Estancados
Julio 09, 2023 – 1:30PM | Juan 5 | Dr. David Rodríguez
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TRANSCRIPCIÓN
Vamos a abrir la palabra del Señor, mis amados, en el evangelio de Juan capítulo cinco por favor. El evento que vamos a estudiar en esta tarde sucedió en un estanque; es por eso que le he llamado al sermón de esta tarde: “Estancados”.
Juan 5: 1-9 (RV-60): 1Después de estas cosas había una fiesta de los judíos, y subió Jesús a Jerusalén. 2Y hay en Jerusalén, cerca de la puerta de las ovejas, un estanque, llamado en hebreo Betesda, el cual tiene cinco pórticos. 3En éstos yacía una multitud de enfermos, ciegos, cojos y paralíticos, que esperaban el movimiento del agua. 4Porque un ángel descendía de tiempo en tiempo al estanque, y agitaba el agua; y el que primero descendía al estanque después del movimiento del agua, quedaba sano de cualquier enfermedad que tuviese. 5Y había allí un hombre que hacía treinta y ocho años que estaba enfermo. 6Cuando Jesús lo vio acostado, y supo que llevaba ya mucho tiempo así, le dijo: ¿Quieres ser sano? 7 Señor, le respondió el enfermo, no tengo quien me meta en el estanque cuando se agita el agua; y entre tanto que yo voy, otro desciende antes que yo. 8Jesús le dijo: Levántate, toma tu lecho, y anda. 9Y al instante aquel hombre fue sanado, y tomó su lecho, y anduvo. Y era día de reposo aquel día.
Los judíos hacían cantidad de fiestas, pero había tres fiestas principales que se celebraban en Jerusalén: la fiesta de la Pascua, la fiesta de Pentecostés y la fiesta de los Tabernáculos. Recordemos que siempre que se habla de Jerusalén, siempre es subir. En hebreo Betesda, significa casa de misericordia o casa de gracia. Bethel significa casa de Dios, Betsaida casa de la pesca, y así; siempre se usa el prefijo Bet (beth) para definir casa; por ejemplo: un hospital no se llama hospital, sino la casa de los enfermos. Una cárcel se llama: la casa de los presos; y así por el estilo. Algunos consideran que esos cinco pórticos eran porque la ciudad había construido por ampliarse, debido a la cantidad de personas que llegaban a Betesda, que era como un hospital. Se cree que esto era una superstición, hay versiones como la NVI (nueva versión internacional) que no contiene ese versículo. Porque bíblicamente hablando, no existen aguas curativas; los milagros solamente los hace Dios.
Estancados, quiero hablar en esta oportunidad de personas con una mentalidad débil, de personas que se han quedado Estancados en alguna situación o alguna circunstancia de su vida. Primeramente, el personaje no tiene nombre, no sabemos mucho acerca de este hombre; excepto que estaba enfermo, que era paralítico desde hacía 38 años.
El entorno, el ambiente, dice Juan 5:3 (RV-60): 3En éste yacía una multitud de enfermos, ciegos, cojos y paralíticos, que esperaban el movimiento del agua. El entorno era de enfermos, de alguna manera este versículo nos habla del grupo al que pertenecemos. Jesús le hace una pregunta a este hombre: ¿Quieres ser sano? Esta pregunta implica un par de cosas, y en realidad es: ¿Quieres ser sano? O, ¿quieres seguir en el estanque?
Hermanos, a mí se me hace que, 38 años estancados es una pérdida de muchas cosas. Es la pérdida de una vida. (Quiero tocar el tema con mucho cuidado, pero con tristeza también). Este era un hombre paralítico, pero me parece que la parálisis física que tenía este hombre era uno de sus problemas nada más; porque también había una parálisis mental, una parálisis del alma.
Yo he querido imaginarme esta escena, en todos sus aspectos, porque treinta y ocho años es demasiado tiempo, es para que usted sea el jefe del hospital, debería conocer a todo el que estaba en ese estanque. Desconocemos muchas cosas de este hombre, yo no sé si el hombre tenía familia, yo no sé si cada día el hombre pedía a sus hijos o le pedía a un vecino que lo llevara de su casa al estanque todos los días. El estanque es una especie de piscina, con agua estancada, y supongo que mal oliente; pero esa era su zona de confort, a eso estaba acostumbrado por treinta y ocho largos años.
La otra situación interesante de la narrativa bíblica que hemos leído es que: solamente Juan nos presenta esta escena, ni en Mateo, ni en Marcos, ni en Lucas lo encontramos. La palabra Betesda, de hecho, solamente le encontramos esta vez en las escrituras.
Y bueno, la pregunta de Jesús: ¿Quieres ser sano? ¿Sabe por qué la pregunta? Hay personas, hay gente que prefiere seguir en la condición en la que está. Vale muchísimo la pena que pensemos acerca de la situación en la que nos encontramos. Hay personas que prefieren la comodidad de una vida mediocre, que el desafío de una vida nueva, porque ya se acostumbraron. Yo no sé cómo se llamaba este hombre, era paralítico; pero una cosa sí le garantizo: desde que el hombre llegaba en la mañana a este lugar, todo el mundo lo saludaba; seguro tenía hasta su lugarcito reservado.
Yo quiero respetar el dolor de mucha gente, quiero respetar las experiencias difíciles de muchas personas, pero al mismo tiempo quiero decirles que nadie está condenado a vivir en una situación de mediocridad en su vida. Sean las circunstancias que sean, no todas las personas quieren salir de donde están; es más, existe la posibilidad que en algún momento de su vida disfruten sus circunstancias cuando viven así, porque se acostumbran. Hay personas que nunca van a cambiar su entorno; porque, insisto: prefieren la comodidad de una vida mediocre que el desafío de una vida nueva. Hay gente que no quiere cambiar, quieren vivir de la lástima.
Es muy probable que pasara por la mente de Jesús decir: mira, te hago la pregunta ¿si quieres? Porque ya pasaron 38 años. En este momento de la vida de Jesús, tal vez tendría 31 años; quiere decir que cuando Jesús nació, este hombre ya era miembro del estanque. Tenemos que tener en nuestra mente que los paralíticos vivían de la lástima de otros, eso es lo que hacían los paralíticos. De hecho, en algunos lugares sucede algo similar, la gente pone ahí un botecito con un rótulo, y eso es un problema verdaderamente de mentalidad.
