¿Cuánto me amas?
febrero 27, 2022 – 1:30PM | Juan 21:15 | Dr. David Rodríguez
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TRANSCRIPCIÓN
Estamos hablando de una serie, no va a ser una serie larga por supuesto, acerca de “Cuando Dios hace preguntas” y estamos hablando acerca de las preguntas que el Señor Jesucristo hizo ¿Verdad? Son como 300 y pico, pero no, solamente vamos a estudiar 10 nada más. En esta tarde, la número 7.
Hemos estudiado:
- ¿Y ustedes, quién dicen que soy yo? ¿Quién soy yo para ustedes, qué represento para ustedes?
- ¿Y los nueve dónde están? Que corresponde a la pregunta: ¿Dónde están todos aquellos que recibieron un favor? Es la pregunta del Señor.
- ¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo y perder el alma? El valor de las cosas materiales y las cosas espirituales.
- ¿Por qué tienen tanto miedo? El valor de la Fe.
- ¿Por qué se ofenden? Se acuerdan, cuando Jesús le dijo: ¿Y por qué se ofenden se quiere que también ustedes? ¡Tremendo el Señor!
- ¿Crees tú en el hijo de Dios? Esta fue la pregunta que le hizo al ciego de nacimiento. Primero dijo: ¿Y quién te sanó? Pues uno que se llama Jesús. Y luego cuando se encontró con Jesús le dijo: ¿Quién es Señor para que yo crea? Y le dijo el que está hablando contigo. Y le adoró. Por eso hablamos de esa pregunta.
La pregunta de esta tarde, Dios pregunta: ¿Cuánto me amas? Y quiero hacerlo de una manera sencilla. No quiero profundizar en tantas cosas. Haciendo saber al pueblo, que estamos viviendo tiempo de engaño. Tiempos de crisis. Donde, sinceramente no es necesario que nadie lo engañe. Usted solito se engaña. Pero yo quiero, que usted se exponga a la palabra, ¿Ok? No se deje llevar por lo que yo voy a decir. Porque, al fin y al cabo, yo le muestro lo que la escritura dice. Pero es mi deber confrontarlo con esta palabra. Es mi deber que usted entienda, ¿qué es, lo que en realidad hay en su corazón? Que aprenda, que sepa que hay. No vaya a ser que usted termine creyendo algo, y al final del día, usted no sea nada, ni nadie. No sea que al final del día caigamos en aquel versículo que dice la palabra: (Mateo 7:22-23) “Muchos me dirán en aquel día Señor, Señor… y yo les diré: no sé quiénes son ustedes, no sé quiénes son ustedes”.
Evangelio según San Juan, capítulo 21, versículo 15-18, (RV-60) dice la palabra del Señor así: 15Cuando hubieron comido, Jesús dijo a Simón Pedro: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas más que éstos? Le respondió: Sí, Señor; tú sabes que te amo. Él le dijo: Apacienta mis corderos. 16Volvió a decirle la segunda vez: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas? Pedro le respondió: Sí, Señor; tú sabes que te amo. Le dijo: Pastorea mis ovejas. 1 Le dijo la tercera vez: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas? Pedro se entristeció de que le dijese la tercera vez: ¿Me amas? y le respondió: Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te amo. Jesús le dijo: Apacienta mis ovejas. 18De cierto, de cierto te digo: Cuando eras más joven, te ceñías, e ibas a donde querías; mas cuando ya seas viejo, extenderás tus manos, y te ceñirá otro, y te llevará a donde no quieras. Bueno, ¿Me amas?
Vamos a hacernos la idea que aquí en la iglesia, un joven llamado Carlos conoce a una jovencita llamada Nancy. (Carlos y Nancy, ojalá que no se me olvide) Se miran, se cruzan, se pegan un flechazo los dos. De esas miradas que tú eres, tú eres. Y bueno, al ratito, cuando termina el culto pues Carlos, trata la manera de acercarse a la muchacha y le dice: “Hi”, así todo coquetón. Pero también ella lo había visto a él, y también lo había coqueteado y le dice: “Ay, Hi” Y bueno ¿Cómo te llamas? Yo me llamo Nancy, ¿y tú? Pues yo me llamo Carlos. Y resulta que eso fue el culto del mediodía.
Curiosamente a las 6 de la tarde, estaban sentados juntos. ¿Qué rápido, verdad? Pero solamente sentados juntos. Y bueno, mira, y aquí y allá. Dame tu número. Y dame el tuyo, y así se intercambian los números. Y resulta, que durante toda la semana, él le envía un texto por ahí: “hola”. Y la otra: “Hola, nos vemos el miércoles. El miércoles se vuelven a sentar juntos, y así se repite la historia. Y comienzan a crear amistad Carlitos y Nancy. Ya pasaron varios domingos. Y cuando llega el domingo mediodía ya uno está buscando a la otra. Y la otra lo está buscando a él, y se sientan juntos.
Un domingo de esos viene Carlos y le dice a Nancy: “Nancy, ¿podemos ir a almorzar? Y le dice ella: “Ay pues, tengo que pedir permiso a mis papás. Ellos no me dejan salir con cualquiera”. Para ponerle la cosa un poquito más complicada. Y Carlos dice: “No no te preocupes, yo hablo con ellos.” Y va con los papás y le dice: “Mire, yo quisiera que me prestara su hija, para ir al almorzar”. “Ah bueno, pues me la cuida, ¿verdad? cuidadito con lo que haga. Que todo lo que le haga usted a ella, te lo voy a hacer yo”. Y se van a comer. Y qué bonito, ¿verdad? Y la pasan bien y regresan al culto de la noche. Carlitos tiene un carro. Un carro del año, del año la cuca, pero tiene carrito el muchacho. Y le dice: “Oye Nancy, ¿tú crees que yo te podría llevar a la casa esta noche? Y ella le dice: No, yo no creo que mi papá me deje. Pues pregúntale, si no yo le digo: “Mire señor, disculpe, ¿yo puedo llevar a su hija a la casa? Y el papá le dice: “bueno, puedes.
Pero con mucho cuidado, porque usted sabe”. Sí, sí, no hay ninguna pena. Entonces le dice: “¿Será que nos vamos a tomar un cafecito?” Mientras, comienza a crecer la amistad. ¡Y qué bonito! Resulta que a la vuelta de unas semanas cuando Carlos lleva a Nancy a la casa, de repente Carlos le da un beso en la mejilla (cachete) a Nancy. Como se siente la muchacha, ¿eh? Algunas están viviendo ese momento en este instante. Le da un beso en el cachete a Nancy. ¡Ay! y ella está, sofocada. No ves que ella estaba esperando ese momento. Y le dice estas palabras: “Te amo Nancy”.
Ese día no duerme Nancy, pensando toda la santa noche en esas palabras. ¡Me ama! Bueno el siguiente culto, la misma historia. Vamos a comer, y vamos aquí, yo te llevo en la noche y luego el besito en el cachete. En uno de esos días la muchacha ya no quiere el cachete, ya quiere la trompita, ¿verdad? y bueno y sigue la cosa. Pero ya pasaron seis meses, siete meses, ocho meses. Viene un domingo, Nancy entra y comienza a buscar a Carlitos, pero resulta que Carlitos no llegó. ¿Qué habrá pasado? Entonces ella le manda un texto, y el muchacho le dice: “Ay, es que fíjate que me uní con mis primos, porque iban a jugar fútbol. Y me pidieron que si yo podía ir a jugar con ellos. Pero ahí nos vemos en la noche”. Resulta que llega la noche y tampoco apareció Carlitos. Y Nancy se quedó esperando el beso en el cachete esa noche, y no llegó Carlitos. El miércoles apareció Carlitos por ahí, le dice: “¡Eh!, ¿cómo estás Nancy? Y qué tal, ¿cómo te fue el domingo? Así como preguntan algunas: ¿Cómo te fue el domingo? Y él le dice: “pues chévere, la pasamos súper bien con los primos. Y fíjate que esto, lo otro, y aquí, y allá. Pero ella está un poco molesta.
Llega el siguiente domingo y resulta que llega a él, pero, ese domingo había aparecido otra muchachita bonita en la iglesia. Entonces él volvió a flecharse con otra muchacha. Y la mira, ésta es. Y va y se sienta con esa muchacha. Y Nancy está, que se muere. Con la cara larga, usted ya sabe cómo es eso. Y entonces llega la hora de almorzar y verá, él se sentó con la otra, pero a la hora de almorzar le dijo a Nancy: ¿Nancy, vamos a ir a comer? Está bien, dijo ella. Vamos, aunque sea pupusas, allá abajo. Van, comen. Y él, después del culto de la noche, le dice: “Oye, ¿quieres que te lleve a la casa?” Y ella (Nancy) le dice: “Si, llévame a la casa”. Estando en la puerta él ni se le acercó siquiera. Bueno pues mucho gusto. Entonces viene ella, y cuando él iba a salir lo llama de regreso y le dice: “Carlos ven para acá. Te quiero hacer una pregunta: ¿Me amas? Y Carlos contesta: “¡Claro que te amo!”… ¿Usted cree que verdaderamente la ama?
