Un corazón Samaritano
Junio 26, 2022 – 1:30PM | Lucas 10:30-37 | Misionero David Castañeda
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TRANSCRIPCIÓN
Vamos a buscar en el evangelio según San Lucas, capítulo 10: 30-37. Los invito a que se pongan en pie, por respeto a la palabra del Señor, y vamos a leerlo todos juntos. Dice así la palabra del Señor: 30Respondiendo Jesús, dijo: Un hombre descendía de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de ladrones, los cuales le despojaron; e hiriéndole, se fueron, dejándole medio muerto. 31Aconteció que descendió un sacerdote por aquel camino, y viéndole, pasó de largo. 32Asimismo un levita, llegando cerca de aquel lugar, y viéndole, pasó de largo. 33Pero un samaritano, que iba de camino, vino cerca de él, y viéndole, fue movido a misericordia 34y acercándose, vendó sus heridas, echándoles aceite y vino; y poniéndola en su cabalgadura, lo llevó al mesón, y cuidó de él. 35Otro día al partir, sacó dos denarios, y los dio al mesonero, y le dijo: Cuídamele; y todo lo que gastes de más, yo te lo pagaré cuando regrese. 36¿Quién, pues, de estos tres te parece que fue el prójimo del que cayó en manos de los ladrones? 37Él dijo: El que usó misericordia con él. Entonces Jesús le dijo: Ve, y haz tú lo mismo.
Padre celestial esta es tu Bendita y Santa Palabra, la hemos leído, queremos escucharla, queremos apegarla a nuestro corazón y queremos que de fruto al 30, al 60 y al 100%. Háblanos en esta tarde de una manera simple y sencilla, por medio de tu Espíritu Santo. Quítanos cualquier distracción que tengamos, para que podamos entender los propósitos que tú tienes para nuestra vida. Oramos en el nombre de Jesús, amén y amén.
Pueden tomar asiento.
El mensaje, en esta tarde, lo he titulado “El corazón samaritano”.
No sé si ustedes han notado pero hoy en día esto de hacer buenas acciones, esto de hacer obra social, la lucha contra la injusticia y la desigualdad, es algo bastante común. Estamos en una generación que desea traer un cambio, la generación de los mileniales, la generación z. Sienten un llamado a realizar continuamente buenas obras, más que en cualquier otros tiempos. Necesitan sentirse bien, tienen que sentir que hacen algo por su sociedad, por su comunidad. Estoy llamado a servir a mi prójimo. De una u otra forma, estoy pensando y estoy diciendo, quiero que me llamen: “el buen samaritano”.
Creo que hemos escuchado este término en diferentes formas, organizaciones sociales, organizaciones humanitarias; que desean ayudar, desean servir a los marginados, desean a poder servir a aquellos que tienen alguna necesidad específica. Pero, ¿sabe qué? En general yo diría que en nuestros días estamos utilizando este término: “el buen samaritano”, de una forma errónea. Les voy a decir a través de este mensaje, ¿por qué usamos mal este término?
Si vemos un poquito el contexto del pasaje que acabamos de leer, Lucas 9, encontramos que Jesús envía a sus discípulos a anunciar el evangelio de Dios. Le dice: “Vayan y anuncien que el reino de Dios se ha acercado al hombre”. Los discípulos van gozosos, experimentan, observan el poder y la Gloria de Dios por medio de lo que ellos están haciendo, por medio de comunicar la palabra de Dios. Al final del capítulo 9, los discípulos y el Señor Jesucristo, inician el camino a Jerusalén. Los discípulos por alguna razón son confrontados por personas samaritanas.
En el capítulo 10 Jesús envía nuevamente un grupo más grande de discípulos, otra vez, a compartir el evangelio de Cristo. La palabra dice que fueron 72 discípulos los que Jesús envió. Y otra vez enseñan la palabra. Miran la obra de Dios, en presencia de sus ojos, la Gloria del Señor realizarse en la vida de aquellos que reciben la palabra.
Pero en medio de esos acontecimientos dice que llega un hombre de la ley, un fariseo, que quiere hacerle una pregunta. Tal vez con buena o tal vez con mala intención, no sabemos lo que hay en el corazón. Pero el maestro de la ley viene y le hace esa pregunta a Jesús y le dice: “Maestro sabemos que tú enseñas bien la palabra dime: ¿Quién es mi prójimo? ¿Quién es mi vecino?”
¿Será aquel que me cae bien? ¿Será aquel con quién comparto las mismas formas de pensar, las mismas ideas? ¿Será aquel que comparte los mismos valores morales, los mismos valores sociales que yo?
La verdad es que es difícil relacionarse, convivir, servir a personas que no nos caen bien. Para mí es difícil pensar o hacer algo bueno, ayudar a personas que me han tratado mal, personas que a veces hasta son diferentes. Personas con las que no tengo nada en común. Personas con las cuales no me relaciono porque es que son muy diferentes. Personas con las cuales, tal vez, hasta nos hemos peleado, hemos tenido pleitos, discusiones, dificultades.
Es fácil para usted servir a su familia, porque le cae bien, para mí también lo es. Es fácil servir, ayudar, o pensar en cómo poder ser un buen samaritano, con amigos que me caen bien. Es fácil pensar servir y tratar de ayudar a personas que aún desconocidos pero que tenemos alguna relación de afinamiento.
Sin embargo con aquellos que siento que me clavan el puñal por la espalda, ¡no hombre! Que el Señor les bendiga y se los lleve rápido para el cielo, ¿verdad? Aquellas personas que son diferentes de nosotros, aquellos que tal vez tienen un nivel social diferente, es difícil servir. ue es difícil acercarnos a ellos porque están sucios, huelen mal. Y cómo voy a acercarme a ellos y yo con mi saco, muy bonito, de domingo, bien vestiditos. ¡Qué difícil tener que servir a alguien que estaba en la calle, pordiosero! Tal vez me va a ensuciar el carro si le tengo que llevar a otro lugar. ¡Qué difícil!
O tal vez personas que son de diferentes valores morales o sociales que los míos. No, es que si me ven con aquel que es como medio del otro lado del equipo, tal vez me vayan a confundir también a mí. ¡No cuidado!