Estaba leyendo un libro, donde el pastor dice que en su iglesia había un hombre que estaba en una silla de ruedas. El pastor acostumbraba que, al terminar el servicio, pedía a todas las personas que querían oración que vinieran; el pastor oraba por todos ellos. Pero este hombre de la silla de ruedas venía todas las veces que había servicio, para que el pastor orara por él. Entonces dice el pastor que un día se le acercó y le dijo: Oye “fulano” y, ¿tú en realidad quieres ser sanado? El hombre respondió: La verdad es que no, porque si Dios me sana entonces tengo que trabajar. Esa fue la respuesta que le dio el hombre. Dice el pastor que le dijo: Mira yo te quiero mucho, pero te quiero pedir que por favor ya no vuelvas más a esta oración. ¿Qué pasó? El hombre se acostumbró a una vida mediocre, y no al desafío de una vida nueva. Es más fácil vivir así, las personas pasan y me dan algo para comer. Mi familia tiene lástima de mí, mis hijos tienen lástima de mí, mis tíos tienen lástima de mí, mi mujer tiene lástima de mí; entonces es más fácil vivir de esa forma.
Le quiero comentar algo, no quiero que lo tomen por el camino equivocado. Usted debe recordarse que, por largos y largos años, nuestra iglesia acostumbraba a ir a la calle Hastings (donde estás las personas sin hogar, acá en Vancouver). Nosotros acostumbrábamos a llevar pan y chocolate, chamarras, comida, esto, lo otro; lo que se le ocurra a usted. Hasta que un día, una trabajadora social (amiga de alguien de la congregación, Carolina) nos dijo a nosotros: Yo estuve ahí, yo estuve entre esa gente, yo viví ahí con esa gente; y ¿sabe por qué la gente que vive ahí no quieren salir, ni dejar de hacer lo que hacen? Porque es más fácil dar lástima, alguien siempre va a darles de comer. Ellos tienen programas (los trabajadores sociales) para ayudar a las personas, para que vaya a vivir a otro lugar y trabajen; pero las personas no quieren. Es más fácil vivir de esa manera, vivir de las limosnas, porque cabalmente; si te sanas tienes que trabajar. Por eso a pregunta de Jesús es: ¿de verdad quieres cambiar tu vida?
Nadie puede cambiar, si no tiene el deseo de cambiar. Cuando una persona viene a consejería conmigo y me dice: Pastor yo quiero, yo necesito… Yo le digo: Ya ganó la mitad de la batalla. Pero aquí (en el texto de hoy) tenemos un hombre que ya se había acostumbrado.
Déjeme decirle algo y quiero que ponga atención: Ni Dios lo puede cambiar si usted no tiene la disposición de cambiar. Cuando digo que: Dios no puede, no es porque no tenga el poder, ¿ok? Es necesario que entienda a lo que me refiero; es que simple y sencillamente, Dios el poder de cambiarte, pero no te va a agarrar de las mechas para quitarte tus vicios, para quitarte tu mentalidad, para quitarte tu mala actitud, ¡de ninguna manera! Si usted no tiene la buena disposición, Dios te dice: ¡Ah bueno! Así como lo dice un padre. Esta es una manera bien cómoda, que nos exime de toda responsabilidad: ¡No, sí no soy yo! Es la iglesia es la que tiene que hacer esto.
Vivir de una superstición hermano, ¿qué tenía en la cabeza este hombre para esperar 38 largos años? Además, era cuestión de suerte, porque el ángel llegaba de vez en cuando, entonces ¡qué vida más sin significado esta! ¡Qué vida más sin propósito esta! ¡Qué manera tan simple y sencilla de vivir la vida! Vivía sin tener objetivos, sin querer cambiar su entorno, sino acostumbrado ya a ese ambiente tóxico. Acostumbrado a esa situación que lo mantiene atado, acostumbrado a vivir de esa forma: Estancados. Dependientes de la situación, aferrado, obstinado la situación.
En mi país, como en muchos países del mundo, hay zonas marginales. Yo trabajé en zona marginales por mucho tiempo con la iglesia. Si usted va a una zona marginal, se va a dar cuenta que esas personas ahí tienen cosas mucho mejores que las que tiene uno en su casa. Descubrimos que habían licenciados con buenos empleos, ¿por qué viven ahí? Pues para no pagar agua, no pagar energía eléctrica, porque se la roban de los postes; vivir de esa manera es fácil, uno se acostumbra rápido, trate de sacar a una persona que vive en la Hastings. Ayer pasaba con uno de mis hijos por ahí en la noche y le decía: Estas calles, a esta hora, dan miedo; la verdad. ¿Por qué esa gente está ahí, por qué esa gente vive en ese lugar, por qué se sienten atraídos a ese lugar? Y lo peor del caso es que, según ellos, están en el lugar correcto.
Fíjate la pregunta que le hace el Señor al paralítico: ¿Quieres ser sano? Mire usted la mentalidad de víctima de muchas personas; este hombre no contesta la pregunta, él solo da excusas. 6Cuando Jesús lo vio acostado, y supo que llevaba ya mucho tiempo así, le dijo: ¿Quieres ser sano? 7 Señor, le respondió el enfermo, no tengo quien me meta en el estanque cuando se agita el agua; y entre tanto que yo voy, otro desciende antes que yo. Otra persona le contestaría: ¿Y qué haces aquí por treinta y ocho años si no tienes quien te meta en el estanque? Esa es una mentalidad de víctima, o sea: “yo no tengo la culpa, ¿qué quiere que haga?” Entonces culpamos el entorno, diciendo: “no puedo, tengo muchos problemas, a mí nadie me ayuda, yo a nadie le importo”. Y así se encuentra usted personas que se quejan, pero no hacen nada para mejorar su condición.