¿Por qué he querido comenzar con esta ilustración tan sencilla, tal vez tan boba? Es porque el señor Jesús, le hizo tres veces la pregunta a Pedro: “¿Pedro, me amas?”
Entonces yo quiero hablar de dos cosas, quiero hablar en primer lugar de: “La distorsión”, en nuestra sociedad actual, con relación a la palabra amor, hay una distorsión. Porque vivimos en una sociedad, precisamente con esa palabra distorsionada. Nos hemos acostumbrado a decir: “Te amo”, cuando no es cierto. Nuestra boca dice una cosa, pero nuestras acciones dicen otra.
Estaba leyendo un libro, de una señora que se llama Bárbara Johnson. Y en ese libro él cuenta, que una señora escribió unas palabras, y decía en su artículo, la mujer le estaba diciendo a otra persona: “Si me amas ¿por qué me ofendes? Si me amas, ¿Por qué me gritas? Si me amas, ¿Por qué me dañas? Si me amas, ¿Por qué me ignoras? Si me amas, ¿Por qué me humillas? Si me amas, ¿Por qué me dices tantas groserías? Si me amas, ¿Por qué me golpeas? Si me amas, ¿Por qué me insultas? Si me amas, ¿Por qué me siento sola? Si me amas, ¿Por qué te tengo miedo?
Estas son palabras de alguien que dice: “Te amo”, pero tiene la palabra distorsionada en su mente y en su corazón. Ahora si yo le pregunto a usted: ¿Usted cree que eso es verdadero amor? La respuesta es bien obvia. No, eso no es verdadero amor. ¿Por qué? Porque dice Dios (1 Corintios 13:4-8) 4El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; 5no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; 6no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad. 7Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. 8 El amor nunca deja de ser.
Ese es uno: “la distorsión”. En segundo lugar, la idea equivocada de que, es que esa es mi manera de amar; “Amor a mi manera”.
Llegaba todos los días a casa de su amiga, a las 5 de la tarde. Le decía que la amaba. Pero a las 8 de la noche, él volvía con su esposa, todos los días. El siguiente día llegaba otra vez a las 5 de la tarde. Le decía que era lo mejor que le había pasado en la vida. Pero a las 8 de la noche él volvía con su esposa, como lo hacía todos los días. Los sábados y los domingos les dedicaba a su esposa y a sus hijos. Pero el lunes a las 5 de la tarde estaba de regreso, y le decía a su amiga que la amaba y que no dejaba de pensar en ella. Pero a las 8 de la noche regresaba a casa con su esposa y con sus hijos. Pasaron los días, los meses y los años, y de esas visitas esporádicas nacieron dos lindas hijas. Ellas tenían a un papá de las cinco de la tarde a las ocho de la noche, de lunes a viernes. Pero él les decía: “que las amaba más que a nada en este mundo”. Pero las 8 de la noche regresaba a casa con su esposa y con sus hijos.
Primero distorsión y segundo amor a mi manera. ¿No será que algunos de nosotros tenemos las palabras “amor a Dios” distorsionada? ¿No será que algunos estamos amando a Dios a nuestra manera? Así es como yo consigo las cosas. Porque déjame decirte algo, el capítulo que hemos leído, el 21, es un capítulo después de la Resurrección de Jesús. Recuerden ustedes que Jesús, en la Gran Comisión, les había dicho a los discípulos (Marcos 16:15): Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura, ¿No es cierto? ¿Y los discípulos que dijeron? Sí Señor, Amén, eso vamos a hacer.
Pero si usted se da cuenta, el capítulo 21 ¿sabe cómo comienza? (Pedro diciendo: Eh, muchachos yo me voy a pescar. ¿Y sabes que dijeron los demás? Nosotros nos vamos contigo también”). ¿Y la gran comisión, usted? Ah no, no, es que; usted váyase al Súper. No, usted quédese cuidando a su niño. ¿Por qué? Porque esa es la manera como usted concibe las cosas, no como Dios las está pidiendo. Eso es un amor a Dios, a su manera.
Entonces se les aparece Jesús, de madrugada por cierto. Los discípulos habían ido a pescar, (y no habían pescado ni papas), y aparece el Señor, sin que se dieran cuenta que era Jesús y le dice: “tiren las redes a la derecha”. Volvieron a ver quién es el que hablaba, no lo reconocieron. Tiraron las redes a la derecha, y pescaron 153 peces. No podían ni siquiera sacar las redes del agua, y las redes no se rompieron. De hecho, en esa situación ocurrió algo; Juan le dice a Pedro: “Pedro, yo creo que es el Señor”. Pedro se había quitado la ropa, se tiró al agua en ese instante. Y trajeron la barca a la orilla. Cuando se bajaron de la barca, ya Jesús les tenía el desayuno listo.
Habían brasas, había fuego, tenía un pescado y pan listo para ellos. Jesús les dijo: (Juan 21:10): “Traed los peces que acabáis de pescar”. Y dice la palabra del Señor en este capítulo (21:12), que nadie se atrevía a preguntar: ¿Tú, quién eres? Porque ellos sabían que era Jesús. Ya Pedro le había negado tres veces. Ya Pedro había dejado la Gran Comisión y se había ido a pescar, aun cuando Jesús le había dicho: “Pedro, te haré pescador de hombres”. Ahora se le acerca, ¿puede imaginar esa escena? El fuego en el centro, y todos ellos muy cerca, y Jesús sentado muy cerca de Pedro. Nadie decía una palabra, nadie hablaba nada. Y en medio de ese silencio profundo, Jesús hace tres preguntas y se las hace a la misma persona.
Entonces, en este instante Jesús se le acerca a usted. Y ponga su nombre. Hay un juego de palabras aquí, la palabra que el Señor buscaba era la palabra Ágape. La palabra era: Pedro, ¿tú ágape mí? Pedro, ¿me amas con ese amor sacrificial? Ese es el ágape: ¿me amas con ese amor sacrificial? Pero Pedro utilizó la palabra “Fileo” qué quiere decir: Señor, tú sabes que yo te amo como un hermano. Entonces piense por un momento, como si Dios estuviera aquí en frente de ustedes y le preguntara: ¿Eric, Deisy, Lilia, Salvador, Juan, Pedro, Marta…? Pero no basta una sola pregunta: ¿Me amas? Si, te amo. ¿Juan me amas? Si, te amo. ¿Marta me amas? Señor, tú sabes todas las cosas, tú sabes que yo te amo.
Entonces surgen varias preguntas, varias inquietudes. ¿Se puede amar poco? ¿Se puede amar mucho?
Hay una historia lindísima en Lucas capítulo 7: 36-48 que voy a leer para usted: 36Uno de los fariseos rogó a Jesús que comiese con él. (Vean la escena en su cabeza por favor. Un fariseo era un doctor de la ley. Acuérdese que los fariseos eran los más críticos de Jesús en aquel entonces. Los religiosos.
Pero le invitó a comer a su casa, y fue el Señor Jesús). Y habiendo entrado en la casa del fariseo, se sentó a la mesa. 37Entonces resulta que una mujer de la ciudad, que era pecadora, (como todos nosotros) al saber que Jesús estaba a la mesa en casa del fariseo, trajo un frasco de alabastro con perfume, (era algo muy caro, algo carísimo) 38y estando detrás de él a sus pies, (recuerde que era la manera como se sentaban en aquel entonces, ellos tenían los codos puestos en la mesa y los pies estirados hacia atrás. La mujer llegó por atrás, estando él detrás de él a sus pies) llorando, comenzó a regar con lágrimas sus pies, y los enjugaba con sus cabellos; y besaba sus pies, y los unía con el perfume. (Me encanta porque en esta porción Lucas, menciona palabras interesantes.
Menciona: regar con lágrimas, menciona: enjugar con sus cabellos, menciona: besar los pies y menciona la palabra: ungir. Intencionalmente) 39Cuando vio esto el fariseo, (Imagínese usted al fariseo, todos tienen la misma cara, viendo lo que estaba pasando) que le había convidado, dijo para sí: Este, sí fuera profeta, conocería quién y qué clase de mujer es la que le toca, (mire usted la manera despectiva) que es pecadora. (¡Ay Dios mío! Mira delante de quien pensó). 40Entonces respondiendo Jesús, le dijo: Simón, una cosa tengo que decirte. Y él le dijo: Dí, maestro. 41 Un acreedor tenía dos deudores: el uno le debía quinientos denarios, y el otro cincuenta; 42y no teniendo ellos con qué pagar, perdonó a ambos. Dí, pues, ¿cuál de ellos le amará más? 43Respondiendo Simón, dijo: Pienso que aquel a quien perdonó más. Y él le dijo: Rectamente has juzgado. 44Y vuelto a la mujer, dijo a Simón: ¿Ves esta mujer? Entré en tu casa, y no me diste agua para mis pies; mas ésta ha regado mis pies con lágrimas, (las mismas palabras que mencionan Lucas) y los ha enjugado con sus cabellos. 45No me diste beso; mas ésta, desde que entré, no ha cesado de besar mis pies. 46No ungiste mi cabeza con aceite; mas ésta ha ungido con perfume mis pies. 47Por lo cual te digo que sus muchos pecados le son perdonados, porque amó mucho; (Atención iglesia, porque amó mucho) más aquel a quien se le perdona poco, poco ama. 48Y a ella le dijo: Tus pecados te son perdonados.
