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Que asi alumbre vuestra luz

Octubre 6, 2024 – 2:00PM | Mateo 5:14-16 | Hno. Jocsan Diaz

Descargar Texto: Sermón en PDF

Etiquetas: jocsan diaz, mateo, octubre 2024, transcripcion

TRANSCRIPCIÓN

Hermanos buenas tardes, vamos a comenzar con una lectura de la palabra.

Mateo 5: 14,16 (RV 1960): 14Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder. 16Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.

Vamos a orar: Padre, Señor que estás en los cielos, te damos gracias por un día más, un domingo más, que estamos aquí reunidos tus hijos, para alabarte, para glorificarte, para decirte Señor: cuán importante eres en nuestras vidas. Te pido, Señor, de forma personal que tomes control de esta predicación, que sea tu palabra, tus ideas lo que quieras transmitir a los hermanos. Señor queremos glorificar tu nombre en esta tarde, que podamos obedecer también tu palabra. Señor, guíanos, reconocemos que sin ti no somos nada. En el nombre de Cristo Jesús, Amén.

Mateo 5:16 a (RV 1960): Así alumbre vuestra luz delante de los hombres. ¿De qué luz está hablando la palabra? De la luz de Cristo. 

Aquellos que conocemos al Señor como nuestro Salvador, tenemos el Espíritu Santo viviendo en nosotros y Cristo vive dentro de nosotros. La palabra nos dice que tenemos que hacer buenas obras para que el mundo vea lo que Dios hizo por nosotros y lo que sigue haciendo, porque es un proceso de transformación.

1 Tesalonicenses 5:5 (RV 1960): Porque todos vosotros sois hijos de luz e hijos del día; no somos de la noche ni de las tinieblas. Somos hijos del Dios vivo, somos hijos de luz, y a eso nos manda la palabra, que seamos luz. El título de este sermón es: Que así alumbre vuestra luz. 

La palabra nos llama a hacer buenas obras no para gloria nuestra, sino para la gloria de Dios. 

Colosenses 3:23-24 (NTV): 23Trabajen de buena gana en todo lo que hagan, como si fuera para el Señor y no para la gente. 24Recuerden que el Señor los recompensará con una herencia y que Él es a quien sirven es Cristo. Hermanos, este versículo habla de las obras que nosotros tenemos que hacer, y sabemos que no somos salvos por obras, de eso estamos claros, ¿verdad? Es decir, somos salvos por pura gracia y misericordia. Pero la palabra nos envía a que, como hijos de Dios, tenemos que mostrar buenas obras, y esas buenas obras tenemos que mostrarlas en todo lugar; dentro de la iglesia, hay que hacerlo fuera de la iglesia, hay que hacerlo en el trabajo, cuando estemos con nuestros amigos, con nuestros compañeros de trabajo, en todo lugar. En las cosas que hagamos, tenemos que reflejar, ¿a quién? A Cristo, a nuestro Señor.

Yo estoy seguro de que ustedes han escuchado que hay que hacer las cosas con excelencia para el Señor. Y realmente es así, es decir, las cosas hay que hacerlas bien, pero este versículo nos está diciendo que no solo las cosas tenemos que hacerlas bien para Dios y para la iglesia, sino para el mundo.

Yo, personalmente, tengo problemas con esa palabra de excelencia. ¿Por qué lo digo? Porque da pie para juzgar. 

Mateo 5: 16 (NTV): De la misma manera, dejen que sus buenas acciones brillen a la vista de todos, para que todos alaben a su Padre celestial. Yo les pregunto a ustedes: ¿Quién pone la medida? ¿Quién puede decir “esto se hizo con excelencia” o, “esto no se hizo con excelencia”? ¿Quién puede decir “esto se hizo con más excelencia que en otras ocasiones”? ¿Quién puede decir algo así sin juzgar? Solo Dios. Hermanos, solo Dios es quien impone esa medida.

Yo recuerdo cuando se hacía la decoración del santuario, cuántas diferencias de opiniones. Uno escuchaba decir a algunos hermanos: “¡Qué belleza!”, es decir, “¡Qué bonito lo que hicieron los hermanos!”, y otros decían: “¿Y eso qué cosa es?”. Hubo, de hecho, bronca, es decir, había diferencias de opiniones realmente difíciles. Gente que se fueron del ministerio porque no les gustaban las cosas que hacían. Pero, hermanos, eso es algo humano, es algo realmente que está en nosotros, no podemos evitarlo. Pero sí, la palabra nos manda a que tenemos que hacer las cosas con excelencia, tenemos que hacer las cosas bien, y tenemos que hacerlo también sin juzgar porque eso lo dice la palabra. Y lo vamos a ver un poco más adelante.

¿Cuánta energía no gastamos en criticarnos unos a otros, pensando que podemos hacer las cosas uno mejor que los otros? A veces me alegro, digo, yo sé de personas que tienen un interés y ayudan muchísimo a la iglesia, ayudan al pastor, es decir, están metidos en todos los ministerios, y muchas de las veces terminan llorando precisamente por eso, por las críticas de las personas, por las críticas que sus propios hermanos les están haciendo por una labor que esas personas están haciendo para Dios. Y realmente eso no debería ser. Y me gozo, me alegro cuando esas personas lloran, pero en la próxima actividad ahí están. Ahí están, no se dejan caer, ahí están, siguen trabajando para Dios, mostrando esa luz, mostrando ese agradecimiento que tienen a Dios por lo que Dios ha hecho en su vida.

¿Cómo seremos recordados en la iglesia? La hermana Dina es un ejemplo, ¿cómo recordaremos a la hermana Dina? Con amor. Nosotros no somos Dios, tenemos que dejar que sea Dios quien juzgue. 

Romano 2:1 (RV 1960): Por lo cual eres exactamente inexcusable, oh hombre, quien quiera que seas tú que juzgas; pues en lo que juzgas a otro, te condenas a ti mismo; porque tú que juzgas haces lo mismo. Hermano, este es un versículo bien difícil porque el hecho de que yo esté hablando de este tema, hoy en día, yo estoy juzgando. 

