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La unidad

Noviembre 17, 2024 – 2:00PM | Juan 17:20-23 | Hna. Carmen Aguilera

Descargar Texto: Sermón en PDF

Etiquetas: carmen diaz, juan, noviembre 2024, transcripcion

TRANSCRIPCIÓN

Buenas tardes hermanos, que hermoso que estemos alabando a Dios, un solo Dios que tiene un nombre que es sobre todo nombre: Jesucristo. ¡Alabado el nombre de Cristo!

Hermano, ¿usted tiene en el corazón la alegría de sentirse parte de esa iglesia? ¿Ha pensado que dentro de 200 años, ninguno de nosotros vamos a estar aquí, ha pensado en eso? A veces le damos tanta importancia a los problemas temporales, por ejemplo: “mira, vine a la iglesia y se sentaron en mi silla”. Hermanos, en 200 años ni la silla, ni el que se sentó, ni usted van a estar aquí. ¿Qué es lo que importa? Que la gente de toda lengua y nación, de generación en generación, hemos sido salvos y el día que cerremos los ojos aquí, los vamos a abrir delante de la presencia del cordero de Dios, ¿no es verdad? Sinceramente, esa es la única verdad que nos debería importar. ¿Por qué? Porque somos parte de la Iglesia de Cristo. Somos parte de la única iglesia, la única iglesia y no me refiero al Redentor, pero me refiero a la única iglesia, el único grupo de personas en todo el planeta, en todos los años de la humanidad, que va a recibir salvación son aquellos que han puesto su confianza en Jesucristo. Una vez más, esa verdad debería ser nuestra alegría cada mañana, cada tarde, cada noche, debería estar en nuestras mentes cada vez que tenemos un problema.

El tema de hoy, yo decía: yo sé que el mediodía del domingo debe ser un tema evangelístico, quizás un tema no tan personal, pero le voy a ser sincera, el tema que Dios puso en mi corazón, quizás usted me va a decir: ¿Y por qué me habla de eso domingo al mediodía? Porque es el tema que, yo creo que, Dios quiere que escuchemos. Es un tema difícil, es el tema de ¿Cómo resolver un conflicto? para restablecer una relación. Puede ser con su compañero de trabajo, puede ser con su esposo o su esposa, puede ser aquí mismo en la iglesia, y específicamente aquí en la iglesia, porque la unidad de la Iglesia de Cristo es vital.

Y una vez más, son verdades que se nos olvidan. No le voy a pedir que levanten la mano. Solamente dígame sí o no, si lo que le voy a decir es nuevo para usted o ya usted lo sabe. ¿Usted sabe que cada uno de los que hemos recibido a Cristo como Señor y Salvador somos parte de la iglesia de Cristo? ¿Sabe usted que Cristo murió por nosotros para poder cubrir nuestros pecados y pagar nuestra deuda? Nosotros estábamos condenados por esa deuda y que después que Él la pagó, nosotros recibimos vida eterna y justificación delante de nuestro Dios.

El tema de hoy es: La unidad de la Iglesia de Cristo. Eso es vital para el plan de salvación de la humanidad. Entonces, ¿por qué no nos importa cuando vemos a dos hermanos discutiendo? ¿Cómo es eso? 

Si realmente yo creo que la unidad del cuerpo de Cristo es vital para la salvación de la humanidad, ¿cómo es posible que nuestro corazón no se rompa cuando vemos un matrimonio en problemas? De dos personas que han jurado llevar su vida delante de Dios y llevar a sus hijos en crecimiento en el Señor. Entonces, hoy vamos a arreglar eso. A partir de hoy nos va a importar.

Vamos a empezar en oración: Padre nuestro, Señor bendito, ¡Alabado sea tu nombre! Señor no queremos conformarnos solamente con decir: ya somos salvos y vamos a ir a tu presencia. Te conocemos, Señor, nos gozamos en ti. Señor, queremos que nuestro corazón se rompa por lo que se rompe el tuyo. Queremos que si nuestro corazón ve un problema que puede afectar a tu iglesia, Señor, queremos caer de rodillas clamando por tu intervención. Padre Santo, pedimos perdón por nuestros pecados. Te rogamos, Señor, que en este momento lo que hablaremos realmente llegue a nuestros corazones, realmente haga una diferencia. Padre Santo que tu iglesia sea fortalecida cada día más, para tu gloria y para tu honra Señor. Ponemos en tus manos nuestro corazón porque sabemos que no es un tema más fácil, sabemos que es un tema incómodo, sabemos que es un tema que no nos gusta hablar, Padre; pero si es importante para ti, es importante para nosotros porque entendemos que es importante para nuestro crecimiento. En el nombre de Cristo Jesús, amén.

Hemos sido salvos con un propósito. ¿Cuál es el propósito? Para la gloria de Dios. Este tema de la unidad hermanos, es tan fuerte en las Escrituras, pero es tan fuerte en la Biblia, que yo podría literalmente pasarme los 40 minutos leyendo versículos sin explicarles nada. La unidad de la iglesia está en el centro del corazón de Dios y lo vamos a ver hoy. Vamos a empezar.

Juan 17: 20-23 (RV 1960): 20 Mas no ruego solamente por estos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos, 21 para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste. 22 La gloria que me diste, yo les he dado, para que sean uno, así como nosotros somos uno. 23 Yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfectos en unidad, para que el mundo conozca que tú me enviaste, y que los has amado a ellos como también a mí me has amado. Esta es mi oración favorita donde está Jesucristo hablando con el Padre. 

La palabra de los discípulos iría de persona en persona, llevando salvación, llevando el evangelio, y llegó hasta nosotros 2000 años después. Él está orando por nosotros. ¿Ustedes están leyendo lo mismo que yo? 

Juan 17: 21 (RV 1960): 21 para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste. Dice que si nosotros somos uno, si yo soy uno aquí con la hermana, la hermana es uno con el hermano, y así con todos los demás, no importando de qué país, generación o de dónde vienen, el mundo creerá. Si nosotros somos uno, entre nosotros; y miren la comparación: Tal como Jesucristo es uno con el Padre, ¿qué va a pasar? El mundo que está mirando a la iglesia El Redentor y dice: “Yo creo que el mensaje que están diciendo es verdad. Si ellos son uno, ellos están unidos sin importar las diferencias. El mundo va a creer que Dios envió a Jesucristo para pagar por los pecados y para que podamos recibir vida eterna y librarnos de la condenación; pero esto depende de nuestra unidad. Cristo lo dijo 2000 años atrás y ha sido evidente que: de la unidad depende que podamos compartir el mensaje con firmeza y con claridad.

Juan 17: 22 (RV 1960): 22 La gloria que me diste, yo les he dado, para que sean uno, así como nosotros somos uno. O sea, no tenemos que hacerlo con nuestras propias fuerzas. 