Entonces me pregunto esto, discúlpeme. No, no me disculpo. Pero estos versículos explican, ¿por qué la gente piensa como piensa y hace lo que hace? Porque unos aman mucho, otros aman poco y otros no aman. ¿Está conmigo? Eso no me lo he inventado yo, está ahí en la misma Biblia que tiene usted. La que usa desodorante aquí (debajo del brazo) todos los días, y no la lee. Está ahí. Esta mujer sabe porque ha hecho lo que ha hecho, porque me ama mucho. Eso es algo que mucha gente no logra entender.
Cuando usted le dice a una persona que vamos a regresar a las seis de la tarde. Ah, no seas loco hombre, eso ya es fanatismo. Es que, hay algunos que no aman nada. Porque no hay nada en el alma. Porque no hay nada en el corazón. Está vacío, no hay nada. No sienten deseo de amar a Dios. No sienten deseo de adorar a Dios. No sienten deseo de servir a Dios. No sienten deseo de dar para el reino. Cuando se habla de dar, se enojan, se molestan. Ahí va el pastor otra vez con lo mismo. ¿Sabe por qué? Jesús lo acaba de decir acá. Es que óyeme, óyeme Simón; le dice al fariseo, ¿Sabes por qué piensas como piensas? ¿Sabes por qué ves que esta mujer es pecadora? ¿Sabes por qué piensas así? Porque no me amas. Simón, porque no me amas. Si me amaras, me hubieras dado agua para mis pies cuando yo entré a esta casa. Si me amaras, Simón, me hubieras besado, no lo hiciste. Si me amaras, Simón, mira esta mujer fue traer un perfume. El perfume era de mucho precio. Tú no hubieras dado un perfume, jamás de la vida, Simón. Porque para ti, ¡¿cómo es posible dar semejante cosa?! No, lo puedes guardar para ti. Porque hay personas que para ellos todo, para ellos sí. Para ellos compran, para ellos se dan. Pero para el reino no. ¿Sabe por qué? Porque no hay nada en ese corazón.
¿Se puede amar a Dios apasionadamente? ¿Se puede amar a Dios? ¿Cómo podemos saber qué tanto amamos a Dios? ¿Se puede medir en realidad ese amor? El Señor lo explicó claramente en varios versículos. Mira lo que dice la palabra:
Deuteronomio 26-16. Jehová tu Dios te manda (Padres que están acá, ¿usted sabe lo que es mandar a un hijo verdad? ¿Sí o no? ¿Y cómo se siente cuando un hijo no le obedece? Yo, yo lo quiero ahorcar, dice usted. Dele gracias a Dios, que Dios no ahorca, porque le hubiera ahorcado a usted un montón de veces, y hace mucho tiempo) hoy que cumplas estos estatutos y decretos; cuida, pues, de ponerlos por obra con todo tu corazón y con toda tu alma. ¿Sabe qué dice la Biblia? Dice la Biblia (Hebreos 10:25): No dejando de congregarse como cuando tienen por costumbre. Pero aquí viene el amor a mi manera. ¡Ay, no, niña! Eso es el amor a mi manera. No niña, eso de estar metido ahí todo el tiempo. Yo en chancletas, mire usted, veo el programa desde mi casa. Claro, si es que lo está diciendo. Dice: “que hay que hacerlo con todo el corazón”. Pero como el suyo está vacío de Dios. Como ahí no hay amor. Es que hermano, ¡Cuando hay pasión!
Fíjate con todo el corazón. Deuteronomio 30:2, y te convirtieres a Jehová tu Dios, y obedecieres a su voz conforme a todo lo que yo te mando hoy, tú y tus hijos, ¿qué dice después iglesia?, con todo el corazón y con toda tu alma. Deuteronomio 30:6, y circuncidará Jehová tu Dios tu corazón, y el corazón de tu descendencia, para que para que ames a Jehová tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma, a fin de que vivas. Y le tengo una gran chorrera de versículos aquí donde Dios dice: Ama Dios con todo el corazón y lo dice en sus mandamientos. No te está preguntando si quieres, si te gusta, si te parece bien, ¿verdad? No, es un mandato.
Ahora quiero mostrarle un versículo, Mateo 10:37, en la Nueva Versión Internacional (NVI). Vea ese versículo, por favor. Aquí está Dios hablando. El que quiere a su padre o a su madre más que a mí no es digno de mí; el que quiere a su hijo o a su hija más que a mí no es digno de mí. Mira, tengo un sermón por ahí, a la mitad, que no hace mucho sentido todavía para mí. Donde yo comparo el amor a Dios, con el amor a nuestros hijos.
Porque, yo quiero hacer la comparación, quiero hacer la pregunta cuando predique: ¿Qué es lo que más ama usted en la vida? Y la verdad es que lo que más amamos ¿quiénes son? Nuestros hijos, ¿sí o no? Por supuesto que sí. Y no se diga a aquellos que nacen cuando uno está viejo. Entonces yo quiero hacer una comparación y quiero demostrarle, en realidad que usted se demuestre a usted mismo, ¿a quién usted verdaderamente ama? Y este versículo, ¡Uy! ¡Uy! Es delicado, es complicado. Porque me está diciendo: que el que quiere a su hijo o a su hija, que no es digno del Señor. A ver. Yo tengo tres hijos. Y Dios me dice a mí: David, si tú quieres a David Jr., a Marcela y a Timy, más que a mí, déjame decirte: tú, no eres digno de mí. No eres digno de que seas mío, no Señor. ¿Por qué? Porque tiene sentido todo esto. ¿Qué sentido tiene el hecho de decir: quién me dio a mis hijos? Dios. Y sabe usted que ese es uno de los principios que mucha gente no entiende. Porque te voy a decir una cosa, bíblicamente hablando, ejemplo: Si Dios me quitara a uno de mis hijos, ¿Tengo yo motivo para enojarme con Dios? ¿Sabe cuál es la expectativa de Dios de mi parte? Que yo diga: “Jehová dio, Jehová quitó”. ¿Pero sabe qué es lo que hace la gente? Se enojan con Dios.
¿Cómo es posible? Si yo predico, si yo hago, si yo sirvo, si yo esto…. Mira, ¿cómo es posible semejante cosa? Entonces dice Dios: “Nunca entendiste el evangelio”. Jamás, nunca lo entendiste. Por eso comencé hablando de la distorsión en primer lugar. Y en segundo lugar de las cosas a nuestra manera, no a la manera de Dios. Porque la manera del Señor te está diciendo: gracias a Dios por tu hijo, aliméntalo, cuídalo, dale todo lo que puedas, pero, ¡Cuidadito con amarlo más que a mí! ¿Me explico iglesia? Esto es delicado. ¿Por qué? Porque hay personas que aman a sus hijos entrañablemente y harían cualquier cosa por ellos.
Ahora, fíjate, aquí viene la situación. Nosotros nos sacrificamos por los hijos “el ágape”. Cuando Jesús le dijo a Pedro: Pedro, ¿me ágape mí? Y él dijo: Señor yo te fileo. ¿Qué quiere decir esto? Bueno, si un hermano de la iglesia necesita algo, usted puede decir: ¡Ay, si! Pobrecito hay que orar por él. Pero, si es tu hijo, pero si es tu hija, ¿Dónde estaría usted? Si su hijo(a) estaría en este instante en el hospital. ¿Dónde estaría usted? En el hospital con él (ella). ¿Sabe por qué? Porque ese es el ágape, ese es el amor sacrificial.
Hay personas que están dispuestos a sacrificarse por cualquier tontera en esta vida, menos por el reino de Dios. ¿Y cómo nos damos cuenta? Resucita el Señor, los acababa de mandar a predicar el evangelio por todo el mundo. Y resulta que Pedro dice: “yo me voy a pescar”. Y los otros llenos de gran convicción le dijeron: “nosotros vamos contigo”. Con gente así mijo, ¿cómo vamos a alcanzar este mundo, dígame usted? Por eso tiene que aparecérseles el Señor y transformar las cosas. Pedro, ¿en realidad me amas? Si me amas, ¿cómo es que has dejado lo que yo te pedí que hicieras? Luego en el versículo 38 (NVI, capítulo10) es peor todavía: y el que no toma su cruz y me sigue no es digno de mí.
