de sangre; 12 años batallando con esta enfermedad y se metió en medio de la gente y dijo: Si tan siquiera pudiera tocar el borde de su manto. ¿Sabe qué le dijo Jesús a esta mujer? Tu fe te ha salvado.
Al único leproso que volvió de los diez que Jesucristo sanó, al único que volvió Jesús le dijo: ¿Y los nueve dónde están? Tu fe te ha salvado.
El centurión romano vino a Jesús para pedirle un favor y le dijo: Por favor Señor, mi criado está paralítico en casa, no se puede levantar. Imagínate, intercediendo por su criado, por su siervo. Yo quiero que tú les hagas el favor y lo sanes. Y Jesús le dijo: Está bien, ahora voy para allá y lo voy a sanar. Pero le dijo el centurión: Yo no soy digno que entres a mi casa. Es que yo también soy un hombre que estoy bajo autoridad y tengo gente bajo mi autoridad y le digo a este ve y va, y le digo aquel ven y viene. No Señor, no soy digno. Sabe que dijo nuestro Señor Jesucristo: De cierto os digo que ni aun en Israel he encontrado tanta fe.
Y la campeona de todas ellas es aquella mujer cananea que clamaba diciéndole: Señor, hijo de David, ten misericordia. Mi hija es gravemente atormentada por un demonio. Y Jesús le contestó y le digo: Mira yo no soy enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel. La mujer se postró diciendo: Señor, socórreme. Y Jesús todavía le dice: Es que no está bien dar el pan de los hijos y echarlo a los perrillos. Y la mujer dijo: Pero aún los perrillos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos. Jesús le dijo: Oh mujer, grande es tu fe. Hágase contigo como quieres. Y su hija fue sanada desde aquella hora.
¿Qué quiere decir eso? Que Jesús mira el corazón, Él sabe si hay sinceridad, o estamos fingiendo, o estamos aquí por otros motivos.
Hubo un tiempo, hoy ya no por lo menos que yo sepa, que había venta loca de un montón de cosas acá en el templo. Y un día una hermana le dijo: hermana entonces nos vemos el domingo. No, no, dijo, yo el miércoles tengo que ir porque tengo que repartir unas cremas. “Tengo que repartir unas cremas”. Nada malo en eso. Solo me pregunto: ¿qué es la motivación que tenemos? ¿Qué pasaría? ¿Se regocijaría Jesús juntamente con nosotros? ¿O se pondría a llorar al vernos?
Jerusalén vio a Jesús hablar con su Padre Celestial. Vio a Jesús atraer multitudes. Jerusalén vio a Jesús hacer milagros.
Sin embargo Juan 1:11 (Rv-60) dice: 11A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron.
Lucas 13: 34-35 (RV-60) vea usted estas palabras de nuestro Salvador: 34¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina a sus polluelos debajo de sus alas, y no quisiste! 35He aquí, vuestra casa os es dejada desierta; y os digo que no me veréis, hasta que llegue el tiempo en que digáis: Bendito el que viene en el nombre del Señor.
Primeramente Jesús lloró por la incredulidad de Jerusalén. En segundo lugar Jesús lloró por la dureza del corazón de Jerusalén.
Note en el versículo 34, del mismo capítulo 13, y ponga atención a las siguientes palabras, yo las he circulado: “quise” y la otra es “no quisiste”. Yo quise pero tú no quisiste.
Hermanos ya pasaron dos mil años y la historia es la misma. “Jesús quiere, la gente no quiere”.
¿Cuántas personas? Yo les pregunto: ¿Por qué no vienen ustedes a la iglesia? Pastor es que el domingo es el único día que tengo para descansar y me voy levantando a eso de las dos de la tarde. ¿Sabe qué? ¿Si usted hiciera el esfuerzo de levantarse temprano venir a la casa del Señor y pasar el día con Dios, usted tendría más energía, tendría más fuerza, tendría más cerebro, tendría más inteligencia, tendría más gracia delante de las personas que lo han empleado, tendría más oportunidades? ¿Usted podría tener una mejor cosecha, usted pudiera vivir mucho mejor de lo que vive ahora y no estaría tan cansado como está panza arriba a las tres de la tarde? Pero no, es que Dios es por último. Dios es, al final.
“Yo quise”, dice el Señor, pero tú no quisiste. Yo quise que vinieras a mí pero no vinistes. Yo quería que tú me sirvieras, que tú me amaras, yo quería bendecirte; pero tú no quisiste. Yo te ofrecí mis brazos pero tú no quisiste.
¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas!
Mataron a Juan el Bautista ¿se acuerdan? ¿Y qué dijo Jesús de Juan el Bautista? Entre los que nacen de mujer no se ha levantado otro mayor que Juan el Bautista. Jerusalén lo mató.
