Cuarenta días de transformación
junio 4, 2023 – 1:30pm | Éxodo 34:27- 35 | Dr. David Rodríguez
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TRANSCRIPCIÓN
Hace unos días tocamos el tema: “Cuarenta días”, en esa ocasión hablamos acerca de los cuarenta
días que hubo entre la resurrección del Señor Jesucristo y la ascensión, las cosas importantes que
pasaron en esos cuarenta días.
En esta oportunidad, me gustaría hablar acerca de un tema similar que le he titulado: “Cuarenta días
de transformación”. Vamos a abrir la palabra del Señor, en el libro de Éxodo.
Éxodo 34:27-35 (RV-60): 27Y Jehová dijo a Moisés: Escribe tú estas palabras; porque conforme a
estas palabras he hecho pacto contigo y con Israel. 28Y él estuvo allí con Jehová cuarenta días y
cuarenta noches; no comió pan, ni bebió agua; y escribió en tablas las palabras del pacto, los diez
mandamientos. 29Y aconteció que descendiendo Moisés del monte Sinaí con las dos tablas del
testimonio en su mano, al descender del monte, no sabía Moisés que la piel de su rostro
resplandecía, después que hubo hablado con Dios. 30Y Aarón y todos los hijos de Israel miraron a
Moisés, y he aquí la piel de su rostro era resplandeciente; y tuvieron miedo de acercarse a él.
31Entonces Moisés los llamó; y Aarón y todos los príncipes de la congregación volvieron a él, y
Moisés les habló. 32Después se acercaron todos los hijos de Israel, a los cuales mandó todo lo que
Jehová le había dicho en el monte Sinaí. 33Y cuando acabó Moisés de hablar con ellos, puso un velo
sobre su rostro. 34Cuando venía Moisés delante de Jehová para hablar con él, se quitaba el velo
hasta que salía; y saliendo, decía a los hijos de Israel lo que le era mandado. 35Y al mirar los hijos de
Israel el rostro de Moisés, veían que la piel de su rostro era resplandeciente; y volvía Moisés a poner
el velo sobre su rostro, hasta que entraba a hablar con Dios.
¡Que Dios bendiga la lectura de esta palabra!
Se ha dicho que el número seis representa el número de hombres, el número siete representa
perfección. El número cuarenta, muchos estudiosos consideran que representa pruebas, aflicciones,
tribulación o un tiempo de transición. El número cuarenta parece 148 veces en la Biblia, en la
versión 1960. Dios le dijo a Noé que haría llover cuarenta días y cuarenta noches; pasados los
cuarenta días Noé abrió la ventana del arca. El pueblo de Israel vagó por el desierto cuarenta años.
El pueblo de Israel comió maná por cuarenta años. Isaac era de cuarenta años cuando tomó por
mujer a Rebeca. Esaú era de cuarenta años cuando tomó por mujer a Judith. El rey Saúl reinó sobre
Israel cuarenta años. David reinó cuántos años, igual que Salomón. Ezequiel, dice la escritura que,
estuvo acostado sobre su lado derecho por cuarenta días, como un símbolo de la transgresión de
Judá. Jesús ayunó por cuarenta días y cuarenta noches, Jesús estuvo en el desierto cuarenta días y
cuarenta noches. Después de su resurrección Jesús se apareció a mucha gente por cuarenta días. La
Biblia dice que Pablo recibió cuarenta azotes, menos uno.
Quiero hablar de Cuarenta días de transformación.
1. Cuarenta días delante de Dios.
Moisés subió al Monte Sinaí alrededor de ocho veces, en dos oportunidades estuvo delante de
Jehová. Cuarenta días y cuarenta noches. Como hemos leído, y cuando Moisés descendía del monte
su rostro resplandecía. ¿Qué será estar en la presencia del Señor por cuarenta días y cuarenta
noches? ¿Cuánto aguanta usted ante la presencia de Dios? Consideremos el hecho de que Él es un
Dios Santo y nosotros pecadores, consideremos el hecho del acceso, pensemos en el hecho de que
nadie podía acercarse a Dios y vivir; pero lo que sí sabemos es que esos días fueron transformadores
para la vida de Moisés.
Cuarenta días y cuarenta noches sin celular ante la presencia de Dios. Hemos llegado a no poder
vivir sin un celular. ¿Cuántos de ustedes han salido de su casa y se les ha olvidado el celular y han
regresado? Porque se puede vivir sin la mujer, se puede vivir sin el marido, pero no se puede vivir
sin el celular. Un aparato cada vez más inteligente y nosotros cada vez más pasmados (bruto). Yo
antes me sabía los números de teléfono de mis hijos, hoy no; la respuesta es bien sencilla: porque tu
cerebro ya lo sabe, tu cerebro te dice: para que te lo vas a aprender si ahí está (en el teléfono).
Cuando alguien le pregunta a usted: ¿Cuál es el número de su hijo? Va a buscar usted el celular para
buscar dónde está el número.
¿Te puedes imaginar cuarenta días y cuarenta noches ante la presencia de Dios? ¡Qué experiencia
más transformadora! Sin lugar a dudas que, cuando Moisés bajó del monte era otra persona y esto
me llama mucho la atención. ¿Cuánto aguantamos nosotros, iglesia, de estar en la presencia de
Dios? Imagínese que hay personas ahora que están tan ocupadas que el día lunes oran por la
comida de toda la semana. ¿Cuánto tiempo podemos cerrar nuestros ojos y hablar con Dios?
¿Cuánto tiempo puede usted adorar?
Moisés prácticamente escuchó, pero hubo ciertas situaciones donde Moisés habló con Dios
también. Ahí tenemos cuarenta días que sin lugar a duda fueron transformadores para Moisés.
Moisés subió al monte y estuvo cuarenta días con el Señor. Su rostro resplandeció porque, claro, no
es posible ser el mismo después de tener un encuentro con Dios.
La semana pasada hablábamos acerca de este tema y decíamos que la palabra que más se parece al
nuevo nacimiento es la palabra: “cambios”, en su vida. Si nosotros seguimos siendo la misma
persona de antes de conocer a Dios, entonces no conocemos a Dios. Esos cambios y esa
transformación, la Biblia lo presenta prácticamente con un solo nombre que se llama: santificación.
Es decir, no es posible conocer a Dios y ser el mismo. Y como un milagro del cielo, usted conoce al
Señor y Dios comienza a obrar en su corazón y en su vida. Dios pone su Santo Espíritu en nosotros, y
el Santo Espíritu comienza a obrar y hacer transformaciones, y nos cambia la mente, nos cambia los
malos hábitos. Cambiamos la mentira por la verdad. (Ese hombre acostumbrado a mentirle a su
mujer, después de que conoce a Dios toma la decisión y dice, ya no más). Comenzamos a cambiar
una serie de situaciones.
2. Cuarenta días de espera.
Hay otra situación, mientras Moisés estaba arriba en el monte hablando con Dios, abajo estaba el
pueblo esperando. ¿Qué pasó?
Éxodo 32: 1 (RV-60): 1Viendo el pueblo que Moisés tardaba en descender del monte, se acercaron a
Aarón y le dijeron: Levántate, haznos dioses que vayan delante de nosotros; porque a este Moisés,
el varón que nos sacó de la tierra de Egipto, no sabemos qué le haya acontecido.
Israel no supo esperar, ¿cuántos días?, cuarenta, que son los días que Moisés estuvo en el monte
Sinaí. Y esto me recuerda a personas que tuvieron una petición en su vida y no supieron esperar
esos cuarenta días.
Todos tenemos peticiones en el corazón, todos le pedimos algo a Dios. De hecho, hay gente que se
ha apartado de los caminos del Evangelio hoy en día porque le pidieron algo a Dios y dicen: Dios no
me contestó. Cada vez hay más personas que dicen lo mismo. Dios no existe, Dios aquí, Dios allá;
porque la verdad yo le pedí a Dios y a mi Dios no me hizo caso. Le pedí a Dios y a mí Dios no me
contestó. El pueblo no supo esperar cuarenta días. Fíjate que Moisés traía las tablas de la ley.
Cuarenta días para recibir bendición. Cuarenta días para recibir de la presencia de Dios. Cuarenta
días para que resplandeciera también el rostro de la nación. Cuarenta días, y no supieron esperar
cuarenta días.