Por ejemplo: Si yo tratara de ser una con mi esposo con mis propias fuerzas, no puedo, no se puede, hay demasiadas diferencias. Si ustedes conocieran bien a mi esposo y a mí, ustedes dirían: “Divórciate, vamos a hacer una excepción, yo sé que la Biblia dice que lo que unió Dios no lo separa el hombre, pero ustedes no tienen remedio”. ¡Es que somos tan diferentes! Yo me voy de viaje y abro una maleta, meto todo, me le siento arriba y ya. Mi esposo calcula todo lo que va a necesitar, absolutamente todo, y lo pone en su lugar. Usted le pone una pistola en la cabeza y le dice ¿cuántos pulóveres? Cinco. ¿Cuántos pantalones? Dos. ¿Cuántos pares de medias? Tres, un cuarto por si se me mojan. Todo perfecto. Con mis fuerzas sería imposible yo poder ser una con él. Pero el versículo dice que es con la fuerza de Cristo.

Juan 17: 23 (RV 1960): 23 Yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfectos en unidad, para que el mundo conozca que tú me enviaste, y que los has amado a ellos como también a mí me has amado. Unidad en el cuerpo de Cristo, se dice fácil, se hace difícil.

Nuestra iglesia es conocida por una iglesia de puertas abiertas, que nos amamos los unos a los otros. Todo el mundo que me ve ahí en Facebook y dice: ¡Ay, tú eres de El Redentor! Conocí a una muchacha chilena que dice: -Conocí a alguien que va al Redentor y dice que es la mejor iglesia del mundo. ¿Verdad que sí? Pero, a pesar de eso, a pesar de cuánto nos queremos, siempre hay su conflicto, siempre hay su problema. Siempre está el hermano que no me saludó, siempre está el que no me miró, siempre está el que lo invitó a él a la fiesta de Navidad, pero no me invitó a mí. ¿Verdad? Siempre ocurre. También tenemos: Y ¿por qué solamente a los salvadoreños y no a los chilenos? ¿Eh? ¿Por qué no a nosotros? Ese tipo de celo, ese tipo de comentario. Y después le pregunto, dos años después, y la persona de la que usted me hizo el comentario me dice: “Ah, realmente, ya con ese hermano no me hablo”. En la historia de la humanidad no ha existido un solo conflicto que se haya resuelto si nadie hace nada. 

En cada familia tenemos una persona que cuando llega a una fiesta de la familia viene con el conflicto, viene con la tensión, viene con la amargura y todo el mundo sabe. Se puede haber ganado la lotería el día anterior y el hombre viene amargado, porque es una persona que no se ha acostumbrado a lidiar con los conflictos, que no tiene prioridades, que no sabe que un momento de familia no es para sacar que hace dos navidades tú trajiste un puré de papas que nadie se comió; no es el momento, no te pongas tenso pero no es el momento. Luego cuando vienes a la iglesia y te van a sentar al lado la persona que no sabe lidiar con el conflicto, usted se mueve a tres o cuatro sillas de distancia, ¿no es así?  ¿Ya usted tiene algún nombre en la mente? Vamos a trabajar con esa misma persona que Dios le puso en el corazón.

Hermanos, los conflictos se van metiendo y causan divisiones en el cuerpo de Cristo. Eso no debería existir entre nosotros, porque no solamente daña a la iglesia, sino que nos daña a nosotros. Nosotros estamos supuestos a estar libres, yo debería poder sentarme en cualquier asiento de la iglesia sin que me importe a quién me van a sentar al lado, porque yo voy a estar feliz de poder adorar a Cristo. Si el que está al lado lo conozco, maravilloso, y si no lo conozco, acérquese. No importa quién venga a la iglesia, no importa quién predique, estamos aquí para alabar a Cristo. ¡Somos libres! Dios envió a su Hijo a morir en la cruz para darnos libertad, ya somos libres del pecado. 

Voy a darle una guía de cómo poder resolver esa situación y de qué piensa literalmente Cristo de esta situación. 

Mateo 5: 22-24 (RV 1960): 22 Pero yo os digo que cualquiera que se enoje contra su hermano, será culpable de juicio; y cualquiera que diga: Necio, a su hermano, será culpable ante el concilio; y cualquiera que le diga: Fatuo, quedará expuesto al infierno de fuego. 23 Por tanto, si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, 24 deja allí tu ofrenda delante del altar, y anda, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda. 

Mateo 5: 22-24 (NTV): 22 Pero yo digo: aun si te enojas con alguien, ¡quedarás sujeto a juicio! Si llamas a alguien idiota, corres peligro de que te lleven ante el tribunal; y si maldices a alguien, corres peligro de caer en los fuegos del infierno. 23 Por lo tanto, si presentas una ofrenda en el altar del templo y de pronto recuerdas que alguien tiene algo contra ti, 24 deja la ofrenda allí en el altar. Anda y reconcíliate con esa persona. Luego ven y presenta tu ofrenda a Dios. Más claro no canta un gallo. Es un mandamiento de Cristo. 

¿Qué dice la Biblia? Dice Cristo que si esa persona tiene algo contra usted, se supone que usted haga algo, no se supone que usted siga su vida como si no hubiera pasado nada. Tenemos que hacer algo, nos tiene que mover, algo tiene que pasar. Dice: “Levántate, y vaya a ver a su hermano.” ¡Levántate! ¡Levántate! Ve reconcíliate, lo que no puede pasar es que nos quedemos sentados.

El Señor no le está pidiendo que usted analice quien tuvo la culpa o quien inició primero, eso a Cristo ni le va ni le viene. ¡Usted es una persona que ha sido salvada por Jesucristo!  Dice la Biblia que Él nos ha dado todo lo necesario para vivir una vida de piedad, todo lo necesario para responder con amor cuando te están atacando con todo. Él nos ha dado las fuerzas, Él nos ha dado la paciencia. Recuerden el fruto del Espíritu Santo: amor, gozo, paz, paciencia… Para que en momentos como esos, sin importar quién fue el primero, usted vaya y se reconcilie. 

No estoy diciendo que sea sencillo, la vida cristiana no es sencilla, estoy diciendo que algo tiene que pasar. Aunque sea que caigamos de rodillas y digamos: “Señor, yo no sé cómo lo voy a hacer, porque cada vez que llego a hablar con esa persona me mira con mala cara o es grosero conmigo. Yo quisiera reconciliarme, pero no veo respuesta. Ayúdame, Señor, ayúdame.” Clamemos. Pero lo que no puede pasar es que no hagamos nada, que digamos: “Eso se va a arreglar con el tiempo.” Eso es mentira y usted lo sabe, debemos pasar a la acción.

Si ya usted dijo: ¿Sabes qué? Yo sé quién soy, yo sé en quién he creído, yo sé que Dios es poderoso para guardar mi depósito para aquel día. Yo voy a poner mis deseos en sus manos y le voy a decir: “Arréglame esta relación, Señor.” Sin importar cuál sea el precio que me cueste, pero la unidad del cuerpo de Cristo es más que suficiente razón para mí para yo humillarme y hablar con el que tenga que hablar. Porque mi valor, mi autoestima, no depende de la opinión de nadie, depende de lo que Cristo hizo por mí. Eso fue lo que me dio valor, que cuando yo era una pulga tirada en el piso, cubierta de pecados destinada al infierno, justamente Cristo vino a mi corazón y cargó con mis pecados, Él me dio su justicia, yo recibí vida eterna. Entonces, yo tengo todo lo que necesito para esa reconciliación. No me importa si usted está pensando en su exesposa o en su futura, este problema tiene que resolverse y tiene que resolverse hoy.