Ahora cuando la Biblia dice: que hay que amar a Dios con todo el corazón, con toda el alma, estamos hablando hermanos, de amar a Dios con pasión. ¿Y usted sabe lo que significa eso, amar a Dios con pasión?
Cuando uno comienza su noviazgo, ¡qué barbaridad!, uno hace lo que sea con tal de conseguir esa muchacha. Lo que sea, camina lo que sea. Yo fui a visitar una vez a Miriam, cuando era mi novia, a su casa. Y había unas personas, que no les gustaba la idea de que yo llegara a visitar a Miriam. Un día estaba con ella, 11 de la noche, y cuando salí, habían ponchado las cuatro llantas (neumáticos) de mi carro. Yo estaba profundamente enamorado. Me fui caminando hasta la iglesia, yo vivía en la iglesia. Duré como 44 horas para llegar. Pero yo iba feliz, todavía sentía esas mariposas en el estómago. Todavía la siento, pero dice el doctor que gastritis.
Cuando hay pasión, hasta el más dormilón se levanta temprano. Cuando hay pasión, no le importa pedir prestado para pagar la comida con la muchacha. Cuando hay pasión, es esa emoción, ese fuerte impulso. Como dijo alguien: “Detrás de todo gran arte, detrás de todo gran drama, detrás de toda gran música, detrás de una gran arquitectura, hay una gran pasión”. Cuando quitamos la pasión a todo lo que hacemos, la vida es aburrida, es una rutina. Y los creyentes hemos sido, precisamente, creados con emociones, para vivir una vida apasionada.
Mi padrastro, era un gran aficionado al fútbol. Él fue el que me metió a mí, en toda esta onda del fútbol. Seguíamos a un equipo allá en El Salvador. Yo no sé si existe todavía, El Atlético Marte, era el equipo de los militares en aquel entonces. Y yo conocí los diferentes departamentos de mi país. Conocí los estadios pues. Yo aguanté de todo, pero me encantaba, porque estaba apasionado. Una vez en Son Sonate, un departamento de nuestro país, estábamos viendo el partido Son Sonate contra el Atlético Marte, y de repente hermano se escuchó un ruido. Nosotros no sabíamos que era. Eran las graderías, que eran de madera, y comenzaron todas a quebrarse. Nosotros solo el ruido escuchábamos, hasta que vimos que iban cayendo, poco a poco y pensábamos que era la ola que estaban haciendo.
Hasta que nos caímos también nosotros, se quebraron todas las bancas que estaban ahí, era pura madera. Y todavía se levanta uno y pregunta: ¿Y fue gol? Pero la última vez, que yo estuve en mi país, que fue la última vez que lo vi a él, fue hace varios años. Lo fui a visitar, nunca vivió con mi mamá. Era otra persona, y le digo: ¿y qué pasó? ¿y cómo está el Martes? No sé, me dijo. Ya no, ya no lo sigo. ¿Y el estadio? Ya no voy. ¿Y qué pasó? No sé. ¡Se murió! Es de esas personas que dicen: se murió a los 30, lo enterraron a los 60 años. Porque perdió la pasión.
Es por eso, que en Apocalipsis se habla, de aquellas personas que han perdido el primer amor. Aquellos que cuando conocieron al Señor, estaban metidos en todo. Yo quiero servir. Yo quiero hacer. Pastor mire, en las cámaras, en las luces. Allá en el audio. Dígame, ¿dónde? Con los niños en la escuela dominical. En el parqueo. ¿Qué hay que hacer aquí? ¿Qué hay que ser allá? Vamos hagamos.
Pero se pierde la pasión. Y el Señor dice: Pedro, ¿Me amas? Sí señor, te amo; pero fíjate, que mi hijo juega hoy un partido, Señor. Entonces mira, nos vemos el otro domingo. Pedro, ¿Me amas? ¿Me amas? “Yo, la verdad, yo no quiero seguir predicando. Mejor me voy a ir a pescar”. Y esto, pues, es complicado.
Es complicado, porque en Marcos capítulo 12: 30 lo dice: Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Este es el principal mandamiento. Eran 613 mandamientos, que tenían los judíos, 613. Hagan esto, no hagan aquello. Hagan aquí, no hagan allá. Vayan aquí, no vayan a tal parte. En día de reposo, no se puede hacer esto, si se puede hacer aquello. No coman aquí, coman tal cosa. Eran 613, y por eso vino la pregunta: Maestro ¿cuál es el principal mandamiento de todos? Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, y con toda tu mente, y con todos tus recursos. Eso dijo Dios, ¿usted entiende el evangelio? Ahora me entiende usted a mí, lo difícil que es tener un servicio funeral.
Y tener aquí enfrente, puesto sobre esta mesa, a una persona que nunca sirvió a Dios. Que nunca honró a Dios con sus recursos. Que nunca dio muestras de amor. Y tener que decir nosotros acá: “esta persona, está ahorita caminando las calles de oro con el Señor Jesús”. Es difícil, porque es la expectativa de los familiares. Yo no conozco a un solo pastor, a uno, no lo conozco, que haya oído decir: “Este cuate, nunca sirvió a Dios. Sólo venía el culto al mediodía. Nunca honró a Dios con sus pertenencias, al contrario, criticó la iglesia. Se enojaba por todo lo que el pastor decía. Este se está achicharrando en el infierno”. Yo no conozco a uno. ¿Y sabe qué? Es la verdad, esa es la verdad.
Por eso insisto que estamos viviendo tiempos de crisis y de engaño. Pido al Espíritu Santo de Dios, que nos quite la venda de los ojos. Porque este negocio, mi querido hermano, mi querida hermana, entiéndalo por favor, en este negocio yo no tengo nada que ver. Esto es algo entre Dios y usted.
Y me quedo con las últimas palabras de Pedro, cuando le dijo al Señor (Juan 21:17): Señor, tú lo sabes todo; es decir ¿Quién te engaña a ti? Dios sabe todas las cosas.
Iglesia pidámosle perdón a Dios, por nuestra indiferencia. Pidámosle perdón a Dios, por nuestra manera, tan superficial, de ver la vida cristiana y de vivir la fe. Y esforcémonos por amar a Dios cada día más.
Inclinen su rostro, oremos al Señor.
Padre querido, al llegar a este momento de tu palabra Señor, reconocemos en realidad que, amamos más a nuestros familiares, nuestros amigos. Amamos más nuestras pertenencias, nuestros intereses, y a nosotros mismos, que a ti. Aún, cuando leemos en tu palabra, que el primer y más grande mandamiento de todos es: Amar a Dios, sobre todas las cosas.
El estudio de este mediodía Dios pregunta: ¿Cuánto me amas? Queremos amarte con el alma, Señor. Queremos amarte con el corazón. Amarte con las fuerzas, con nuestras convicciones, con nuestros recursos. Amarte con todo. Porque, al fin y al cabo, todo lo que tenemos, viene de tu mano. Espíritu Santo de Dios, sólo tú puedes convencer los corazones. Sólo tú puedes convencer las almas. Nos ponemos en tus manos Señor, y pedimos tu bendición.
Mientras todos oramos. Si usted nunca antes ha recibido a Cristo en el corazón. Yo quiero hacerle esta invitación a usted, mientras la iglesia ora. Si usted está aquí por primera vez, o ha estado en otras oportunidades, pero todavía no ha recibido a Cristo en el corazón. Yo quiero invitarle, ahí donde está, para que le abra su corazón a Jesús y lo reciba como el Señor y Salvador de su vida. Si hay alguna persona que dice: “Pastor, yo quiero recibir a Cristo en el corazón”. Ahí donde está, le invito para que levante su mano y nos deje orar por usted. Alguna persona, alguien que dice: “Yo necesito a Dios en mi vida, yo necesito a Dios en mi corazón”. Venga a los pies de Jesús. Hay alguien que se le va a acercar para ayudarle a tomar esa decisión, que es la decisión más importante, la más importante en la vida. La única que tiene que ver con la eternidad. Ábrale su corazón a Jesús y recíbalo como el Señor de su alma. Usted que nos mira por internet, usted también puede hacer lo mismo a través de una oración de fe. Dígale: “Señor, en este día, te pido perdón por mis pecados. Reconozco lo que hiciste en la Cruz del Calvario. Te recibo como el Señor y Salvador de mi alma. Me arrepiento de mis pecados y te pido perdón”. Si usted hizo esta oración, yo quiero animarle a crecer en el conocimiento de Dios y de su Santa y Bendita palabra.
Señor, bendice a tu pueblo, en el nombre de Jesús, Amén y amén.