Una de las cosas que he visto es que al pastor David le ocupa más tiempo lidiar con los conflictos que nosotros creamos y las quejas que nos planteamos.

Romanos 14:10b (RV 1960): Porque todos compareceremos ante el tribunal de Cristo. Así que cada uno de nosotros dará a Dios cuenta de sí, de nuestras obras. Somos responsables ante Dios de nuestras acciones. Teniendo siempre en cuenta que las cosas para Dios hay que hacerlas con humildad, no podemos querer relucir o sobresalir por encima de otras personas, cuando la misma palabra nos dice que somos suciedad.

Isaías 64: 6 (RV 1960): Si bien nosotros somos como suciedad y todas nuestras justicias son como trapo de inmundicia; y caímos todos nosotros como la hoja, y nuestras maldades nos llevaron como viento. Son palabras fuertes, hermanos.

Isaías 64: 6 (NTV): Estamos todos infectados por el pecado y somos impuros. Cuando mostramos nuestros actos de justicia, que no son más que trapos sucios. Las veces que a mí se me ha ocurrido sentirme que hice algo bien, que hice las cosas bien para Dios; el Señor se ha encargado de mí, me ha puesto la cabeza en el lodo y eso me duele. Déjeme decirle que he aprendido la lección, por supuesto. Nunca se me ha vuelto a pasar por la cabeza superior a alguien, porque realmente no lo soy, y la palabra es bien clara acerca de eso.

¿Buscando reconocimiento? ¿De quién, del pastor? Una de las cosas que a mí me encanta del pastor David es que él no está dándole palmaditas en la espalda a la gente, diciéndoles: ¡Oh, lo hiciste bien, no sé qué, qué bueno! La palabra nos está mandando a hacer las cosas con excelencia, buenas obras para Dios. Hay que hacerlo de todas formas.

Gálatas 6:3 dice: Porque el que cree ser algo, no siendo nada, a sí mismo se engaña. No se engañe, hermano, nuestras obras por muy buenas que sean no pueden compararse con la perfección y la excelencia de Dios. 

Hermanos, estoy hablando de ser luz en todo sentido. Cuando hagamos lo que hagamos para Dios, hacerlo bien, hacerlo con excelencia y que no haya un rastro de pecado en las cosas que hemos hecho para Dios. 

El versículo base de este sermón es Mateo 5:16 (RV 1960): Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.

Yo tengo tres ejemplos acá que yo quisiera hablar de ellos; ejemplos de personas pecadoras, como usted y como yo. No son bíblicos, pero Dios los usó de una forma increíble y fueron luz. Hoy en día, después de tantos años, esta gente sigue siendo luz. Me viene a la mente la alabanza que dice: Enciende una luz, y déjala brillar, la luz de Jesús que brille en todo lugar…

El primer personaje del que quiero hablarles se llama: Hudson Taylor. 

Este hombre británico, vivió en los años 1800. Su abuelo odiaba la religión, pero un día escuchó una fresa de la vecina que decía: Pero yo y mi casa serviremos a Jehová (Josué 24:15). Y eso le llegó al corazón a este hombre porque sabía de qué estaba hablando, sabía que era Dios quien le estaba hablando a él en el corazón. Tal fue así que Dios rompió el corazón de este hombre al punto que cayó de rodillas orando el día de su boda y por eso llegó tarde a la boda. La mujer llega a la iglesia primero y resulta que es la mujer quien lo estaba esperando. ¿Dónde tú estabas? ¿Dónde te metiste? Y el hombre le hace el cuento de lo que había pasado, y la mujer le dice: ¡No me digas que tú eres uno de esos metodistas! La mujer no se esperaba que ese hombre se convirtiera. El padre de Hudson, el hijo de este hombre vivió una vida de oración; y en esta familia creció Hudson Taylor de quien le quiero hablar.

Después de haber crecido en un hogar cristiano, fue a los 17 años que entrega su vida a Cristo. En su biografía, él cuenta que un día entra a la biblioteca de su padre y agarra un folleto simplemente por leerlo, a ver si podía leer algo; y ese fue el momento, hermanos, en que Dios tocó el corazón de este hombre. Mientras él leía su madre estaba a cientos de kilómetros de distancia, orando por la conversión. Cuenta Hudson que el oró pidiendo a Dios que le concediera una obra que realizar como expresión de mi amor y gratitud, algo que requiriese abnegación, fuese lo que fuese, algo para agradar a quien había hecho tanto por mí. Recuerdo cómo sin reservas consagré todo, colocando mi propia persona, mi vida, mis amigos y todo sobre el altar, con la seguridad de que mi ofrecimiento fue aceptado. La presencia de Dios se volvió verdaderamente real y preciosa. Me postré en tierra ante Él humillado, pero sentí una certidumbre tan profunda de que ya no me pertenecía a mí mismo, que ese sentido después dominó toda mi vida. El joven que entró en su cuarto para estar solo con Dios, ese día, no era el mismo cuando salió. 

A los 17 años este hombre salió a China, que en aquel momento era un país desconocido para Occidente. Fue pionero en el enfoque misionero. ¡Imagínese a este hombre británico, blanco, que llega a China! Él llegó a raparse la cabeza, a vestir como chino para poder mezclarse, aprender y tener más interacción con la gente. Fundó la Misión China Inland (Misión al interior de China), no sé si han escuchado de ella. En el día de hoy China es una de las iglesias con mayor crecimiento, y comenzó todo con este hombre. Enfrentó adversidades, la pérdida de queridos, una hija, su esposa que tuvo por 12 años cólera. Él cayó paralítico en una cama por un accidente que tuvo. ¿Saben qué dijo? Que su cama no era una prisión, cuya cama era una oportunidad para orar, una oportunidad para hablar con Dios. Tuvieron que lidiar con el Boxer Rebellion, fue un movimiento comunista que se dio en China, en contra de los extranjeros, en contra de los cristianos, en contra, básicamente de lo que era el imperialismo; terminan matando a miles y miles de personas, entre ellos los cristianos. Pero su fe increíble y su compromiso con la oración le permitieron superar estos desafíos. Su legado perdura hasta hoy. Iglesias que se establecieron en China, fueron más de 800 misioneros que llegaron allá, miles de personas se convirtieron. El hombre muere en China y sigue siendo una influencia en el movimiento misionero global. Su bisnieto era misionero en Hong Kong. Cuando llegaron los comunistas, tuvieron que salirse de China. Actualmente, el trabajo de este hombre sigue funcionando bajo lo que le llaman la OMF (Overseas Missionary Fellowship). El pastor habló, acerca de la forma de pensar y cómo el comunismo va en contra de las cosas de Dios, y lo vemos en esta historia. 