Qué difícil es acercarme a personas que comparte es eso del aborto, o servir a esas personas. Tal vez personas que son de etnias diferentes, nacionalidad diferente. ¡Es que esos chinitos! Y todos son chinos, aunque sean asiáticos, filipinos, vietnamitas, y ¡cómo nos cuesta servirle! Y los árabes tienen un olor a ajo, como que huelen feo, ¿cómo me acerco a ellos? Mejor me quedo con mi amigo colombiano, que me cae bien, con gente que me relaciono y puedo hablar la misma lengua (idioma), es fácil servir a esta gente. ¡Pero qué difícil si las noticias te los venden como terroristas, guerrilleros! Es difícil acercarnos a personas que son diferentes de nosotros.
No sé cómo será la situación aquí en Canadá, pero hoy en día eso de la división, la separación, el racismo, es una problemática bastante presente en EE.UU. La discutimos, se lucha, hay activismo de grupos tratando de luchar contra grupos que sufren en divisiones. Sufren el ser menospreciados o discriminados. Aún después de casi más de 200 años, cuando se abolió la esclavitud en EE.UU., seguimos luchando con la discriminación. ¿Por qué? ¡Porque no tenemos un corazón samaritano!
En Latinoamérica todavía hay discriminación, hay racismo. El sistema desea traer cambios y reflejar, tal vez, valores del oeste; valores donde hay inclusión, se aceptan, pero hay racismo.
¡Y en el medio oriente ni le digo! En el Líbano eso fue uno de los choques más grandes que tuvimos como familia. Ver un racismo tan fuerte, donde no hay pena el discriminar a una persona por ser negra. No hay pena en decirle: “Quítate porque yo soy blanco y tú eres negro, te toca allá en la otra fila”. O: “Tú no puedes entrar a esa piscina porque eres más morenito que los demás”.
Hay discriminación entre libaneses y sirios. Los sirios los atacaron (a los libaneses) y los invadieron entre el 1990 al 2000, mataron a muchos de sus familiares. ¡Qué difícil es unirlos para trabajar! Por el conflicto, la matanza y la destrucción social causada al Líbano. Y ahora que los sirios están refugiados en El Líbano, no puedo explicarles lo difícil que es para los libaneses servir a sirios.
A nadie le gustan los palestinos, parece que fueran lepra, que fueran algo que nadie quiere tocar, pero hay más de medio millón de palestinos viviendo en el Líbano. Los tienen a todos como terroristas. Los discriminan, no pueden encontrar trabajo, así sea gente profesional y preparada.
La enemistad está presente y parece que no hemos cambiado después de que han pasado casi 2000 años que Jesús vino aquí a la tierra. No hemos cambiado porque fue la misma historia que Jesús contó con esta parábola.
¡A mí me gustan las parábolas! Al entrar me encontré a un hermano que me dijo: – En el 2016, cuando usted vino, nos predicó de la parábola de: “La moneda perdida”. Y le dije: — gracias hermano que se recordó. Hoy no hablamos de “La moneda perdida”, hoy traigo la parábola de “El samaritano”. Jesús cuenta parábolas, esas historias que me gustan porque nos dan una lección muy objetiva para nuestra vida práctica. Jesús quería enseñarle al maestro de la ley.
Jesús quería enseñarles a sus discípulos, y hoy nos quiere enseñar a nosotros, que tenemos que tener un corazón samaritano si queremos llamarnos discípulos de Cristo. Iglesia de Dios, si tú te quieres llamar Hijo de Dios, que es: discípulo de Cristo, tú tienes que reflejar el corazón samaritano.
No podemos decir: “Yo tengo un corazón samaritano, pero con estos no me reúno porque hablan mal de otros, con esos no me uno porque piensan diferente, no le hablo a los hermanitos de la iglesia que me causan dolor y me apuñalan por la espalda. ¡El corazón samaritano perdona, reconcilia y transforma!
Y en esta mañana les quiero recordar lo que el Señor Jesús dijo a través de esta parábola. Jesús en su deseo de quebrar esta problemática y mostrar el corazón del reino de Dios, en medio de sufrir discriminación y rechazo Él mismo, quiso enseñarle que nosotros como hijos de Dios también hacemos lo mismo. Sucedió en aquel tiempo.
Resulta que en aquel tiempo los judíos odiaban a los samaritanos, no los podían aceptar. Los miraban como una raza de segunda clase, como la escoria, como aquellos que tenían lepra. Ni querían pasar por los caminos que llevaban hacia Samaria para no contaminarse. Pero qué lección nos da el Señor Jesucristo cuando nos dice: “Un buen samaritano se acerca, y cambia el paradigma de lo que hacen constantemente los hombres religiosos, el maestro de la ley, tú y yo.”
- El corazón samaritano es compasivo.
Dice que un hombre iba caminando bajando de Jerusalén, fue atacado por ladrones y ahí lo dejaron golpeado, medio muerto.
Pasó aquel hermano, pastor de la iglesia, medio lo vio y dijo: “Un hombre”. Y rapidito dijo: “vámonos por otra parte”. Luego por el otro camino venía el director de alabanza, vio la situación y dijo: “Déjame irme rápido de aquí, antes de que me ataquen a mí también.
Pero el Señor quería apuntar la nacionalidad de este hombre, un samaritano, Él quería darnos una lección específica por eso dijo: “Un samaritano, que iba de camino, vino cerca de él y viéndole fue movido a misericordia.” El corazón samaritano es sensible a la necesidad del otro”:
La compasión, literalmente la palabra, significa: sufrir juntos; significa tener una disposición a compadecerse y tratar de reducir los sufrimientos y miserias de otras personas. Fíjese en la historia de Jesús no fue el pastor, no fue el director de alabanza o el líder de jóvenes, no fue el líder de diáconos quien se acercó. Se acercó el samaritano, el odiado, el rechazado. Aquel que era discriminado por la sociedad judía, aquel que no tenía ningún valor en la sociedad se acercó y tuvo compasión.
Es que tener un corazón compasivo nos cuesta, pero si queremos reflejar el llamado a ser discípulos de Cristo, necesitamos tener el corazón que tuvo Jesús. Acaso, ¿no fue eso lo que hizo Jesús en medio de su gloria en medio de ser Dios? Dice Filipenses 2:6-7, RV-60: 6el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, 7sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; él no escatimó ser Dios. Él se despojó de su título, de su Gloria, él dejó todo por venir a buscarte a ti y a mí que éramos sus enemigos.