Romanos 12:18 (NTV): 18 Hagan todo lo posible por vivir en paz con todos. Este versículo es un mandamiento, y nosotros lo hemos pasado de mandamiento a excusa. 

Muchos dicen: -Ya yo hice todo lo posible. ¡Ah sí! Y ¿qué hiciste? ¿Ya fuiste donde estaba esa persona? ¿Pediste perdón? ¿Te reconciliaste? Te diré como hacerlo. Lo primero es saber de dónde viene el conflicto.

  1. Chequea tu corazón. 

Santiago 4:1 (NTV): ¿Qué es lo que causa las disputas y las peleas entre ustedes? ¿Acaso no surgen de los malos deseos que combaten en su interior? Si ya ustedes son salvos, si ustedes viven con amor en el corazón, viven con gozo, ¿cómo es que se están peleando? 

Hay cosas en mi corazón que no deberían estar y por eso maltraté a esa hermana(o). Si ese día yo me sentía agotada, debí haber parado para orar: “Señor, yo no puedo hacer esto con mis fuerzas ¡ayúdame! Señor, mira mi tensión, mira mi actitud. Señor, guíame, Padre. Dame la claridad de mente, dame la calma para poder seguir hablando con las personas. Faltan seis horas del día y no veo cómo lo voy a poder acabar.” Si yo lo hubiera hecho, no hubiera habido un conflicto, porque dice el Señor que el conflicto viene de mi corazón. Así que si usted tiene un conflicto con alguien, en vez de pensar que es culpa de la otra persona, quiero que sepa que primero es su corazón. Chequee el estado de su corazón. Quizás si su corazón hubiera estado de la mano con el Señor, ese conflicto no hubiera pasado. El conflicto siempre sale del corazón. De la abundancia del corazón hablará la boca. 

Si alguien viene y me trata de mala forma siempre o me trata con sarcasmo, esto lo hacen mucho las mujeres, esa persona tiene dolor adentro. Cuando alguien a usted lo está lastimando, no es porque esa persona tiene una vida llena de amor del Señor, hay dolor allá dentro. Es necesario que veamos a esas personas con los ojos del Señor. Pensemos que mi corazón tiene que estar en un buen lugar. Y si yo voy y la persona me responde en mal tono, algo hay en ese corazón. 

   2. Dios está en medio del conflicto.

El Señor quiere que sepamos que el conflicto no es solo entre dos personas, Dios está en medio del conflicto. Usted no puede tener problemas o conflictos con alguien, y tener una relación con Cristo de maravillas. 

Deuteronomio 8:2 (NTV): 2 Recuerda cómo el Señor tu Dios te guio por el desierto durante cuarenta años, donde te humilló y te puso a prueba para revelar tu carácter y averiguar si en verdad obedecerías sus mandatos. 

¿Quién los humilló? Dios, Dios los humilló, y los puso a prueba. 

¿Tiene usted un conflicto? Primero, averigüe cómo está su corazón. No le eche la culpa a la otra persona, porque hay dos personas en ese conflicto y usted es una de ellas. Recuerde que si la otra persona le está hiriendo, es porque ella misma está herida. 

Lo otro es, recuerde que Dios está en medio del asunto. Dios es soberano y lo está permitiendo para que usted vea cuál es su carácter y qué hay en su corazón. 

   3. Si necesita sabiduría, pídasela a Dios.

Santiago 1:5 (NTV): 5 Si necesitan sabiduría, pídansela a nuestro generoso Dios, y él se la dará; no los reprenderá por pedirla.

Pídale sabiduría a Dios para resolver el conflicto. Si usted no tiene experiencia en cómo resolver un conflicto, hable con alguien que sepa. Hay tantas personas en la iglesia que tienen experiencia de cómo llevar una vida cristiana en unidad, sin importar las diferencias de caracteres. Pregunte y le van a guiar hacia esas personas. Pero, a pesar de la importancia de los consejeros de la iglesia, el mejor consejero es Dios. El mejor consejero es Dios porque Él conoce lo que hay en el corazón de la otra persona. Él sabe cuál es la solución. 

Vayamos a Dios cuando vayamos a resolver el conflicto, vayamos primero a Dios y que nos dé sabiduría. 

     4. Decidir si hay que confrontar. 

La Biblia nos dice Efesios 4:2 (NTV): Sean siempre humildes y amables. Sean pacientes unos con otros y tolérense las faltas por amor. Significa que nosotros debemos perdonarnos los unos a los otros. 

Si de repente un hermano deja de hablarle, saludarle, o lo bloquea, usted tiene dos opciones. En un primer momento, yo puedo resolver el conflicto sin ir a ella. Sencillamente, le digo a mi Dios: “Señor, yo no voy a tener mal pensamiento en mi corazón por mi hermana haberme bloqueado en Instagram, ni por lo que me dijo, o por lo que no me dijo; yo la perdono. Te pido que si ella está pasando por algún problema que yo no sé, Señor, ayúdala. Dale gozo en su corazón. Restaura a mi hermana.” ¿Se fijan? Y dejo la solución en manos del Señor, lo dejo ahí. Yo le perdoné cualquier cosa que ella me pueda haber hecho y no hubo necesidad de hablar. Ahora, si en el conflicto cuando la persona me bloquea, me dice algo, o no me saluda y mi actitud es de: bueno te saludo menos y te bloqueo yo también, ahí las dos estamos teniendo problemas y tenemos que sentarnos a hablar.

Cuando se vaya a sentar a hablar con la persona, hay unos punticos que solamente se los voy a mencionar, que la Biblia es clara que tenemos que hacerlo. Usted dice: “Dios dice que me reconcilie, que debo tener en cuenta.”

¿Cómo reconciliarme con esa persona?

  1. Planifique lo que le va a decir, con Cristo en la conversación. Si yo voy a hablar con una persona para reconciliarme, yo planifico lo que le voy a decir. Me preparo en oración. Le digo: “Señor, por favor toca mi corazón. Toca mi carácter. Usa mis palabras cuando yo hable con ella para que yo no parezca orgullosa o arrogante, que vea que de corazón quiero reconciliarme con esta persona.” ¿Me entiende? Me preparo en oración, preparo lo que le quiero decir de modo que yo no esté ahí, hablando disparate.
  2. Cristo tiene que estar en la conversación. El problema no es decirle a la hermana(o): “Tú me bloqueaste en Instagram.” El consejo es empezar por: “Mira hermana, yo te bloqueé la semana pasada porque yo estaba herida, yo valoro tanto tu amistad, tú eres mi hermana en Cristo. Quisiera poder poner todo aparte y olvidarnos de todo lo que haya pasado hasta el día de hoy y empezar una nueva relación en Cristo. Perdóname por estas cosas que te hice, te pido perdón. Si hay algo más por lo que yo debería pedirte perdón, por favor dímelo”. Cristo en la conversación, debemos estar unidos en Cristo. Hay tantas cosas que son enemigos de los cristianos y no podemos ser tú y yo. 
  3. Escuchar. Deseo escuchar el corazón de tu hermano o de tu hermana en este conflicto. Escuchas.
  4. Recuerda que estamos buscando reconciliación, no solución. La solución la da el Señor. 
  5. El mundo nos está mirando y nosotros tenemos la verdad de Dios en las manos, tenemos la responsabilidad de pasar el evangelio y las buenas nuevas de Dios. ¿Lo estamos haciendo? ¿Estamos cuidando nuestra unidad? 