¿Usted está contento con la situación en la que vive? ¿Está usted extremadamente feliz de la situación que vive? ¿Está completo, ha logrado usted sus objetivos de la vida? ¿Vive en un ambiente favorable? ¿Experimenta usted gran satisfacción en su diario vivir? Cuando alguien te quiere sacar de tu zona de confort y te comienza a decir: mira, deberías hacer algo, deberías de hacer aquí, deberías de estar allá; entonces viene la mentalidad de víctima. Viene la situación de decir: Ya ves que a mí nadie me ayuda. La otra cosa que a mí me han dicho algunas personas: ¡Es que usted no me comprende! Yo no estoy aquí para comprenderlo, estoy aquí para decirle la verdad, no para comprenderlo. Que lo comprenda a su mamá, su mujer, yo estoy aquí para decirle lo que tiene que cambiar.
La pregunta de Jesús es la misma: ¿Quiere cambiar o no? Hay personas que dicen: Sí, sí, quiero cambiar; pero no es cierto porque regresan cada día al estanque, sus amigos son los mismos. El marihuano se busca otros marihuanos, ¿sí o no? El borracho se busca a otros borrachos, el que fuma se busca a otros que fuman; se unen por afinidad, de manera que todos piensan igual. A esas personas con las que usted se reúne, no le interesa que tan hundido esté usted; porque mientras más hundido esté usted, mejor se ven ellos. El personaje, el entorno, la pregunta de Jesús, el hombre no contestó la pregunta sino por el contrario; se victimizó.
Ahora viene el asunto: “Verdaderamente quieres sanar? Entonces viene una palabra que este hombre no conocía: 8Jesús le dijo: Levántate, toma tu lecho, y anda. 9Y al instante aquel hombre fue sanado, y tomó su lecho, y anduvo. Y era día de reposo aquel día. Es decir, ¿cómo me voy a levantar? ¿Usted no ve que soy paralítico? Yo no puedo levantarme. El asunto es que: si quieres salir del hoyo en el que estás vas a hacer un esfuerzo; a la gente le da miedo un esfuerzo, a todo el mundo le es más fácil continuar viviendo de la manera como ha estado viviendo hasta ahora. No quieren hacer un esfuerzo. Si yo quiero resolver una situación en mi casa, yo tengo que hacer un esfuerzo. Si quiero dejar un vicio, yo tengo que hacer un esfuerzo. Si quiero sacar una carrera, yo tengo que hacer un esfuerzo. Si quiero sacar a mi familia del lugar donde está, tengo que hacer un esfuerzo. Hay mucha gente que lo ha hecho. Si quieres acción, toma tu lecho, camina. ¿Quieres cambiar tus circunstancias? Hay un precio que pagar por ese cambio; un cambio de vida implica cambio de mente, cambiar la manera de ver las cosas. Algo importante: No lo haga por otra persona, hágalo por usted, hágalo por usted mismo.
Yo sé que en esta tarde hay personas aquí, que han tenido experiencias terribles en su vida; y no quiero minimizar el dolor, ni la cicatriz emocional, que esa experiencia ha dejado en su corazón. Pero usted tiene dos opciones: O sigue llorando por eso, se sigue lamentando y quiere dar lástima a otros; o le da un cambio a su vida.
Yo me he preguntado: ¿por qué Jesús le tuvo que decir a este hombre toma tu lecho y anda? Porque si te vas a levantar y vas a comenzar a caminar, no vuelvas atrás hombre, no vuelvas atrás. Para tomar el lecho caminar e irse, hay que tener ganas, hay que tener el deseo. Yo sé que, en esta tarde, aquí hay una gran cantidad de personas que salieron de ese lugar de donde estaban; salieron en el nombre de Dios.
Quiero decirte que: Dios siempre toma la iniciativa, siempre. No es usted el que buscó a Dios, es Dios quien lo buscó a usted. Déjeme decirte que: Dios va a hacer lo que sea, con tal de que usted escuche el evangelio, lo que sea. Hay personas que jamás soñaron estar en Canadá, ¿y usted cree que Dios lo trajo a Canadá porque es un país de primer mundo? ¿Porque es el país de las oportunidades? Esa es la manera como usted lo mira; Dios dice: No, yo te saqué de tu rancho porque en tu rancho, jamás hubieras visitado un lugar donde se predica mi evangelio. Tuve que sacarte de ese lugar, para que vengas a este lugar para que te prediquen mi palabra y conozcas de Jesús. Dios va a mover lo que sea para que le conozcas; es más, Dios te puede meter a un hospital para que el otro cuate que está con la pata quebrada te diga: ¿Y usted ya recibió a Cristo? Dios te puede llevar a una cárcel, porque cuando estás libre estás muy ocupado, y preso no tienes nada que hacer a ningún lado. Entonces no te quedó otra alternativa que escuchar el evangelio. No fue el paralítico quién fue a buscar a Jesús, fue Jesús quién llegó al estanque donde estaba este hombre, Estancado, por treinta y ocho años.
Déjeme decirle algo: el estanque no hizo nada por este hombre que le fue fiel 38 años. Los amigos del estanque no hicieron nada por este hombre y estuvo con ellos por 38 años, una vida perdida. Jesús llega, lo confronta y le dice: ¿verdaderamente quiere salir de aquí o quieres seguir dónde estás? Porque si prefieres continuar con tu comodidad de vida desastrosa, eso es fácil; pero el desafío de una vida nueva no lo es. Si lo quieres; vas a tener que levantarte, vas a tener que levantar ese lecho y comenzar a caminar con esfuerzo. Cuando una persona vuelve los ojos al cielo y le pide a Dios una idea, cuando una persona vuelve los ojos al cielo y dice: Señor ayúdame por favor, necesito salir de aquí; que no te quepa la menor duda que, Dios te va a abrir la puerta. Pero el problema de mucha gente es, que esa puerta que Dios les abrió la volvieron a cerrar porque se acomodaron a esa situación, es más fácil, no quieren crearse un problema más grande del que ya tienen.