El siguiente personaje del que les quiero hablar se llama David Livingston. 

Este hombre era escocés, médico, misionero. Sintió un llamado y fue a África. Uno de sus logros más significativos fue la exploración precisamente del África. Buscó crear rutas comerciales, promover el cristianismo, abogó por la abolición de la esclavitud. Los misioneros que vinieron después utilizaron las rutas que él había definido. Tenía un compromiso con la salud y el bienestar. Dice la biografía que miles de personas venían a verlo, caminaban miles de kilómetros para poder ver a este hombre, desde el punto de vista de la salud, de la medicina y él aprovechaba siempre para hablar de Jesucristo. Tenía enemigos, los mismos que traficaban personas lo querían matar. La gente a los que él quería llegar a predicarle del evangelio también lo querían matar. No le creían, en varias ocasiones, le crearon celadas para matarlo. Este hombre murió orando a Dios, orando por su ministerio.

Durante el cortejo que llevaba el cuerpo de David Livingston, cuando falleció, por las calles de Londres, se dice que había un viejo llorando amargamente en la acera y cuando le preguntaron: ¿Por qué llora? El responde: Es porque David y yo nacimos en la misma aldea, cursamos el mismo colegio, trabajamos en la misma máquina, pero él se fue por un camino y yo por otro. Ahora él es honrado por la nación, mientras que yo soy despreciado y deshonrado. El único futuro para mí es el entierro de un borracho. 

Estoy hablando, hermano, de ser luz en medio de las tinieblas, de hacer luz en este mundo. Que podamos reflejar, hermanos, la luz de Cristo a través de nosotros. 

El tercer personaje que tengo se llama Jonathan Edwards. 

Vivió en los años 1700, pastor de una iglesia en Massachusetts, Estados Unidos. Predicó un sermón famoso que se llama Pecadores en las manos de un Dios airado. Este hombre predicaba con pasión. Él había nacido en un hogar cristiano, tenía 10 hermanas, básicamente desde que nació, la familia quería que se dedicara a predicar. Con solo 18 años, él escribió 70 resoluciones, y quizás alguna de las que les voy a leer les va a sonar. Solo les voy a mencionar algunas: 

-Resuelto que, como soy un ser humano, haré todo lo posible para que cada día de mi vida sea el mejor día posible-. Cosa que creo que deberíamos hacer todos, es ser una persona, de hecho, no solo persona, un mejor cristiano cada día. 

-Resuelto que si alguna vez me encuentro en una situación en la que no sé qué hacer, haré lo que sea más glorioso para Dios-. Siempre buscando la gloria del Señor. 

-Resuelto que no tendré ninguna meta en mi vida que no busque la gloria de Dios-.

-Resuelto que al finalizar cada día, al finalizar cada día, reflexionar sobre cómo lo he vivido, buscando siempre mejorar y aprender-. 

-Resuelto a vivir con un sentido de la presencia de Dios y ser consciente de su soberanía-. En todas las circunstancias, este hombre entendía que Dios era rey, que Dios tenía control de su vida. Y el último que tengo por acá, y es el favorito de mi esposa, dice: 

-Resuelto no hacer nada que yo no haría si estuviera viviendo los últimos minutos de mi vida-. Eso significa, ¿si usted estuviera a punto de morir estaría viendo Netflix o jugando en la computadora? ¿Qué estaríamos haciendo, hermano? 

Él estuvo en el área de Nueva Inglaterra, y más de 50,000 almas fueron salvadas del infierno. Es considerado una figura clave en la historia del cristianismo en América. Su legado sigue vivo en la teología y el pensamiento cristiano contemporáneo.

Tres personas de las que les he hablado el día de hoy dejaron una huella en este mundo. ¿Qué tenían en común estas personas? Venían de familias cristianas, sumidas en oración. Eso no quiere decir que si usted no viene de una familia cristiana, no podrá hacer nada. La palabra nos está mandando que, una vez le conozcamos, tenemos que mostrar frutos. Pero el hecho de vivir en una familia cristiana es importante, y lo estoy diciendo porque muchos de nosotros tenemos hijos que están en la iglesia. Cristo hace la diferencia en la familia, incluso cuando los hijos se separan del Señor; esa semilla, ese conocimiento que el niño uno aprende en la iglesia, eso no se olvida. Es promesa bíblica.

No fue Dios quien hizo a Livingston famoso. Fueron los hombres, este hombre dice que lo enterraron junto a reyes y reinas. Y ¿qué hizo? Fue a predicar el evangelio en África. La gente lo reconocía, por eso tenían una familia que oraba fervientemente por ellos. Inicialmente, por la conversión y, más adelante, por su ministerio, vivían una vida de oración constante.

En la biografía de Hudson Taylor, hay un muchacho que le pregunta: – Bueno, ¿de qué vas a predicar hoy? Y él le responde: *No sé, no sé, no he tenido tiempo de pensar. Dice: – ¿Cómo que no has tenido tiempo si te has pasado el día entero en la cama, descansando? Y el hombre responde: *Yo no sé lo que es descansar. Este hombre oraba constantemente por su misión. Oraba constantemente, con nombres y apellidos, por cada una de las personas que estaban lejos, haciendo la labor de Cristo. Tenía celo por la palabra, el deseo de que todos conocieran de Jesús.