¿Hay en estos momentos algún hermano con el que usted tiene un resentimiento en el corazón o cree que el hermano lo tiene por usted? Le animo a poner a Cristo en primer lugar. Le animo a recibir esa libertad que tenemos en Cristo de amar a todas las personas. Amar a Dios en primer lugar, amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos sin importar de dónde vengan. Gentes de toda lengua y nación. Abramos nuestro corazón, hermanos.

Ustedes que ya tienen a Cristo como Señor y Salvador, no dejen que un conflicto les tenga las manos amarradas. Eso amarra su ministerio, eso amarra su vida, eso amarra su gozo, eso destruye su familia. Liberémonos de todos esos conflictos, restablezcamos la paz en el cuerpo de Cristo. Esa es nuestra prioridad: pensemos en nuestros hermanos antes que en nosotros mismos.

Ahora quisiera hablarles a las personas que nunca han recibido a Cristo como Señor y Salvador. Usted se fija que hemos hablado de la maravilla de ser cristiano, la maravilla de ser una nueva persona en Cristo. Todos los que estamos aquí, que recibimos a Cristo, hubo un día que no hubiéramos dado un peso por nosotros. Pero Dios ha estado trabajando en la mente y en el corazón; y hoy, somos nueva criatura, las cosas viejas pasaron y que todas son hechas nuevas. ¿Verdad? ¡Gloria a Dios! ¡Hermanos, gloria a Dios! ¡Somos nuevas criaturas! Seguimos yendo de victoria en victoria, siendo transformados. Pero si usted todavía no conoce a Cristo, quiero hablarle de las buenas nuevas del evangelio. 

Cuando decimos “evangelio”, eso significa buenas noticias, pero usted no va a entender las buenas noticias si no le digo las malas noticias primero. Todas las personas, absolutamente todas, cometemos errores, algunas veces sin saberlo y otras sabiéndolo. Delante de nosotros tenemos el bien y el mal, la verdad y la mentira. Y ¿cuántas veces hemos escogido la mentira? ¿Cuántas veces robamos? ¿Cuántas veces mentimos? ¿Cuántas veces ofendemos? Cada una de esas situaciones son ofensas, son pecados, son ofensas al Dios del cielo, y dice la Biblia (Romanos 6:23): que la paga del pecado es muerte. Cada una de esas ofensas son contadas contra Dios y cada persona que lo ha ofendido merece ser lanzada al infierno por una eternidad de condenación para pagar nuestros pecados, si Dios fuera justo en este momento. Pero aquí viene la buena noticia: Dios mandó a su Hijo Jesús a morir en la cruz. Jesús, Dios mismo, sin pecado, sin jamás haber dicho una mentira, sin jamás haber robado nada, sin jamás haber ofendido, una vida perfecta y pura fue a la cruz a morir. Dice Juan 3:16 que Dios envió a su hijo a morir por los pecados de todos aquellos que quieren poner su confianza en Él para que puedan tener vida eterna. 

¿Qué sucede si usted hoy se arrepiente? Si dice: Hasta el día de hoy, yo he estado rechazando el mensaje de Dios. Hoy yo voy a decir: “Padre, perdóname cada uno de mis pecados. Perdóname, Señor. Yo quiero recibir vida eterna en Cristo. Yo sé que te he fallado. Yo sé que he ofendido. Yo me siento mal en estos momentos por los pecados que yo he hecho hasta el día de hoy, los cargo en mi espalda. Padre, yo quiero ya libertad. Yo quiero una nueva vida en Cristo. Yo reconozco que si me arrepiento y creo que Cristo murió por mí, cada uno de mis pecados son puestos en Cristo, su justicia es puesta en mí y yo recibo vida eterna”. En este momento pasa el milagro de milagros: mi deuda es pagada, el Espíritu de Dios viene a vivir dentro de mí y empieza la vida en Cristo, de la que estamos hablando. Esa vida de la unidad en la iglesia, esa vida que no se termina cuando cerramos los ojos aquí sino que cuando cerramos los ojos vamos a una eternidad en el cielo. Así que si usted hoy no ha recibido a Cristo, lo animo a ser parte de esa iglesia que Cristo está juntando para su gloria y para su honra. 

Oremos: Padre nuestro, Señor bendito, alabado sea tu nombre. Señor, te doy gracias por este día. Te doy gracias por cada una de las familias que están aquí, por cada persona, Señor, que tú has salvado con la sangre de tu Hijo Jesucristo. Padre Santo, nos ponemos en tus manos. Te rogamos, Padre, que la unidad de tu iglesia sea lo que queme nuestros corazones; que queramos vivir para tu gloria, Señor; para tu honra. Padre, que nuestra vida respire la armonía del cuerpo de Cristo, que cada una de las trampas de Satanás, Señor, sean rotas antes de que comiencen. Enséñanos, Señor, a valorar esa unidad; enséñanos a ser responsables de que el mundo nos está mirando, Señor, y de que tú eres digno de que tu iglesia te alabe, no solamente con canciones, no solamente con ofrendas aunque son necesarias, sino con nuestra vida diaria, con nuestra responsabilidad, que sintamos el dolor del hermano, Señor, que cuidemos nuestras relaciones poniéndote a ti primero, Padre, por encima de todo lo demás.

Y si hay alguna persona aquí, Padre, que no te conoce como Señor y Salvador, que quizás esta es la primera vez que entra una iglesia cristiana y oye este mensaje del Evangelio, Padre, te pido por su corazón. Te ruego que tú les toques, que les toques el corazón y sepan que pueden empezar una maravillosa vida en Cristo hoy. Que pueden recibir perdón de pecados hoy, aquí, en esta iglesia. Que tú los trajiste aquí con un propósito, Señor, con el propósito de que te conocieran y recibieran salvación. Padre, te pido por cada uno de los corazones de las personas que escuchan en estos momentos y que van a escuchar quizás más adelante. Y si ellos, Señor, quieren recibir a Cristo, pueden levantar la mano. Hay personas caminando alrededor esperando. Si usted quiere levantar la mano y recibir a Cristo y decir: Sí, hoy es mi día. Hoy me quiero unir, Señor, en esta iglesia espiritual, en esta iglesia viva. Quiero recibir salvación y vida eterna. Puede levantar la mano y nosotros vamos a orar con usted. Y si usted nos sigue por internet y quiere hacer la oración, repita conmigo: Padre, te pido perdón por mis pecados. Te pido perdón por mis faltas. Te pido perdón por todas las veces que he ofendido, Señor, tu nombre. Te ruego, Padre, que cada uno de mis pecados sean perdonados por la sangre de Jesucristo. Te pido que tu Espíritu Santo venga a vivir dentro de mí, Señor, que mi nombre sea escrito en ese libro de la vida. Quiero recibir vida eterna hoy. Quiero ser parte de tu iglesia hoy, Señor. Sea tu nombre bendito. Te doy gracias por mi nueva vida en Cristo. En el nombre de Cristo Jesús, amén.