Esteban. ¿Qué hicieron con Esteban? Lo apedrearon. ¡Jerusalén, Jerusalén!
Entonces yo me pregunto: ¿Qué entrada triunfal puede ser ésta, si Jesús entró llorando a Jerusalén? Jesús lloró también porque sabía a lo que le venía a Jerusalén.
Jesús fue crucificado aproximadamente por el año 30 de nuestra era. En el año 70 el emperador Vespasiano encargó a su hijo Tito la destrucción de Judea, cuarenta años más tarde de las palabras de Jesús, Jerusalén fue destruida. Amados míos, no quedó piedra sobre piedra como Jesús les había dicho. Las grandes murallas que contenían la ciudad fueron derribadas.
Si usted lee en alguna oportunidad “La guerra de los judíos”, de Flavio Josefo, eso da tristeza increíble. A las mujeres embarazadas les sacaban a sus bebés de su vientre. Por eso Jesús dijo: “Las que están encinta huyan a las montañas”. La historia dice que Jerusalén en ese entonces, comenzó más o menos por el año 68, cuando se veía una nube del ejército romano sitiar la ciudad de Jerusalén. Cuarenta años hacía que El Salvador Jesucristo había entrado a esta ciudad y había llorado. Jesús lloro porque sabía lo que le vendría a este pueblo, destrucción. Murieron miles de miles de gentes en Jerusalén, incluyendo mujeres y niños.
¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que te son enviados! ¿Cuántas veces quise, pero tú no quisiste?
El pasaje de la escritura que hemos leído, Lucas 19:43 (RV-60) dice: 43Porque vendrán días sobre ti, cuando tus enemigos te rodearán con vallado, y te sitiarán, y por todas partes te estrecharán, 44y te derribarán a tierra, y a tus hijos dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, por cuanto no conociste el tiempo de tu visitación.
Los judíos que quedaron fueron llevados cautivos una vez más. Fueron llevados esclavos una vez más. Fueron desterrados una vez más, a volver a construir, en este caso, el coliseo romano. Como esclavos una vez más. Por eso lloraba Jesús, porque sabía lo que vendría sobre Jerusalén.
¿Y sabe qué? Hay personas que se han encontrado frente a frente con el Señor Jesucristo y le han dicho: “No, estoy ocupado. No, tengo muchas cosas que hacer. No, me acabo de comprar una casa y la queremos adornar bien bonita. No, porque estoy estudiando una carrera en la universidad. No, porque tengo un trabajo mejor. No, porque tengo esto. No, porque tengo lo otro. No, porque tengo que hacer, porque tengo…” Y Jesús te dice este día: “Yo quise y tú no quisiste. Lo que te vendrá será duro. Lo que te vendrá te va a hacer llorar, te va a partir el alma”. Y déjame decirte algo hermano, esto fue lo que Jerusalén recibió.
Ahora si usted pone atención en el versículo 44 dice: 44y te derribarán a tierra, y a tus hijos dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, por cuanto no conociste el tiempo de tu visitación. Y quiero que ponga atención a las últimas palabras “el tiempo de tu visitación”.
Hay un día cuando Dios te visita. Diecisiete de junio de 1979, ¿ya lo tengo aburrido con eso verdad? Pero yo no me aburro, ese fue el día de mi visitación. Diecisiete añitos como muchos muchachos de esta iglesia, sentado en una banca escuchando el mensaje, fue el día de mi visitación. Yo no sé cuándo fue el día de su visitación, pero yo he visto personas que han entrado por las puertas de esta iglesia y así como entraron, así salieron. Hay cantidad de personas que alguien se le ha acercado después de un servicio. Se le acerca, le toca con mucho cariño, con mucho tacto, con mucha prudencia le toca su hombro, le dice: “¿Disculpe, usted ya recibió a Cristo en su corazón?” Y recibimos todo tipo de respuesta. Porque, hermanos, ¿no estamos pidiéndole que acepte al pastor, ni que acepte la iglesia, ni que acepte nuestra doctrina? Estamos hablando de aquel que murió en la cruz del calvario para el perdón de los pecados y la salvación del mundo, de eso estamos hablando. ¿Cuándo fue el día de su visitación? Porque Jerusalén recibió su visitación, pero Jesús le dice: “no conociste el tiempo de tu visitación”.
Hermano mire, cuando hacemos la invitación para recibir a Cristo siempre hemos dicho: “esta es la invitación más importante de su vida”, porque es la única que tiene dividendos eternos. Las demás decisiones que usted tome en la vida son terrenales. Pero esa es la decisión más importante. El día de tu visitación, ¿Cuándo fue el día de tu visitación? ¿Usted puede recordar?