Fíjate que Moisés estaba feliz de la vida porque en la presencia de Dios hay gozo, hay plenitud de
gozo y Moisés estaba feliz delante de Dios hasta que Dios le dijo: Oye Moisés, es tiempo ya que
bajes. No Señor, si yo quiero estar aquí contigo. Yo entiendo que quieres estar conmigo, pero el
pueblo, y sabe cómo le dijo: tu pueblo, ya se pervirtió ahí abajo. ¿Y cuánto tiempo tomó para
pervertirse? Cuarenta días, cuarenta días y el pueblo se corrompió por no esperar.
Hermano, si usted tiene una petición para el Señor espérese hombre, tenga paciencia. Acuérdese
que Dios no le va a contestar a usted las cosas como usted quiere. Él es Dios, y tiene su tiempo. Me
encanta ese chiste que la gente hace por ahí que dice: Para Dios un día es como mil años. Así es que
si Dios le dice a usted: te contesto en un día, pues espere hombre; Dios es soberano, pero espérese,
tenga paciencia. ¿Cuál es el deseo de corromperse? ¿Cuál es el deseo de salirse de los caminos de
Dios? ¿Cuál es el deseo? Espérese, tenga paciencia. El salmista dijo: pacientemente esperé a Jehová
y se inclinó a mí. Si las cosas no salen como usted quiere en este instante, tenga paciencia. Este
pueblo no supo esperar.
3. Cuarenta días de prueba. (Hablando acerca de Goliat).
1 Samuel 17:16 (RV-60): 16Venía, pues, aquel filisteo por la mañana y por la tarde, y así lo hizo
durante cuarenta días.
1 Samuel 17: 10 (RV-60): 10Y añadió el filisteo: Hoy yo he desafiado al campamento de Israel;
dadme un hombre que pelee conmigo. 11Oyendo Saúl y todo Israel estas palabras del filisteo, se
turbaron y tuvieron gran miedo.
¿Si el rey tiene miedo cómo no va a estar el pueblo? Dios se había apartado de Saúl y déjame decirte
una cosa: Es imposible ganar una batalla si Dios se ha apartado de usted o, usted se ha apartado de
Dios. ¡Imposible! Cuarenta días en la mañana y en la tarde. Cuarenta días de miedo. Cuarenta días
de humillación. Cuarenta días de prueba. Cuarenta días de incertidumbre. Cuarenta días de
impotencia. Esto debe haber sido una cosa vergonzosa, una impotencia terrible, porque tener un
gran gigantón de tres metros que está amenazando con acabar con todo Israel; y el principal, que es
el que tenía que dar la cara por el pueblo, era el rey y tuvo miedo.
Pero en esa oportunidad apareció David. Porque Dios siempre nos da la salida, pero fue necesario
que pasaran cuarenta días. Tenga paciencia hermano, tenga paciencia. Dice por ahí un dicho: No hay
mal que dure cien años, ni cuerpo que lo resista. ¿No es cierto? ¡Espérese hombre! ¿Le quitaron el
trabajo y no encuentra trabajo? Espérese, tenga paciencia. Hasta que apareció David que fue la
salida del pueblo de Israel.
Si usted tiene ahora hoy en día un problema más grande que su fe, una enfermedad grave, un
matrimonio quebrantado, una situación migratoria, un problema con el trabajo, un hijo en malos
caminos, una deuda que usted no puede saldar; ¡Cuarenta días, espérese! No tome decisiones
abrumadoras, tenga paciencia. Si no sabe qué hacer, no haga nada. Si hay confusión, espérese. Las
ovejas cuando se les lleva a tomar agua, si las aguas están turbias no toman, esperan que se calmen
las aguas para poder tomar agüita, espérese.
Teníamos un amigo acá, hace años, que aplicó para refugio; pero él estaba casado. Tremendo
servidor, estuvo colaborando mucho tiempo. Bueno, el hermano aplicó para el refugio, pero su
esposa comenzó a fastidiarle la vida. ¡Quiero que te vengas! Y si no vienes… y comenzaron las
amenazas. Y me dice: No sé qué hacer. Le digo: Mire, yo no te voy a decir qué hacer porque es una
situación de matrimonio. Lo único es que, si ya esperaste la mayor cantidad de tiempo, porque no
esperar lo que hace falta. Dile a tu esposa que tenga paciencia, pues eso es lo que ella no conoce, la
paciencia. Así es que, mientras tanto servía y servía, un día me dice: Pastor me voy. Y le digo: Bueno,
¿no hay nada que podamos hacer? Me dice: Yo me quiero quedar, pero mi esposa me tiene ya
desesperado. Y el hermano salió de aquí de Vancouver y cuando llegó a Los Ángeles, ese mismo día
llegó el documento que había sido aceptado; el mismo día. ¡Cuarenta días hombre! ¡Tenga
paciencia! De Los Ángeles hablamos y le dije: Tengo en mi mano el documento y usted sabe que, si
usted había aplicado acá como refugiado, pero usted sale del país es complicado. Y todavía me dijo:
Sabes qué, yo voy a buscar la manera de ver si me regreso. Yo me puedo meter por ahí, por la
frontera, por donde pasan todos escondidos. Y le digo: Eso es tu negocio, no el mío. Yo lo que te
quiero contar es que aquí tengo el papel en mi mano. Al ratito me habló y me dijo: No, ya no me
regreso. ¿Y qué pasó? Dice mi mujer que me mata si me regreso. ¡Cuarenta días hombre! ¡Espérese!
Hace unos días, una semanita más o menos, lastimosamente, un joven vino de México que tenía
una amiga allá en Toronto qué le dijo: aquí hay trabajo, aquí hay esto, aquí hay lo otro, ven para acá.
El hombre hizo todos los arreglos allá en México y vino para Toronto. Estando en Toronto ni le
contestó el teléfono la amiga, y él muchacho se desesperó, se desesperó. Habló con una persona
que ya había estado aquí con nosotros en Vancouver que le dijo: vete a Vancouver, ahí en Vancouver
abunda el trabajo. Él le dijo: pero yo no tengo papeles. Y el amigo le dice: no importa, si a mí me
buscan los que andan buscando trabajo. Yo digo con quién me voy y con quién no me voy. Al llegar
acá, Estuvo aquí en la iglesia, conversó con Edmir. Yo hablé por teléfono con él y percibí que él era
creyente. Cuando llegó aquí y se le dijo: Mira, la situación es de esta, de esta y de esta manera. Se
asustó y dijo: yo me regreso hoy mismo. Imagínate, había llegado el día anterior. Yo hablé por
teléfono con él, pero como era creyente entonces yo le dije: papá mira, es viernes, por qué no te
quedas para la casa de oración. Te vamos a ayudar, a buscar un lugar donde pasar la noche de hoy. Si
Dios te trajo aquí algún propósito tendrá. Pero se desesperó, ni se quedó a la casa de oración. Ese
mismo día se fue para el aeropuerto y salió el mismo día. ¡Cuarenta días! Si se va a ir que no sea
como un acto de desesperación, sino con paz en el corazón. Si usted lo intentó, déjeme decirle algo:
lo felicito. Si usted me dice: Mire yo allá vendí mis tres vacas que tenía, dos chivas, y una linda
suegra y me vine para acá; pero lastimosamente pastor no la hizo. ¿Sabe qué? yo lo felicito, porque
lo intentó hombre. En lugar de haberse quedado allá en su país, pensando toda la vida qué hubiera
pasado si se hubiera ido, qué hubiera pasado si hubiera venido acá. Y si usted es creyente o usted
conoce a Dios, pues ponga su fe a trabajar en el nombre del Señor. Dos cosas en las que tiene que
pedir. Ponga su fe a trabajar por un lado y en segundo lugar pídale a Dios que le ayude a aceptar su
voluntad. Un chamaco me dijo: “Yo vine acá a dos cosas: a estudiar y a conseguir novia”. ¿Y cómo te
ha ido? En los estudios bien, me dijo. Y en conseguir novia no me ha ido nada bien. (No había
podido encontrar quien lo trajera para acá y usted sabe cómo está la cosa).