Bendiciones iglesia. 

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Noviembre 17, 2024 – 2:00PM | Juan 17:20-23 | Hna. Carmen Aguilera

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TRANSCRIPCIÓN

Buenas tardes hermanos, que hermoso que estemos alabando a Dios, un solo Dios que tiene un nombre que es sobre todo nombre: Jesucristo. ¡Alabado el nombre de Cristo!

Hermano, ¿usted tiene en el corazón la alegría de sentirse parte de esa iglesia? ¿Ha pensado que dentro de 200 años, ninguno de nosotros vamos a estar aquí, ha pensado en eso? A veces le damos tanta importancia a los problemas temporales, por ejemplo: “mira, vine a la iglesia y se sentaron en mi silla”. Hermanos, en 200 años ni la silla, ni el que se sentó, ni usted van a estar aquí. ¿Qué es lo que importa? Que la gente de toda lengua y nación, de generación en generación, hemos sido salvos y el día que cerremos los ojos aquí, los vamos a abrir delante de la presencia del cordero de Dios, ¿no es verdad? Sinceramente, esa es la única verdad que nos debería importar. ¿Por qué? Porque somos parte de la Iglesia de Cristo. Somos parte de la única iglesia, la única iglesia y no me refiero al Redentor, pero me refiero a la única iglesia, el único grupo de personas en todo el planeta, en todos los años de la humanidad, que va a recibir salvación son aquellos que han puesto su confianza en Jesucristo. Una vez más, esa verdad debería ser nuestra alegría cada mañana, cada tarde, cada noche, debería estar en nuestras mentes cada vez que tenemos un problema.

El tema de hoy, yo decía: yo sé que el mediodía del domingo debe ser un tema evangelístico, quizás un tema no tan personal, pero le voy a ser sincera, el tema que Dios puso en mi corazón, quizás usted me va a decir: ¿Y por qué me habla de eso domingo al mediodía? Porque es el tema que, yo creo que, Dios quiere que escuchemos. Es un tema difícil, es el tema de ¿Cómo resolver un conflicto? para restablecer una relación. Puede ser con su compañero de trabajo, puede ser con su esposo o su esposa, puede ser aquí mismo en la iglesia, y específicamente aquí en la iglesia, porque la unidad de la Iglesia de Cristo es vital.

Y una vez más, son verdades que se nos olvidan. No le voy a pedir que levanten la mano. Solamente dígame sí o no, si lo que le voy a decir es nuevo para usted o ya usted lo sabe. ¿Usted sabe que cada uno de los que hemos recibido a Cristo como Señor y Salvador somos parte de la iglesia de Cristo? ¿Sabe usted que Cristo murió por nosotros para poder cubrir nuestros pecados y pagar nuestra deuda? Nosotros estábamos condenados por esa deuda y que después que Él la pagó, nosotros recibimos vida eterna y justificación delante de nuestro Dios.

El tema de hoy es: La unidad de la Iglesia de Cristo. Eso es vital para el plan de salvación de la humanidad. Entonces, ¿por qué no nos importa cuando vemos a dos hermanos discutiendo? ¿Cómo es eso? 

Si realmente yo creo que la unidad del cuerpo de Cristo es vital para la salvación de la humanidad, ¿cómo es posible que nuestro corazón no se rompa cuando vemos un matrimonio en problemas? De dos personas que han jurado llevar su vida delante de Dios y llevar a sus hijos en crecimiento en el Señor. Entonces, hoy vamos a arreglar eso. A partir de hoy nos va a importar.

Vamos a empezar en oración: Padre nuestro, Señor bendito, ¡Alabado sea tu nombre! Señor no queremos conformarnos solamente con decir: ya somos salvos y vamos a ir a tu presencia. Te conocemos, Señor, nos gozamos en ti. Señor, queremos que nuestro corazón se rompa por lo que se rompe el tuyo. Queremos que si nuestro corazón ve un problema que puede afectar a tu iglesia, Señor, queremos caer de rodillas clamando por tu intervención. Padre Santo, pedimos perdón por nuestros pecados. Te rogamos, Señor, que en este momento lo que hablaremos realmente llegue a nuestros corazones, realmente haga una diferencia. Padre Santo que tu iglesia sea fortalecida cada día más, para tu gloria y para tu honra Señor. Ponemos en tus manos nuestro corazón porque sabemos que no es un tema más fácil, sabemos que es un tema incómodo, sabemos que es un tema que no nos gusta hablar, Padre; pero si es importante para ti, es importante para nosotros porque entendemos que es importante para nuestro crecimiento. En el nombre de Cristo Jesús, amén.

Hemos sido salvos con un propósito. ¿Cuál es el propósito? Para la gloria de Dios. Este tema de la unidad hermanos, es tan fuerte en las Escrituras, pero es tan fuerte en la Biblia, que yo podría literalmente pasarme los 40 minutos leyendo versículos sin explicarles nada. La unidad de la iglesia está en el centro del corazón de Dios y lo vamos a ver hoy. Vamos a empezar.

Juan 17: 20-23 (RV 1960): 20 Mas no ruego solamente por estos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos, 21 para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste. 22 La gloria que me diste, yo les he dado, para que sean uno, así como nosotros somos uno. 23 Yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfectos en unidad, para que el mundo conozca que tú me enviaste, y que los has amado a ellos como también a mí me has amado. Esta es mi oración favorita donde está Jesucristo hablando con el Padre. 

La palabra de los discípulos iría de persona en persona, llevando salvación, llevando el evangelio, y llegó hasta nosotros 2000 años después. Él está orando por nosotros. ¿Ustedes están leyendo lo mismo que yo? 

Juan 17: 21 (RV 1960): 21 para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste. Dice que si nosotros somos uno, si yo soy uno aquí con la hermana, la hermana es uno con el hermano, y así con todos los demás, no importando de qué país, generación o de dónde vienen, el mundo creerá. Si nosotros somos uno, entre nosotros; y miren la comparación: Tal como Jesucristo es uno con el Padre, ¿qué va a pasar? El mundo que está mirando a la iglesia El Redentor y dice: “Yo creo que el mensaje que están diciendo es verdad. Si ellos son uno, ellos están unidos sin importar las diferencias. El mundo va a creer que Dios envió a Jesucristo para pagar por los pecados y para que podamos recibir vida eterna y librarnos de la condenación; pero esto depende de nuestra unidad. Cristo lo dijo 2000 años atrás y ha sido evidente que: de la unidad depende que podamos compartir el mensaje con firmeza y con claridad.

Juan 17: 22 (RV 1960): 22 La gloria que me diste, yo les he dado, para que sean uno, así como nosotros somos uno. O sea, no tenemos que hacerlo con nuestras propias fuerzas. 