Jesús nos enseña que un corazón samaritano tiene esa capacidad de tener compasión. Jesús le recuerda a sus discípulos en otros pasajes, Mateo 5: 38, 44, RV-60: Oísteis que fue dicho: 38Ojo por ojo, y diente por diente. Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced el bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen. Ustedes van a amar a vuestros enemigos. No solamente amar o decirles yo te amo, pero mantente lejitos. Dice Jesús: “Bendecid a los que os maldicen”. ¿Cómo bendecimos a las personas que nos maldicen? El Señor dice: haced el bien a aquellos que os aborrecen. Y va más profundo, dice: Orar por aquellos que os ultrajan y persiguen. ¿Podemos orar por nuestros enemigos?
Yo no me considero una persona que tenga enemigos, pero he experimentado en el trabajo, en El Líbano, lo difícil que es orar, amar, hacer el bien y bendecir a mis enemigos. El director nacional de “Juventud para Cristo” es un hombre de Dios, un hombre entregado a que los jóvenes sean alcanzados por el evangelio de Cristo. Como libanés, él tuvo mucha dificultad cuando más de un millón y medio de sirios entraron al Líbano en el 2011. Él decía: ¿cómo yo, que soy libanés, voy a tratar de ayudar a estos, que son sirios, que en décadas pasadas mataron a mi familia y acabaron con mi país? Ellos mataron, encarcelaron, exiliaron a los líderes de nuestro país. Causaron estragos, como voy a trabajar con esos jóvenes (sirios) que vienen ahora tratando de buscar un refugio, tratando de buscar ayuda. Y él cuenta en su propio testimonio, como el Señor tuvo que hablarle por medio de la parábola del buen samaritano y por el ministerio de Reconciliación (al que todos somos llamados). No podemos decir que somos discípulos de Cristo, si tenemos personas que no hemos perdonado, si tenemos personas que consideramos enemigos y no podemos ni siquiera orar por ellos.
La iglesia de Cristo hace un llamado: cuando tengamos comunidad a nuestro alrededor, que no sea como nuestra comunidad, es decir, que sea diferente; tenemos que estar dispuestos a servir. No importando su nacionalidad, si tiene trabajo, si tiene valores. ¿Qué va a hacer usted cuando a la iglesia entren aquellos que son homosexuales y lesbianas? ¿Qué va a hacer la iglesia cuando entren aquellos que se cambian de sexo, y ahora se dice ser hombre cuando nació mujer?
Hace un par de semanas un ministerio de jóvenes, con el cual tengo un poquito de relación, estaban bautizando a una muchacha que se cambió de sexo; nació hombre y se hizo mujer; pero comprendió la necesidad que hay de recibir a Cristo en el corazón. Ahora está siendo discipulada, ha entendido el amor, la gracia y el perdón de Dios. Está arrepentida por lo que hizo, pero ya se hizo la operación, ¿qué le vamos a hacer? ¿Iglesia de Cristo, la vamos a rechazar? ¿Le vamos a decir: No puede ser parte de nosotros hasta que no te cambies otra vez a hombre? ¿La vamos a dejar ahí tirada, como ese hombre que fue golpeado? ¿O vamos amarle, vamos a integrarla, vamos a ofrecer la Gracia, que un día tú y yo recibimos?
Comprendemos y aprendemos que para tener un corazón compasivo como el del Padre celestial debemos amar, bendecir, hacer bien y orar por aquellos que son diferentes de nosotros. Aquellos que mucho nos llaman enemigos. El director de “Juventud para Cristo”, cambió y ahora su ministerio ha explotad; de tener un ministerio de 10 personas, ahora son un grupo casi de 40 personas. Estamos alcanzando a libaneses, a sirios, alcanzando a toda la gente que necesita ser alcanzada por el amor de Dios.
Pero fue necesario tener una transformación, lograr un corazón compasivo como el corazón del samaritano.
2. El corazón samaritano es imparcial.
Lucas 10:34 dice: 34y acercándose, vendó sus heridas, echándoles aceite y vino. Ese hombre no pudo acercarse al que estaba golpeado, lastimado, casi medio muerto; si no tenía un corazón que estaba libre de prejuicios.
Es que para tener un corazón samaritano hay que pedirle al Señor que me perdone, me libre y me desencadene de todos los prejuicios que tengo en mi vida, todas las cosas que la sociedad me enseña, todas las cosas que las noticias me enseñan. Ese proceso de quitar de mí esas raíces de prejuicios contra aquellos que no son iguales que yo, no es algo fácil.
Esa fue la experiencia que los judíos tenían con los samaritanos, y la experiencia que Jesús quería que sus discípulos también tuvieran, la experiencia que Dios quería que este hombre de la ley también tuviera. El samaritano era el odiado, el menospreciado, el rechazado, él hubiera podido rechazar de igual forma; pero él decidió no tener un corazón lleno de prejuicios.
El sacerdote, el levita (que era el maestro de la ley, conocía la ley) debían tener un corazón compasivo, debían tener un corazón imparcial: pero no lo tuvieron. El samaritano hace lo contrario, él se acerca, dice la palabra que no importando qué tan sucio estaba.
Tal vez iba camino a casa pero él dijo: “A ese hombre le tengo que ayudar”. Así que tuvo que bajarse, arrodillarse, verle en medio de la de la suciedad que tenía, la sangre que le estaba corriendo. Comenzó a curar las heridas de ese hombre. Fue al suelo porque tenía un corazón imparcial, no le importó quién estaba allí.
¿Está usted dispuesto a bajarse a la situación de aquellos que no conocen de Cristo?
¿Está usted dispuesto a ensuciarse las manos, su carro o su casa, por compartir el amor con aquellos que son diferentes a ti?
Requiere sacrificio, un corazón realmente dedicado, identificarse con la necesidad del hombre, la necesidad de aquellos que están en problemas o de aquellos que están sufriendo.
Hace nueve años, mi familia y yo decidimos de dejar los Estados Unidos, teníamos una vida cómoda, una vida más favorable; para irnos a El Líbano. Yo le compartía al grupo de misiones, el día de ayer, que en El Líbano, en nuestra casa, tenemos electricidad solamente 10 horas al día y nos acostumbramos. El agua hay que comprarla, y si se acaba tenemos que esperar un par de horas a que llegue el camión a rellenarla. ¿El internet? Los chicos nos siguen preguntando, aún después de nueve años, ¿papi, por qué no hay internet? Estamos en El Líbano. Pero decidimos dejar comodidades por el deseo de ir y buscar a aquellos que están en grandes problemas, aquellos que necesitan experimentar el amor de Cristo.