¡Cuarenta días! Fíjese que el pueblo de Israel fue humillado cuarenta días, mañana y tarde, pero a
los cuarenta días apareció la salida, apareció David. Y David fue y peleó contra ese grandulón. Y le
dijo: Bueno, ¿vos qué es lo que te has creído? Vienes a mí con lanza, con espada, más yo vengo aquí
en el nombre del Dios de Israel, el Dios de los ejércitos. Y el resto de la historia usted la conoce.
¡Cuarenta días!
Hay una historia que usted debe de acordarse de ella porque le hemos mencionado y estamos
estudiando al profeta Elías los días miércoles.
1 Reyes 19:4 (RV-60): 4Y él (Elías) se fue por el desierto un día de camino, vino se sentó debajo de un
enebro; deseando morirse, dijo: Basta ya, oh Jehová, quítame la vida, pues no soy mejor que mis
padres. 5Y echándose debajo del enebro, se quedó dormido; y he aquí luego un ángel le tocó, y le
dijo: Levántate, come. 6Entonces él miró, y he aquí a su cabecera una torta cocida sobre las ascuas,
y una vasija de agua; y comió y bebió, y volvió a dormirse. 7Y volviendo el ángel de Jehová la
segunda vez, lo tocó, diciendo: Levántate y come, porque largo camino te resta. 8Se levantó, pues, y
comió y bebió; y fortalecido con aquella comida caminó cuarenta días y cuarenta noches hasta
Horeb, el Monte de Dios. Este pasaje nos habla de la depresión de Elías.
La depresión y el desánimo son situaciones que se presentan en la vida de muchas personas, no es
malo sentirse deprimido. No quiero hablar mucho de esto porque yo no soy médico, pero hay
situaciones que ameritan visitar a un psiquiatra. Hay situaciones que son un poquito crónicas o más
complicadas; hay desbalances químicos en el cerebro que pueden pues llevar a una persona a
desconectarse con la realidad. Cuando esto sucede, la situación es complicada y la recomendación
es que busque usted ayuda profesional. Pero, ¿cuántas veces nos hemos sentido desanimados,
como el caso de Elías? Bien dice la escritura que Elías era un hombre igual que nosotros. ¿Cuántas
veces usted se ha sentido que ha estado luchando y batallando o cansado tal vez de la misma
historia? Él llegó a un punto que dijo: ya no quiero vivir, es bien complicada esa situación. Está
cansado, desanimado, deprimido, agotado, quizá por los problemas financieros que no puede
resolver, por crisis que lucen como que no tienen solución, por un conflicto en la familia, por un
problema eterno en su matrimonio, por situaciones con los hijos, por tragedia repentina, la pérdida
de un ser muy cercano o una noticia tal vez de su médico. De repente se da cuenta que esa vida
pacífica se llena de aflicción, de ansiedad.
Este tipo de situaciones, yo me atrevería a decir que quizás los últimos diez años, se da más en la
juventud. De ahí la importancia que nuestros jóvenes estén metidos en el evangelio, que es la única
esperanza en realidad. Poner a Dios en ese corazón. Poner a Dios en esa mente. Llenar la mente, el
corazón, de Palabra Bendita, de esperanza en el Señor. Estamos viviendo tiempos donde los jóvenes
que no se sienten aceptados en un determinado grupo de personas, se deprimen. Usualmente aquel
tipo de joven confundido con su identidad, jovencitos que se creen jovencitas y jovencitas que se
creen jovencitos, llegan a un momento de depresión; y cuando esa depresión pega en el alma, pega
en el corazón, el pensamiento que tienen es de quitarse la vida. Y repito, los últimos diez años
hemos atravesado por situaciones complicadas acerca de esto. La Biblia es la única verdad; eso es lo
que la Biblia dice, es lo que Dios dice; y cuando aceptamos por fe lo que la palabra del Señor dice,
no hay ninguna confusión. No hay ninguna confusión. La verdad de Dios. Pero si ustedes ese tipo de
persona con una mente débil, que cualquier cosa ya lo deprime, cualquier cosa lo hace sentir mal,
cualquier cosa usted se ofende, cualquier cosa usted es una víctima, cualquier situación está
culpando a otra gente, cualquier cosa que pase en su vida. La culpa es de sus trabajadores, la culpa
es de su jefe, la culpa es de su esposa, la culpa es de su esposo, la culpa es de sus hijos, la culpa es
de su tía, la culpa es de su abuela, total; todo el mundo tiene la culpa menos usted. Usted es una
víctima de la sociedad y eso le hace sentir que no quiere salir de la casa, pierde el apetito, no se
quiere bañar.
Cuarenta días para llegar al monte de Dios. Métase en la cabeza y en el corazón que Dios lo ama,
que tiene una iglesia amorosa en la que usted sí cuenta, que lo apreciamos mucho, que mientras
más feo más lo queremos, que mientras más gordito más hay que abrazar. En el nombre del Señor,
cuarenta días, espere. ¡Hombre espérese! ¡Tenga paciencia! En esos momentos que se le mete una
estupidez en la cabeza busque ayuda, llame a un hermano, dígale: hermano, ¿puedes orar conmigo,
por favor? Usted conoce al Señor, no espere que esta situación se convierta en algo crónico, busque
ayuda, pida oración, busque estar con la juventud, busque venir a la casa del Señor, aunque no
tenga ganas. Hay cosas que tenemos que hacer, aunque no quiera hacerlas. Muchas veces es
complicado. ¡Cuarenta días!
4. Cuarenta días para arrepentirse.
Jonás 3:4 (RV-60): Y comenzó Jonás a entrar por la ciudad, camino de un día, y predicaba diciendo:
De aquí a cuarenta días Nínive será destruida.
Quiero hablar a aquellas personas que son simpatizantes del evangelio pero que no quieren hacer
compromiso con Jesús. ¿Cuántas veces ha escuchado el evangelio? ¿Cuántas veces le han hablado
de Dios? ¿Cuántas veces? Yo les he contado que había un muchacho que venía con una señora
cubana acá. La señora cubana recibió a Cristo y ellos vivían juntos. Venían todos los domingos y cada
domingo, después del servicio, se me acercaba y me decía: muy bonito el discursito; cada domingo,
hacía fila y me saludaba y decía: muy bueno el discurso. Pero nunca quiso recibir a Cristo. Usted
puede ser simpatizante del evangelio, le gusta y, ¿a quién no le va a gustar si la Biblia dice que la
Palabra de Dios es miel al paladar? Pero no se quieren comprometer todavía. Porque usted sabe lo
que el compromiso significa, y usted no quiere dejar de hacer las cosas que está acostumbrado a
hacer.
Una vez un hombre me dijo acá en la iglesia que, él no recibía a Cristo porque él tenía su esposa allá
en su país y tenía a otra mujer aquí. Y le dije: va a tener que dejar a una. Ese es el problema, me dijo,
que no quiero dejar ni aquella ni a esta. Aquella para cuando voy y esta para cuando estoy aquí.
Pero yo sé, que si recibo al Señor tengo que dejar a una. Le digo: no hay problema, con las dos se va
a ir al infierno entonces.
Y es que no se va a ir al infierno por porque tiene dos mujeres, se va el infierno porque no tiene a
Cristo en el corazón; y cuando tenga Cristo en el corazón va a decidir por una. Se es simpatizante o
se es creyente. Si usted en su trabajo no les dice a sus compañeros que usted es creyente, es porque
usted todavía no está convencido de su fe; o porque esconde algo que no quiere que sus
compañeros se den cuenta. Oye, ¿me han dicho que está yendo a la iglesia? Ah, no. No, hombre. De
vez en cuando caigo por ahí. Usted no tiene compromiso.
Estaba contando un hermano que estaba en un lugar, y la gente venía se había subido a un a un
elevador y venían con bolsas llenas de botellas de licor. Las personas que estaban en el elevador
venían con bolsas llenas de licor, y entre ellos venían conversando sobre sus compras. Entonces,
como él venía en el elevador le preguntaron a él y le dijeron: ¿Y tú qué compraste? y dijo él: por la
Gracia de Dios yo no tomo. ¡Qué lindo eso! ¡Qué bonito dar un testimonio así! ¡Qué bonito dar
testimonio del Evangelio! ¡Qué bonito que la gente sepa que somos hijos de Dios!