¿Cuánto me amas?
febrero 27, 2022 – 1:30PM | Juan 21:15
Dr. David Rodríguez
Etiquetas: cuando Dios hace preguntas, febrero 2022, juan, pastor david rodriguez
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TRANSCRIPCIÓN
Estamos hablando de una serie, no va a ser una serie larga por supuesto, acerca de “Cuando Dios hace preguntas” y estamos hablando acerca de las preguntas que el Señor Jesucristo hizo ¿Verdad? Son como 300 y pico, pero no, solamente vamos a estudiar 10 nada más. En esta tarde, la número 7.
Hemos estudiado:
- ¿Y ustedes, quién dicen que soy yo? ¿Quién soy yo para ustedes, qué represento para ustedes?
- ¿Y los nueve dónde están? Que corresponde a la pregunta: ¿Dónde están todos aquellos que recibieron un favor? Es la pregunta del Señor.
- ¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo y perder el alma? El valor de las cosas materiales y las cosas espirituales.
- ¿Por qué tienen tanto miedo? El valor de la Fe.
- ¿Por qué se ofenden? Se acuerdan, cuando Jesús le dijo: ¿Y por qué se ofenden se quiere que también ustedes? ¡Tremendo el Señor!
- ¿Crees tú en el hijo de Dios? Esta fue la pregunta que le hizo al ciego de nacimiento. Primero dijo: ¿Y quién te sanó? Pues uno que se llama Jesús. Y luego cuando se encontró con Jesús le dijo: ¿Quién es Señor para que yo crea? Y le dijo el que está hablando contigo. Y le adoró. Por eso hablamos de esa pregunta.
La pregunta de esta tarde, Dios pregunta: ¿Cuánto me amas? Y quiero hacerlo de una manera sencilla. No quiero profundizar en tantas cosas. Haciendo saber al pueblo, que estamos viviendo tiempo de engaño. Tiempos de crisis. Donde, sinceramente no es necesario que nadie lo engañe. Usted solito se engaña. Pero yo quiero, que usted se exponga a la palabra, ¿Ok? No se deje llevar por lo que yo voy a decir. Porque, al fin y al cabo, yo le muestro lo que la escritura dice. Pero es mi deber confrontarlo con esta palabra. Es mi deber que usted entienda, ¿qué es, lo que en realidad hay en su corazón? Que aprenda, que sepa que hay. No vaya a ser que usted termine creyendo algo, y al final del día, usted no sea nada, ni nadie. No sea que al final del día caigamos en aquel versículo que dice la palabra: (Mateo 7:22-23) “Muchos me dirán en aquel día Señor, Señor… y yo les diré: no sé quiénes son ustedes, no sé quiénes son ustedes”.
Evangelio según San Juan, capítulo 21, versículo 15-18, (RV-60) dice la palabra del Señor así: 15Cuando hubieron comido, Jesús dijo a Simón Pedro: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas más que éstos? Le respondió: Sí, Señor; tú sabes que te amo. Él le dijo: Apacienta mis corderos. 16Volvió a decirle la segunda vez: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas? Pedro le respondió: Sí, Señor; tú sabes que te amo. Le dijo: Pastorea mis ovejas. 1 Le dijo la tercera vez: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas? Pedro se entristeció de que le dijese la tercera vez: ¿Me amas? y le respondió: Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te amo. Jesús le dijo: Apacienta mis ovejas. 18De cierto, de cierto te digo: Cuando eras más joven, te ceñías, e ibas a donde querías; mas cuando ya seas viejo, extenderás tus manos, y te ceñirá otro, y te llevará a donde no quieras. Bueno, ¿Me amas?
Vamos a hacernos la idea que aquí en la iglesia, un joven llamado Carlos conoce a una jovencita llamada Nancy. (Carlos y Nancy, ojalá que no se me olvide) Se miran, se cruzan, se pegan un flechazo los dos. De esas miradas que tú eres, tú eres. Y bueno, al ratito, cuando termina el culto pues Carlos, trata la manera de acercarse a la muchacha y le dice: “Hi”, así todo coquetón. Pero también ella lo había visto a él, y también lo había coqueteado y le dice: “Ay, Hi” Y bueno ¿Cómo te llamas? Yo me llamo Nancy, ¿y tú? Pues yo me llamo Carlos. Y resulta que eso fue el culto del mediodía.
Curiosamente a las 6 de la tarde, estaban sentados juntos. ¿Qué rápido, verdad? Pero solamente sentados juntos. Y bueno, mira, y aquí y allá. Dame tu número. Y dame el tuyo, y así se intercambian los números. Y resulta, que durante toda la semana, él le envía un texto por ahí: “hola”. Y la otra: “Hola, nos vemos el miércoles. El miércoles se vuelven a sentar juntos, y así se repite la historia. Y comienzan a crear amistad Carlitos y Nancy. Ya pasaron varios domingos. Y cuando llega el domingo mediodía ya uno está buscando a la otra. Y la otra lo está buscando a él, y se sientan juntos.
Un domingo de esos viene Carlos y le dice a Nancy: “Nancy, ¿podemos ir a almorzar? Y le dice ella: “Ay pues, tengo que pedir permiso a mis papás. Ellos no me dejan salir con cualquiera”. Para ponerle la cosa un poquito más complicada. Y Carlos dice: “No no te preocupes, yo hablo con ellos.” Y va con los papás y le dice: “Mire, yo quisiera que me prestara su hija, para ir al almorzar”. “Ah bueno, pues me la cuida, ¿verdad? cuidadito con lo que haga. Que todo lo que le haga usted a ella, te lo voy a hacer yo”. Y se van a comer. Y qué bonito, ¿verdad? Y la pasan bien y regresan al culto de la noche. Carlitos tiene un carro. Un carro del año, del año la cuca, pero tiene carrito el muchacho. Y le dice: “Oye Nancy, ¿tú crees que yo te podría llevar a la casa esta noche? Y ella le dice: No, yo no creo que mi papá me deje. Pues pregúntale, si no yo le digo: “Mire señor, disculpe, ¿yo puedo llevar a su hija a la casa? Y el papá le dice: “bueno, puedes.
Pero con mucho cuidado, porque usted sabe”. Sí, sí, no hay ninguna pena. Entonces le dice: “¿Será que nos vamos a tomar un cafecito?” Mientras, comienza a crecer la amistad. ¡Y qué bonito! Resulta que a la vuelta de unas semanas cuando Carlos lleva a Nancy a la casa, de repente Carlos le da un beso en la mejilla (cachete) a Nancy. Como se siente la muchacha, ¿eh? Algunas están viviendo ese momento en este instante. Le da un beso en el cachete a Nancy. ¡Ay! y ella está, sofocada. No ves que ella estaba esperando ese momento. Y le dice estas palabras: “Te amo Nancy”.
Ese día no duerme Nancy, pensando toda la santa noche en esas palabras. ¡Me ama! Bueno el siguiente culto, la misma historia. Vamos a comer, y vamos aquí, yo te llevo en la noche y luego el besito en el cachete. En uno de esos días la muchacha ya no quiere el cachete, ya quiere la trompita, ¿verdad? y bueno y sigue la cosa. Pero ya pasaron seis meses, siete meses, ocho meses. Viene un domingo, Nancy entra y comienza a buscar a Carlitos, pero resulta que Carlitos no llegó. ¿Qué habrá pasado? Entonces ella le manda un texto, y el muchacho le dice: “Ay, es que fíjate que me uní con mis primos, porque iban a jugar fútbol. Y me pidieron que si yo podía ir a jugar con ellos. Pero ahí nos vemos en la noche”. Resulta que llega la noche y tampoco apareció Carlitos. Y Nancy se quedó esperando el beso en el cachete esa noche, y no llegó Carlitos. El miércoles apareció Carlitos por ahí, le dice: “¡Eh!, ¿cómo estás Nancy? Y qué tal, ¿cómo te fue el domingo? Así como preguntan algunas: ¿Cómo te fue el domingo? Y él le dice: “pues chévere, la pasamos súper bien con los primos. Y fíjate que esto, lo otro, y aquí, y allá. Pero ella está un poco molesta.
Llega el siguiente domingo y resulta que llega a él, pero, ese domingo había aparecido otra muchachita bonita en la iglesia. Entonces él volvió a flecharse con otra muchacha. Y la mira, ésta es. Y va y se sienta con esa muchacha. Y Nancy está, que se muere. Con la cara larga, usted ya sabe cómo es eso. Y entonces llega la hora de almorzar y verá, él se sentó con la otra, pero a la hora de almorzar le dijo a Nancy: ¿Nancy, vamos a ir a comer? Está bien, dijo ella. Vamos, aunque sea pupusas, allá abajo. Van, comen. Y él, después del culto de la noche, le dice: “Oye, ¿quieres que te lleve a la casa?” Y ella (Nancy) le dice: “Si, llévame a la casa”. Estando en la puerta él ni se le acercó siquiera. Bueno pues mucho gusto. Entonces viene ella, y cuando él iba a salir lo llama de regreso y le dice: “Carlos ven para acá. Te quiero hacer una pregunta: ¿Me amas? Y Carlos contesta: “¡Claro que te amo!”… ¿Usted cree que verdaderamente la ama?
