Cristo rompio mis cadenas
Septiembre 15, 2024 – 2:00PM | Tito 3:3 | Dr. David Rodríguez
Descargar Texto: Sermón en PDF
TRANSCRIPCIÓN
Bueno vamos a predicar en este momento. Cristo rompió mis cadenas, en esta oportunidad estaremos hablando de libertad.
Tito 3:3 (NTV): En otro tiempo nosotros también éramos necios y desobedientes. Fuimos engañados y nos convertimos en esclavos de toda clase de pasiones y placeres. Nuestra vida estaba llena de maldad y envidia, y nos odiábamos unos a otros. Esa es la vida de un esclavo, de una persona que no tiene conocimiento de Dios.
Tito 3:3 (NVI): En otro tiempo también nosotros éramos necios y desobedientes. Estábamos descarriados y éramos esclavos de todo género de pasiones y placeres. Vivíamos en la malicia y en la envidia. Éramos detestables y nos odiábamos unos a otros.
Vamos a orar: Padre, gracias, Señor, porque nos has dado libertad. Bendito sea tu nombre eternamente y para siempre. Te alabamos, te bendecimos, pedimos que el mensaje de tu palabra bendiga nuestras vidas en esta hora, en el nombre de Jesús, amén.
Esclavo, en griego es la palabra: dulos. Curiosamente la palabra dulos, también se utiliza para siervo. Nosotros somos esclavos voluntarios de Cristo. En su definición, esclavo es: una persona sujeta o sometida al mando de otro; y por ende privado de su libertad. Es uno que no tiene libertad por estar bajo el dominio de alguien más, o de algo más. Habla de una sumisión rigurosa, habla de una pasión, de un deber, (por ejemplo: habla de esclavos del trabajo, aunque el trabajo no les provee lo que necesitan).
La Biblia categóricamente enseña que, el que no conoce a Cristo es un esclavo. Esto significa que todos nosotros antes de conocer al Señor éramos esclavos, eso dice la Biblia.
Una de las cosas que me encantan de la palabra del Señor es que, en este mundo usted es esclavo de Dios o de Satanás. Usted podrá decir: -Yo no soy esclavo de nadie. Eso es lo que usted piensa, eso es lo que pensábamos también nosotros; pero en este mundo usted, o es esclavo de Dios o es esclavo del diablo. Usted adora a Dios o usted adora al diablo, así como lo oye.
Quiero que leamos esta porción de la escritura, usted la conoce, cuando Jesús fue llevado para ser tentado.
Lucas 4:1-8 (RV-60): Jesús lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán, y fue llevado por el Espíritu al desierto 2por cuarenta días, y era tentado por el diablo. Y no comió nada en aquellos días, pasados los cuales, tuvo hambre. 3Entonces el diablo le dijo: Si eres el Hijo de Dios, di a esta piedra que se convierta en pan. 4Jesús, respondiéndole, dijo: Escrito está: No solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra de Dios. 5Y le llevó el diablo a un alto monte, y le mostró en un momento todos los reinos de la tierra. 6Y le dijo el diablo: A ti te daré toda esta potestad, y la gloria de ellos; porque a mí me ha sido entregada, y a quien quiero la doy. 7Si tú postrado me adorares, todos serán tuyos. 8Respondiendo Jesús, le dijo: Vete de mí, Satanás, porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, y a él solo servirás. Entonces, o usted le sirve a Dios o le sirve al diablo. Usted adora a Dios o está adorando al diablo con sus acciones, una de dos. La Biblia enseña que nosotros éramos esclavos antes de conocer a Cristo, esclavos del pecado, de la maldad, de la envidia, del orgullo, de la soberbia, de un mal corazón; esclavos, al fin y al cabo.
A lo largo de mi vida cristiana yo he escuchado testimonios maravillosos de personas que se encontraban esclavas de un vicio, esclavas de una adicción, eran esclavos; yo he conocido personas que tocaron fondo.