Fíjate que yo no soy tan cuadrado en ese tipo de situaciones, pero hace poco estuvimos en una
reunión con una empresa y claro verdad sirvieron cantidad de bebidas y estábamos sentados con el
cónsul, el vicecónsul y en la mesa que nos tocó sirvieron también bebidas. Y el cónsul me dice:
¿Pastor nos vamos a echar uno? Y le digo: No hermano, pero dele viaje usted hombre. Me dice: No
se molesta. Le digo: Para nada hombre. Pero, ¿por qué? Es que usted no puede hacer eso delante de
gente inconversa y decir que usted es cristiano, y decir que usted es creyente. Usted no puede decir
una tremenda mala palabra en inglés y después cantar un corito. Usted no le puede decir a un
empleado malas palabras, y después decirle te invito al culto el domingo. ¿Sabe qué va a decir? Este
señor no es cristiano, porque un cristiano no habla así.
Cuarenta días tuvo Nínive para arrepentirse. Y hay personas que han tenido más que eso. Hay
personas que les ha hablado su abuela, les ha hablado su tía, les ha hablado un hermano, les ha
hablado un compañero, les ha hablado un vecino del Evangelio de Jesucristo; y ya han pasado más
de cuarenta veces que han escuchado la palabra del Señor. América Latina es bendecida en ese
sentido. Dicen que en América Latina una persona va a escuchar hasta cuatrocientas veces del
Evangelio antes de recibir a Cristo ¡Cuatrocientas! En el medio oriente, en países como Afganistán,
Pakistán, dicen que hay personas que no escuchan ni una sola vez el evangelio.
Yo les he contado que una vez estando en Marruecos uno no puede predicar el evangelio, al menos
que alguien te pregunte algo. Yo llegué a comprar unas frutas con una jovencita de unos quince años
más o menos. Andaba una persona que me traducía. Entonces ella preguntó qué de dónde era yo.
Entonces yo le dije, yo soy del Salvador dos veces. Entonces, comienza a preguntar qué cosa estaba
haciendo yo ahí. Y le digo: es que yo soy cristiano. ¿Y qué es eso de cristiano? Yo creo en Jesús, le
dije. Y dijo ella: ¿Quién es Jesús? y le digo: ¿no has escuchado que Jesús murió por nosotros en la
cruz? Y dice ella: yo nunca he escuchado eso. Imagínate, y nosotros en América Latina crecemos
oyendo todas estas cosas.
Cuarenta días, que transformaron la vida de muchas personas.
¿Qué pasaría si por cuarenta días hiciéramos cosas diferentes, qué pasaría? Se ha puesto a pensar
usted: ¿Qué pasaría si por cuarenta días usted leyera la Biblia en su casa? ¿Qué pasaría si tenemos
un tiempo devocional? ¿Qué pasaría si dedicamos conscientemente una oración de cinco minutitos
tres veces al día? ¿Qué pasaría si hace eso por cuarenta días?
La psicología moderna secular dice que se requieren unos 21 días, otros dicen que 28 días, para
poder deshacerse de un hábito y 90 días para poder crear otro. ¿Qué pasaría si tomamos esos
cuarenta días y usted cambia cosas en su vida conscientemente? Cuarenta días, cuarenta.
Usted que se acuesta con Netflix o se acuesta con la televisión. ¿Qué pasaría si por cuarenta días en
lugar de acostarse viendo televisión, lee la palabra? ¿Qué pasaría cuarenta días?
¿Qué pasaría si por cuarenta días intencionalmente dejamos de ver televisión y hablamos con Dios?
¿Qué pasaría si por cuarenta días hacemos eso? Dejar el teléfono, no le voy a mencionar eso,
porque yo sé que no va a pasar ni en esta vida ni en la otra.
¿Qué pasaría si por cuarenta días escribimos un diario de las bondades, de los cuidados y las
bendiciones que Dios nos ha dado? ¿Qué pasaría si por cuarenta días hacemos esto?
¿Qué pasaría si intencionalmente cambiamos situaciones y circunstancias de nuestra vida por
cuarenta días? ¿Usted tiene problemas con malas palabras? ¿Qué pasaría si por cuarenta días usted
se mete en la cabeza, en el corazón, por cuarenta días yo no voy a decir eso?
Yo estaba leyendo un libro de un hombre que hizo ayuno por cuarenta días. Dice que solamente
tomaba agua y té. Fue a parar dos o tres veces al hospital el hombre, por hizo ayunó por cuarenta
días y cuarenta noches. Y cuenta sus experiencias acerca de eso. Yo no le voy a recomendar eso, hay
personas con diabetes, hay personas con otro tipo de enfermedades y puede ser dificultad para
mucha gente esto. Pero, ¿qué pasaría si por cuarenta días cambiamos ciertas cosas en nuestra vida?
Cuarenta días para la Gloria de Dios, para que resplandezca nuestro rostro, para que nuestra vida
sea transformada, para esperar en el Señor como la Biblia nos manda. ¿Qué pasaría si le doy un giro
a mi vida?
¿Qué pasaría si su médico le dice a usted que solamente le quedan cuarenta días para vivir? ¿Qué
cambios haría? Dígame, ¿qué cambios haría? Hay personas que dicen que si le dan cuarenta días de
vida, tratarán de vivir la vida loca. No, en la mente no pasa eso.
¿Qué pasaría si por cuarenta días cambio mis hábitos para buscar a Dios en oración? Hemos
estudiado cuarenta días que transformaron vidas. Cuarenta días que transformaron personas. ¿Qué
pasaría si intencionalmente por cuarenta días hacemos algo diferente? ¿Si por cuarenta días usted
escribiera cosas lindas del Evangelio? ¿Si por cuarenta días usted escribiera un versículo todos los
días? ¿Si por cuarenta días usted decide ayudar a unos ancianos? ¿Si por cuarenta días, cuarenta
días, usted pudiera transformar su vida?
Cuarenta días. Sin lugar a duda que ese tiempo de Moisés en el monte Sinaí transformó su vida de
tal manera que su rostro resplandecía. Yo no sé si alguna vez, alguien le ha dicho a usted: tú tienes
algo, tú tienes algo diferente a otras personas y no sé qué es. No sé si alguien le habrá dicho a usted:
cuando yo platico contigo siento una profunda paz. Cuando hablo contigo siento que recibo un
consejo sabio.
Amados míos, vale la pena que hagamos un esfuerzo con tal de que nuestro rostro resplandezca, por
la Gloria de Dios. Amén.
Oremos: Padre, te damos gracias por tu palabra bendita y eterna. Te pedimos perdón por nuestras
faltas Señor. Reconocemos las veces que te hemos ofendido y te pedimos perdón por ello. Ayúdanos
a hacer cambios sustanciales en nuestra vida Señor. No podemos esperar que las cosas cambien, si
seguimos haciendo lo mismo. Esos cuarenta días que hemos estudiado que transformó la vida de
personas, también pueden ser sustanciales en nosotros si buscamos tu presencia. Queremos que
nuestro rostro resplandezca y que otras personas lo noten. Señor, que ese resplandor sea el
testimonio del Evangelio, sea el testimonio de Jesucristo.
Mientras todos oramos en esta hora. Nínive tuvo cuarenta días para arrepentirse y se arrepintieron.
Dios no lo va a esperar toda la vida. Si usted nunca ha recibido a Cristo en el corazón, pero quisiera
hacerlo en este día, yo quiero invitarle para que le abra su corazón a Jesús, recíbalo como el Señor y
Salvador de su vida. Si entre nosotros hay alguna persona que dice: “Pastor yo necesito a Dios, yo
necesito a Cristo, yo quiero comenzar una vida nueva”. Si hay alguien que quiere recibir a Cristo en
el corazón, la invitación es para usted. Ahí donde está yo le invito para que se ponga de pie o levante
su mano. Si usted quiere entregarle su vida al Señor permítanos acercarnos a usted para ayudarle
con esta oración que es tan importante. Usted que nos ve por redes sociales, también puede hacer
lo mismo. Dígale al Señor: Señor, te pido perdón por mis pecados. Te doy gracias por lo que hiciste
por mí en la cruz del calvario. Gracias por poner tu cuerpo y derramar tu sangre preciosa por mí. En
este día yo te recibo como mi único y suficiente Salvador personal. Si usted hizo esta oración, yo
quiero animarle a crecer en el conocimiento de Dios y su bendita Palabra.
Señor, despídenos con tu paz y con tu bendición. En el nombre de Jesús, Amén y amén.