Para muchos libaneses hay jóvenes alrededor de nuestro centro que son considerados basura, y muchos los consideran como sucios, porque son mal hablados. Dicen que van a ensuciar nuestro centro, que traerá mala reputación, pleitos. Hermanos, es cierto, han traído todo eso. Ellos vienen sucios, huelen feo algunos de ellos (porque no tienen agua en sus casas para bañarse), pero vienen al centro, y les gusta. Pero es que el centro está limpio, accesible, con agua potable para ellos (muchos de ellos no tienen agua para tomar), aire acondicionado y les gusta estar ahí. Nosotros les amamos, y les recibimos porque queremos tener un corazón como el corazón del samaritano.
He tenido que trabajar con nuestro personal, la vida de esos muchachos es difícil, es dura y debemos amarles. Con esa forma mostramos un corazón imparcial, listo para agacharse, acercarse y juntarse. Un corazón que siente el deseo de suplir la necesidad de aquellos que lo necesitan.
3. El corazón samaritano es generoso.
Los encontramos en los versículos finales del pasaje (Lucas 10): y poniéndole en su cabalgadura, lo llevó al mesón, y cuidó de él. 35Otro día al partir, sacó dos denarios, y los dio al mesonero, y le dijo: Cuídamele; y todo lo que gastes de más, yo te lo pagaré cuando regrese.
El samaritano no solamente se detuvo y lo vio, tuvo compasión y fue imparcial. Quizás dijo: “no importa que ese parece judío yo lo voy a atender”, se compadeció, se arrodilló, lo atendió, sanó sus heridas, usó sus recursos.
Me gusta tener imaginación y La Biblia nos da la libertad. Yo me imagino ese hombre samaritano en su burrito, pensando: “Mi mujer me está esperando con una comida bien rica así que tengo que llegar a tiempo. De repente ve a este hombre y sabe que tiene servirle, pero piensa en la cantaleta que su esposa le puede hacer. Pero no puedo dejarlo aquí, lo tengo que atender, tengo que subirlo a mi burrito aunque se ensucie la cabalgadura, pero no importa, me lo llevo. Localizó por las redes sociales un lugarcito, los llevó a la cama, pidió al dueño que lo atendiera, que le diera todo lo que necesite, que al regresar de ver a mi esposa te pago por lo que él ha gastado”. El samaritano usa su tiempo, usa sus recursos, usa sus redes sociales, sus finanzas; es que para tener un corazón como el corazón del samaritano tenemos que ser generosos.
¿Está dispuesto usted a usar todo eso?
¿Está dispuesto usted a dar lo que Dios le ha dado, con el deseo de que otros puedan llegar al corazón de Cristo?
¿Está usted dispuesto a dejar su posición social, a usar sus recursos de tiempo o de dinero con tal de que personas que pueden ser nuestros enemigos puedan conocer de Cristo?
Iglesia eso es lo que nos pide Cristo. Yo no encuentro otro modelo de un discípulo de Cristo.
Lastimosamente no puedo darle aquí buenas noticias con tal de que venga a la iglesia. Para ser un discípulo de Cristo, no tenemos que buscar en la iglesia, necesitamos tener un corazón para Cristo, para transformar, para llegar, para servir, para bendecir, para amar, para redimir aquello que se había perdido. ¿Está dispuesto usted?
Le invito que cierre sus ojos. Yo no sé qué Dios le está hablando a su corazón. Tal vez tú ya tienes un corazón compasivo pero no tienes un corazón imparcial. Tal vez tienes prejuicios contra cierto grupo de personas, tal vez tienes prejuicios contra hermanos en la iglesia, tal vez tienes prejuicios con personas que no comparten tus mismos valores o creencias. Tal vez te cuesta ser generoso, te cuesta adaptar y usar tus recursos por amar aquello que se había perdido. Aquello que está golpeado, aquello que está sucio, te cuesta dar de lo que Dios me ha bendecido para bendecir a otros.
Yo te invito a que reflexionemos, reconozcamos delante del Señor: Padre cámbiame, porque yo quiero tener un corazón como el corazón del samaritano.
Tenga un tiempo ahí, usted con el Señor. Eso es algo personal. Yo no puedo decirte tienes cambiar esto o aquello. La iglesia de Cristo para ser efectiva, para transformar nuestra comunidad, para tener un impacto que llegue más allá de estas puertas necesitamos tener un corazón como el corazón del samaritano. Las palabras del Señor nos resuenan hoy en día, ve y haz tú lo mismo.
Pero quiero hablar también para ti que es la primera vez que escuchas qué hay un Dios que te ama, hay un Dios que quiere redime, hay un Dios que quiere transformar. Tal vez estás cargado y llegas por primera vez a esta iglesia, por segunda vez, o quizás llevas más de 20 años asistiendo aquí; pero nunca le has dicho al Señor Jesús: “Señor transforma mi vida, necesito de ti”. Si te encuentras tirado, golpeado como ese hombre, esta iglesia El Redentor; quiere amarte, quiere servirte. Esta iglesia quiere sanar tus heridas, esta iglesia quiere llevarte a la presencia de aquel que murió en la cruz por ti.
Si nunca has abierto tu corazón a Cristo, te invito que hagas esta oración conmigo: Padre tú conoces mi corazón, tú conoces mi vida, yo te necesito. Tengo un vacío que solamente tú puedes llenar. En esta mañana he entendido que como ese hombre que fue golpeado, que necesitaba ser sanado, cuidado y transformado; yo también necesito el mismo cuidado, la misma transformación, la misma restauración. Abro mi corazón al único y verdadero Señor; al Señor Jesucristo, que dio su vida por mí. Enséñame y ayúdame porque quiero ser un discípulo de Cristo. Si usted hizo esa oración conmigo, levante su mano para enseñar que ha recibido a Cristo, que quiere aprender más de Él. Hay hermanos que se van a acercar a usted, le van a ayudar a entender mejor.
Padre celestial gracias porque tu palabra ha sido esparcida en esta mañana, y sabemos que no regresará vacía. Oramos en el nombre de Jesús, amén.