Cuando yo conocí a Cristo mi vida completa cambió, y perdóneme que estos dos minutos le hable de mí, pero; yo no me canso de darle gracias a mi Señor, no me canso. En sentido figurado, a mí Dios me sacó de la cárcel; yo tenía mi mente dañada. O sea, a mí me hicieron creer que yo había nacido para burro, para trabajar y que no podía aspirar a nada más. Me decían: ¿A dónde vas a ir, si ni tu mamá te puede tener? Tú no tienes dónde ir, lo único que te queda es trabajar aquí. En casa embolsábamos productos, yo era bueno para eso, y como era tan bueno y rápido; me dicen un día: Mira vamos a hacer una cosa, yo quiero que me trabajes 10 sacos de producto diarios; cuando termines puedes hacer lo que sea. Trabajaba sacos de maíz, de arroz, de lo que hubiese (1 saco eran 100 libras) diarios. El día que yo quería levantarme temprano y terminar temprano, estaba perfecto; como si quería dormir la mañana y comenzar en la tarde, el asunto es que tenía que hacer 10 quintales diarios. Al siguiente día de decirme eso, cabalmente me levanto seis de la mañana a las diez había terminado; pero a las diez me dijo mi tío: ¡Ay lo siento mucho, pero necesito otros diez! Ahí viví yo, así viví yo. Cuando yo me preparaba para ir a la escuela me decían: “No vayas, ¿para qué vas a ir? Eso es pérdida de tiempo, además aquí te necesitamos; recuerda que no tienes a dónde ir y que tu mamá no te puede tener. Yo lloraba y decía: “Un día voy a salir de aquí”, sin conocer al Señor. A los 17 años conozco a Jesucristo, fue y es, lo mejor que me ha pasado en mi santa vida; la fuerza que viene del cielo me cambió la mentalidad. Ahí yo comencé a soñar, a planificar; todos se reían de mí, pero no me importaba. Yo decía: todo lo puedo en Cristo que me da la fuerza. ¿Sacrificado? Claro que sí hermano, imagínese que entraba a la universidad seis de la mañana, salía de casa a las cinco y quince de la mañana. Terminaba las clases a las 8am y a las 8:30am ya estaba en mi trabajo (en el banco). A las seis de la tarde estaba en el colegio de teología hasta las nueve de la noche. De las nueve de la noche que terminaba llegaba a la casa diez y media, todos los días de mi vida. Como trabajaba en el banco me dijeron: bueno, ya que no trabajas con nosotros y estás trabajando en otro lado vas a tener que pagar el teléfono, vas a tener que pagar la luz; yo pago lo que sea. Ya estaba afuera, solo a dormir llegaba nada más.
Entonces hermano, ¿quieres salir? De que se puede se puede; pero tienes que tomar tu lecho y comenzar a caminar. Las personas prefieren la comodidad de una vida mediocre, que el desafío de una vida nueva.
Treinta y ocho años es una pérdida de vida amados. Dios está ahí contigo, Él no te deja, no te abandona, el Señor está ahí. Aprovecha esa bendición de Dios, el recurso más grande la bendita y eterna palabra de Dios. El recurso más grande, la presencia de Dios en tu vida que te dice: yo estoy contigo, te dice: yo te ayudo. Esa es la cosa más maravillosa. Este hombre el paralítico dice: “es que no tengo quien me ayude”. ¿Y qué te dice Dios? Yo te ayudo, yo te ayudo dice el Señor.
Si Jesús no se presenta ese día en el estanque de Betesda; este paralítico hubiera muerto en el estanque, esperando el día de la suerte.
Hace unos días me estaba tomando un café con Juan Carlos, había una pareja de 70 años, más o menos, al lado nuestro que habían comprado un papel de lotería. Cada uno tenía su papelito y su monedita, ellos estaban raspando, y raspa que raspa, para ver qué es lo que iba a ganar. Y yo le decía a Juan Carlos: ¡yo no quiero llegar así a viejo! Además, a esas alturas del partido, ¿para qué se van a ganar algo? No pueden ni comer, ni viajar. Pero hay personas que viven así toda su vida, esperando la suerte, esperando la suerte, esperando la suerte; y tienen a Jesús parados en frente de ellos.
Si Jesús no se hubiera presentado ese día, hubiera sido muy triste para este hombre; pero Jesús siempre toma la iniciativa.
Mis queridos y amados hermanos Dios está con nosotros, usted puede salir de la situación en la que está, en el nombre de Jesús usted puede. En el nombre de Dios usted puede, en el nombre del Señor, porque todo lo podemos en Cristo que nos da la fuerza ¡Amén!
Vamos a orar:
Padre querido te damos gracias por tu palabra. Señor al reflexionar en este hombre, con tantos años, esperando un día de suerte; nos hace pensar como tantas vidas se pierden. Porque es más fácil poner excusas, es más fácil culpar a otros, que tomar responsabilidad de nuestras acciones y, hacer los cambios necesarios para salir de ese estancamiento en el que estamos. Estancamiento de vida, sin movernos hacia ningún lado, sin producir nada, sin cambiar nada, sin lograr nada, sin metas, sin objetivos, sin un plan a seguir, sin un mapa a dónde ir. Igual que en esta historia te presentaste delante de este hombre, así como te has presentado delante de nosotros y nos has sacado del lugar donde estábamos, de ese pozo de desesperación; y pusiste nuestro pie sobre peña. Te alabamos, te bendecimos Señor. ¿Cómo no adorarte? ¿Cómo no exaltarte? ¿Cómo no honrarte con nuestra vida después de todo lo que tú has hecho por nosotros?
Mientras oramos, si usted nunca antes ha conocido a Cristo, nunca lo ha recibido como el Señor, El Salvador, de su vida; hoy es una buena oportunidad. Deje que Cristo entre a su corazón. Comience a vivir la vida que Dios quiere que usted viva. ¿Hay alguna persona que quiere entregarle su corazón a Jesús? Ahí donde está, yo le invito para que se ponga de pie o levante su mano, habrá un consejero que se va a acercar a usted y le va a ayudar. Para que usted haga la oración conocida como: oración del penitente. Dígale al Señor, ahí en su corazón, donde está: “Señor Jesús, en este día te pido perdón por mis pecados. Reconozco que te he ofendido. Te doy gracias por lo que hiciste en la cruz al poner tu cuerpo y derramar tu sangre preciosa por mí. En este día Señor, abro mi corazón y te recibo como mi Señor y Salvador personal. En el nombre de Jesús, Amén”. Si usted hizo esta oración queremos animarle a crecer en el conocimiento de Dios, de su Santa y Bendita palabra, Amén.
Amados míos, que la paz de Cristo les acompañe. ¡Qué Dios me los bendiga!