Una salud afectada por los tiempos de ayuno. Se imaginan que su salud, su propia salud, estaba afectada por el tiempo de ayuno y oración. Hacemos aquí en la iglesia los ayunos, ¿verdad? Normalmente de 6 de la mañana a 6 de la tarde, y nos estamos muriendo. Y esta gente dicen que vivían así. David Livingston le dieron más de 30 fiebres malignas. El hombre, por poco, se muere y, sin embargo, murió de rodillas orando. Tenían un amor sacrificial por Cristo, por su palabra, por las almas.

Hudson Taylor, no podía tampoco estar tranquilo, sabiendo que 12 millones de personas en China se morían anualmente. Él no podía dormir. ¿Qué lo mueve a usted, hermano, por el evangelio? 

Mi pregunta para usted el día de hoy es: ¿Quién realmente hizo algo con mayor excelencia? ¿Quién de los tres? O, ¿quién de los personajes que le he mostrado? ¿Cuál luz brilló más realmente? ¿Podemos decir cuál obra fue la de mayor labor? ¿El sacrificio de Hudson Taylor a seguir las misiones, a pesar de la muerte de sus hijos y de su esposa? O quizás la decisión de su bisabuelo de que él y su casa servirían a Jehová. ¿Cuál decisión fue más importante? ¿Cómo podemos jugárnosla nosotros como hombres? ¿Cuál obra fue la mayor? ¿La de David Livingston, de no abandonar la obra a pesar de casi morir a manos de traficantes de esclavos, de una mordida de un león? De hecho, reconocieron cuando el cuerpo llegó a Inglaterra, reconocieron el cuerpo por las marcas de la mordida del león. O quizás, a manos de las mismas personas que tanto amaba y que él quería salvar. ¿Qué tal? Quizás fue más importante la decisión del padre de orar para que su hijo se fuera a las misiones, sabiendo la posibilidad de que nunca más lo iba a ver.

¡Imagínense ustedes que son padres, orar por sus hijos, por sus hijas y ponerle peso en el corazón de que Dios la use y que se vaya a Macedonia (o a otro lugar) sabiendo que nunca más los puedan ver! Al final ¿quién va a dar la corona? Esa corona incorruptible que dice la palabra quien la da es Dios. Hermanos tenemos que ser parte de la maravillosa obra de Dios, tenemos ese privilegio.

No hay grandes hombres con grandes ministerios, hay solo hombres de fe usados por Dios en ministerios, todo para la gloria y la honra de nuestro Señor. El amor por Dios, el amor por las naciones, la fe en Cristo movía a estos tres personajes de los que he hablado.

Quiero compartirles algunas porciones de Hebreos 11, conocido como los héroes de la fe:

Por fe entendemos que todo el universo fue creado por la palabra de Dios. Fue por la fe que Abel presentó a Dios ofrenda más aceptable. Fue por la fe que Enoc ascendió al cielo sin morir. Fue por la fe que Noé construyó un barco grande para salvar a su familia del diluvio en obediencia a Dios. Fue por la fe que Abraham obedeció cuando Dios lo llamó para que dejara su tierra y fuera a otra que él le daría por herencia. Fue por la fe que hasta Sara pudo tener un hijo, a pesar de ser estéril y demasiado anciana. Fue por la fe que Abraham ofreció a Isaac en sacrificio cuando Dios lo puso a prueba. Fue por la fe que Isaac prometió a sus hijos Jacob y Esaú bendiciones para el futuro. Fue por la fe que José, cuando iba a morir, declaró con confianza que el pueblo de Israel saldría de Egipto. Fue por la fe que cuando nació Moisés, sus padres lo escogieron, lo escondieron durante tres meses. Fue por la fe que Moisés salió de la tierra de Egipto sin temer el enojo del rey. Fue por la fe que el pueblo de Israel atravesó el Mar Rojo. Fue por la fe que el pueblo de Israel marchó alrededor de Jericó durante 7 días y las murallas se derrumbaron. Fue por la fe que estas personas conquistaron reinos, gobernaron con justicia y recibieron lo que Dios les había prometido. Cerraron bocas de leones, apagaron llamas de fuego y escaparon de morir al filo de espada. 

Y si me permiten agregar unas cosas más, por fe, estos tres personajes, estos tres hombres de los que he hablado hoy, glorificaron a Dios con sus vidas. Por fe vamos a vender la propiedad que estamos vendiendo, es por fe que tendremos todo el dinero para pagar el préstamo en marzo, y es por fe que encontraremos un buen lugar para alabar a nuestro Dios juntos. ¿Amén?

Hermanos, vamos a orar.

Padre, Señor que estás en los cielos, te damos gracias. Padre ¿qué somos? ¿Qué somos sin ti, Señor? Te pedimos, que tengas misericordia de nosotros, que nos muestres cómo podemos servirte Señor, de poder tener la seguridad, de estos hombres que vimos hoy, de una vida eterna. 

Si estás aquí por primera vez, estas cosas te deben parecer algo fuera de tu alcance, o quizás estas historias no les parezcan reales. Quizás, al igual que yo, usted vino a esta iglesia buscando ayuda, buscando la traducción de un documento, buscando comida, para satisfacer alguna necesidad, y piensan que eso es lo único. No es así mi amigo, hay un Dios de amor. Hemos escuchado también que somos pecadores y que hemos ofendido a un Dios de ira, pero que a la misma vez envió a su Hijo a morir en la cruz. Repita esta oración conmigo: Señor reconozco que te he ofendido, que soy pecador, que he fallado, perdóname. Ayúdame, Señor, quiero vivir una vida que te alabe, que te glorifique, quiero vivir una vida cerca de ti. Señor quiero tener esa convicción, esa esperanza, de que cuando deje este mundo voy a ir a tu presencia. 

Señor, una vez más, gracias. Gracias por tu palabra, gracias por tu enseñanza, gracias por el privilegio que nos das de servirte; en el nombre de Cristo Jesús, Amén.