¡Dios me los bendiga!
Cuarenta días de transformación
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Hace unos días tocamos el tema: “Cuarenta días”, en esa ocasión hablamos acerca de los cuarenta
días que hubo entre la resurrección del Señor Jesucristo y la ascensión, las cosas importantes que
pasaron en esos cuarenta días.
En esta oportunidad, me gustaría hablar acerca de un tema similar que le he titulado: “Cuarenta días
de transformación”. Vamos a abrir la palabra del Señor, en el libro de Éxodo.
Éxodo 34:27-35 (RV-60): 27Y Jehová dijo a Moisés: Escribe tú estas palabras; porque conforme a
estas palabras he hecho pacto contigo y con Israel. 28Y él estuvo allí con Jehová cuarenta días y
cuarenta noches; no comió pan, ni bebió agua; y escribió en tablas las palabras del pacto, los diez
mandamientos. 29Y aconteció que descendiendo Moisés del monte Sinaí con las dos tablas del
testimonio en su mano, al descender del monte, no sabía Moisés que la piel de su rostro
resplandecía, después que hubo hablado con Dios. 30Y Aarón y todos los hijos de Israel miraron a
Moisés, y he aquí la piel de su rostro era resplandeciente; y tuvieron miedo de acercarse a él.
31Entonces Moisés los llamó; y Aarón y todos los príncipes de la congregación volvieron a él, y
Moisés les habló. 32Después se acercaron todos los hijos de Israel, a los cuales mandó todo lo que
Jehová le había dicho en el monte Sinaí. 33Y cuando acabó Moisés de hablar con ellos, puso un velo
sobre su rostro. 34Cuando venía Moisés delante de Jehová para hablar con él, se quitaba el velo
hasta que salía; y saliendo, decía a los hijos de Israel lo que le era mandado. 35Y al mirar los hijos de
Israel el rostro de Moisés, veían que la piel de su rostro era resplandeciente; y volvía Moisés a poner
el velo sobre su rostro, hasta que entraba a hablar con Dios.
¡Que Dios bendiga la lectura de esta palabra!
Se ha dicho que el número seis representa el número de hombres, el número siete representa
perfección. El número cuarenta, muchos estudiosos consideran que representa pruebas, aflicciones,
tribulación o un tiempo de transición. El número cuarenta parece 148 veces en la Biblia, en la
versión 1960. Dios le dijo a Noé que haría llover cuarenta días y cuarenta noches; pasados los
cuarenta días Noé abrió la ventana del arca. El pueblo de Israel vagó por el desierto cuarenta años.
El pueblo de Israel comió maná por cuarenta años. Isaac era de cuarenta años cuando tomó por
mujer a Rebeca. Esaú era de cuarenta años cuando tomó por mujer a Judith. El rey Saúl reinó sobre
Israel cuarenta años. David reinó cuántos años, igual que Salomón. Ezequiel, dice la escritura que,
estuvo acostado sobre su lado derecho por cuarenta días, como un símbolo de la transgresión de
Judá. Jesús ayunó por cuarenta días y cuarenta noches, Jesús estuvo en el desierto cuarenta días y
cuarenta noches. Después de su resurrección Jesús se apareció a mucha gente por cuarenta días. La
Biblia dice que Pablo recibió cuarenta azotes, menos uno.
Quiero hablar de Cuarenta días de transformación.
1. Cuarenta días delante de Dios.
Moisés subió al Monte Sinaí alrededor de ocho veces, en dos oportunidades estuvo delante de
Jehová. Cuarenta días y cuarenta noches. Como hemos leído, y cuando Moisés descendía del monte
su rostro resplandecía. ¿Qué será estar en la presencia del Señor por cuarenta días y cuarenta
noches? ¿Cuánto aguanta usted ante la presencia de Dios? Consideremos el hecho de que Él es un
Dios Santo y nosotros pecadores, consideremos el hecho del acceso, pensemos en el hecho de que
nadie podía acercarse a Dios y vivir; pero lo que sí sabemos es que esos días fueron transformadores
para la vida de Moisés.
Cuarenta días y cuarenta noches sin celular ante la presencia de Dios. Hemos llegado a no poder
vivir sin un celular. ¿Cuántos de ustedes han salido de su casa y se les ha olvidado el celular y han
regresado? Porque se puede vivir sin la mujer, se puede vivir sin el marido, pero no se puede vivir
sin el celular. Un aparato cada vez más inteligente y nosotros cada vez más pasmados (bruto). Yo
antes me sabía los números de teléfono de mis hijos, hoy no; la respuesta es bien sencilla: porque tu
cerebro ya lo sabe, tu cerebro te dice: para que te lo vas a aprender si ahí está (en el teléfono).
Cuando alguien le pregunta a usted: ¿Cuál es el número de su hijo? Va a buscar usted el celular para
buscar dónde está el número.
¿Te puedes imaginar cuarenta días y cuarenta noches ante la presencia de Dios? ¡Qué experiencia
más transformadora! Sin lugar a dudas que, cuando Moisés bajó del monte era otra persona y esto
me llama mucho la atención. ¿Cuánto aguantamos nosotros, iglesia, de estar en la presencia de
Dios? Imagínese que hay personas ahora que están tan ocupadas que el día lunes oran por la
comida de toda la semana. ¿Cuánto tiempo podemos cerrar nuestros ojos y hablar con Dios?
¿Cuánto tiempo puede usted adorar?
Moisés prácticamente escuchó, pero hubo ciertas situaciones donde Moisés habló con Dios
también. Ahí tenemos cuarenta días que sin lugar a duda fueron transformadores para Moisés.
Moisés subió al monte y estuvo cuarenta días con el Señor. Su rostro resplandeció porque, claro, no
es posible ser el mismo después de tener un encuentro con Dios.
La semana pasada hablábamos acerca de este tema y decíamos que la palabra que más se parece al
nuevo nacimiento es la palabra: “cambios”, en su vida. Si nosotros seguimos siendo la misma
persona de antes de conocer a Dios, entonces no conocemos a Dios. Esos cambios y esa
transformación, la Biblia lo presenta prácticamente con un solo nombre que se llama: santificación.
Es decir, no es posible conocer a Dios y ser el mismo. Y como un milagro del cielo, usted conoce al
Señor y Dios comienza a obrar en su corazón y en su vida. Dios pone su Santo Espíritu en nosotros, y
el Santo Espíritu comienza a obrar y hacer transformaciones, y nos cambia la mente, nos cambia los
malos hábitos. Cambiamos la mentira por la verdad. (Ese hombre acostumbrado a mentirle a su
mujer, después de que conoce a Dios toma la decisión y dice, ya no más). Comenzamos a cambiar
una serie de situaciones.
2. Cuarenta días de espera.
Hay otra situación, mientras Moisés estaba arriba en el monte hablando con Dios, abajo estaba el
pueblo esperando. ¿Qué pasó?
Éxodo 32: 1 (RV-60): 1Viendo el pueblo que Moisés tardaba en descender del monte, se acercaron a
Aarón y le dijeron: Levántate, haznos dioses que vayan delante de nosotros; porque a este Moisés,
el varón que nos sacó de la tierra de Egipto, no sabemos qué le haya acontecido.
Israel no supo esperar, ¿cuántos días?, cuarenta, que son los días que Moisés estuvo en el monte
Sinaí. Y esto me recuerda a personas que tuvieron una petición en su vida y no supieron esperar
esos cuarenta días.
Todos tenemos peticiones en el corazón, todos le pedimos algo a Dios. De hecho, hay gente que se
ha apartado de los caminos del Evangelio hoy en día porque le pidieron algo a Dios y dicen: Dios no
me contestó. Cada vez hay más personas que dicen lo mismo. Dios no existe, Dios aquí, Dios allá;
porque la verdad yo le pedí a Dios y a mi Dios no me hizo caso. Le pedí a Dios y a mí Dios no me
contestó. El pueblo no supo esperar cuarenta días. Fíjate que Moisés traía las tablas de la ley.
Cuarenta días para recibir bendición. Cuarenta días para recibir de la presencia de Dios. Cuarenta
días para que resplandeciera también el rostro de la nación. Cuarenta días, y no supieron esperar
cuarenta días.