Un corazón Samaritano
Junio 26, 2022 – 1:30PM | Lucas 10:30-37 | Misionero David Castañeda
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Vamos a buscar en el evangelio según San Lucas, capítulo 10: 30-37. Los invito a que se pongan en pie, por respeto a la palabra del Señor, y vamos a leerlo todos juntos. Dice así la palabra del Señor: 30Respondiendo Jesús, dijo: Un hombre descendía de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de ladrones, los cuales le despojaron; e hiriéndole, se fueron, dejándole medio muerto. 31Aconteció que descendió un sacerdote por aquel camino, y viéndole, pasó de largo. 32Asimismo un levita, llegando cerca de aquel lugar, y viéndole, pasó de largo. 33Pero un samaritano, que iba de camino, vino cerca de él, y viéndole, fue movido a misericordia 34y acercándose, vendó sus heridas, echándoles aceite y vino; y poniéndola en su cabalgadura, lo llevó al mesón, y cuidó de él. 35Otro día al partir, sacó dos denarios, y los dio al mesonero, y le dijo: Cuídamele; y todo lo que gastes de más, yo te lo pagaré cuando regrese. 36¿Quién, pues, de estos tres te parece que fue el prójimo del que cayó en manos de los ladrones? 37Él dijo: El que usó misericordia con él. Entonces Jesús le dijo: Ve, y haz tú lo mismo.
Padre celestial esta es tu Bendita y Santa Palabra, la hemos leído, queremos escucharla, queremos apegarla a nuestro corazón y queremos que de fruto al 30, al 60 y al 100%. Háblanos en esta tarde de una manera simple y sencilla, por medio de tu Espíritu Santo. Quítanos cualquier distracción que tengamos, para que podamos entender los propósitos que tú tienes para nuestra vida. Oramos en el nombre de Jesús, amén y amén.
Pueden tomar asiento.
El mensaje, en esta tarde, lo he titulado “El corazón samaritano”.
No sé si ustedes han notado pero hoy en día esto de hacer buenas acciones, esto de hacer obra social, la lucha contra la injusticia y la desigualdad, es algo bastante común. Estamos en una generación que desea traer un cambio, la generación de los mileniales, la generación z. Sienten un llamado a realizar continuamente buenas obras, más que en cualquier otros tiempos. Necesitan sentirse bien, tienen que sentir que hacen algo por su sociedad, por su comunidad. Estoy llamado a servir a mi prójimo. De una u otra forma, estoy pensando y estoy diciendo, quiero que me llamen: “el buen samaritano”.
Creo que hemos escuchado este término en diferentes formas, organizaciones sociales, organizaciones humanitarias; que desean ayudar, desean servir a los marginados, desean a poder servir a aquellos que tienen alguna necesidad específica. Pero, ¿sabe qué? En general yo diría que en nuestros días estamos utilizando este término: “el buen samaritano”, de una forma errónea. Les voy a decir a través de este mensaje, ¿por qué usamos mal este término?
Si vemos un poquito el contexto del pasaje que acabamos de leer, Lucas 9, encontramos que Jesús envía a sus discípulos a anunciar el evangelio de Dios. Le dice: “Vayan y anuncien que el reino de Dios se ha acercado al hombre”. Los discípulos van gozosos, experimentan, observan el poder y la Gloria de Dios por medio de lo que ellos están haciendo, por medio de comunicar la palabra de Dios. Al final del capítulo 9, los discípulos y el Señor Jesucristo, inician el camino a Jerusalén. Los discípulos por alguna razón son confrontados por personas samaritanas.
En el capítulo 10 Jesús envía nuevamente un grupo más grande de discípulos, otra vez, a compartir el evangelio de Cristo. La palabra dice que fueron 72 discípulos los que Jesús envió. Y otra vez enseñan la palabra. Miran la obra de Dios, en presencia de sus ojos, la Gloria del Señor realizarse en la vida de aquellos que reciben la palabra.
Pero en medio de esos acontecimientos dice que llega un hombre de la ley, un fariseo, que quiere hacerle una pregunta. Tal vez con buena o tal vez con mala intención, no sabemos lo que hay en el corazón. Pero el maestro de la ley viene y le hace esa pregunta a Jesús y le dice: “Maestro sabemos que tú enseñas bien la palabra dime: ¿Quién es mi prójimo? ¿Quién es mi vecino?”
¿Será aquel que me cae bien? ¿Será aquel con quién comparto las mismas formas de pensar, las mismas ideas? ¿Será aquel que comparte los mismos valores morales, los mismos valores sociales que yo?
La verdad es que es difícil relacionarse, convivir, servir a personas que no nos caen bien. Para mí es difícil pensar o hacer algo bueno, ayudar a personas que me han tratado mal, personas que a veces hasta son diferentes. Personas con las que no tengo nada en común. Personas con las cuales no me relaciono porque es que son muy diferentes. Personas con las cuales, tal vez, hasta nos hemos peleado, hemos tenido pleitos, discusiones, dificultades.
Es fácil para usted servir a su familia, porque le cae bien, para mí también lo es. Es fácil servir, ayudar, o pensar en cómo poder ser un buen samaritano, con amigos que me caen bien. Es fácil pensar servir y tratar de ayudar a personas que aún desconocidos pero que tenemos alguna relación de afinamiento.
Sin embargo con aquellos que siento que me clavan el puñal por la espalda, ¡no hombre! Que el Señor les bendiga y se los lleve rápido para el cielo, ¿verdad? Aquellas personas que son diferentes de nosotros, aquellos que tal vez tienen un nivel social diferente, es difícil servir. ue es difícil acercarnos a ellos porque están sucios, huelen mal. Y cómo voy a acercarme a ellos y yo con mi saco, muy bonito, de domingo, bien vestiditos. ¡Qué difícil tener que servir a alguien que estaba en la calle, pordiosero! Tal vez me va a ensuciar el carro si le tengo que llevar a otro lugar. ¡Qué difícil!
O tal vez personas que son de diferentes valores morales o sociales que los míos. No, es que si me ven con aquel que es como medio del otro lado del equipo, tal vez me vayan a confundir también a mí. ¡No cuidado!