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Que asi alumbre vuestra luz


Octubre 6, 2024 – 2:00PM | Mateo 5:14-16 | Hno. Jocsan Diaz

Etiquetas: jocsan diaz, mateo, octubre 2024, transcripcion


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TRANSCRIPCIÓN

Hermanos buenas tardes, vamos a comenzar con una lectura de la palabra.

Mateo 5: 14,16 (RV 1960): 14Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder. 16Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.

Vamos a orar: Padre, Señor que estás en los cielos, te damos gracias por un día más, un domingo más, que estamos aquí reunidos tus hijos, para alabarte, para glorificarte, para decirte Señor: cuán importante eres en nuestras vidas. Te pido, Señor, de forma personal que tomes control de esta predicación, que sea tu palabra, tus ideas lo que quieras transmitir a los hermanos. Señor queremos glorificar tu nombre en esta tarde, que podamos obedecer también tu palabra. Señor, guíanos, reconocemos que sin ti no somos nada. En el nombre de Cristo Jesús, Amén.

Mateo 5:16 a (RV 1960): Así alumbre vuestra luz delante de los hombres. ¿De qué luz está hablando la palabra? De la luz de Cristo. 

Aquellos que conocemos al Señor como nuestro Salvador, tenemos el Espíritu Santo viviendo en nosotros y Cristo vive dentro de nosotros. La palabra nos dice que tenemos que hacer buenas obras para que el mundo vea lo que Dios hizo por nosotros y lo que sigue haciendo, porque es un proceso de transformación.

1 Tesalonicenses 5:5 (RV 1960): Porque todos vosotros sois hijos de luz e hijos del día; no somos de la noche ni de las tinieblas. Somos hijos del Dios vivo, somos hijos de luz, y a eso nos manda la palabra, que seamos luz. El título de este sermón es: Que así alumbre vuestra luz. 

La palabra nos llama a hacer buenas obras no para gloria nuestra, sino para la gloria de Dios. 

Colosenses 3:23-24 (NTV): 23Trabajen de buena gana en todo lo que hagan, como si fuera para el Señor y no para la gente. 24Recuerden que el Señor los recompensará con una herencia y que Él es a quien sirven es Cristo. Hermanos, este versículo habla de las obras que nosotros tenemos que hacer, y sabemos que no somos salvos por obras, de eso estamos claros, ¿verdad? Es decir, somos salvos por pura gracia y misericordia. Pero la palabra nos envía a que, como hijos de Dios, tenemos que mostrar buenas obras, y esas buenas obras tenemos que mostrarlas en todo lugar; dentro de la iglesia, hay que hacerlo fuera de la iglesia, hay que hacerlo en el trabajo, cuando estemos con nuestros amigos, con nuestros compañeros de trabajo, en todo lugar. En las cosas que hagamos, tenemos que reflejar, ¿a quién? A Cristo, a nuestro Señor.

Yo estoy seguro de que ustedes han escuchado que hay que hacer las cosas con excelencia para el Señor. Y realmente es así, es decir, las cosas hay que hacerlas bien, pero este versículo nos está diciendo que no solo las cosas tenemos que hacerlas bien para Dios y para la iglesia, sino para el mundo.

Yo, personalmente, tengo problemas con esa palabra de excelencia. ¿Por qué lo digo? Porque da pie para juzgar. 

Mateo 5: 16 (NTV): De la misma manera, dejen que sus buenas acciones brillen a la vista de todos, para que todos alaben a su Padre celestial. Yo les pregunto a ustedes: ¿Quién pone la medida? ¿Quién puede decir “esto se hizo con excelencia” o, “esto no se hizo con excelencia”? ¿Quién puede decir “esto se hizo con más excelencia que en otras ocasiones”? ¿Quién puede decir algo así sin juzgar? Solo Dios. Hermanos, solo Dios es quien impone esa medida.

Yo recuerdo cuando se hacía la decoración del santuario, cuántas diferencias de opiniones. Uno escuchaba decir a algunos hermanos: “¡Qué belleza!”, es decir, “¡Qué bonito lo que hicieron los hermanos!”, y otros decían: “¿Y eso qué cosa es?”. Hubo, de hecho, bronca, es decir, había diferencias de opiniones realmente difíciles. Gente que se fueron del ministerio porque no les gustaban las cosas que hacían. Pero, hermanos, eso es algo humano, es algo realmente que está en nosotros, no podemos evitarlo. Pero sí, la palabra nos manda a que tenemos que hacer las cosas con excelencia, tenemos que hacer las cosas bien, y tenemos que hacerlo también sin juzgar porque eso lo dice la palabra. Y lo vamos a ver un poco más adelante.

¿Cuánta energía no gastamos en criticarnos unos a otros, pensando que podemos hacer las cosas uno mejor que los otros? A veces me alegro, digo, yo sé de personas que tienen un interés y ayudan muchísimo a la iglesia, ayudan al pastor, es decir, están metidos en todos los ministerios, y muchas de las veces terminan llorando precisamente por eso, por las críticas de las personas, por las críticas que sus propios hermanos les están haciendo por una labor que esas personas están haciendo para Dios. Y realmente eso no debería ser. Y me gozo, me alegro cuando esas personas lloran, pero en la próxima actividad ahí están. Ahí están, no se dejan caer, ahí están, siguen trabajando para Dios, mostrando esa luz, mostrando ese agradecimiento que tienen a Dios por lo que Dios ha hecho en su vida.

¿Cómo seremos recordados en la iglesia? La hermana Dina es un ejemplo, ¿cómo recordaremos a la hermana Dina? Con amor. Nosotros no somos Dios, tenemos que dejar que sea Dios quien juzgue. 

Romano 2:1 (RV 1960): Por lo cual eres exactamente inexcusable, oh hombre, quien quiera que seas tú que juzgas; pues en lo que juzgas a otro, te condenas a ti mismo; porque tú que juzgas haces lo mismo. Hermano, este es un versículo bien difícil porque el hecho de que yo esté hablando de este tema, hoy en día, yo estoy juzgando. 