Fíjate que Moisés estaba feliz de la vida porque en la presencia de Dios hay gozo, hay plenitud de
gozo y Moisés estaba feliz delante de Dios hasta que Dios le dijo: Oye Moisés, es tiempo ya que
bajes. No Señor, si yo quiero estar aquí contigo. Yo entiendo que quieres estar conmigo, pero el
pueblo, y sabe cómo le dijo: tu pueblo, ya se pervirtió ahí abajo. ¿Y cuánto tiempo tomó para
pervertirse? Cuarenta días, cuarenta días y el pueblo se corrompió por no esperar.
Hermano, si usted tiene una petición para el Señor espérese hombre, tenga paciencia. Acuérdese
que Dios no le va a contestar a usted las cosas como usted quiere. Él es Dios, y tiene su tiempo. Me
encanta ese chiste que la gente hace por ahí que dice: Para Dios un día es como mil años. Así es que
si Dios le dice a usted: te contesto en un día, pues espere hombre; Dios es soberano, pero espérese,
tenga paciencia. ¿Cuál es el deseo de corromperse? ¿Cuál es el deseo de salirse de los caminos de
Dios? ¿Cuál es el deseo? Espérese, tenga paciencia. El salmista dijo: pacientemente esperé a Jehová
y se inclinó a mí. Si las cosas no salen como usted quiere en este instante, tenga paciencia. Este
pueblo no supo esperar.
3. Cuarenta días de prueba. (Hablando acerca de Goliat).
1 Samuel 17:16 (RV-60): 16Venía, pues, aquel filisteo por la mañana y por la tarde, y así lo hizo
durante cuarenta días.
1 Samuel 17: 10 (RV-60): 10Y añadió el filisteo: Hoy yo he desafiado al campamento de Israel;
dadme un hombre que pelee conmigo. 11Oyendo Saúl y todo Israel estas palabras del filisteo, se
turbaron y tuvieron gran miedo.
¿Si el rey tiene miedo cómo no va a estar el pueblo? Dios se había apartado de Saúl y déjame decirte
una cosa: Es imposible ganar una batalla si Dios se ha apartado de usted o, usted se ha apartado de
Dios. ¡Imposible! Cuarenta días en la mañana y en la tarde. Cuarenta días de miedo. Cuarenta días
de humillación. Cuarenta días de prueba. Cuarenta días de incertidumbre. Cuarenta días de
impotencia. Esto debe haber sido una cosa vergonzosa, una impotencia terrible, porque tener un
gran gigantón de tres metros que está amenazando con acabar con todo Israel; y el principal, que es
el que tenía que dar la cara por el pueblo, era el rey y tuvo miedo.
Pero en esa oportunidad apareció David. Porque Dios siempre nos da la salida, pero fue necesario
que pasaran cuarenta días. Tenga paciencia hermano, tenga paciencia. Dice por ahí un dicho: No hay
mal que dure cien años, ni cuerpo que lo resista. ¿No es cierto? ¡Espérese hombre! ¿Le quitaron el
trabajo y no encuentra trabajo? Espérese, tenga paciencia. Hasta que apareció David que fue la
salida del pueblo de Israel.
Si usted tiene ahora hoy en día un problema más grande que su fe, una enfermedad grave, un
matrimonio quebrantado, una situación migratoria, un problema con el trabajo, un hijo en malos
caminos, una deuda que usted no puede saldar; ¡Cuarenta días, espérese! No tome decisiones
abrumadoras, tenga paciencia. Si no sabe qué hacer, no haga nada. Si hay confusión, espérese. Las
ovejas cuando se les lleva a tomar agua, si las aguas están turbias no toman, esperan que se calmen
las aguas para poder tomar agüita, espérese.
Teníamos un amigo acá, hace años, que aplicó para refugio; pero él estaba casado. Tremendo
servidor, estuvo colaborando mucho tiempo. Bueno, el hermano aplicó para el refugio, pero su
esposa comenzó a fastidiarle la vida. ¡Quiero que te vengas! Y si no vienes… y comenzaron las
amenazas. Y me dice: No sé qué hacer. Le digo: Mire, yo no te voy a decir qué hacer porque es una
situación de matrimonio. Lo único es que, si ya esperaste la mayor cantidad de tiempo, porque no
esperar lo que hace falta. Dile a tu esposa que tenga paciencia, pues eso es lo que ella no conoce, la
paciencia. Así es que, mientras tanto servía y servía, un día me dice: Pastor me voy. Y le digo: Bueno,
¿no hay nada que podamos hacer? Me dice: Yo me quiero quedar, pero mi esposa me tiene ya
desesperado. Y el hermano salió de aquí de Vancouver y cuando llegó a Los Ángeles, ese mismo día
llegó el documento que había sido aceptado; el mismo día. ¡Cuarenta días hombre! ¡Tenga
paciencia! De Los Ángeles hablamos y le dije: Tengo en mi mano el documento y usted sabe que, si
usted había aplicado acá como refugiado, pero usted sale del país es complicado. Y todavía me dijo:
Sabes qué, yo voy a buscar la manera de ver si me regreso. Yo me puedo meter por ahí, por la
frontera, por donde pasan todos escondidos. Y le digo: Eso es tu negocio, no el mío. Yo lo que te
quiero contar es que aquí tengo el papel en mi mano. Al ratito me habló y me dijo: No, ya no me
regreso. ¿Y qué pasó? Dice mi mujer que me mata si me regreso. ¡Cuarenta días hombre! ¡Espérese!
Hace unos días, una semanita más o menos, lastimosamente, un joven vino de México que tenía
una amiga allá en Toronto qué le dijo: aquí hay trabajo, aquí hay esto, aquí hay lo otro, ven para acá.
El hombre hizo todos los arreglos allá en México y vino para Toronto. Estando en Toronto ni le
contestó el teléfono la amiga, y él muchacho se desesperó, se desesperó. Habló con una persona
que ya había estado aquí con nosotros en Vancouver que le dijo: vete a Vancouver, ahí en Vancouver
abunda el trabajo. Él le dijo: pero yo no tengo papeles. Y el amigo le dice: no importa, si a mí me
buscan los que andan buscando trabajo. Yo digo con quién me voy y con quién no me voy. Al llegar
acá, Estuvo aquí en la iglesia, conversó con Edmir. Yo hablé por teléfono con él y percibí que él era
creyente. Cuando llegó aquí y se le dijo: Mira, la situación es de esta, de esta y de esta manera. Se
asustó y dijo: yo me regreso hoy mismo. Imagínate, había llegado el día anterior. Yo hablé por
teléfono con él, pero como era creyente entonces yo le dije: papá mira, es viernes, por qué no te
quedas para la casa de oración. Te vamos a ayudar, a buscar un lugar donde pasar la noche de hoy. Si
Dios te trajo aquí algún propósito tendrá. Pero se desesperó, ni se quedó a la casa de oración. Ese
mismo día se fue para el aeropuerto y salió el mismo día. ¡Cuarenta días! Si se va a ir que no sea
como un acto de desesperación, sino con paz en el corazón. Si usted lo intentó, déjeme decirle algo:
lo felicito. Si usted me dice: Mire yo allá vendí mis tres vacas que tenía, dos chivas, y una linda
suegra y me vine para acá; pero lastimosamente pastor no la hizo. ¿Sabe qué? yo lo felicito, porque
lo intentó hombre. En lugar de haberse quedado allá en su país, pensando toda la vida qué hubiera
pasado si se hubiera ido, qué hubiera pasado si hubiera venido acá. Y si usted es creyente o usted
conoce a Dios, pues ponga su fe a trabajar en el nombre del Señor. Dos cosas en las que tiene que
pedir. Ponga su fe a trabajar por un lado y en segundo lugar pídale a Dios que le ayude a aceptar su
voluntad. Un chamaco me dijo: “Yo vine acá a dos cosas: a estudiar y a conseguir novia”. ¿Y cómo te
ha ido? En los estudios bien, me dijo. Y en conseguir novia no me ha ido nada bien. (No había
podido encontrar quien lo trajera para acá y usted sabe cómo está la cosa).
¡Cuarenta días! Fíjese que el pueblo de Israel fue humillado cuarenta días, mañana y tarde, pero a
los cuarenta días apareció la salida, apareció David. Y David fue y peleó contra ese grandulón. Y le
dijo: Bueno, ¿vos qué es lo que te has creído? Vienes a mí con lanza, con espada, más yo vengo aquí
en el nombre del Dios de Israel, el Dios de los ejércitos. Y el resto de la historia usted la conoce.