¿Por qué he querido comenzar con esta ilustración tan sencilla, tal vez tan boba? Es porque el señor Jesús, le hizo tres veces la pregunta a Pedro: “¿Pedro, me amas?”
Entonces yo quiero hablar de dos cosas, quiero hablar en primer lugar de: “La distorsión”, en nuestra sociedad actual, con relación a la palabra amor, hay una distorsión. Porque vivimos en una sociedad, precisamente con esa palabra distorsionada. Nos hemos acostumbrado a decir: “Te amo”, cuando no es cierto. Nuestra boca dice una cosa, pero nuestras acciones dicen otra.
Estaba leyendo un libro, de una señora que se llama Bárbara Johnson. Y en ese libro él cuenta, que una señora escribió unas palabras, y decía en su artículo, la mujer le estaba diciendo a otra persona: “Si me amas ¿por qué me ofendes? Si me amas, ¿Por qué me gritas? Si me amas, ¿Por qué me dañas? Si me amas, ¿Por qué me ignoras? Si me amas, ¿Por qué me humillas? Si me amas, ¿Por qué me dices tantas groserías? Si me amas, ¿Por qué me golpeas? Si me amas, ¿Por qué me insultas? Si me amas, ¿Por qué me siento sola? Si me amas, ¿Por qué te tengo miedo?
Estas son palabras de alguien que dice: “Te amo”, pero tiene la palabra distorsionada en su mente y en su corazón. Ahora si yo le pregunto a usted: ¿Usted cree que eso es verdadero amor? La respuesta es bien obvia. No, eso no es verdadero amor. ¿Por qué? Porque dice Dios (1 Corintios 13:4-8) 4El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; 5no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; 6no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad. 7Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. 8 El amor nunca deja de ser.
Ese es uno: “la distorsión”. En segundo lugar, la idea equivocada de que, es que esa es mi manera de amar; “Amor a mi manera”.
Llegaba todos los días a casa de su amiga, a las 5 de la tarde. Le decía que la amaba. Pero a las 8 de la noche, él volvía con su esposa, todos los días. El siguiente día llegaba otra vez a las 5 de la tarde. Le decía que era lo mejor que le había pasado en la vida. Pero a las 8 de la noche él volvía con su esposa, como lo hacía todos los días. Los sábados y los domingos les dedicaba a su esposa y a sus hijos. Pero el lunes a las 5 de la tarde estaba de regreso, y le decía a su amiga que la amaba y que no dejaba de pensar en ella. Pero a las 8 de la noche regresaba a casa con su esposa y con sus hijos. Pasaron los días, los meses y los años, y de esas visitas esporádicas nacieron dos lindas hijas. Ellas tenían a un papá de las cinco de la tarde a las ocho de la noche, de lunes a viernes. Pero él les decía: “que las amaba más que a nada en este mundo”. Pero las 8 de la noche regresaba a casa con su esposa y con sus hijos.
Primero distorsión y segundo amor a mi manera. ¿No será que algunos de nosotros tenemos las palabras “amor a Dios” distorsionada? ¿No será que algunos estamos amando a Dios a nuestra manera? Así es como yo consigo las cosas. Porque déjame decirte algo, el capítulo que hemos leído, el 21, es un capítulo después de la Resurrección de Jesús. Recuerden ustedes que Jesús, en la Gran Comisión, les había dicho a los discípulos (Marcos 16:15): Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura, ¿No es cierto? ¿Y los discípulos que dijeron? Sí Señor, Amén, eso vamos a hacer.
Pero si usted se da cuenta, el capítulo 21 ¿sabe cómo comienza? (Pedro diciendo: Eh, muchachos yo me voy a pescar. ¿Y sabes que dijeron los demás? Nosotros nos vamos contigo también”). ¿Y la gran comisión, usted? Ah no, no, es que; usted váyase al Súper. No, usted quédese cuidando a su niño. ¿Por qué? Porque esa es la manera como usted concibe las cosas, no como Dios las está pidiendo. Eso es un amor a Dios, a su manera.
Entonces se les aparece Jesús, de madrugada por cierto. Los discípulos habían ido a pescar, (y no habían pescado ni papas), y aparece el Señor, sin que se dieran cuenta que era Jesús y le dice: “tiren las redes a la derecha”. Volvieron a ver quién es el que hablaba, no lo reconocieron. Tiraron las redes a la derecha, y pescaron 153 peces. No podían ni siquiera sacar las redes del agua, y las redes no se rompieron. De hecho, en esa situación ocurrió algo; Juan le dice a Pedro: “Pedro, yo creo que es el Señor”. Pedro se había quitado la ropa, se tiró al agua en ese instante. Y trajeron la barca a la orilla. Cuando se bajaron de la barca, ya Jesús les tenía el desayuno listo.
Habían brasas, había fuego, tenía un pescado y pan listo para ellos. Jesús les dijo: (Juan 21:10): “Traed los peces que acabáis de pescar”. Y dice la palabra del Señor en este capítulo (21:12), que nadie se atrevía a preguntar: ¿Tú, quién eres? Porque ellos sabían que era Jesús. Ya Pedro le había negado tres veces. Ya Pedro había dejado la Gran Comisión y se había ido a pescar, aun cuando Jesús le había dicho: “Pedro, te haré pescador de hombres”. Ahora se le acerca, ¿puede imaginar esa escena? El fuego en el centro, y todos ellos muy cerca, y Jesús sentado muy cerca de Pedro. Nadie decía una palabra, nadie hablaba nada. Y en medio de ese silencio profundo, Jesús hace tres preguntas y se las hace a la misma persona.
Entonces, en este instante Jesús se le acerca a usted. Y ponga su nombre. Hay un juego de palabras aquí, la palabra que el Señor buscaba era la palabra Ágape. La palabra era: Pedro, ¿tú ágape mí? Pedro, ¿me amas con ese amor sacrificial? Ese es el ágape: ¿me amas con ese amor sacrificial? Pero Pedro utilizó la palabra “Fileo” qué quiere decir: Señor, tú sabes que yo te amo como un hermano. Entonces piense por un momento, como si Dios estuviera aquí en frente de ustedes y le preguntara: ¿Eric, Deisy, Lilia, Salvador, Juan, Pedro, Marta…? Pero no basta una sola pregunta: ¿Me amas? Si, te amo. ¿Juan me amas? Si, te amo. ¿Marta me amas? Señor, tú sabes todas las cosas, tú sabes que yo te amo.
Entonces surgen varias preguntas, varias inquietudes. ¿Se puede amar poco? ¿Se puede amar mucho?
Hay una historia lindísima en Lucas capítulo 7: 36-48 que voy a leer para usted: 36Uno de los fariseos rogó a Jesús que comiese con él. (Vean la escena en su cabeza por favor. Un fariseo era un doctor de la ley. Acuérdese que los fariseos eran los más críticos de Jesús en aquel entonces. Los religiosos.
Pero le invitó a comer a su casa, y fue el Señor Jesús). Y habiendo entrado en la casa del fariseo, se sentó a la mesa. 37Entonces resulta que una mujer de la ciudad, que era pecadora, (como todos nosotros) al saber que Jesús estaba a la mesa en casa del fariseo, trajo un frasco de alabastro con perfume, (era algo muy caro, algo carísimo) 38y estando detrás de él a sus pies, (recuerde que era la manera como se sentaban en aquel entonces, ellos tenían los codos puestos en la mesa y los pies estirados hacia atrás. La mujer llegó por atrás, estando él detrás de él a sus pies) llorando, comenzó a regar con lágrimas sus pies, y los enjugaba con sus cabellos; y besaba sus pies, y los unía con el perfume. (Me encanta porque en esta porción Lucas, menciona palabras interesantes.