Una de las cosas que he visto es que al pastor David le ocupa más tiempo lidiar con los conflictos que nosotros creamos y las quejas que nos planteamos.

Romanos 14:10b (RV 1960): Porque todos compareceremos ante el tribunal de Cristo. Así que cada uno de nosotros dará a Dios cuenta de sí, de nuestras obras. Somos responsables ante Dios de nuestras acciones. Teniendo siempre en cuenta que las cosas para Dios hay que hacerlas con humildad, no podemos querer relucir o sobresalir por encima de otras personas, cuando la misma palabra nos dice que somos suciedad.

Isaías 64: 6 (RV 1960): Si bien nosotros somos como suciedad y todas nuestras justicias son como trapo de inmundicia; y caímos todos nosotros como la hoja, y nuestras maldades nos llevaron como viento. Son palabras fuertes, hermanos.

Isaías 64: 6 (NTV): Estamos todos infectados por el pecado y somos impuros. Cuando mostramos nuestros actos de justicia, que no son más que trapos sucios. Las veces que a mí se me ha ocurrido sentirme que hice algo bien, que hice las cosas bien para Dios; el Señor se ha encargado de mí, me ha puesto la cabeza en el lodo y eso me duele. Déjeme decirle que he aprendido la lección, por supuesto. Nunca se me ha vuelto a pasar por la cabeza superior a alguien, porque realmente no lo soy, y la palabra es bien clara acerca de eso.

¿Buscando reconocimiento? ¿De quién, del pastor? Una de las cosas que a mí me encanta del pastor David es que él no está dándole palmaditas en la espalda a la gente, diciéndoles: ¡Oh, lo hiciste bien, no sé qué, qué bueno! La palabra nos está mandando a hacer las cosas con excelencia, buenas obras para Dios. Hay que hacerlo de todas formas.

Gálatas 6:3 dice: Porque el que cree ser algo, no siendo nada, a sí mismo se engaña. No se engañe, hermano, nuestras obras por muy buenas que sean no pueden compararse con la perfección y la excelencia de Dios. 

Hermanos, estoy hablando de ser luz en todo sentido. Cuando hagamos lo que hagamos para Dios, hacerlo bien, hacerlo con excelencia y que no haya un rastro de pecado en las cosas que hemos hecho para Dios. 

El versículo base de este sermón es Mateo 5:16 (RV 1960): Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.

Yo tengo tres ejemplos acá que yo quisiera hablar de ellos; ejemplos de personas pecadoras, como usted y como yo. No son bíblicos, pero Dios los usó de una forma increíble y fueron luz. Hoy en día, después de tantos años, esta gente sigue siendo luz. Me viene a la mente la alabanza que dice: Enciende una luz, y déjala brillar, la luz de Jesús que brille en todo lugar…

El primer personaje del que quiero hablarles se llama: Hudson Taylor. 

Este hombre británico, vivió en los años 1800. Su abuelo odiaba la religión, pero un día escuchó una fresa de la vecina que decía: Pero yo y mi casa serviremos a Jehová (Josué 24:15). Y eso le llegó al corazón a este hombre porque sabía de qué estaba hablando, sabía que era Dios quien le estaba hablando a él en el corazón. Tal fue así que Dios rompió el corazón de este hombre al punto que cayó de rodillas orando el día de su boda y por eso llegó tarde a la boda. La mujer llega a la iglesia primero y resulta que es la mujer quien lo estaba esperando. ¿Dónde tú estabas? ¿Dónde te metiste? Y el hombre le hace el cuento de lo que había pasado, y la mujer le dice: ¡No me digas que tú eres uno de esos metodistas! La mujer no se esperaba que ese hombre se convirtiera. El padre de Hudson, el hijo de este hombre vivió una vida de oración; y en esta familia creció Hudson Taylor de quien le quiero hablar.

Después de haber crecido en un hogar cristiano, fue a los 17 años que entrega su vida a Cristo. En su biografía, él cuenta que un día entra a la biblioteca de su padre y agarra un folleto simplemente por leerlo, a ver si podía leer algo; y ese fue el momento, hermanos, en que Dios tocó el corazón de este hombre. Mientras él leía su madre estaba a cientos de kilómetros de distancia, orando por la conversión. Cuenta Hudson que el oró pidiendo a Dios que le concediera una obra que realizar como expresión de mi amor y gratitud, algo que requiriese abnegación, fuese lo que fuese, algo para agradar a quien había hecho tanto por mí. Recuerdo cómo sin reservas consagré todo, colocando mi propia persona, mi vida, mis amigos y todo sobre el altar, con la seguridad de que mi ofrecimiento fue aceptado. La presencia de Dios se volvió verdaderamente real y preciosa. Me postré en tierra ante Él humillado, pero sentí una certidumbre tan profunda de que ya no me pertenecía a mí mismo, que ese sentido después dominó toda mi vida. El joven que entró en su cuarto para estar solo con Dios, ese día, no era el mismo cuando salió. 

A los 17 años este hombre salió a China, que en aquel momento era un país desconocido para Occidente. Fue pionero en el enfoque misionero. ¡Imagínese a este hombre británico, blanco, que llega a China! Él llegó a raparse la cabeza, a vestir como chino para poder mezclarse, aprender y tener más interacción con la gente. Fundó la Misión China Inland (Misión al interior de China), no sé si han escuchado de ella. En el día de hoy China es una de las iglesias con mayor crecimiento, y comenzó todo con este hombre. Enfrentó adversidades, la pérdida de queridos, una hija, su esposa que tuvo por 12 años cólera. Él cayó paralítico en una cama por un accidente que tuvo. ¿Saben qué dijo? Que su cama no era una prisión, cuya cama era una oportunidad para orar, una oportunidad para hablar con Dios. Tuvieron que lidiar con el Boxer Rebellion, fue un movimiento comunista que se dio en China, en contra de los extranjeros, en contra de los cristianos, en contra, básicamente de lo que era el imperialismo; terminan matando a miles y miles de personas, entre ellos los cristianos. Pero su fe increíble y su compromiso con la oración le permitieron superar estos desafíos. Su legado perdura hasta hoy. Iglesias que se establecieron en China, fueron más de 800 misioneros que llegaron allá, miles de personas se convirtieron. El hombre muere en China y sigue siendo una influencia en el movimiento misionero global. Su bisnieto era misionero en Hong Kong. Cuando llegaron los comunistas, tuvieron que salirse de China. Actualmente, el trabajo de este hombre sigue funcionando bajo lo que le llaman la OMF (Overseas Missionary Fellowship). El pastor habló, acerca de la forma de pensar y cómo el comunismo va en contra de las cosas de Dios, y lo vemos en esta historia. 