Qué difícil es acercarme a personas que comparte es eso del aborto, o servir a esas personas. Tal vez personas que son de etnias diferentes, nacionalidad diferente. ¡Es que esos chinitos! Y todos son chinos, aunque sean asiáticos, filipinos, vietnamitas, y ¡cómo nos cuesta servirle! Y los árabes tienen un olor a ajo, como que huelen feo, ¿cómo me acerco a ellos? Mejor me quedo con mi amigo colombiano, que me cae bien, con gente que me relaciono y puedo hablar la misma lengua (idioma), es fácil servir a esta gente. ¡Pero qué difícil si las noticias te los venden como terroristas, guerrilleros! Es difícil acercarnos a personas que son diferentes de nosotros.
No sé cómo será la situación aquí en Canadá, pero hoy en día eso de la división, la separación, el racismo, es una problemática bastante presente en EE.UU. La discutimos, se lucha, hay activismo de grupos tratando de luchar contra grupos que sufren en divisiones. Sufren el ser menospreciados o discriminados. Aún después de casi más de 200 años, cuando se abolió la esclavitud en EE.UU., seguimos luchando con la discriminación. ¿Por qué? ¡Porque no tenemos un corazón samaritano!
En Latinoamérica todavía hay discriminación, hay racismo. El sistema desea traer cambios y reflejar, tal vez, valores del oeste; valores donde hay inclusión, se aceptan, pero hay racismo.
¡Y en el medio oriente ni le digo! En el Líbano eso fue uno de los choques más grandes que tuvimos como familia. Ver un racismo tan fuerte, donde no hay pena el discriminar a una persona por ser negra. No hay pena en decirle: “Quítate porque yo soy blanco y tú eres negro, te toca allá en la otra fila”. O: “Tú no puedes entrar a esa piscina porque eres más morenito que los demás”.
Hay discriminación entre libaneses y sirios. Los sirios los atacaron (a los libaneses) y los invadieron entre el 1990 al 2000, mataron a muchos de sus familiares. ¡Qué difícil es unirlos para trabajar! Por el conflicto, la matanza y la destrucción social causada al Líbano. Y ahora que los sirios están refugiados en El Líbano, no puedo explicarles lo difícil que es para los libaneses servir a sirios.
A nadie le gustan los palestinos, parece que fueran lepra, que fueran algo que nadie quiere tocar, pero hay más de medio millón de palestinos viviendo en el Líbano. Los tienen a todos como terroristas. Los discriminan, no pueden encontrar trabajo, así sea gente profesional y preparada.
La enemistad está presente y parece que no hemos cambiado después de que han pasado casi 2000 años que Jesús vino aquí a la tierra. No hemos cambiado porque fue la misma historia que Jesús contó con esta parábola.
¡A mí me gustan las parábolas! Al entrar me encontré a un hermano que me dijo: – En el 2016, cuando usted vino, nos predicó de la parábola de: “La moneda perdida”. Y le dije: — gracias hermano que se recordó. Hoy no hablamos de “La moneda perdida”, hoy traigo la parábola de “El samaritano”. Jesús cuenta parábolas, esas historias que me gustan porque nos dan una lección muy objetiva para nuestra vida práctica. Jesús quería enseñarle al maestro de la ley.
Jesús quería enseñarles a sus discípulos, y hoy nos quiere enseñar a nosotros, que tenemos que tener un corazón samaritano si queremos llamarnos discípulos de Cristo. Iglesia de Dios, si tú te quieres llamar Hijo de Dios, que es: discípulo de Cristo, tú tienes que reflejar el corazón samaritano.
No podemos decir: “Yo tengo un corazón samaritano, pero con estos no me reúno porque hablan mal de otros, con esos no me uno porque piensan diferente, no le hablo a los hermanitos de la iglesia que me causan dolor y me apuñalan por la espalda. ¡El corazón samaritano perdona, reconcilia y transforma!
Y en esta mañana les quiero recordar lo que el Señor Jesús dijo a través de esta parábola. Jesús en su deseo de quebrar esta problemática y mostrar el corazón del reino de Dios, en medio de sufrir discriminación y rechazo Él mismo, quiso enseñarle que nosotros como hijos de Dios también hacemos lo mismo. Sucedió en aquel tiempo.
Resulta que en aquel tiempo los judíos odiaban a los samaritanos, no los podían aceptar. Los miraban como una raza de segunda clase, como la escoria, como aquellos que tenían lepra. Ni querían pasar por los caminos que llevaban hacia Samaria para no contaminarse. Pero qué lección nos da el Señor Jesucristo cuando nos dice: “Un buen samaritano se acerca, y cambia el paradigma de lo que hacen constantemente los hombres religiosos, el maestro de la ley, tú y yo.”
- El corazón samaritano es compasivo.
Dice que un hombre iba caminando bajando de Jerusalén, fue atacado por ladrones y ahí lo dejaron golpeado, medio muerto.
Pasó aquel hermano, pastor de la iglesia, medio lo vio y dijo: “Un hombre”. Y rapidito dijo: “vámonos por otra parte”. Luego por el otro camino venía el director de alabanza, vio la situación y dijo: “Déjame irme rápido de aquí, antes de que me ataquen a mí también.
Pero el Señor quería apuntar la nacionalidad de este hombre, un samaritano, Él quería darnos una lección específica por eso dijo: “Un samaritano, que iba de camino, vino cerca de él y viéndole fue movido a misericordia.” El corazón samaritano es sensible a la necesidad del otro”:
La compasión, literalmente la palabra, significa: sufrir juntos; significa tener una disposición a compadecerse y tratar de reducir los sufrimientos y miserias de otras personas. Fíjese en la historia de Jesús no fue el pastor, no fue el director de alabanza o el líder de jóvenes, no fue el líder de diáconos quien se acercó. Se acercó el samaritano, el odiado, el rechazado. Aquel que era discriminado por la sociedad judía, aquel que no tenía ningún valor en la sociedad se acercó y tuvo compasión.
Es que tener un corazón compasivo nos cuesta, pero si queremos reflejar el llamado a ser discípulos de Cristo, necesitamos tener el corazón que tuvo Jesús. Acaso, ¿no fue eso lo que hizo Jesús en medio de su gloria en medio de ser Dios? Dice Filipenses 2:6-7, RV-60: 6el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, 7sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; él no escatimó ser Dios. Él se despojó de su título, de su Gloria, él dejó todo por venir a buscarte a ti y a mí que éramos sus enemigos.