Estancados
Julio 09, 2023 – 1:30PM | Juan 5 | Dr. David Rodríguez
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TRANSCRIPCIÓN
Vamos a abrir la palabra del Señor, mis amados, en el evangelio de Juan capítulo cinco por favor. El evento que vamos a estudiar en esta tarde sucedió en un estanque; es por eso que le he llamado al sermón de esta tarde: “Estancados”.
Juan 5: 1-9 (RV-60): 1Después de estas cosas había una fiesta de los judíos, y subió Jesús a Jerusalén. 2Y hay en Jerusalén, cerca de la puerta de las ovejas, un estanque, llamado en hebreo Betesda, el cual tiene cinco pórticos. 3En éstos yacía una multitud de enfermos, ciegos, cojos y paralíticos, que esperaban el movimiento del agua. 4Porque un ángel descendía de tiempo en tiempo al estanque, y agitaba el agua; y el que primero descendía al estanque después del movimiento del agua, quedaba sano de cualquier enfermedad que tuviese. 5Y había allí un hombre que hacía treinta y ocho años que estaba enfermo. 6Cuando Jesús lo vio acostado, y supo que llevaba ya mucho tiempo así, le dijo: ¿Quieres ser sano? 7 Señor, le respondió el enfermo, no tengo quien me meta en el estanque cuando se agita el agua; y entre tanto que yo voy, otro desciende antes que yo. 8Jesús le dijo: Levántate, toma tu lecho, y anda. 9Y al instante aquel hombre fue sanado, y tomó su lecho, y anduvo. Y era día de reposo aquel día.
Los judíos hacían cantidad de fiestas, pero había tres fiestas principales que se celebraban en Jerusalén: la fiesta de la Pascua, la fiesta de Pentecostés y la fiesta de los Tabernáculos. Recordemos que siempre que se habla de Jerusalén, siempre es subir. En hebreo Betesda, significa casa de misericordia o casa de gracia. Bethel significa casa de Dios, Betsaida casa de la pesca, y así; siempre se usa el prefijo Bet (beth) para definir casa; por ejemplo: un hospital no se llama hospital, sino la casa de los enfermos. Una cárcel se llama: la casa de los presos; y así por el estilo. Algunos consideran que esos cinco pórticos eran porque la ciudad había construido por ampliarse, debido a la cantidad de personas que llegaban a Betesda, que era como un hospital. Se cree que esto era una superstición, hay versiones como la NVI (nueva versión internacional) que no contiene ese versículo. Porque bíblicamente hablando, no existen aguas curativas; los milagros solamente los hace Dios.
Estancados, quiero hablar en esta oportunidad de personas con una mentalidad débil, de personas que se han quedado Estancados en alguna situación o alguna circunstancia de su vida. Primeramente, el personaje no tiene nombre, no sabemos mucho acerca de este hombre; excepto que estaba enfermo, que era paralítico desde hacía 38 años.
El entorno, el ambiente, dice Juan 5:3 (RV-60): 3En éste yacía una multitud de enfermos, ciegos, cojos y paralíticos, que esperaban el movimiento del agua. El entorno era de enfermos, de alguna manera este versículo nos habla del grupo al que pertenecemos. Jesús le hace una pregunta a este hombre: ¿Quieres ser sano? Esta pregunta implica un par de cosas, y en realidad es: ¿Quieres ser sano? O, ¿quieres seguir en el estanque?
Hermanos, a mí se me hace que, 38 años estancados es una pérdida de muchas cosas. Es la pérdida de una vida. (Quiero tocar el tema con mucho cuidado, pero con tristeza también). Este era un hombre paralítico, pero me parece que la parálisis física que tenía este hombre era uno de sus problemas nada más; porque también había una parálisis mental, una parálisis del alma.
Yo he querido imaginarme esta escena, en todos sus aspectos, porque treinta y ocho años es demasiado tiempo, es para que usted sea el jefe del hospital, debería conocer a todo el que estaba en ese estanque. Desconocemos muchas cosas de este hombre, yo no sé si el hombre tenía familia, yo no sé si cada día el hombre pedía a sus hijos o le pedía a un vecino que lo llevara de su casa al estanque todos los días. El estanque es una especie de piscina, con agua estancada, y supongo que mal oliente; pero esa era su zona de confort, a eso estaba acostumbrado por treinta y ocho largos años.
La otra situación interesante de la narrativa bíblica que hemos leído es que: solamente Juan nos presenta esta escena, ni en Mateo, ni en Marcos, ni en Lucas lo encontramos. La palabra Betesda, de hecho, solamente le encontramos esta vez en las escrituras.
Y bueno, la pregunta de Jesús: ¿Quieres ser sano? ¿Sabe por qué la pregunta? Hay personas, hay gente que prefiere seguir en la condición en la que está. Vale muchísimo la pena que pensemos acerca de la situación en la que nos encontramos. Hay personas que prefieren la comodidad de una vida mediocre, que el desafío de una vida nueva, porque ya se acostumbraron. Yo no sé cómo se llamaba este hombre, era paralítico; pero una cosa sí le garantizo: desde que el hombre llegaba en la mañana a este lugar, todo el mundo lo saludaba; seguro tenía hasta su lugarcito reservado.
Yo quiero respetar el dolor de mucha gente, quiero respetar las experiencias difíciles de muchas personas, pero al mismo tiempo quiero decirles que nadie está condenado a vivir en una situación de mediocridad en su vida. Sean las circunstancias que sean, no todas las personas quieren salir de donde están; es más, existe la posibilidad que en algún momento de su vida disfruten sus circunstancias cuando viven así, porque se acostumbran. Hay personas que nunca van a cambiar su entorno; porque, insisto: prefieren la comodidad de una vida mediocre que el desafío de una vida nueva. Hay gente que no quiere cambiar, quieren vivir de la lástima.
Es muy probable que pasara por la mente de Jesús decir: mira, te hago la pregunta ¿si quieres? Porque ya pasaron 38 años. En este momento de la vida de Jesús, tal vez tendría 31 años; quiere decir que cuando Jesús nació, este hombre ya era miembro del estanque. Tenemos que tener en nuestra mente que los paralíticos vivían de la lástima de otros, eso es lo que hacían los paralíticos. De hecho, en algunos lugares sucede algo similar, la gente pone ahí un botecito con un rótulo, y eso es un problema verdaderamente de mentalidad.