Una señora cubana me comentó un día, que el gobierno cubano la había mandado para mi país (El Salvador). Y la Señora había ido al interior del país. Se subió a un autobús, venía para San Salvador y en ese autobús subió un muchacho a predicar el evangelio. Y predicó de Jesucristo, de esto y lo otro. Pero si usted quiere recibir a Cristo, les dijo el hombre éste, haga esta oración conmigo e hizo la oración del penitente. Señor Jesús, yo te recibo hoy… Cuando terminó la oración dijo: Si alguien hizo esta oración conmigo levante la mano para entregarle un tratado. Esta señora cubana levanta la mano, el hombre paso, le entregó el tratado a la Señora y se acabó el asunto. Pero se acabó el asunto según nosotros porque esta Señora se llega al hotel, agarra el tratadito y dice: mira qué bonito esto, qué lindo esto. Y llega a Cuba y le dice: “hijo consígueme una Biblia”. Madre, pero ¿dónde vamos a conseguir eso? Pues yo quiero una Biblia, porque yo recibí a Cristo, en El Salvador. El hijo le consigue la Biblia y le señora le dice: “ahora quiero que me busques una iglesia”. Y la Señora está hoy en la iglesia. Y ese testimonio me lo contó la propia señora aquí en este templo. ¡Pastor, así es como yo conocí a Cristo! Ella conoció el día de su visitación.
A lo mejor aquí hay algunos que dicen: “Pastor que pena, la primera vez que el Señor me visitó a mí, yo dije que no”.
Yo tengo un hermano acá que cuando lo íbamos a recoger para ir a traerlo al culto se metía al baño. Y le decía a la esposa váyase usted que yo estoy aquí en el baño, ahorita me agarró una cosa en el estómago. Por no venir, pero vino. Porque unos vienen y a otros Dios los trae.
Algunos Dios lo visita en su casa, otros Dios los saca de su país y los trae a otros lugares, unos entienden otros no entienden.
Jesús visitó pero Jerusalén lo rechazó.
¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que te son enviados!
Mire, usted puede hacer cualquier tipo de festival en el centro de la ciudad de Vancouver, con los permisos necesarios por supuesto, que hablen de cualquier inmoralidad y que hagan cualquier cosa. Ponga a una persona en una esquina a predicar el evangelio y termina golpeado ese día. ¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas!
Ayer hablaba con una persona, bueno hablé con varias, llamando a la gente que muy poco veo en la iglesia. Y uno de ellos me dijo: “Pastor ya un día de estos le llego porque ya me hace falta que me regañe”. ¿Y qué quiere, qué lo felicite? Sabe usted que hay gente que tiene ese concepto. Hay gente que busca otras iglesias, ¿sabe por qué? porque lo que andan buscando no es evangelio. Andan buscando sentirse bien. Si eso es lo que anda buscando, esta iglesia no es para usted. Usted váyase a aquellos que lo felicitan porque llegó una vez cada seis meses. Yo tengo familias que vienen a esta iglesia cada navidad y me dicen: aquí estoy Pastor para que vea que soy fiel.
La voz de los profetas incomoda, por eso apedrearon y mataron a los profetas. Porque la gente quiere vivir sin límites. No quieren que nadie les diga cómo deben hacer las cosas.
Pero déjame decirte Jerusalén hace 2000 años que mataron a Juan el Bautista, pero la voz de Juan el Bautista sigue clamando: “Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado”.
Hace 2000 años que Jesucristo entregó su vida en la cruz del calvario para el perdón de nuestros pecados, pero 2000 años han pasado y el mensaje es el mismo: “Arrepentíos porque el reino de los cielos se ha acercado”.
Mis queridos y amados hermanos, ojalá y nosotros pudiéramos también sentir esa tristeza profunda cuando personas no quieren buscar a Dios. Parte el alma en realidad, parte del alma. Y sabe usted que hay personas que usted les llama y les llama y ya no le contestan. Ya a uno le da vergüenza a decir bueno será que algún día de estos nos mandan a pasear. ¿Qué hacemos? Ya conocen el evangelio. Ya conocen la palabra. Pero hay mucha otra gente hermanos, déjeme decirle, hay personas que Dios los ha sacado del rancho donde ellos vivían y los ha traído a países como este. Como me han dicho varias personas: Pastor si yo me hubiera quedado en mi rancho viviendo, yo jamás hubiera entrado a una iglesia evangélica. Pero cuando vine aquí conocimos a fulano, a mengano, nos invitaron, vinimos, nos encantó, le entregamos nuestra vida al Señor y ahora mire estamos creciendo por la Gracia de Dios. Es que conocieron el día de su visitación.