Jesús nos enseña que un corazón samaritano tiene esa capacidad de tener compasión. Jesús le recuerda a sus discípulos en otros pasajes, Mateo 5: 38, 44, RV-60: Oísteis que fue dicho: 38Ojo por ojo, y diente por diente. Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced el bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen. Ustedes van a amar a vuestros enemigos. No solamente amar o decirles yo te amo, pero mantente lejitos. Dice Jesús: “Bendecid a los que os maldicen”. ¿Cómo bendecimos a las personas que nos maldicen? El Señor dice: haced el bien a aquellos que os aborrecen. Y va más profundo, dice: Orar por aquellos que os ultrajan y persiguen. ¿Podemos orar por nuestros enemigos?
Yo no me considero una persona que tenga enemigos, pero he experimentado en el trabajo, en El Líbano, lo difícil que es orar, amar, hacer el bien y bendecir a mis enemigos. El director nacional de “Juventud para Cristo” es un hombre de Dios, un hombre entregado a que los jóvenes sean alcanzados por el evangelio de Cristo. Como libanés, él tuvo mucha dificultad cuando más de un millón y medio de sirios entraron al Líbano en el 2011. Él decía: ¿cómo yo, que soy libanés, voy a tratar de ayudar a estos, que son sirios, que en décadas pasadas mataron a mi familia y acabaron con mi país? Ellos mataron, encarcelaron, exiliaron a los líderes de nuestro país. Causaron estragos, como voy a trabajar con esos jóvenes (sirios) que vienen ahora tratando de buscar un refugio, tratando de buscar ayuda. Y él cuenta en su propio testimonio, como el Señor tuvo que hablarle por medio de la parábola del buen samaritano y por el ministerio de Reconciliación (al que todos somos llamados). No podemos decir que somos discípulos de Cristo, si tenemos personas que no hemos perdonado, si tenemos personas que consideramos enemigos y no podemos ni siquiera orar por ellos.
La iglesia de Cristo hace un llamado: cuando tengamos comunidad a nuestro alrededor, que no sea como nuestra comunidad, es decir, que sea diferente; tenemos que estar dispuestos a servir. No importando su nacionalidad, si tiene trabajo, si tiene valores. ¿Qué va a hacer usted cuando a la iglesia entren aquellos que son homosexuales y lesbianas? ¿Qué va a hacer la iglesia cuando entren aquellos que se cambian de sexo, y ahora se dice ser hombre cuando nació mujer?
Hace un par de semanas un ministerio de jóvenes, con el cual tengo un poquito de relación, estaban bautizando a una muchacha que se cambió de sexo; nació hombre y se hizo mujer; pero comprendió la necesidad que hay de recibir a Cristo en el corazón. Ahora está siendo discipulada, ha entendido el amor, la gracia y el perdón de Dios. Está arrepentida por lo que hizo, pero ya se hizo la operación, ¿qué le vamos a hacer? ¿Iglesia de Cristo, la vamos a rechazar? ¿Le vamos a decir: No puede ser parte de nosotros hasta que no te cambies otra vez a hombre? ¿La vamos a dejar ahí tirada, como ese hombre que fue golpeado? ¿O vamos amarle, vamos a integrarla, vamos a ofrecer la Gracia, que un día tú y yo recibimos?
Comprendemos y aprendemos que para tener un corazón compasivo como el del Padre celestial debemos amar, bendecir, hacer bien y orar por aquellos que son diferentes de nosotros. Aquellos que mucho nos llaman enemigos. El director de “Juventud para Cristo”, cambió y ahora su ministerio ha explotad; de tener un ministerio de 10 personas, ahora son un grupo casi de 40 personas. Estamos alcanzando a libaneses, a sirios, alcanzando a toda la gente que necesita ser alcanzada por el amor de Dios.
Pero fue necesario tener una transformación, lograr un corazón compasivo como el corazón del samaritano.
2. El corazón samaritano es imparcial.
Lucas 10:34 dice: 34y acercándose, vendó sus heridas, echándoles aceite y vino. Ese hombre no pudo acercarse al que estaba golpeado, lastimado, casi medio muerto; si no tenía un corazón que estaba libre de prejuicios.
Es que para tener un corazón samaritano hay que pedirle al Señor que me perdone, me libre y me desencadene de todos los prejuicios que tengo en mi vida, todas las cosas que la sociedad me enseña, todas las cosas que las noticias me enseñan. Ese proceso de quitar de mí esas raíces de prejuicios contra aquellos que no son iguales que yo, no es algo fácil.
Esa fue la experiencia que los judíos tenían con los samaritanos, y la experiencia que Jesús quería que sus discípulos también tuvieran, la experiencia que Dios quería que este hombre de la ley también tuviera. El samaritano era el odiado, el menospreciado, el rechazado, él hubiera podido rechazar de igual forma; pero él decidió no tener un corazón lleno de prejuicios.
El sacerdote, el levita (que era el maestro de la ley, conocía la ley) debían tener un corazón compasivo, debían tener un corazón imparcial: pero no lo tuvieron. El samaritano hace lo contrario, él se acerca, dice la palabra que no importando qué tan sucio estaba.
Tal vez iba camino a casa pero él dijo: “A ese hombre le tengo que ayudar”. Así que tuvo que bajarse, arrodillarse, verle en medio de la de la suciedad que tenía, la sangre que le estaba corriendo. Comenzó a curar las heridas de ese hombre. Fue al suelo porque tenía un corazón imparcial, no le importó quién estaba allí.
¿Está usted dispuesto a bajarse a la situación de aquellos que no conocen de Cristo?
¿Está usted dispuesto a ensuciarse las manos, su carro o su casa, por compartir el amor con aquellos que son diferentes a ti?
Requiere sacrificio, un corazón realmente dedicado, identificarse con la necesidad del hombre, la necesidad de aquellos que están en problemas o de aquellos que están sufriendo.
Hace nueve años, mi familia y yo decidimos de dejar los Estados Unidos, teníamos una vida cómoda, una vida más favorable; para irnos a El Líbano. Yo le compartía al grupo de misiones, el día de ayer, que en El Líbano, en nuestra casa, tenemos electricidad solamente 10 horas al día y nos acostumbramos. El agua hay que comprarla, y si se acaba tenemos que esperar un par de horas a que llegue el camión a rellenarla. ¿El internet? Los chicos nos siguen preguntando, aún después de nueve años, ¿papi, por qué no hay internet? Estamos en El Líbano. Pero decidimos dejar comodidades por el deseo de ir y buscar a aquellos que están en grandes problemas, aquellos que necesitan experimentar el amor de Cristo.