Por ejemplo: Si yo tratara de ser una con mi esposo con mis propias fuerzas, no puedo, no se puede, hay demasiadas diferencias. Si ustedes conocieran bien a mi esposo y a mí, ustedes dirían: “Divórciate, vamos a hacer una excepción, yo sé que la Biblia dice que lo que unió Dios no lo separa el hombre, pero ustedes no tienen remedio”. ¡Es que somos tan diferentes! Yo me voy de viaje y abro una maleta, meto todo, me le siento arriba y ya. Mi esposo calcula todo lo que va a necesitar, absolutamente todo, y lo pone en su lugar. Usted le pone una pistola en la cabeza y le dice ¿cuántos pulóveres? Cinco. ¿Cuántos pantalones? Dos. ¿Cuántos pares de medias? Tres, un cuarto por si se me mojan. Todo perfecto. Con mis fuerzas sería imposible yo poder ser una con él. Pero el versículo dice que es con la fuerza de Cristo.

Juan 17: 23 (RV 1960): 23 Yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfectos en unidad, para que el mundo conozca que tú me enviaste, y que los has amado a ellos como también a mí me has amado. Unidad en el cuerpo de Cristo, se dice fácil, se hace difícil.

Nuestra iglesia es conocida por una iglesia de puertas abiertas, que nos amamos los unos a los otros. Todo el mundo que me ve ahí en Facebook y dice: ¡Ay, tú eres de El Redentor! Conocí a una muchacha chilena que dice: -Conocí a alguien que va al Redentor y dice que es la mejor iglesia del mundo. ¿Verdad que sí? Pero, a pesar de eso, a pesar de cuánto nos queremos, siempre hay su conflicto, siempre hay su problema. Siempre está el hermano que no me saludó, siempre está el que no me miró, siempre está el que lo invitó a él a la fiesta de Navidad, pero no me invitó a mí. ¿Verdad? Siempre ocurre. También tenemos: Y ¿por qué solamente a los salvadoreños y no a los chilenos? ¿Eh? ¿Por qué no a nosotros? Ese tipo de celo, ese tipo de comentario. Y después le pregunto, dos años después, y la persona de la que usted me hizo el comentario me dice: “Ah, realmente, ya con ese hermano no me hablo”. En la historia de la humanidad no ha existido un solo conflicto que se haya resuelto si nadie hace nada. 

En cada familia tenemos una persona que cuando llega a una fiesta de la familia viene con el conflicto, viene con la tensión, viene con la amargura y todo el mundo sabe. Se puede haber ganado la lotería el día anterior y el hombre viene amargado, porque es una persona que no se ha acostumbrado a lidiar con los conflictos, que no tiene prioridades, que no sabe que un momento de familia no es para sacar que hace dos navidades tú trajiste un puré de papas que nadie se comió; no es el momento, no te pongas tenso pero no es el momento. Luego cuando vienes a la iglesia y te van a sentar al lado la persona que no sabe lidiar con el conflicto, usted se mueve a tres o cuatro sillas de distancia, ¿no es así?  ¿Ya usted tiene algún nombre en la mente? Vamos a trabajar con esa misma persona que Dios le puso en el corazón.

Hermanos, los conflictos se van metiendo y causan divisiones en el cuerpo de Cristo. Eso no debería existir entre nosotros, porque no solamente daña a la iglesia, sino que nos daña a nosotros. Nosotros estamos supuestos a estar libres, yo debería poder sentarme en cualquier asiento de la iglesia sin que me importe a quién me van a sentar al lado, porque yo voy a estar feliz de poder adorar a Cristo. Si el que está al lado lo conozco, maravilloso, y si no lo conozco, acérquese. No importa quién venga a la iglesia, no importa quién predique, estamos aquí para alabar a Cristo. ¡Somos libres! Dios envió a su Hijo a morir en la cruz para darnos libertad, ya somos libres del pecado. 

Voy a darle una guía de cómo poder resolver esa situación y de qué piensa literalmente Cristo de esta situación. 

Mateo 5: 22-24 (RV 1960): 22 Pero yo os digo que cualquiera que se enoje contra su hermano, será culpable de juicio; y cualquiera que diga: Necio, a su hermano, será culpable ante el concilio; y cualquiera que le diga: Fatuo, quedará expuesto al infierno de fuego. 23 Por tanto, si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, 24 deja allí tu ofrenda delante del altar, y anda, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda. 

Mateo 5: 22-24 (NTV): 22 Pero yo digo: aun si te enojas con alguien, ¡quedarás sujeto a juicio! Si llamas a alguien idiota, corres peligro de que te lleven ante el tribunal; y si maldices a alguien, corres peligro de caer en los fuegos del infierno. 23 Por lo tanto, si presentas una ofrenda en el altar del templo y de pronto recuerdas que alguien tiene algo contra ti, 24 deja la ofrenda allí en el altar. Anda y reconcíliate con esa persona. Luego ven y presenta tu ofrenda a Dios. Más claro no canta un gallo. Es un mandamiento de Cristo. 

¿Qué dice la Biblia? Dice Cristo que si esa persona tiene algo contra usted, se supone que usted haga algo, no se supone que usted siga su vida como si no hubiera pasado nada. Tenemos que hacer algo, nos tiene que mover, algo tiene que pasar. Dice: “Levántate, y vaya a ver a su hermano.” ¡Levántate! ¡Levántate! Ve reconcíliate, lo que no puede pasar es que nos quedemos sentados.

El Señor no le está pidiendo que usted analice quien tuvo la culpa o quien inició primero, eso a Cristo ni le va ni le viene. ¡Usted es una persona que ha sido salvada por Jesucristo!  Dice la Biblia que Él nos ha dado todo lo necesario para vivir una vida de piedad, todo lo necesario para responder con amor cuando te están atacando con todo. Él nos ha dado las fuerzas, Él nos ha dado la paciencia. Recuerden el fruto del Espíritu Santo: amor, gozo, paz, paciencia… Para que en momentos como esos, sin importar quién fue el primero, usted vaya y se reconcilie. 

No estoy diciendo que sea sencillo, la vida cristiana no es sencilla, estoy diciendo que algo tiene que pasar. Aunque sea que caigamos de rodillas y digamos: “Señor, yo no sé cómo lo voy a hacer, porque cada vez que llego a hablar con esa persona me mira con mala cara o es grosero conmigo. Yo quisiera reconciliarme, pero no veo respuesta. Ayúdame, Señor, ayúdame.” Clamemos. Pero lo que no puede pasar es que no hagamos nada, que digamos: “Eso se va a arreglar con el tiempo.” Eso es mentira y usted lo sabe, debemos pasar a la acción.

Si ya usted dijo: ¿Sabes qué? Yo sé quién soy, yo sé en quién he creído, yo sé que Dios es poderoso para guardar mi depósito para aquel día. Yo voy a poner mis deseos en sus manos y le voy a decir: “Arréglame esta relación, Señor.” Sin importar cuál sea el precio que me cueste, pero la unidad del cuerpo de Cristo es más que suficiente razón para mí para yo humillarme y hablar con el que tenga que hablar. Porque mi valor, mi autoestima, no depende de la opinión de nadie, depende de lo que Cristo hizo por mí. Eso fue lo que me dio valor, que cuando yo era una pulga tirada en el piso, cubierta de pecados destinada al infierno, justamente Cristo vino a mi corazón y cargó con mis pecados, Él me dio su justicia, yo recibí vida eterna. Entonces, yo tengo todo lo que necesito para esa reconciliación. No me importa si usted está pensando en su exesposa o en su futura, este problema tiene que resolverse y tiene que resolverse hoy.