Menciona: regar con lágrimas, menciona: enjugar con sus cabellos, menciona: besar los pies y menciona la palabra: ungir. Intencionalmente) 39Cuando vio esto el fariseo, (Imagínese usted al fariseo, todos tienen la misma cara, viendo lo que estaba pasando) que le había convidado, dijo para sí: Este, sí fuera profeta, conocería quién y qué clase de mujer es la que le toca, (mire usted la manera despectiva) que es pecadora. (¡Ay Dios mío! Mira delante de quien pensó). 40Entonces respondiendo Jesús, le dijo: Simón, una cosa tengo que decirte. Y él le dijo: Dí, maestro. 41 Un acreedor tenía dos deudores: el uno le debía quinientos denarios, y el otro cincuenta; 42y no teniendo ellos con qué pagar, perdonó a ambos. Dí, pues, ¿cuál de ellos le amará más? 43Respondiendo Simón, dijo: Pienso que aquel a quien perdonó más. Y él le dijo: Rectamente has juzgado. 44Y vuelto a la mujer, dijo a Simón: ¿Ves esta mujer? Entré en tu casa, y no me diste agua para mis pies; mas ésta ha regado mis pies con lágrimas, (las mismas palabras que mencionan Lucas) y los ha enjugado con sus cabellos. 45No me diste beso; mas ésta, desde que entré, no ha cesado de besar mis pies. 46No ungiste mi cabeza con aceite; mas ésta ha ungido con perfume mis pies. 47Por lo cual te digo que sus muchos pecados le son perdonados, porque amó mucho; (Atención iglesia, porque amó mucho) más aquel a quien se le perdona poco, poco ama. 48Y a ella le dijo: Tus pecados te son perdonados.
Entonces me pregunto esto, discúlpeme. No, no me disculpo. Pero estos versículos explican, ¿por qué la gente piensa como piensa y hace lo que hace? Porque unos aman mucho, otros aman poco y otros no aman. ¿Está conmigo? Eso no me lo he inventado yo, está ahí en la misma Biblia que tiene usted. La que usa desodorante aquí (debajo del brazo) todos los días, y no la lee. Está ahí. Esta mujer sabe porque ha hecho lo que ha hecho, porque me ama mucho. Eso es algo que mucha gente no logra entender.
Cuando usted le dice a una persona que vamos a regresar a las seis de la tarde. Ah, no seas loco hombre, eso ya es fanatismo. Es que, hay algunos que no aman nada. Porque no hay nada en el alma. Porque no hay nada en el corazón. Está vacío, no hay nada. No sienten deseo de amar a Dios. No sienten deseo de adorar a Dios. No sienten deseo de servir a Dios. No sienten deseo de dar para el reino. Cuando se habla de dar, se enojan, se molestan. Ahí va el pastor otra vez con lo mismo. ¿Sabe por qué? Jesús lo acaba de decir acá. Es que óyeme, óyeme Simón; le dice al fariseo, ¿Sabes por qué piensas como piensas? ¿Sabes por qué ves que esta mujer es pecadora? ¿Sabes por qué piensas así? Porque no me amas. Simón, porque no me amas. Si me amaras, me hubieras dado agua para mis pies cuando yo entré a esta casa. Si me amaras, Simón, me hubieras besado, no lo hiciste. Si me amaras, Simón, mira esta mujer fue traer un perfume. El perfume era de mucho precio. Tú no hubieras dado un perfume, jamás de la vida, Simón. Porque para ti, ¡¿cómo es posible dar semejante cosa?! No, lo puedes guardar para ti. Porque hay personas que para ellos todo, para ellos sí. Para ellos compran, para ellos se dan. Pero para el reino no. ¿Sabe por qué? Porque no hay nada en ese corazón.
¿Se puede amar a Dios apasionadamente? ¿Se puede amar a Dios? ¿Cómo podemos saber qué tanto amamos a Dios? ¿Se puede medir en realidad ese amor? El Señor lo explicó claramente en varios versículos. Mira lo que dice la palabra:
Deuteronomio 26-16. Jehová tu Dios te manda (Padres que están acá, ¿usted sabe lo que es mandar a un hijo verdad? ¿Sí o no? ¿Y cómo se siente cuando un hijo no le obedece? Yo, yo lo quiero ahorcar, dice usted. Dele gracias a Dios, que Dios no ahorca, porque le hubiera ahorcado a usted un montón de veces, y hace mucho tiempo) hoy que cumplas estos estatutos y decretos; cuida, pues, de ponerlos por obra con todo tu corazón y con toda tu alma. ¿Sabe qué dice la Biblia? Dice la Biblia (Hebreos 10:25): No dejando de congregarse como cuando tienen por costumbre. Pero aquí viene el amor a mi manera. ¡Ay, no, niña! Eso es el amor a mi manera. No niña, eso de estar metido ahí todo el tiempo. Yo en chancletas, mire usted, veo el programa desde mi casa. Claro, si es que lo está diciendo. Dice: “que hay que hacerlo con todo el corazón”. Pero como el suyo está vacío de Dios. Como ahí no hay amor. Es que hermano, ¡Cuando hay pasión!
Fíjate con todo el corazón. Deuteronomio 30:2, y te convirtieres a Jehová tu Dios, y obedecieres a su voz conforme a todo lo que yo te mando hoy, tú y tus hijos, ¿qué dice después iglesia?, con todo el corazón y con toda tu alma. Deuteronomio 30:6, y circuncidará Jehová tu Dios tu corazón, y el corazón de tu descendencia, para que para que ames a Jehová tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma, a fin de que vivas. Y le tengo una gran chorrera de versículos aquí donde Dios dice: Ama Dios con todo el corazón y lo dice en sus mandamientos. No te está preguntando si quieres, si te gusta, si te parece bien, ¿verdad? No, es un mandato.
Ahora quiero mostrarle un versículo, Mateo 10:37, en la Nueva Versión Internacional (NVI). Vea ese versículo, por favor. Aquí está Dios hablando. El que quiere a su padre o a su madre más que a mí no es digno de mí; el que quiere a su hijo o a su hija más que a mí no es digno de mí. Mira, tengo un sermón por ahí, a la mitad, que no hace mucho sentido todavía para mí. Donde yo comparo el amor a Dios, con el amor a nuestros hijos.
Porque, yo quiero hacer la comparación, quiero hacer la pregunta cuando predique: ¿Qué es lo que más ama usted en la vida? Y la verdad es que lo que más amamos ¿quiénes son? Nuestros hijos, ¿sí o no? Por supuesto que sí. Y no se diga a aquellos que nacen cuando uno está viejo. Entonces yo quiero hacer una comparación y quiero demostrarle, en realidad que usted se demuestre a usted mismo, ¿a quién usted verdaderamente ama? Y este versículo, ¡Uy! ¡Uy! Es delicado, es complicado. Porque me está diciendo: que el que quiere a su hijo o a su hija, que no es digno del Señor. A ver. Yo tengo tres hijos. Y Dios me dice a mí: David, si tú quieres a David Jr., a Marcela y a Timy, más que a mí, déjame decirte: tú, no eres digno de mí. No eres digno de que seas mío, no Señor. ¿Por qué? Porque tiene sentido todo esto. ¿Qué sentido tiene el hecho de decir: quién me dio a mis hijos? Dios. Y sabe usted que ese es uno de los principios que mucha gente no entiende. Porque te voy a decir una cosa, bíblicamente hablando, ejemplo: Si Dios me quitara a uno de mis hijos, ¿Tengo yo motivo para enojarme con Dios? ¿Sabe cuál es la expectativa de Dios de mi parte? Que yo diga: “Jehová dio, Jehová quitó”. ¿Pero sabe qué es lo que hace la gente? Se enojan con Dios.
¿Cómo es posible? Si yo predico, si yo hago, si yo sirvo, si yo esto…. Mira, ¿cómo es posible semejante cosa? Entonces dice Dios: “Nunca entendiste el evangelio”. Jamás, nunca lo entendiste. Por eso comencé hablando de la distorsión en primer lugar. Y en segundo lugar de las cosas a nuestra manera, no a la manera de Dios. Porque la manera del Señor te está diciendo: gracias a Dios por tu hijo, aliméntalo, cuídalo, dale todo lo que puedas, pero, ¡Cuidadito con amarlo más que a mí! ¿Me explico iglesia? Esto es delicado. ¿Por qué? Porque hay personas que aman a sus hijos entrañablemente y harían cualquier cosa por ellos.
Ahora, fíjate, aquí viene la situación. Nosotros nos sacrificamos por los hijos “el ágape”. Cuando Jesús le dijo a Pedro: Pedro, ¿me ágape mí? Y él dijo: Señor yo te fileo. ¿Qué quiere decir esto? Bueno, si un hermano de la iglesia necesita algo, usted puede decir: ¡Ay, si! Pobrecito hay que orar por él. Pero, si es tu hijo, pero si es tu hija, ¿Dónde estaría usted? Si su hijo(a) estaría en este instante en el hospital. ¿Dónde estaría usted? En el hospital con él (ella). ¿Sabe por qué? Porque ese es el ágape, ese es el amor sacrificial.
Hay personas que están dispuestos a sacrificarse por cualquier tontera en esta vida, menos por el reino de Dios. ¿Y cómo nos damos cuenta? Resucita el Señor, los acababa de mandar a predicar el evangelio por todo el mundo. Y resulta que Pedro dice: “yo me voy a pescar”. Y los otros llenos de gran convicción le dijeron: “nosotros vamos contigo”. Con gente así mijo, ¿cómo vamos a alcanzar este mundo, dígame usted? Por eso tiene que aparecérseles el Señor y transformar las cosas. Pedro, ¿en realidad me amas? Si me amas, ¿cómo es que has dejado lo que yo te pedí que hicieras? Luego en el versículo 38 (NVI, capítulo10) es peor todavía: y el que no toma su cruz y me sigue no es digno de mí.