El siguiente personaje del que les quiero hablar se llama David Livingston. 

Este hombre era escocés, médico, misionero. Sintió un llamado y fue a África. Uno de sus logros más significativos fue la exploración precisamente del África. Buscó crear rutas comerciales, promover el cristianismo, abogó por la abolición de la esclavitud. Los misioneros que vinieron después utilizaron las rutas que él había definido. Tenía un compromiso con la salud y el bienestar. Dice la biografía que miles de personas venían a verlo, caminaban miles de kilómetros para poder ver a este hombre, desde el punto de vista de la salud, de la medicina y él aprovechaba siempre para hablar de Jesucristo. Tenía enemigos, los mismos que traficaban personas lo querían matar. La gente a los que él quería llegar a predicarle del evangelio también lo querían matar. No le creían, en varias ocasiones, le crearon celadas para matarlo. Este hombre murió orando a Dios, orando por su ministerio.

Durante el cortejo que llevaba el cuerpo de David Livingston, cuando falleció, por las calles de Londres, se dice que había un viejo llorando amargamente en la acera y cuando le preguntaron: ¿Por qué llora? El responde: Es porque David y yo nacimos en la misma aldea, cursamos el mismo colegio, trabajamos en la misma máquina, pero él se fue por un camino y yo por otro. Ahora él es honrado por la nación, mientras que yo soy despreciado y deshonrado. El único futuro para mí es el entierro de un borracho. 

Estoy hablando, hermano, de ser luz en medio de las tinieblas, de hacer luz en este mundo. Que podamos reflejar, hermanos, la luz de Cristo a través de nosotros. 

El tercer personaje que tengo se llama Jonathan Edwards. 

Vivió en los años 1700, pastor de una iglesia en Massachusetts, Estados Unidos. Predicó un sermón famoso que se llama Pecadores en las manos de un Dios airado. Este hombre predicaba con pasión. Él había nacido en un hogar cristiano, tenía 10 hermanas, básicamente desde que nació, la familia quería que se dedicara a predicar. Con solo 18 años, él escribió 70 resoluciones, y quizás alguna de las que les voy a leer les va a sonar. Solo les voy a mencionar algunas: 

-Resuelto que, como soy un ser humano, haré todo lo posible para que cada día de mi vida sea el mejor día posible-. Cosa que creo que deberíamos hacer todos, es ser una persona, de hecho, no solo persona, un mejor cristiano cada día. 

-Resuelto que si alguna vez me encuentro en una situación en la que no sé qué hacer, haré lo que sea más glorioso para Dios-. Siempre buscando la gloria del Señor. 

-Resuelto que no tendré ninguna meta en mi vida que no busque la gloria de Dios-.

-Resuelto que al finalizar cada día, al finalizar cada día, reflexionar sobre cómo lo he vivido, buscando siempre mejorar y aprender-. 

-Resuelto a vivir con un sentido de la presencia de Dios y ser consciente de su soberanía-. En todas las circunstancias, este hombre entendía que Dios era rey, que Dios tenía control de su vida. Y el último que tengo por acá, y es el favorito de mi esposa, dice: 

-Resuelto no hacer nada que yo no haría si estuviera viviendo los últimos minutos de mi vida-. Eso significa, ¿si usted estuviera a punto de morir estaría viendo Netflix o jugando en la computadora? ¿Qué estaríamos haciendo, hermano? 

Él estuvo en el área de Nueva Inglaterra, y más de 50,000 almas fueron salvadas del infierno. Es considerado una figura clave en la historia del cristianismo en América. Su legado sigue vivo en la teología y el pensamiento cristiano contemporáneo.

Tres personas de las que les he hablado el día de hoy dejaron una huella en este mundo. ¿Qué tenían en común estas personas? Venían de familias cristianas, sumidas en oración. Eso no quiere decir que si usted no viene de una familia cristiana, no podrá hacer nada. La palabra nos está mandando que, una vez le conozcamos, tenemos que mostrar frutos. Pero el hecho de vivir en una familia cristiana es importante, y lo estoy diciendo porque muchos de nosotros tenemos hijos que están en la iglesia. Cristo hace la diferencia en la familia, incluso cuando los hijos se separan del Señor; esa semilla, ese conocimiento que el niño uno aprende en la iglesia, eso no se olvida. Es promesa bíblica.

No fue Dios quien hizo a Livingston famoso. Fueron los hombres, este hombre dice que lo enterraron junto a reyes y reinas. Y ¿qué hizo? Fue a predicar el evangelio en África. La gente lo reconocía, por eso tenían una familia que oraba fervientemente por ellos. Inicialmente, por la conversión y, más adelante, por su ministerio, vivían una vida de oración constante.

En la biografía de Hudson Taylor, hay un muchacho que le pregunta: – Bueno, ¿de qué vas a predicar hoy? Y él le responde: *No sé, no sé, no he tenido tiempo de pensar. Dice: – ¿Cómo que no has tenido tiempo si te has pasado el día entero en la cama, descansando? Y el hombre responde: *Yo no sé lo que es descansar. Este hombre oraba constantemente por su misión. Oraba constantemente, con nombres y apellidos, por cada una de las personas que estaban lejos, haciendo la labor de Cristo. Tenía celo por la palabra, el deseo de que todos conocieran de Jesús.