Yo tengo a un conocido allá en mi país, que llegó a dormir en dormitorios públicos. Era un hombre con estudios, con educación académica; pero se metió en una cuestión de vicios. Es difícil que un amigo, o la propia familia pueda mantener el vicio de alguien que no quiere salir del lugar donde se encuentra. Este señor, del que les hablo, no conocía el evangelio, no conocía a Cristo. Pero, hubo un día que se encontró con una persona, un creyente, en el camino. El creyente le habló del Evangelio, él lo medio escuchó, pero agarró un tratadito que le dieron y se lo metió en el bolsillo de atrás. Este hombre cuenta en su testimonio que, esa noche mientras él estaba en el dormitorio público, se sacó el tratadito y lo comenzó a leer. En el tratadito estaba la oración del penitente para recibir a Cristo, y el hombre allí solito, llorando, pensando que había perdido a su esposa, que había perdido a sus hijos, que había perdido su trabajo, que había perdido hasta la dignidad. Él solo, le entregó su vida a Cristo. Al siguiente día fue a la iglesia que tenía la dirección en el tratado, allí se encontró con un hermano que cariñosamente le llamamos: el tío meme, y lo demás es historia. El hombre llegó a ser hasta diácono de la iglesia. Es que la Biblia dice que, el que no conoce a Dios es un esclavo.
Éramos esclavos de una adicción, esclavos de un pecado, de una pasión, de un vicio, del pasado, de la lujuria. Hay esclavos que, lastimosamente, están enamorados de sus cadenas. Personas que son dañadas, mortificados, heridas emocionalmente por una esposa(o), por un hijo(a), por un familiar, por alguien de quien no se pueden librar. Teníamos cadenas emocionales, espirituales; pero Cristo, por la gracia y la misericordia de Dios, rompió esas cadenas.
El conocimiento de la verdad es la que nos hace libres. Y la Biblia declara que Jesús es la verdad y la vida.
¿De qué cosas nos ha hecho libres el Señor Jesucristo?
LIBRES DE CONDENACIÓN.
Romanos 8:1-2 (NTV): 1Por lo tanto, ya no hay condenación para los que pertenecen a Cristo Jesús; 2y porque ustedes pertenecen a él, el poder del Espíritu que da vida los ha libertado del poder del pecado, que lleva a la muerte.
La palabra condenación es una palabra que se utiliza en juicio. Yo he estado en varias escenas de juicio y, la verdad que, es una tristeza grande cuando el juez lo declara a usted culpable.
La Biblia dice (Romanos 3:23): Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios. Todos hemos pecado, el pecado entró en el huerto del Edén. Déjeme decirle que toda persona que nace en este mundo, nace bajo condenación. Hay personas que dicen: ¿Yo no sé por qué Dios va a mandar a la gente del infierno? No se preocupe, si no es Dios, es que ya nacimos con ese pecado. Dios no tiene nada que ver con el pecado original. Todos los que estamos aquí un día estábamos condenados por nuestros pecados, por nuestras transgresiones, porque faltamos a Dios, porque ofendimos a Dios, porque ofendimos su gloria, estábamos bajo condenación. Y cuando venimos a los pies de Cristo, ¿qué es lo que encontramos? Que ya no hay más condenación. Jesús nos dice: “Tú has depositado tu fe y confianza en mí. Mi sangre te cubre, te limpia de toda condenación”. ¡Bendito el nombre de Dios!
Ningún pecado que el creyente haya cometido, sea pasado presente o futuro, se puede contar en contra de nosotros; porque la sangre preciosa de Cristo nos perdona, nos ha perdonado. ¡Alabado sea el Señor! El castigo que merecíamos fue pagado por Cristo, y la justicia fue imputada a nosotros como creyentes; por decisión divina, porque Él en su grande misericordia nos ha salvado.
Romanos 8:33-34 (RV-60): 33¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica. 34¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aun, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros.
Hay un predicador, voy a obviar su nombre, que lleva aproximadamente 25 años como pastor de su iglesia. Resulta que este hombre, a lo largo de esos 25 años, en sus predicaciones ha comentado que tuvo un noviazgo, donde hubo situaciones que no debían haber pasado, eso es todo lo que siempre dijo. Resulta que esa relación a la que él se refiere, era con una menor de catorce años cuando él tenía veinte. Descubren que es un crimen, algo que pasó hace tantos años. La iglesia decide quitarlo como pastor, no me quiero meter en el hecho si la iglesia hizo bien o no, tengo mi propia opinión al respecto. Me refiero al hecho que hay una cosa que nadie puede hacer: nadie lo puede condenar, porque quien lo perdonó fue Cristo. Ninguno de nosotros podemos condenar cuando Dios ha justificado, solo Dios puede justificar a alguien.