¡Cuarenta días!
Hay una historia que usted debe de acordarse de ella porque le hemos mencionado y estamos
estudiando al profeta Elías los días miércoles.
1 Reyes 19:4 (RV-60): 4Y él (Elías) se fue por el desierto un día de camino, vino se sentó debajo de un
enebro; deseando morirse, dijo: Basta ya, oh Jehová, quítame la vida, pues no soy mejor que mis
padres. 5Y echándose debajo del enebro, se quedó dormido; y he aquí luego un ángel le tocó, y le
dijo: Levántate, come. 6Entonces él miró, y he aquí a su cabecera una torta cocida sobre las ascuas,
y una vasija de agua; y comió y bebió, y volvió a dormirse. 7Y volviendo el ángel de Jehová la
segunda vez, lo tocó, diciendo: Levántate y come, porque largo camino te resta. 8Se levantó, pues, y
comió y bebió; y fortalecido con aquella comida caminó cuarenta días y cuarenta noches hasta
Horeb, el Monte de Dios. Este pasaje nos habla de la depresión de Elías.
La depresión y el desánimo son situaciones que se presentan en la vida de muchas personas, no es
malo sentirse deprimido. No quiero hablar mucho de esto porque yo no soy médico, pero hay
situaciones que ameritan visitar a un psiquiatra. Hay situaciones que son un poquito crónicas o más
complicadas; hay desbalances químicos en el cerebro que pueden pues llevar a una persona a
desconectarse con la realidad. Cuando esto sucede, la situación es complicada y la recomendación
es que busque usted ayuda profesional. Pero, ¿cuántas veces nos hemos sentido desanimados,
como el caso de Elías? Bien dice la escritura que Elías era un hombre igual que nosotros. ¿Cuántas
veces usted se ha sentido que ha estado luchando y batallando o cansado tal vez de la misma
historia? Él llegó a un punto que dijo: ya no quiero vivir, es bien complicada esa situación. Está
cansado, desanimado, deprimido, agotado, quizá por los problemas financieros que no puede
resolver, por crisis que lucen como que no tienen solución, por un conflicto en la familia, por un
problema eterno en su matrimonio, por situaciones con los hijos, por tragedia repentina, la pérdida
de un ser muy cercano o una noticia tal vez de su médico. De repente se da cuenta que esa vida
pacífica se llena de aflicción, de ansiedad.
Este tipo de situaciones, yo me atrevería a decir que quizás los últimos diez años, se da más en la
juventud. De ahí la importancia que nuestros jóvenes estén metidos en el evangelio, que es la única
esperanza en realidad. Poner a Dios en ese corazón. Poner a Dios en esa mente. Llenar la mente, el
corazón, de Palabra Bendita, de esperanza en el Señor. Estamos viviendo tiempos donde los jóvenes
que no se sienten aceptados en un determinado grupo de personas, se deprimen. Usualmente aquel
tipo de joven confundido con su identidad, jovencitos que se creen jovencitas y jovencitas que se
creen jovencitos, llegan a un momento de depresión; y cuando esa depresión pega en el alma, pega
en el corazón, el pensamiento que tienen es de quitarse la vida. Y repito, los últimos diez años
hemos atravesado por situaciones complicadas acerca de esto. La Biblia es la única verdad; eso es lo
que la Biblia dice, es lo que Dios dice; y cuando aceptamos por fe lo que la palabra del Señor dice,
no hay ninguna confusión. No hay ninguna confusión. La verdad de Dios. Pero si ustedes ese tipo de
persona con una mente débil, que cualquier cosa ya lo deprime, cualquier cosa lo hace sentir mal,
cualquier cosa usted se ofende, cualquier cosa usted es una víctima, cualquier situación está
culpando a otra gente, cualquier cosa que pase en su vida. La culpa es de sus trabajadores, la culpa
es de su jefe, la culpa es de su esposa, la culpa es de su esposo, la culpa es de sus hijos, la culpa es
de su tía, la culpa es de su abuela, total; todo el mundo tiene la culpa menos usted. Usted es una
víctima de la sociedad y eso le hace sentir que no quiere salir de la casa, pierde el apetito, no se
quiere bañar.
Cuarenta días para llegar al monte de Dios. Métase en la cabeza y en el corazón que Dios lo ama,
que tiene una iglesia amorosa en la que usted sí cuenta, que lo apreciamos mucho, que mientras
más feo más lo queremos, que mientras más gordito más hay que abrazar. En el nombre del Señor,
cuarenta días, espere. ¡Hombre espérese! ¡Tenga paciencia! En esos momentos que se le mete una
estupidez en la cabeza busque ayuda, llame a un hermano, dígale: hermano, ¿puedes orar conmigo,
por favor? Usted conoce al Señor, no espere que esta situación se convierta en algo crónico, busque
ayuda, pida oración, busque estar con la juventud, busque venir a la casa del Señor, aunque no
tenga ganas. Hay cosas que tenemos que hacer, aunque no quiera hacerlas. Muchas veces es
complicado. ¡Cuarenta días!
4. Cuarenta días para arrepentirse.
Jonás 3:4 (RV-60): Y comenzó Jonás a entrar por la ciudad, camino de un día, y predicaba diciendo:
De aquí a cuarenta días Nínive será destruida.
Quiero hablar a aquellas personas que son simpatizantes del evangelio pero que no quieren hacer
compromiso con Jesús. ¿Cuántas veces ha escuchado el evangelio? ¿Cuántas veces le han hablado
de Dios? ¿Cuántas veces? Yo les he contado que había un muchacho que venía con una señora
cubana acá. La señora cubana recibió a Cristo y ellos vivían juntos. Venían todos los domingos y cada
domingo, después del servicio, se me acercaba y me decía: muy bonito el discursito; cada domingo,
hacía fila y me saludaba y decía: muy bueno el discurso. Pero nunca quiso recibir a Cristo. Usted
puede ser simpatizante del evangelio, le gusta y, ¿a quién no le va a gustar si la Biblia dice que la
Palabra de Dios es miel al paladar? Pero no se quieren comprometer todavía. Porque usted sabe lo
que el compromiso significa, y usted no quiere dejar de hacer las cosas que está acostumbrado a
hacer.
Una vez un hombre me dijo acá en la iglesia que, él no recibía a Cristo porque él tenía su esposa allá
en su país y tenía a otra mujer aquí. Y le dije: va a tener que dejar a una. Ese es el problema, me dijo,
que no quiero dejar ni aquella ni a esta. Aquella para cuando voy y esta para cuando estoy aquí.
Pero yo sé, que si recibo al Señor tengo que dejar a una. Le digo: no hay problema, con las dos se va
a ir al infierno entonces.
Y es que no se va a ir al infierno por porque tiene dos mujeres, se va el infierno porque no tiene a
Cristo en el corazón; y cuando tenga Cristo en el corazón va a decidir por una. Se es simpatizante o
se es creyente. Si usted en su trabajo no les dice a sus compañeros que usted es creyente, es porque
usted todavía no está convencido de su fe; o porque esconde algo que no quiere que sus
compañeros se den cuenta. Oye, ¿me han dicho que está yendo a la iglesia? Ah, no. No, hombre. De
vez en cuando caigo por ahí. Usted no tiene compromiso.
Estaba contando un hermano que estaba en un lugar, y la gente venía se había subido a un a un
elevador y venían con bolsas llenas de botellas de licor. Las personas que estaban en el elevador
venían con bolsas llenas de licor, y entre ellos venían conversando sobre sus compras. Entonces,
como él venía en el elevador le preguntaron a él y le dijeron: ¿Y tú qué compraste? y dijo él: por la
Gracia de Dios yo no tomo. ¡Qué lindo eso! ¡Qué bonito dar un testimonio así! ¡Qué bonito dar
testimonio del Evangelio! ¡Qué bonito que la gente sepa que somos hijos de Dios!