Una salud afectada por los tiempos de ayuno. Se imaginan que su salud, su propia salud, estaba afectada por el tiempo de ayuno y oración. Hacemos aquí en la iglesia los ayunos, ¿verdad? Normalmente de 6 de la mañana a 6 de la tarde, y nos estamos muriendo. Y esta gente dicen que vivían así. David Livingston le dieron más de 30 fiebres malignas. El hombre, por poco, se muere y, sin embargo, murió de rodillas orando. Tenían un amor sacrificial por Cristo, por su palabra, por las almas.

Hudson Taylor, no podía tampoco estar tranquilo, sabiendo que 12 millones de personas en China se morían anualmente. Él no podía dormir. ¿Qué lo mueve a usted, hermano, por el evangelio? 

Mi pregunta para usted el día de hoy es: ¿Quién realmente hizo algo con mayor excelencia? ¿Quién de los tres? O, ¿quién de los personajes que le he mostrado? ¿Cuál luz brilló más realmente? ¿Podemos decir cuál obra fue la de mayor labor? ¿El sacrificio de Hudson Taylor a seguir las misiones, a pesar de la muerte de sus hijos y de su esposa? O quizás la decisión de su bisabuelo de que él y su casa servirían a Jehová. ¿Cuál decisión fue más importante? ¿Cómo podemos jugárnosla nosotros como hombres? ¿Cuál obra fue la mayor? ¿La de David Livingston, de no abandonar la obra a pesar de casi morir a manos de traficantes de esclavos, de una mordida de un león? De hecho, reconocieron cuando el cuerpo llegó a Inglaterra, reconocieron el cuerpo por las marcas de la mordida del león. O quizás, a manos de las mismas personas que tanto amaba y que él quería salvar. ¿Qué tal? Quizás fue más importante la decisión del padre de orar para que su hijo se fuera a las misiones, sabiendo la posibilidad de que nunca más lo iba a ver.

¡Imagínense ustedes que son padres, orar por sus hijos, por sus hijas y ponerle peso en el corazón de que Dios la use y que se vaya a Macedonia (o a otro lugar) sabiendo que nunca más los puedan ver! Al final ¿quién va a dar la corona? Esa corona incorruptible que dice la palabra quien la da es Dios. Hermanos tenemos que ser parte de la maravillosa obra de Dios, tenemos ese privilegio.

No hay grandes hombres con grandes ministerios, hay solo hombres de fe usados por Dios en ministerios, todo para la gloria y la honra de nuestro Señor. El amor por Dios, el amor por las naciones, la fe en Cristo movía a estos tres personajes de los que he hablado.

Quiero compartirles algunas porciones de Hebreos 11, conocido como los héroes de la fe:

Por fe entendemos que todo el universo fue creado por la palabra de Dios. Fue por la fe que Abel presentó a Dios ofrenda más aceptable. Fue por la fe que Enoc ascendió al cielo sin morir. Fue por la fe que Noé construyó un barco grande para salvar a su familia del diluvio en obediencia a Dios. Fue por la fe que Abraham obedeció cuando Dios lo llamó para que dejara su tierra y fuera a otra que él le daría por herencia. Fue por la fe que hasta Sara pudo tener un hijo, a pesar de ser estéril y demasiado anciana. Fue por la fe que Abraham ofreció a Isaac en sacrificio cuando Dios lo puso a prueba. Fue por la fe que Isaac prometió a sus hijos Jacob y Esaú bendiciones para el futuro. Fue por la fe que José, cuando iba a morir, declaró con confianza que el pueblo de Israel saldría de Egipto. Fue por la fe que cuando nació Moisés, sus padres lo escogieron, lo escondieron durante tres meses. Fue por la fe que Moisés salió de la tierra de Egipto sin temer el enojo del rey. Fue por la fe que el pueblo de Israel atravesó el Mar Rojo. Fue por la fe que el pueblo de Israel marchó alrededor de Jericó durante 7 días y las murallas se derrumbaron. Fue por la fe que estas personas conquistaron reinos, gobernaron con justicia y recibieron lo que Dios les había prometido. Cerraron bocas de leones, apagaron llamas de fuego y escaparon de morir al filo de espada. 

Y si me permiten agregar unas cosas más, por fe, estos tres personajes, estos tres hombres de los que he hablado hoy, glorificaron a Dios con sus vidas. Por fe vamos a vender la propiedad que estamos vendiendo, es por fe que tendremos todo el dinero para pagar el préstamo en marzo, y es por fe que encontraremos un buen lugar para alabar a nuestro Dios juntos. ¿Amén?

Hermanos, vamos a orar.

Padre, Señor que estás en los cielos, te damos gracias. Padre ¿qué somos? ¿Qué somos sin ti, Señor? Te pedimos, que tengas misericordia de nosotros, que nos muestres cómo podemos servirte Señor, de poder tener la seguridad, de estos hombres que vimos hoy, de una vida eterna. 

Si estás aquí por primera vez, estas cosas te deben parecer algo fuera de tu alcance, o quizás estas historias no les parezcan reales. Quizás, al igual que yo, usted vino a esta iglesia buscando ayuda, buscando la traducción de un documento, buscando comida, para satisfacer alguna necesidad, y piensan que eso es lo único. No es así mi amigo, hay un Dios de amor. Hemos escuchado también que somos pecadores y que hemos ofendido a un Dios de ira, pero que a la misma vez envió a su Hijo a morir en la cruz. Repita esta oración conmigo: Señor reconozco que te he ofendido, que soy pecador, que he fallado, perdóname. Ayúdame, Señor, quiero vivir una vida que te alabe, que te glorifique, quiero vivir una vida cerca de ti. Señor quiero tener esa convicción, esa esperanza, de que cuando deje este mundo voy a ir a tu presencia. 

Señor, una vez más, gracias. Gracias por tu palabra, gracias por tu enseñanza, gracias por el privilegio que nos das de servirte; en el nombre de Cristo Jesús, Amén.

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