Romanos 12:18 (NTV): 18 Hagan todo lo posible por vivir en paz con todos. Este versículo es un mandamiento, y nosotros lo hemos pasado de mandamiento a excusa. 

Muchos dicen: -Ya yo hice todo lo posible. ¡Ah sí! Y ¿qué hiciste? ¿Ya fuiste donde estaba esa persona? ¿Pediste perdón? ¿Te reconciliaste? Te diré como hacerlo. Lo primero es saber de dónde viene el conflicto.

  1. Chequea tu corazón.

Santiago 4:1 (NTV): ¿Qué es lo que causa las disputas y las peleas entre ustedes? ¿Acaso no surgen de los malos deseos que combaten en su interior? Si ya ustedes son salvos, si ustedes viven con amor en el corazón, viven con gozo, ¿cómo es que se están peleando? 

Hay cosas en mi corazón que no deberían estar y por eso maltraté a esa hermana(o). Si ese día yo me sentía agotada, debí haber parado para orar: “Señor, yo no puedo hacer esto con mis fuerzas ¡ayúdame! Señor, mira mi tensión, mira mi actitud. Señor, guíame, Padre. Dame la claridad de mente, dame la calma para poder seguir hablando con las personas. Faltan seis horas del día y no veo cómo lo voy a poder acabar.” Si yo lo hubiera hecho, no hubiera habido un conflicto, porque dice el Señor que el conflicto viene de mi corazón. Así que si usted tiene un conflicto con alguien, en vez de pensar que es culpa de la otra persona, quiero que sepa que primero es su corazón. Chequee el estado de su corazón. Quizás si su corazón hubiera estado de la mano con el Señor, ese conflicto no hubiera pasado. El conflicto siempre sale del corazón. De la abundancia del corazón hablará la boca. 

Si alguien viene y me trata de mala forma siempre o me trata con sarcasmo, esto lo hacen mucho las mujeres, esa persona tiene dolor adentro. Cuando alguien a usted lo está lastimando, no es porque esa persona tiene una vida llena de amor del Señor, hay dolor allá dentro. Es necesario que veamos a esas personas con los ojos del Señor. Pensemos que mi corazón tiene que estar en un buen lugar. Y si yo voy y la persona me responde en mal tono, algo hay en ese corazón.

2. Dios está en medio del conflicto.

El Señor quiere que sepamos que el conflicto no es solo entre dos personas, Dios está en medio del conflicto. Usted no puede tener problemas o conflictos con alguien, y tener una relación con Cristo de maravillas. 

Deuteronomio 8:2 (NTV): 2 Recuerda cómo el Señor tu Dios te guio por el desierto durante cuarenta años, donde te humilló y te puso a prueba para revelar tu carácter y averiguar si en verdad obedecerías sus mandatos. 

¿Quién los humilló? Dios, Dios los humilló, y los puso a prueba. 

¿Tiene usted un conflicto? Primero, averigüe cómo está su corazón. No le eche la culpa a la otra persona, porque hay dos personas en ese conflicto y usted es una de ellas. Recuerde que si la otra persona le está hiriendo, es porque ella misma está herida. 

Lo otro es, recuerde que Dios está en medio del asunto. Dios es soberano y lo está permitiendo para que usted vea cuál es su carácter y qué hay en su corazón.

3. Si necesita sabiduría, pídasela a Dios.

Santiago 1:5 (NTV): 5 Si necesitan sabiduría, pídansela a nuestro generoso Dios, y él se la dará; no los reprenderá por pedirla.

Pídale sabiduría a Dios para resolver el conflicto. Si usted no tiene experiencia en cómo resolver un conflicto, hable con alguien que sepa. Hay tantas personas en la iglesia que tienen experiencia de cómo llevar una vida cristiana en unidad, sin importar las diferencias de caracteres. Pregunte y le van a guiar hacia esas personas. Pero, a pesar de la importancia de los consejeros de la iglesia, el mejor consejero es Dios. El mejor consejero es Dios porque Él conoce lo que hay en el corazón de la otra persona. Él sabe cuál es la solución. 

Vayamos a Dios cuando vayamos a resolver el conflicto, vayamos primero a Dios y que nos dé sabiduría.

4. Decidir si hay que confrontar.

La Biblia nos dice Efesios 4:2 (NTV): Sean siempre humildes y amables. Sean pacientes unos con otros y tolérense las faltas por amor. Significa que nosotros debemos perdonarnos los unos a los otros. 

Si de repente un hermano deja de hablarle, saludarle, o lo bloquea, usted tiene dos opciones. En un primer momento, yo puedo resolver el conflicto sin ir a ella. Sencillamente, le digo a mi Dios: “Señor, yo no voy a tener mal pensamiento en mi corazón por mi hermana haberme bloqueado en Instagram, ni por lo que me dijo, o por lo que no me dijo; yo la perdono. Te pido que si ella está pasando por algún problema que yo no sé, Señor, ayúdala. Dale gozo en su corazón. Restaura a mi hermana.” ¿Se fijan? Y dejo la solución en manos del Señor, lo dejo ahí. Yo le perdoné cualquier cosa que ella me pueda haber hecho y no hubo necesidad de hablar. Ahora, si en el conflicto cuando la persona me bloquea, me dice algo, o no me saluda y mi actitud es de: bueno te saludo menos y te bloqueo yo también, ahí las dos estamos teniendo problemas y tenemos que sentarnos a hablar.

Cuando se vaya a sentar a hablar con la persona, hay unos punticos que solamente se los voy a mencionar, que la Biblia es clara que tenemos que hacerlo. Usted dice: “Dios dice que me reconcilie, que debo tener en cuenta.”

¿Cómo reconciliarme con esa persona?

  1. Planifique lo que le va a decir, con Cristo en la conversación. Si yo voy a hablar con una persona para reconciliarme, yo planifico lo que le voy a decir. Me preparo en oración. Le digo: “Señor, por favor toca mi corazón. Toca mi carácter. Usa mis palabras cuando yo hable con ella para que yo no parezca orgullosa o arrogante, que vea que de corazón quiero reconciliarme con esta persona.” ¿Me entiende? Me preparo en oración, preparo lo que le quiero decir de modo que yo no esté ahí, hablando disparate.
  2. Cristo tiene que estar en la conversación. El problema no es decirle a la hermana(o): “Tú me bloqueaste en Instagram.” El consejo es empezar por: “Mira hermana, yo te bloqueé la semana pasada porque yo estaba herida, yo valoro tanto tu amistad, tú eres mi hermana en Cristo. Quisiera poder poner todo aparte y olvidarnos de todo lo que haya pasado hasta el día de hoy y empezar una nueva relación en Cristo. Perdóname por estas cosas que te hice, te pido perdón. Si hay algo más por lo que yo debería pedirte perdón, por favor dímelo”. Cristo en la conversación, debemos estar unidos en Cristo. Hay tantas cosas que son enemigos de los cristianos y no podemos ser tú y yo. 
  3. Escuchar. Deseo escuchar el corazón de tu hermano o de tu hermana en este conflicto. Escuchas.
  4. Recuerda que estamos buscando reconciliación, no solución. La solución la da el Señor. 
  5. El mundo nos está mirando y nosotros tenemos la verdad de Dios en las manos, tenemos la responsabilidad de pasar el evangelio y las buenas nuevas de Dios. ¿Lo estamos haciendo? ¿Estamos cuidando nuestra unidad? 