Cuando yo hablo de libertad, la primera libertad que se me viene a mí al alma y al corazón es la libertad de condenación. Así como Jesús le dijo (Juan 8:10-11) a aquella mujer que fue encontrada en el acto de adulterio: ¿Dónde están los que te acusaban? Cuando la mujer levanta la vista, dijo: No hay nadie. Y Jesús le dice: Ni yo te condeno. Esto, para mí, es un regalo de Dios amados míos. ¡Si yo tuviera que pagar por todos los pecados que he cometido, y usted tuviera que pagar por lo que usted ha cometido! Hum… ¡Bendito sea Dios que me dice: David eres libre de condenación! Y esto es por la gracia y misericordia de nuestro Dios.
La justificación es un término forense, un término legal, que tiene que tiene que ver con: declarar justo a una persona. Y eso es lo que Dios ha hecho. ¡Cómo no estar agradecidos con el Señor! ¡Cómo no estar agradecidos! Si como esclavos, estábamos condenados a morir; pero Cristo nos ha hecho libres. ¡Bendito sea Dios, usted y yo somos libres!
LIBRES DE CULPA.
Isaías 6:6-7 (RV-60): 6Y voló hacia mí uno de los serafines, teniendo en su mano un carbón encendido, tomado del altar con unas tenazas; 7y tocando con él sobre mi boca, dijo: He aquí que esto tocó tus labios, y es quitada tu culpa es quitada tu culpa, y limpio tu pecado.
La culpa es un sentimiento que nace en nosotros como consecuencia de cosas que hemos hecho, o de cosas que hemos dicho. El diccionario lo define, como: un sentimiento de responsabilidad o remordimiento, por alguna ofensa, crimen o alguna equivocación. La culpa es parte de la conciencia humana que nos confronta, que nos condena, por acciones y pensamientos. Cuando hablamos de la culpa, es bien importante aceptarla; ¿de cuántos pleitos nos hubiéramos librado si aceptáramos nuestra culpa? Hay gente que siempre anda buscando quién tiene la culpa. Hay otras personas que, aunque sean culpables, nunca van a aceptar su culpa. Hay otras personas que siempre nos recuerdan nuestros errores, para despertar esa culpa en nosotros. Hay otras personas que quieren culpar a otros, por cosas que les pueden acontecer; ¿nunca le han dicho a usted: me voy a morir de un infarto y va a ser tu culpa? Hay otras personas que, aunque no tenga la culpa se sienten culpables de alguna situación en la vida.
Déjeme decirle: el Señor le quiere quitar la culpa, acepte el perdón de Dios. No podemos vivir una vida con culpas por situaciones que sucedieron. Una de las consecuencias más comunes del sentimiento de culpa es: el remordimiento. Clínicamente se define como: un pesar interno. Ese pesar que usted está llevando, de que es culpable por una situación determinada. Cristo quiere librarle de esa culpa, usted no tiene por qué estar el resto de su vida con culpa en el alma, en el corazón.
Usted no puede vivir como esclavo de su pasado, porque no lo puede cambiar. Yo entiendo que hay situaciones, que quizás yo no las he vivido, por las que usted se puede sentir culpable; pero, con la muerte de Cristo en la cruz y con su resurrección, somos libres de la culpa.
El Señor nos ha librado de condenación y de toda culpa, eso es suficiente para alabarle, glorificarle, exaltarle, es para ser un esclavo del Señor eternamente.
LIBRES DE AMARGURA.
Hebreos 12:15 (RV-60): Mirad bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios; que brotando alguna raíz de amargura, os estorbe, y por ella muchos sean contaminados. El domingo pasado, Carmencita, predicó acerca del gozo. Dios nos ha librado de toda amargura.
La amargura se conoce como el cáncer del alma y veneno del cuerpo. No existe una persona amarga que esté satisfecha, no existe; y usted no lo puede satisfacer con nada en este mundo. La amargura seca los huesos. La amargura es una raíz que produce frutos amargos. Es como una osa a quien le han quitado sus cachorros.
Una persona agradecida puede comer solamente frijoles y los come con alegría sin andar molestando tanto a la gente.
Los compañeros de la amargura son: autocompasión, papel de víctima, los sentimientos heridos, el enojo, el resentimiento, el rencor, la venganza, la envidia, la calumnia, el chisme, la paranoia, maquinaciones malas, el cinismo; todo eso tiene que ver con la amargura. Una persona que no le alegra nada. Vivir con alguien así es la muerte, de plano que sí; es como estar casado con la prima del diablo.
Salmos 73: 21 (RV-60): Se llenó de amargura mi alma, Y en mi corazón sentía punzadas. ¡Qué triste eso! La vida es muy corta hombre para pasarla de amargado. Nadie quiere vivir con una persona amargada.