Fíjate que yo no soy tan cuadrado en ese tipo de situaciones, pero hace poco estuvimos en una
reunión con una empresa y claro verdad sirvieron cantidad de bebidas y estábamos sentados con el
cónsul, el vicecónsul y en la mesa que nos tocó sirvieron también bebidas. Y el cónsul me dice:
¿Pastor nos vamos a echar uno? Y le digo: No hermano, pero dele viaje usted hombre. Me dice: No
se molesta. Le digo: Para nada hombre. Pero, ¿por qué? Es que usted no puede hacer eso delante de
gente inconversa y decir que usted es cristiano, y decir que usted es creyente. Usted no puede decir
una tremenda mala palabra en inglés y después cantar un corito. Usted no le puede decir a un
empleado malas palabras, y después decirle te invito al culto el domingo. ¿Sabe qué va a decir? Este
señor no es cristiano, porque un cristiano no habla así.
Cuarenta días tuvo Nínive para arrepentirse. Y hay personas que han tenido más que eso. Hay
personas que les ha hablado su abuela, les ha hablado su tía, les ha hablado un hermano, les ha
hablado un compañero, les ha hablado un vecino del Evangelio de Jesucristo; y ya han pasado más
de cuarenta veces que han escuchado la palabra del Señor. América Latina es bendecida en ese
sentido. Dicen que en América Latina una persona va a escuchar hasta cuatrocientas veces del
Evangelio antes de recibir a Cristo ¡Cuatrocientas! En el medio oriente, en países como Afganistán,
Pakistán, dicen que hay personas que no escuchan ni una sola vez el evangelio.
Yo les he contado que una vez estando en Marruecos uno no puede predicar el evangelio, al menos
que alguien te pregunte algo. Yo llegué a comprar unas frutas con una jovencita de unos quince años
más o menos. Andaba una persona que me traducía. Entonces ella preguntó qué de dónde era yo.
Entonces yo le dije, yo soy del Salvador dos veces. Entonces, comienza a preguntar qué cosa estaba
haciendo yo ahí. Y le digo: es que yo soy cristiano. ¿Y qué es eso de cristiano? Yo creo en Jesús, le
dije. Y dijo ella: ¿Quién es Jesús? y le digo: ¿no has escuchado que Jesús murió por nosotros en la
cruz? Y dice ella: yo nunca he escuchado eso. Imagínate, y nosotros en América Latina crecemos
oyendo todas estas cosas.
Cuarenta días, que transformaron la vida de muchas personas.
¿Qué pasaría si por cuarenta días hiciéramos cosas diferentes, qué pasaría? Se ha puesto a pensar
usted: ¿Qué pasaría si por cuarenta días usted leyera la Biblia en su casa? ¿Qué pasaría si tenemos
un tiempo devocional? ¿Qué pasaría si dedicamos conscientemente una oración de cinco minutitos
tres veces al día? ¿Qué pasaría si hace eso por cuarenta días?
La psicología moderna secular dice que se requieren unos 21 días, otros dicen que 28 días, para
poder deshacerse de un hábito y 90 días para poder crear otro. ¿Qué pasaría si tomamos esos
cuarenta días y usted cambia cosas en su vida conscientemente? Cuarenta días, cuarenta.
Usted que se acuesta con Netflix o se acuesta con la televisión. ¿Qué pasaría si por cuarenta días en
lugar de acostarse viendo televisión, lee la palabra? ¿Qué pasaría cuarenta días?
¿Qué pasaría si por cuarenta días intencionalmente dejamos de ver televisión y hablamos con Dios?
¿Qué pasaría si por cuarenta días hacemos eso? Dejar el teléfono, no le voy a mencionar eso,
porque yo sé que no va a pasar ni en esta vida ni en la otra.
¿Qué pasaría si por cuarenta días escribimos un diario de las bondades, de los cuidados y las
bendiciones que Dios nos ha dado? ¿Qué pasaría si por cuarenta días hacemos esto?
¿Qué pasaría si intencionalmente cambiamos situaciones y circunstancias de nuestra vida por
cuarenta días? ¿Usted tiene problemas con malas palabras? ¿Qué pasaría si por cuarenta días usted
se mete en la cabeza, en el corazón, por cuarenta días yo no voy a decir eso?
Yo estaba leyendo un libro de un hombre que hizo ayuno por cuarenta días. Dice que solamente
tomaba agua y té. Fue a parar dos o tres veces al hospital el hombre, por hizo ayunó por cuarenta
días y cuarenta noches. Y cuenta sus experiencias acerca de eso. Yo no le voy a recomendar eso, hay
personas con diabetes, hay personas con otro tipo de enfermedades y puede ser dificultad para
mucha gente esto. Pero, ¿qué pasaría si por cuarenta días cambiamos ciertas cosas en nuestra vida?
Cuarenta días para la Gloria de Dios, para que resplandezca nuestro rostro, para que nuestra vida
sea transformada, para esperar en el Señor como la Biblia nos manda. ¿Qué pasaría si le doy un giro
a mi vida?
¿Qué pasaría si su médico le dice a usted que solamente le quedan cuarenta días para vivir? ¿Qué
cambios haría? Dígame, ¿qué cambios haría? Hay personas que dicen que si le dan cuarenta días de
vida, tratarán de vivir la vida loca. No, en la mente no pasa eso.
¿Qué pasaría si por cuarenta días cambio mis hábitos para buscar a Dios en oración? Hemos
estudiado cuarenta días que transformaron vidas. Cuarenta días que transformaron personas. ¿Qué
pasaría si intencionalmente por cuarenta días hacemos algo diferente? ¿Si por cuarenta días usted
escribiera cosas lindas del Evangelio? ¿Si por cuarenta días usted escribiera un versículo todos los
días? ¿Si por cuarenta días usted decide ayudar a unos ancianos? ¿Si por cuarenta días, cuarenta
días, usted pudiera transformar su vida?
Cuarenta días. Sin lugar a duda que ese tiempo de Moisés en el monte Sinaí transformó su vida de
tal manera que su rostro resplandecía. Yo no sé si alguna vez, alguien le ha dicho a usted: tú tienes
algo, tú tienes algo diferente a otras personas y no sé qué es. No sé si alguien le habrá dicho a usted:
cuando yo platico contigo siento una profunda paz. Cuando hablo contigo siento que recibo un
consejo sabio.
Amados míos, vale la pena que hagamos un esfuerzo con tal de que nuestro rostro resplandezca, por
la Gloria de Dios. Amén.
Oremos: Padre, te damos gracias por tu palabra bendita y eterna. Te pedimos perdón por nuestras
faltas Señor. Reconocemos las veces que te hemos ofendido y te pedimos perdón por ello. Ayúdanos
a hacer cambios sustanciales en nuestra vida Señor. No podemos esperar que las cosas cambien, si
seguimos haciendo lo mismo. Esos cuarenta días que hemos estudiado que transformó la vida de
personas, también pueden ser sustanciales en nosotros si buscamos tu presencia. Queremos que
nuestro rostro resplandezca y que otras personas lo noten. Señor, que ese resplandor sea el
testimonio del Evangelio, sea el testimonio de Jesucristo.
Mientras todos oramos en esta hora. Nínive tuvo cuarenta días para arrepentirse y se arrepintieron.
Dios no lo va a esperar toda la vida. Si usted nunca ha recibido a Cristo en el corazón, pero quisiera
hacerlo en este día, yo quiero invitarle para que le abra su corazón a Jesús, recíbalo como el Señor y
Salvador de su vida. Si entre nosotros hay alguna persona que dice: “Pastor yo necesito a Dios, yo
necesito a Cristo, yo quiero comenzar una vida nueva”. Si hay alguien que quiere recibir a Cristo en
el corazón, la invitación es para usted. Ahí donde está yo le invito para que se ponga de pie o levante
su mano. Si usted quiere entregarle su vida al Señor permítanos acercarnos a usted para ayudarle
con esta oración que es tan importante. Usted que nos ve por redes sociales, también puede hacer
lo mismo. Dígale al Señor: Señor, te pido perdón por mis pecados. Te doy gracias por lo que hiciste
por mí en la cruz del calvario. Gracias por poner tu cuerpo y derramar tu sangre preciosa por mí. En
este día yo te recibo como mi único y suficiente Salvador personal. Si usted hizo esta oración, yo
quiero animarle a crecer en el conocimiento de Dios y su bendita Palabra.
Señor, despídenos con tu paz y con tu bendición. En el nombre de Jesús, Amén y amén.
¡Dios me los bendiga!