¿Hay en estos momentos algún hermano con el que usted tiene un resentimiento en el corazón o cree que el hermano lo tiene por usted? Le animo a poner a Cristo en primer lugar. Le animo a recibir esa libertad que tenemos en Cristo de amar a todas las personas. Amar a Dios en primer lugar, amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos sin importar de dónde vengan. Gentes de toda lengua y nación. Abramos nuestro corazón, hermanos.

Ustedes que ya tienen a Cristo como Señor y Salvador, no dejen que un conflicto les tenga las manos amarradas. Eso amarra su ministerio, eso amarra su vida, eso amarra su gozo, eso destruye su familia. Liberémonos de todos esos conflictos, restablezcamos la paz en el cuerpo de Cristo. Esa es nuestra prioridad: pensemos en nuestros hermanos antes que en nosotros mismos.

Ahora quisiera hablarles a las personas que nunca han recibido a Cristo como Señor y Salvador. Usted se fija que hemos hablado de la maravilla de ser cristiano, la maravilla de ser una nueva persona en Cristo. Todos los que estamos aquí, que recibimos a Cristo, hubo un día que no hubiéramos dado un peso por nosotros. Pero Dios ha estado trabajando en la mente y en el corazón; y hoy, somos nueva criatura, las cosas viejas pasaron y que todas son hechas nuevas. ¿Verdad? ¡Gloria a Dios! ¡Hermanos, gloria a Dios! ¡Somos nuevas criaturas! Seguimos yendo de victoria en victoria, siendo transformados. Pero si usted todavía no conoce a Cristo, quiero hablarle de las buenas nuevas del evangelio. 

Cuando decimos “evangelio”, eso significa buenas noticias, pero usted no va a entender las buenas noticias si no le digo las malas noticias primero. Todas las personas, absolutamente todas, cometemos errores, algunas veces sin saberlo y otras sabiéndolo. Delante de nosotros tenemos el bien y el mal, la verdad y la mentira. Y ¿cuántas veces hemos escogido la mentira? ¿Cuántas veces robamos? ¿Cuántas veces mentimos? ¿Cuántas veces ofendemos? Cada una de esas situaciones son ofensas, son pecados, son ofensas al Dios del cielo, y dice la Biblia (Romanos 6:23): que la paga del pecado es muerte. Cada una de esas ofensas son contadas contra Dios y cada persona que lo ha ofendido merece ser lanzada al infierno por una eternidad de condenación para pagar nuestros pecados, si Dios fuera justo en este momento. Pero aquí viene la buena noticia: Dios mandó a su Hijo Jesús a morir en la cruz. Jesús, Dios mismo, sin pecado, sin jamás haber dicho una mentira, sin jamás haber robado nada, sin jamás haber ofendido, una vida perfecta y pura fue a la cruz a morir. Dice Juan 3:16 que Dios envió a su hijo a morir por los pecados de todos aquellos que quieren poner su confianza en Él para que puedan tener vida eterna. 

¿Qué sucede si usted hoy se arrepiente? Si dice: Hasta el día de hoy, yo he estado rechazando el mensaje de Dios. Hoy yo voy a decir: “Padre, perdóname cada uno de mis pecados. Perdóname, Señor. Yo quiero recibir vida eterna en Cristo. Yo sé que te he fallado. Yo sé que he ofendido. Yo me siento mal en estos momentos por los pecados que yo he hecho hasta el día de hoy, los cargo en mi espalda. Padre, yo quiero ya libertad. Yo quiero una nueva vida en Cristo. Yo reconozco que si me arrepiento y creo que Cristo murió por mí, cada uno de mis pecados son puestos en Cristo, su justicia es puesta en mí y yo recibo vida eterna”. En este momento pasa el milagro de milagros: mi deuda es pagada, el Espíritu de Dios viene a vivir dentro de mí y empieza la vida en Cristo, de la que estamos hablando. Esa vida de la unidad en la iglesia, esa vida que no se termina cuando cerramos los ojos aquí sino que cuando cerramos los ojos vamos a una eternidad en el cielo. Así que si usted hoy no ha recibido a Cristo, lo animo a ser parte de esa iglesia que Cristo está juntando para su gloria y para su honra. 

Oremos: Padre nuestro, Señor bendito, alabado sea tu nombre. Señor, te doy gracias por este día. Te doy gracias por cada una de las familias que están aquí, por cada persona, Señor, que tú has salvado con la sangre de tu Hijo Jesucristo. Padre Santo, nos ponemos en tus manos. Te rogamos, Padre, que la unidad de tu iglesia sea lo que queme nuestros corazones; que queramos vivir para tu gloria, Señor; para tu honra. Padre, que nuestra vida respire la armonía del cuerpo de Cristo, que cada una de las trampas de Satanás, Señor, sean rotas antes de que comiencen. Enséñanos, Señor, a valorar esa unidad; enséñanos a ser responsables de que el mundo nos está mirando, Señor, y de que tú eres digno de que tu iglesia te alabe, no solamente con canciones, no solamente con ofrendas aunque son necesarias, sino con nuestra vida diaria, con nuestra responsabilidad, que sintamos el dolor del hermano, Señor, que cuidemos nuestras relaciones poniéndote a ti primero, Padre, por encima de todo lo demás.

Y si hay alguna persona aquí, Padre, que no te conoce como Señor y Salvador, que quizás esta es la primera vez que entra una iglesia cristiana y oye este mensaje del Evangelio, Padre, te pido por su corazón. Te ruego que tú les toques, que les toques el corazón y sepan que pueden empezar una maravillosa vida en Cristo hoy. Que pueden recibir perdón de pecados hoy, aquí, en esta iglesia. Que tú los trajiste aquí con un propósito, Señor, con el propósito de que te conocieran y recibieran salvación. Padre, te pido por cada uno de los corazones de las personas que escuchan en estos momentos y que van a escuchar quizás más adelante. Y si ellos, Señor, quieren recibir a Cristo, pueden levantar la mano. Hay personas caminando alrededor esperando. Si usted quiere levantar la mano y recibir a Cristo y decir: Sí, hoy es mi día. Hoy me quiero unir, Señor, en esta iglesia espiritual, en esta iglesia viva. Quiero recibir salvación y vida eterna. Puede levantar la mano y nosotros vamos a orar con usted. Y si usted nos sigue por internet y quiere hacer la oración, repita conmigo: Padre, te pido perdón por mis pecados. Te pido perdón por mis faltas. Te pido perdón por todas las veces que he ofendido, Señor, tu nombre. Te ruego, Padre, que cada uno de mis pecados sean perdonados por la sangre de Jesucristo. Te pido que tu Espíritu Santo venga a vivir dentro de mí, Señor, que mi nombre sea escrito en ese libro de la vida. Quiero recibir vida eterna hoy. Quiero ser parte de tu iglesia hoy, Señor. Sea tu nombre bendito. Te doy gracias por mi nueva vida en Cristo. En el nombre de Cristo Jesús, amén.

Bendiciones iglesia. 

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