Ahora cuando la Biblia dice: que hay que amar a Dios con todo el corazón, con toda el alma, estamos hablando hermanos, de amar a Dios con pasión. ¿Y usted sabe lo que significa eso, amar a Dios con pasión?
Cuando uno comienza su noviazgo, ¡qué barbaridad!, uno hace lo que sea con tal de conseguir esa muchacha. Lo que sea, camina lo que sea. Yo fui a visitar una vez a Miriam, cuando era mi novia, a su casa. Y había unas personas, que no les gustaba la idea de que yo llegara a visitar a Miriam. Un día estaba con ella, 11 de la noche, y cuando salí, habían ponchado las cuatro llantas (neumáticos) de mi carro. Yo estaba profundamente enamorado. Me fui caminando hasta la iglesia, yo vivía en la iglesia. Duré como 44 horas para llegar. Pero yo iba feliz, todavía sentía esas mariposas en el estómago. Todavía la siento, pero dice el doctor que gastritis.
Cuando hay pasión, hasta el más dormilón se levanta temprano. Cuando hay pasión, no le importa pedir prestado para pagar la comida con la muchacha. Cuando hay pasión, es esa emoción, ese fuerte impulso. Como dijo alguien: “Detrás de todo gran arte, detrás de todo gran drama, detrás de toda gran música, detrás de una gran arquitectura, hay una gran pasión”. Cuando quitamos la pasión a todo lo que hacemos, la vida es aburrida, es una rutina. Y los creyentes hemos sido, precisamente, creados con emociones, para vivir una vida apasionada.
Mi padrastro, era un gran aficionado al fútbol. Él fue el que me metió a mí, en toda esta onda del fútbol. Seguíamos a un equipo allá en El Salvador. Yo no sé si existe todavía, El Atlético Marte, era el equipo de los militares en aquel entonces. Y yo conocí los diferentes departamentos de mi país. Conocí los estadios pues. Yo aguanté de todo, pero me encantaba, porque estaba apasionado. Una vez en Son Sonate, un departamento de nuestro país, estábamos viendo el partido Son Sonate contra el Atlético Marte, y de repente hermano se escuchó un ruido. Nosotros no sabíamos que era. Eran las graderías, que eran de madera, y comenzaron todas a quebrarse. Nosotros solo el ruido escuchábamos, hasta que vimos que iban cayendo, poco a poco y pensábamos que era la ola que estaban haciendo.
Hasta que nos caímos también nosotros, se quebraron todas las bancas que estaban ahí, era pura madera. Y todavía se levanta uno y pregunta: ¿Y fue gol? Pero la última vez, que yo estuve en mi país, que fue la última vez que lo vi a él, fue hace varios años. Lo fui a visitar, nunca vivió con mi mamá. Era otra persona, y le digo: ¿y qué pasó? ¿y cómo está el Martes? No sé, me dijo. Ya no, ya no lo sigo. ¿Y el estadio? Ya no voy. ¿Y qué pasó? No sé. ¡Se murió! Es de esas personas que dicen: se murió a los 30, lo enterraron a los 60 años. Porque perdió la pasión.
Es por eso, que en Apocalipsis se habla, de aquellas personas que han perdido el primer amor. Aquellos que cuando conocieron al Señor, estaban metidos en todo. Yo quiero servir. Yo quiero hacer. Pastor mire, en las cámaras, en las luces. Allá en el audio. Dígame, ¿dónde? Con los niños en la escuela dominical. En el parqueo. ¿Qué hay que hacer aquí? ¿Qué hay que ser allá? Vamos hagamos.
Pero se pierde la pasión. Y el Señor dice: Pedro, ¿Me amas? Sí señor, te amo; pero fíjate, que mi hijo juega hoy un partido, Señor. Entonces mira, nos vemos el otro domingo. Pedro, ¿Me amas? ¿Me amas? “Yo, la verdad, yo no quiero seguir predicando. Mejor me voy a ir a pescar”. Y esto, pues, es complicado.
Es complicado, porque en Marcos capítulo 12: 30 lo dice: Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Este es el principal mandamiento. Eran 613 mandamientos, que tenían los judíos, 613. Hagan esto, no hagan aquello. Hagan aquí, no hagan allá. Vayan aquí, no vayan a tal parte. En día de reposo, no se puede hacer esto, si se puede hacer aquello. No coman aquí, coman tal cosa. Eran 613, y por eso vino la pregunta: Maestro ¿cuál es el principal mandamiento de todos? Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, y con toda tu mente, y con todos tus recursos. Eso dijo Dios, ¿usted entiende el evangelio? Ahora me entiende usted a mí, lo difícil que es tener un servicio funeral.
Y tener aquí enfrente, puesto sobre esta mesa, a una persona que nunca sirvió a Dios. Que nunca honró a Dios con sus recursos. Que nunca dio muestras de amor. Y tener que decir nosotros acá: “esta persona, está ahorita caminando las calles de oro con el Señor Jesús”. Es difícil, porque es la expectativa de los familiares. Yo no conozco a un solo pastor, a uno, no lo conozco, que haya oído decir: “Este cuate, nunca sirvió a Dios. Sólo venía el culto al mediodía. Nunca honró a Dios con sus pertenencias, al contrario, criticó la iglesia. Se enojaba por todo lo que el pastor decía. Este se está achicharrando en el infierno”. Yo no conozco a uno. ¿Y sabe qué? Es la verdad, esa es la verdad.
Por eso insisto que estamos viviendo tiempos de crisis y de engaño. Pido al Espíritu Santo de Dios, que nos quite la venda de los ojos. Porque este negocio, mi querido hermano, mi querida hermana, entiéndalo por favor, en este negocio yo no tengo nada que ver. Esto es algo entre Dios y usted.
Y me quedo con las últimas palabras de Pedro, cuando le dijo al Señor (Juan 21:17): Señor, tú lo sabes todo; es decir ¿Quién te engaña a ti? Dios sabe todas las cosas.
Iglesia pidámosle perdón a Dios, por nuestra indiferencia. Pidámosle perdón a Dios, por nuestra manera, tan superficial, de ver la vida cristiana y de vivir la fe. Y esforcémonos por amar a Dios cada día más.
Inclinen su rostro, oremos al Señor.
Padre querido, al llegar a este momento de tu palabra Señor, reconocemos en realidad que, amamos más a nuestros familiares, nuestros amigos. Amamos más nuestras pertenencias, nuestros intereses, y a nosotros mismos, que a ti. Aún, cuando leemos en tu palabra, que el primer y más grande mandamiento de todos es: Amar a Dios, sobre todas las cosas.
El estudio de este mediodía Dios pregunta: ¿Cuánto me amas? Queremos amarte con el alma, Señor. Queremos amarte con el corazón. Amarte con las fuerzas, con nuestras convicciones, con nuestros recursos. Amarte con todo. Porque, al fin y al cabo, todo lo que tenemos, viene de tu mano. Espíritu Santo de Dios, sólo tú puedes convencer los corazones. Sólo tú puedes convencer las almas. Nos ponemos en tus manos Señor, y pedimos tu bendición.
Mientras todos oramos. Si usted nunca antes ha recibido a Cristo en el corazón. Yo quiero hacerle esta invitación a usted, mientras la iglesia ora. Si usted está aquí por primera vez, o ha estado en otras oportunidades, pero todavía no ha recibido a Cristo en el corazón. Yo quiero invitarle, ahí donde está, para que le abra su corazón a Jesús y lo reciba como el Señor y Salvador de su vida. Si hay alguna persona que dice: “Pastor, yo quiero recibir a Cristo en el corazón”. Ahí donde está, le invito para que levante su mano y nos deje orar por usted. Alguna persona, alguien que dice: “Yo necesito a Dios en mi vida, yo necesito a Dios en mi corazón”. Venga a los pies de Jesús. Hay alguien que se le va a acercar para ayudarle a tomar esa decisión, que es la decisión más importante, la más importante en la vida. La única que tiene que ver con la eternidad. Ábrale su corazón a Jesús y recíbalo como el Señor de su alma. Usted que nos mira por internet, usted también puede hacer lo mismo a través de una oración de fe. Dígale: “Señor, en este día, te pido perdón por mis pecados. Reconozco lo que hiciste en la Cruz del Calvario. Te recibo como el Señor y Salvador de mi alma. Me arrepiento de mis pecados y te pido perdón”. Si usted hizo esta oración, yo quiero animarle a crecer en el conocimiento de Dios y de su Santa y Bendita palabra.
Señor, bendice a tu pueblo, en el nombre de Jesús, Amén y amén.