Estaba leyendo un libro, donde el pastor dice que en su iglesia había un hombre que estaba en una silla de ruedas. El pastor acostumbraba que, al terminar el servicio, pedía a todas las personas que querían oración que vinieran; el pastor oraba por todos ellos. Pero este hombre de la silla de ruedas venía todas las veces que había servicio, para que el pastor orara por él. Entonces dice el pastor que un día se le acercó y le dijo: Oye “fulano” y, ¿tú en realidad quieres ser sanado? El hombre respondió: La verdad es que no, porque si Dios me sana entonces tengo que trabajar. Esa fue la respuesta que le dio el hombre. Dice el pastor que le dijo: Mira yo te quiero mucho, pero te quiero pedir que por favor ya no vuelvas más a esta oración. ¿Qué pasó? El hombre se acostumbró a una vida mediocre, y no al desafío de una vida nueva. Es más fácil vivir así, las personas pasan y me dan algo para comer. Mi familia tiene lástima de mí, mis hijos tienen lástima de mí, mis tíos tienen lástima de mí, mi mujer tiene lástima de mí; entonces es más fácil vivir de esa forma.
Le quiero comentar algo, no quiero que lo tomen por el camino equivocado. Usted debe recordarse que, por largos y largos años, nuestra iglesia acostumbraba a ir a la calle Hastings (donde estás las personas sin hogar, acá en Vancouver). Nosotros acostumbrábamos a llevar pan y chocolate, chamarras, comida, esto, lo otro; lo que se le ocurra a usted. Hasta que un día, una trabajadora social (amiga de alguien de la congregación, Carolina) nos dijo a nosotros: Yo estuve ahí, yo estuve entre esa gente, yo viví ahí con esa gente; y ¿sabe por qué la gente que vive ahí no quieren salir, ni dejar de hacer lo que hacen? Porque es más fácil dar lástima, alguien siempre va a darles de comer. Ellos tienen programas (los trabajadores sociales) para ayudar a las personas, para que vaya a vivir a otro lugar y trabajen; pero las personas no quieren. Es más fácil vivir de esa manera, vivir de las limosnas, porque cabalmente; si te sanas tienes que trabajar. Por eso a pregunta de Jesús es: ¿de verdad quieres cambiar tu vida?
Nadie puede cambiar, si no tiene el deseo de cambiar. Cuando una persona viene a consejería conmigo y me dice: Pastor yo quiero, yo necesito… Yo le digo: Ya ganó la mitad de la batalla. Pero aquí (en el texto de hoy) tenemos un hombre que ya se había acostumbrado.
Déjeme decirle algo y quiero que ponga atención: Ni Dios lo puede cambiar si usted no tiene la disposición de cambiar. Cuando digo que: Dios no puede, no es porque no tenga el poder, ¿ok? Es necesario que entienda a lo que me refiero; es que simple y sencillamente, Dios el poder de cambiarte, pero no te va a agarrar de las mechas para quitarte tus vicios, para quitarte tu mentalidad, para quitarte tu mala actitud, ¡de ninguna manera! Si usted no tiene la buena disposición, Dios te dice: ¡Ah bueno! Así como lo dice un padre. Esta es una manera bien cómoda, que nos exime de toda responsabilidad: ¡No, sí no soy yo! Es la iglesia es la que tiene que hacer esto.
Vivir de una superstición hermano, ¿qué tenía en la cabeza este hombre para esperar 38 largos años? Además, era cuestión de suerte, porque el ángel llegaba de vez en cuando, entonces ¡qué vida más sin significado esta! ¡Qué vida más sin propósito esta! ¡Qué manera tan simple y sencilla de vivir la vida! Vivía sin tener objetivos, sin querer cambiar su entorno, sino acostumbrado ya a ese ambiente tóxico. Acostumbrado a esa situación que lo mantiene atado, acostumbrado a vivir de esa forma: Estancados. Dependientes de la situación, aferrado, obstinado la situación.
En mi país, como en muchos países del mundo, hay zonas marginales. Yo trabajé en zona marginales por mucho tiempo con la iglesia. Si usted va a una zona marginal, se va a dar cuenta que esas personas ahí tienen cosas mucho mejores que las que tiene uno en su casa. Descubrimos que habían licenciados con buenos empleos, ¿por qué viven ahí? Pues para no pagar agua, no pagar energía eléctrica, porque se la roban de los postes; vivir de esa manera es fácil, uno se acostumbra rápido, trate de sacar a una persona que vive en la Hastings. Ayer pasaba con uno de mis hijos por ahí en la noche y le decía: Estas calles, a esta hora, dan miedo; la verdad. ¿Por qué esa gente está ahí, por qué esa gente vive en ese lugar, por qué se sienten atraídos a ese lugar? Y lo peor del caso es que, según ellos, están en el lugar correcto.
Fíjate la pregunta que le hace el Señor al paralítico: ¿Quieres ser sano? Mire usted la mentalidad de víctima de muchas personas; este hombre no contesta la pregunta, él solo da excusas. 6Cuando Jesús lo vio acostado, y supo que llevaba ya mucho tiempo así, le dijo: ¿Quieres ser sano? 7 Señor, le respondió el enfermo, no tengo quien me meta en el estanque cuando se agita el agua; y entre tanto que yo voy, otro desciende antes que yo. Otra persona le contestaría: ¿Y qué haces aquí por treinta y ocho años si no tienes quien te meta en el estanque? Esa es una mentalidad de víctima, o sea: “yo no tengo la culpa, ¿qué quiere que haga?” Entonces culpamos el entorno, diciendo: “no puedo, tengo muchos problemas, a mí nadie me ayuda, yo a nadie le importo”. Y así se encuentra usted personas que se quejan, pero no hacen nada para mejorar su condición.