Dios nos ha librado de toda amargura, Él nos libró, con su muerte en la cruz, puso gozo en nuestro corazón, nos ha dado fuente de todo gozo, ¿qué más gozo queremos hermano? ¡Por amor de Dios! ¡Qué más gozo que saber que somos salvos! ¡Dios mío!
Mientras caminaba por las calles de Turquía o cuando entraba a una mezquita, yo decía: Señor, toda esta gente que no conoce de tu evangelio, que no conoce de tu palabra Padre. Pero te agradezco Señor porque me salvaste, ¡Bendito sea tu nombre! No hay oro en este mundo que pueda pagar por la salvación, no hay nada en este mundo que pueda pagar por lo que Cristo hizo por nosotros en la cruz del calvario.
A los cristianos nos pueden quitar el trabajo, su novio la puede mandar a pasear, su mujer le puede decir hasta aquí llegamos, podrá pasar lo que sea; pero hay algo que nadie te puede quitar: a Cristo del corazón. ¡Alabado sea Dios! Nos pueden meter presos por lo que sea, porque errores los cometemos todos, nos podrán quitar los privilegios, pero nadie nos puede quitar la salvación del Señor. Él nos la dio eternamente y para siempre.
En este día, entienda que, Dios te dice: no hay condenación, Dios ya lo perdonó. ¡Bendito sea el Señor que lo libró de condenación! ¡Bendito sea el Señor que me libró de toda culpa! ¡Bendito sea el Señor me libró de toda amargura! ¡Bendito sea el Señor!
LIBRES DE LA MUERTE ESPIRITUAL.
No sé, si usted todavía no le ha entregado su vida a Jesús. Pero, si usted no le ha entregado su vida a Cristo, quiero decirle: que esto es serio.
Cuando digo que Dios nos libró de la muerte espiritual, eso nos hace acreedores, por la misericordia del Señor, que el día que cerremos los ojos aquí lo vamos a abrir ante la presencia del Señor; pero, si usted ha estado rechazando el evangelio, rechazando a Jesucristo, rechazando la palabra, rechazando a la iglesia, rechazando amistades cristianas, déjeme decirle que usted se va a enfrentar a la muerte espiritual.
La muerte espiritual es, simple y sencillamente, una eternidad sin Dios. Sin Dios no se puede vivir, una eternidad sin Dios, eso es el infierno. Asegúrese de tener a Cristo en el corazón, ¡por amor de Dios! Asegúrese, por fe, que Cristo vive en su vida. Asegúrese que usted pueda decir en este día: “Por su gracia yo soy salvo, por su misericordia yo soy salvo, y sé que el día que Cristo venga y se pose en las nubes y llame a su iglesia yo me voy con Cristo Jesús”, asegúrese de esas cosas.
Para todo aquel que ha depositado su fe y confianza en Jesús, Él nos ha librado de la muerte espiritual. Pero aquellas personas que no conocen a Cristo van a morir espiritualmente, y eso es ir a la condenación, ir al infierno. Invierta un poquito de dinero, y de tiempo, para que su ser querido le entregue la vida al Señor. Por la gracia y misericordia del Señor, somos libres de la muerte espiritual.
¡Bendito sea Dios! ¡Bendito sea el Señor, eternamente y para siempre!
Oremos: Padre querido, en este día mientras celebramos la libertad, la independencia de estos nueve países; recordamos también la libertad que tú nos has dado. Tú palabra dice que éramos esclavos, pero ahora tú nos hiciste libres. Tú palabra dice que teníamos cadenas en nuestras manos y en nuestros pies, estábamos en una cárcel, pero el ángel de Jehová nos visitó; abriste las puertas de la cárcel y las cadenas se cayeron, y por la gracia y misericordia de Dios somos libres, ¡Alabado seas por siempre Señor! ¡Bendito seas por siempre! Este pueblo te alaba, este pueblo te glorifica, este pueblo te agradece, y entendemos que no hay nada que pueda pagar lo que tú has hecho, más que rendirnos a tus pies, adorarte, servirte, dar lo mejor de nosotros. Mientras, vivamos para gloria de tu nombre.