Debemos sentir pasión, pasión por las almas, por los amigos, por los compañeros de trabajo, por las personas con las que usted vive, su mamá, su papá, sus tíos, su hermano, nuestros hijos hermanos. Nuestros hijos, antes que satanás gane la batalla.
Porque déjame decirte esto, hace unos días queriendo sacar un pollito rico me quemé los dedos y me acordé hasta el día en que había nacido. Si usted enciende el horno y lo pone al máximo y usted abre la puerta del horno y siente ese calor, hermanos el infierno es terrible. Y nuestros hijos, si ingenieros y si claro trabaja para el gobierno. No el mío trabaja en la embajada, me han dicho personas. ¡Ay qué bonito, qué lindo! El mío está casado con un hombre de este tamaño, blanco. ¡Ay qué bonito! ¡Pero igual se va a quemar! Pero te voy a decir algo, nos da risa pero esto no es de risa. Piense, si sus hijos no están en el evangelio lo más seguro es que sus nietos tampoco. Es el infierno.
Cuando Jesús entró a Jerusalén y lloró y gimió por la ciudad, es porque él no vio fe sino incredulidad. Y sabía lo que le venía a la ciudad. Sabía lo que le venía al pueblo. Nosotros, por esta palabra, también sabemos lo que le viene a todas aquellas personas que no conocieron el día de su visitación, a todas aquellas personas que Jesús les dijo: “Yo quise, pero ustedes no quisieron”.
Incline su rostro. Oremos al Señor.
Padre, tenemos sentimientos encontrados al pensar Señor en Jerusalén. Entrada triunfal pero al mismo tiempo derramaste lágrimas. Había incredulidad. A los suyos vino pero los suyos no le recibieron. Querido Salvador, querido Jesús, Espíritu Santo de Dios, clamamos por esta ciudad. Gemimos por todas aquellas personas cercanas que no te conocen y que no te aman. Por aquellos compañeros de trabajo, por nuestros familiares, por nuestros amigos, nuestros vecinos. Querido Salvador ten misericordia de esta ciudad. Ten misericordia de aquellas personas que caminan por las calles sin Dios y sin esperanza. Haz de cada uno de nosotros un portador de tu evangelio. Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y pedreas a los que te son enviados. Un día también esta ciudad Señor escuchará las mismas palabras: Vancouver, Vancouver. Qué tanta indiferencia con Dios y con su palabra bendita.
Mientras todos oramos, si usted nunca antes ha recibido a Cristo en el corazón, yo quiero hacer una invitación en esta tarde. Dice la palabra (Juan 3:16) que: “de tal manera amó Dios al mundo que ha dado a su hijo unigénito para que todo aquel que en él cree no se pierda más tenga vida eterna”. Si usted nunca antes ha recibido a Cristo pero quisiera hacerlo en este momento ahí donde está, yo le invito para que se ponga de pie o levante su mano. Si hay alguien que dice Pastor yo necesito a Dios. Yo quiero a Jesús en mi corazón, en mi vida. Yo quiero comenzar mi vida cristiana en este día. Quiero comenzar mi vida con Jesús en mi alma, con Jesús en mi corazón. Si hay alguna persona, venga a los pies de Cristo. Entréguele su corazón al Señor. Reciba a Jesús como su salvador, como su redentor. Mientras la iglesia ora. Si hay alguna persona, entréguele su vida a Jesús y déjenos orar por usted. Que dios le bendiga, gracias a Dios. Entréguele su corazón al Señor. Dios te ama. Dios tiene un plan para tu vida. Dios quiere salvarte, quiere bendecirte. Venga a Jesús. Entrégale su corazón. Póngase de pie ahí donde está. Alguien se va a acercar cariñosamente a usted para orar con usted.
Usted que nos mira por las redes sociales. Usted también puede entregar su corazón a Jesús a través de una oración de fe como esta. Dígale al Señor: “Señor, en este día te entrego mi corazón, te entrego mi vida, te entrego mi alma. Me arrepiento Señor. Soy pecador. Te doy gracias por lo que hiciste en la cruz. Te doy gracias Señor por haber derramado tu sangre preciosa y haber puesto tu cuerpo en lugar del mío y en este día te recibo como Señor y salvador personal”. Si usted hizo esta oración, yo quiero animarle a crecer en el conocimiento de Dios y de su bendita palabra.
Padre querido, atesora esta palabra en nuestros corazones. Señor bendícenos. En el nombre de Jesús, amén y amén.
Iglesia que la paz de Cristo le acompañe. Nos vemos hoy a las seis de la tarde.
¡Bendiciones!