¿Usted está contento con la situación en la que vive? ¿Está usted extremadamente feliz de la situación que vive? ¿Está completo, ha logrado usted sus objetivos de la vida? ¿Vive en un ambiente favorable? ¿Experimenta usted gran satisfacción en su diario vivir? Cuando alguien te quiere sacar de tu zona de confort y te comienza a decir: mira, deberías hacer algo, deberías de hacer aquí, deberías de estar allá; entonces viene la mentalidad de víctima. Viene la situación de decir: Ya ves que a mí nadie me ayuda. La otra cosa que a mí me han dicho algunas personas: ¡Es que usted no me comprende! Yo no estoy aquí para comprenderlo, estoy aquí para decirle la verdad, no para comprenderlo. Que lo comprenda a su mamá, su mujer, yo estoy aquí para decirle lo que tiene que cambiar.
La pregunta de Jesús es la misma: ¿Quiere cambiar o no? Hay personas que dicen: Sí, sí, quiero cambiar; pero no es cierto porque regresan cada día al estanque, sus amigos son los mismos. El marihuano se busca otros marihuanos, ¿sí o no? El borracho se busca a otros borrachos, el que fuma se busca a otros que fuman; se unen por afinidad, de manera que todos piensan igual. A esas personas con las que usted se reúne, no le interesa que tan hundido esté usted; porque mientras más hundido esté usted, mejor se ven ellos. El personaje, el entorno, la pregunta de Jesús, el hombre no contestó la pregunta sino por el contrario; se victimizó.
Ahora viene el asunto: “Verdaderamente quieres sanar? Entonces viene una palabra que este hombre no conocía: 8Jesús le dijo: Levántate, toma tu lecho, y anda. 9Y al instante aquel hombre fue sanado, y tomó su lecho, y anduvo. Y era día de reposo aquel día. Es decir, ¿cómo me voy a levantar? ¿Usted no ve que soy paralítico? Yo no puedo levantarme. El asunto es que: si quieres salir del hoyo en el que estás vas a hacer un esfuerzo; a la gente le da miedo un esfuerzo, a todo el mundo le es más fácil continuar viviendo de la manera como ha estado viviendo hasta ahora. No quieren hacer un esfuerzo. Si yo quiero resolver una situación en mi casa, yo tengo que hacer un esfuerzo. Si quiero dejar un vicio, yo tengo que hacer un esfuerzo. Si quiero sacar una carrera, yo tengo que hacer un esfuerzo. Si quiero sacar a mi familia del lugar donde está, tengo que hacer un esfuerzo. Hay mucha gente que lo ha hecho. Si quieres acción, toma tu lecho, camina. ¿Quieres cambiar tus circunstancias? Hay un precio que pagar por ese cambio; un cambio de vida implica cambio de mente, cambiar la manera de ver las cosas. Algo importante: No lo haga por otra persona, hágalo por usted, hágalo por usted mismo.
Yo sé que en esta tarde hay personas aquí, que han tenido experiencias terribles en su vida; y no quiero minimizar el dolor, ni la cicatriz emocional, que esa experiencia ha dejado en su corazón. Pero usted tiene dos opciones: O sigue llorando por eso, se sigue lamentando y quiere dar lástima a otros; o le da un cambio a su vida.
Yo me he preguntado: ¿por qué Jesús le tuvo que decir a este hombre toma tu lecho y anda? Porque si te vas a levantar y vas a comenzar a caminar, no vuelvas atrás hombre, no vuelvas atrás. Para tomar el lecho caminar e irse, hay que tener ganas, hay que tener el deseo. Yo sé que, en esta tarde, aquí hay una gran cantidad de personas que salieron de ese lugar de donde estaban; salieron en el nombre de Dios.
Quiero decirte que: Dios siempre toma la iniciativa, siempre. No es usted el que buscó a Dios, es Dios quien lo buscó a usted. Déjeme decirte que: Dios va a hacer lo que sea, con tal de que usted escuche el evangelio, lo que sea. Hay personas que jamás soñaron estar en Canadá, ¿y usted cree que Dios lo trajo a Canadá porque es un país de primer mundo? ¿Porque es el país de las oportunidades? Esa es la manera como usted lo mira; Dios dice: No, yo te saqué de tu rancho porque en tu rancho, jamás hubieras visitado un lugar donde se predica mi evangelio. Tuve que sacarte de ese lugar, para que vengas a este lugar para que te prediquen mi palabra y conozcas de Jesús. Dios va a mover lo que sea para que le conozcas; es más, Dios te puede meter a un hospital para que el otro cuate que está con la pata quebrada te diga: ¿Y usted ya recibió a Cristo? Dios te puede llevar a una cárcel, porque cuando estás libre estás muy ocupado, y preso no tienes nada que hacer a ningún lado. Entonces no te quedó otra alternativa que escuchar el evangelio. No fue el paralítico quién fue a buscar a Jesús, fue Jesús quién llegó al estanque donde estaba este hombre, Estancado, por treinta y ocho años.
Déjeme decirle algo: el estanque no hizo nada por este hombre que le fue fiel 38 años. Los amigos del estanque no hicieron nada por este hombre y estuvo con ellos por 38 años, una vida perdida. Jesús llega, lo confronta y le dice: ¿verdaderamente quiere salir de aquí o quieres seguir dónde estás? Porque si prefieres continuar con tu comodidad de vida desastrosa, eso es fácil; pero el desafío de una vida nueva no lo es. Si lo quieres; vas a tener que levantarte, vas a tener que levantar ese lecho y comenzar a caminar con esfuerzo. Cuando una persona vuelve los ojos al cielo y le pide a Dios una idea, cuando una persona vuelve los ojos al cielo y dice: Señor ayúdame por favor, necesito salir de aquí; que no te quepa la menor duda que, Dios te va a abrir la puerta. Pero el problema de mucha gente es, que esa puerta que Dios les abrió la volvieron a cerrar porque se acomodaron a esa situación, es más fácil, no quieren crearse un problema más grande del que ya tienen.