Para muchos libaneses hay jóvenes alrededor de nuestro centro que son considerados basura, y muchos los consideran como sucios, porque son mal hablados. Dicen que van a ensuciar nuestro centro, que traerá mala reputación, pleitos. Hermanos, es cierto, han traído todo eso. Ellos vienen sucios, huelen feo algunos de ellos (porque no tienen agua en sus casas para bañarse), pero vienen al centro, y les gusta. Pero es que el centro está limpio, accesible, con agua potable para ellos (muchos de ellos no tienen agua para tomar), aire acondicionado y les gusta estar ahí. Nosotros les amamos, y les recibimos porque queremos tener un corazón como el corazón del samaritano.
He tenido que trabajar con nuestro personal, la vida de esos muchachos es difícil, es dura y debemos amarles. Con esa forma mostramos un corazón imparcial, listo para agacharse, acercarse y juntarse. Un corazón que siente el deseo de suplir la necesidad de aquellos que lo necesitan.
3. El corazón samaritano es generoso.
Los encontramos en los versículos finales del pasaje (Lucas 10): y poniéndole en su cabalgadura, lo llevó al mesón, y cuidó de él. 35Otro día al partir, sacó dos denarios, y los dio al mesonero, y le dijo: Cuídamele; y todo lo que gastes de más, yo te lo pagaré cuando regrese.
El samaritano no solamente se detuvo y lo vio, tuvo compasión y fue imparcial. Quizás dijo: “no importa que ese parece judío yo lo voy a atender”, se compadeció, se arrodilló, lo atendió, sanó sus heridas, usó sus recursos.
Me gusta tener imaginación y La Biblia nos da la libertad. Yo me imagino ese hombre samaritano en su burrito, pensando: “Mi mujer me está esperando con una comida bien rica así que tengo que llegar a tiempo. De repente ve a este hombre y sabe que tiene servirle, pero piensa en la cantaleta que su esposa le puede hacer. Pero no puedo dejarlo aquí, lo tengo que atender, tengo que subirlo a mi burrito aunque se ensucie la cabalgadura, pero no importa, me lo llevo. Localizó por las redes sociales un lugarcito, los llevó a la cama, pidió al dueño que lo atendiera, que le diera todo lo que necesite, que al regresar de ver a mi esposa te pago por lo que él ha gastado”. El samaritano usa su tiempo, usa sus recursos, usa sus redes sociales, sus finanzas; es que para tener un corazón como el corazón del samaritano tenemos que ser generosos.
¿Está dispuesto usted a usar todo eso?
¿Está dispuesto usted a dar lo que Dios le ha dado, con el deseo de que otros puedan llegar al corazón de Cristo?
¿Está usted dispuesto a dejar su posición social, a usar sus recursos de tiempo o de dinero con tal de que personas que pueden ser nuestros enemigos puedan conocer de Cristo?
Iglesia eso es lo que nos pide Cristo. Yo no encuentro otro modelo de un discípulo de Cristo.
Lastimosamente no puedo darle aquí buenas noticias con tal de que venga a la iglesia. Para ser un discípulo de Cristo, no tenemos que buscar en la iglesia, necesitamos tener un corazón para Cristo, para transformar, para llegar, para servir, para bendecir, para amar, para redimir aquello que se había perdido. ¿Está dispuesto usted?
Le invito que cierre sus ojos. Yo no sé qué Dios le está hablando a su corazón. Tal vez tú ya tienes un corazón compasivo pero no tienes un corazón imparcial. Tal vez tienes prejuicios contra cierto grupo de personas, tal vez tienes prejuicios contra hermanos en la iglesia, tal vez tienes prejuicios con personas que no comparten tus mismos valores o creencias. Tal vez te cuesta ser generoso, te cuesta adaptar y usar tus recursos por amar aquello que se había perdido. Aquello que está golpeado, aquello que está sucio, te cuesta dar de lo que Dios me ha bendecido para bendecir a otros.
Yo te invito a que reflexionemos, reconozcamos delante del Señor: Padre cámbiame, porque yo quiero tener un corazón como el corazón del samaritano.
Tenga un tiempo ahí, usted con el Señor. Eso es algo personal. Yo no puedo decirte tienes cambiar esto o aquello. La iglesia de Cristo para ser efectiva, para transformar nuestra comunidad, para tener un impacto que llegue más allá de estas puertas necesitamos tener un corazón como el corazón del samaritano. Las palabras del Señor nos resuenan hoy en día, ve y haz tú lo mismo.
Pero quiero hablar también para ti que es la primera vez que escuchas qué hay un Dios que te ama, hay un Dios que quiere redime, hay un Dios que quiere transformar. Tal vez estás cargado y llegas por primera vez a esta iglesia, por segunda vez, o quizás llevas más de 20 años asistiendo aquí; pero nunca le has dicho al Señor Jesús: “Señor transforma mi vida, necesito de ti”. Si te encuentras tirado, golpeado como ese hombre, esta iglesia El Redentor; quiere amarte, quiere servirte. Esta iglesia quiere sanar tus heridas, esta iglesia quiere llevarte a la presencia de aquel que murió en la cruz por ti.
Si nunca has abierto tu corazón a Cristo, te invito que hagas esta oración conmigo: Padre tú conoces mi corazón, tú conoces mi vida, yo te necesito. Tengo un vacío que solamente tú puedes llenar. En esta mañana he entendido que como ese hombre que fue golpeado, que necesitaba ser sanado, cuidado y transformado; yo también necesito el mismo cuidado, la misma transformación, la misma restauración. Abro mi corazón al único y verdadero Señor; al Señor Jesucristo, que dio su vida por mí. Enséñame y ayúdame porque quiero ser un discípulo de Cristo. Si usted hizo esa oración conmigo, levante su mano para enseñar que ha recibido a Cristo, que quiere aprender más de Él. Hay hermanos que se van a acercar a usted, le van a ayudar a entender mejor.
Padre celestial gracias porque tu palabra ha sido esparcida en esta mañana, y sabemos que no regresará vacía. Oramos en el nombre de Jesús, amén.