Cuando yo conocí a Cristo mi vida completa cambió, y perdóneme que estos dos minutos le hable de mí, pero; yo no me canso de darle gracias a mi Señor, no me canso. En sentido figurado, a mí Dios me sacó de la cárcel; yo tenía mi mente dañada. O sea, a mí me hicieron creer que yo había nacido para burro, para trabajar y que no podía aspirar a nada más. Me decían: ¿A dónde vas a ir, si ni tu mamá te puede tener? Tú no tienes dónde ir, lo único que te queda es trabajar aquí. En casa embolsábamos productos, yo era bueno para eso, y como era tan bueno y rápido; me dicen un día: Mira vamos a hacer una cosa, yo quiero que me trabajes 10 sacos de producto diarios; cuando termines puedes hacer lo que sea. Trabajaba sacos de maíz, de arroz, de lo que hubiese (1 saco eran 100 libras) diarios. El día que yo quería levantarme temprano y terminar temprano, estaba perfecto; como si quería dormir la mañana y comenzar en la tarde, el asunto es que tenía que hacer 10 quintales diarios. Al siguiente día de decirme eso, cabalmente me levanto seis de la mañana a las diez había terminado; pero a las diez me dijo mi tío: ¡Ay lo siento mucho, pero necesito otros diez! Ahí viví yo, así viví yo. Cuando yo me preparaba para ir a la escuela me decían: “No vayas, ¿para qué vas a ir? Eso es pérdida de tiempo, además aquí te necesitamos; recuerda que no tienes a dónde ir y que tu mamá no te puede tener. Yo lloraba y decía: “Un día voy a salir de aquí”, sin conocer al Señor. A los 17 años conozco a Jesucristo, fue y es, lo mejor que me ha pasado en mi santa vida; la fuerza que viene del cielo me cambió la mentalidad. Ahí yo comencé a soñar, a planificar; todos se reían de mí, pero no me importaba. Yo decía: todo lo puedo en Cristo que me da la fuerza. ¿Sacrificado? Claro que sí hermano, imagínese que entraba a la universidad seis de la mañana, salía de casa a las cinco y quince de la mañana. Terminaba las clases a las 8am y a las 8:30am ya estaba en mi trabajo (en el banco). A las seis de la tarde estaba en el colegio de teología hasta las nueve de la noche. De las nueve de la noche que terminaba llegaba a la casa diez y media, todos los días de mi vida. Como trabajaba en el banco me dijeron: bueno, ya que no trabajas con nosotros y estás trabajando en otro lado vas a tener que pagar el teléfono, vas a tener que pagar la luz; yo pago lo que sea. Ya estaba afuera, solo a dormir llegaba nada más.
Entonces hermano, ¿quieres salir? De que se puede se puede; pero tienes que tomar tu lecho y comenzar a caminar. Las personas prefieren la comodidad de una vida mediocre, que el desafío de una vida nueva.
Treinta y ocho años es una pérdida de vida amados. Dios está ahí contigo, Él no te deja, no te abandona, el Señor está ahí. Aprovecha esa bendición de Dios, el recurso más grande la bendita y eterna palabra de Dios. El recurso más grande, la presencia de Dios en tu vida que te dice: yo estoy contigo, te dice: yo te ayudo. Esa es la cosa más maravillosa. Este hombre el paralítico dice: “es que no tengo quien me ayude”. ¿Y qué te dice Dios? Yo te ayudo, yo te ayudo dice el Señor.
Si Jesús no se presenta ese día en el estanque de Betesda; este paralítico hubiera muerto en el estanque, esperando el día de la suerte.
Hace unos días me estaba tomando un café con Juan Carlos, había una pareja de 70 años, más o menos, al lado nuestro que habían comprado un papel de lotería. Cada uno tenía su papelito y su monedita, ellos estaban raspando, y raspa que raspa, para ver qué es lo que iba a ganar. Y yo le decía a Juan Carlos: ¡yo no quiero llegar así a viejo! Además, a esas alturas del partido, ¿para qué se van a ganar algo? No pueden ni comer, ni viajar. Pero hay personas que viven así toda su vida, esperando la suerte, esperando la suerte, esperando la suerte; y tienen a Jesús parados en frente de ellos.
Si Jesús no se hubiera presentado ese día, hubiera sido muy triste para este hombre; pero Jesús siempre toma la iniciativa.
Mis queridos y amados hermanos Dios está con nosotros, usted puede salir de la situación en la que está, en el nombre de Jesús usted puede. En el nombre de Dios usted puede, en el nombre del Señor, porque todo lo podemos en Cristo que nos da la fuerza ¡Amén!
Vamos a orar:
Padre querido te damos gracias por tu palabra. Señor al reflexionar en este hombre, con tantos años, esperando un día de suerte; nos hace pensar como tantas vidas se pierden. Porque es más fácil poner excusas, es más fácil culpar a otros, que tomar responsabilidad de nuestras acciones y, hacer los cambios necesarios para salir de ese estancamiento en el que estamos. Estancamiento de vida, sin movernos hacia ningún lado, sin producir nada, sin cambiar nada, sin lograr nada, sin metas, sin objetivos, sin un plan a seguir, sin un mapa a dónde ir. Igual que en esta historia te presentaste delante de este hombre, así como te has presentado delante de nosotros y nos has sacado del lugar donde estábamos, de ese pozo de desesperación; y pusiste nuestro pie sobre peña. Te alabamos, te bendecimos Señor. ¿Cómo no adorarte? ¿Cómo no exaltarte? ¿Cómo no honrarte con nuestra vida después de todo lo que tú has hecho por nosotros?
Mientras oramos, si usted nunca antes ha conocido a Cristo, nunca lo ha recibido como el Señor, El Salvador, de su vida; hoy es una buena oportunidad. Deje que Cristo entre a su corazón. Comience a vivir la vida que Dios quiere que usted viva. ¿Hay alguna persona que quiere entregarle su corazón a Jesús? Ahí donde está, yo le invito para que se ponga de pie o levante su mano, habrá un consejero que se va a acercar a usted y le va a ayudar. Para que usted haga la oración conocida como: oración del penitente. Dígale al Señor, ahí en su corazón, donde está: “Señor Jesús, en este día te pido perdón por mis pecados. Reconozco que te he ofendido. Te doy gracias por lo que hiciste en la cruz al poner tu cuerpo y derramar tu sangre preciosa por mí. En este día Señor, abro mi corazón y te recibo como mi Señor y Salvador personal. En el nombre de Jesús, Amén”. Si usted hizo esta oración queremos animarle a crecer en el conocimiento de Dios, de su Santa y Bendita palabra, Amén.
Amados míos, que la paz de Cristo les acompañe. ¡Qué Dios me los bendiga!