Mientras, todos oramos, si usted nunca antes le he entregado su vida a Jesús, ahí donde está yo le invito para que haga esta oración conmigo, diga: Señor en este día te pido perdón por mis pecados. Te entrego mi corazón, te entrego mi vida, te entrego mi alma. Vuelvo mi mirada a la cruz y te doy gracias Señor porque pusiste tu cuerpo y derramaste tu sangre preciosa en la cruz del calvario. Y es por esa sangre, que en este día recibo salvación. Si usted hizo esta oración, queremos animarle a crecer en el conocimiento de Dios y su bendita palabra. Señor despídenos con tu paz y con tu bendición, en el nombre de Jesús amén y amén.
Amados míos que Dios les bendiga.
Cristo rompio mis cadenas
Septiembre 15, 2024 – 2:00PM | Tito 3:3 | Dr. David Rodríguez
Etiquetas: pastor david rodriguez, septiembre 2024, tito, transcripcion
Descargar Texto: Sermón en PDF
TRANSCRIPCIÓN
Bueno vamos a predicar en este momento. Cristo rompió mis cadenas, en esta oportunidad estaremos hablando de libertad.
Tito 3:3 (NTV): En otro tiempo nosotros también éramos necios y desobedientes. Fuimos engañados y nos convertimos en esclavos de toda clase de pasiones y placeres. Nuestra vida estaba llena de maldad y envidia, y nos odiábamos unos a otros. Esa es la vida de un esclavo, de una persona que no tiene conocimiento de Dios.
Tito 3:3 (NVI): En otro tiempo también nosotros éramos necios y desobedientes. Estábamos descarriados y éramos esclavos de todo género de pasiones y placeres. Vivíamos en la malicia y en la envidia. Éramos detestables y nos odiábamos unos a otros.
Vamos a orar: Padre, gracias, Señor, porque nos has dado libertad. Bendito sea tu nombre eternamente y para siempre. Te alabamos, te bendecimos, pedimos que el mensaje de tu palabra bendiga nuestras vidas en esta hora, en el nombre de Jesús, amén.
Esclavo, en griego es la palabra: dulos. Curiosamente la palabra dulos, también se utiliza para siervo. Nosotros somos esclavos voluntarios de Cristo. En su definición, esclavo es: una persona sujeta o sometida al mando de otro; y por ende privado de su libertad. Es uno que no tiene libertad por estar bajo el dominio de alguien más, o de algo más. Habla de una sumisión rigurosa, habla de una pasión, de un deber, (por ejemplo: habla de esclavos del trabajo, aunque el trabajo no les provee lo que necesitan).
La Biblia categóricamente enseña que, el que no conoce a Cristo es un esclavo. Esto significa que todos nosotros antes de conocer al Señor éramos esclavos, eso dice la Biblia.
Una de las cosas que me encantan de la palabra del Señor es que, en este mundo usted es esclavo de Dios o de Satanás. Usted podrá decir: -Yo no soy esclavo de nadie. Eso es lo que usted piensa, eso es lo que pensábamos también nosotros; pero en este mundo usted, o es esclavo de Dios o es esclavo del diablo. Usted adora a Dios o usted adora al diablo, así como lo oye.
Quiero que leamos esta porción de la escritura, usted la conoce, cuando Jesús fue llevado para ser tentado.
Lucas 4:1-8 (RV-60): Jesús lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán, y fue llevado por el Espíritu al desierto 2por cuarenta días, y era tentado por el diablo. Y no comió nada en aquellos días, pasados los cuales, tuvo hambre. 3Entonces el diablo le dijo: Si eres el Hijo de Dios, di a esta piedra que se convierta en pan. 4Jesús, respondiéndole, dijo: Escrito está: No solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra de Dios. 5Y le llevó el diablo a un alto monte, y le mostró en un momento todos los reinos de la tierra. 6Y le dijo el diablo: A ti te daré toda esta potestad, y la gloria de ellos; porque a mí me ha sido entregada, y a quien quiero la doy. 7Si tú postrado me adorares, todos serán tuyos. 8Respondiendo Jesús, le dijo: Vete de mí, Satanás, porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, y a él solo servirás. Entonces, o usted le sirve a Dios o le sirve al diablo. Usted adora a Dios o está adorando al diablo con sus acciones, una de dos. La Biblia enseña que nosotros éramos esclavos antes de conocer a Cristo, esclavos del pecado, de la maldad, de la envidia, del orgullo, de la soberbia, de un mal corazón; esclavos, al fin y al cabo.
A lo largo de mi vida cristiana yo he escuchado testimonios maravillosos de personas que se encontraban esclavas de un vicio, esclavas de una adicción, eran esclavos; yo he conocido personas que tocaron fondo.
Yo tengo a un conocido allá en mi país, que llegó a dormir en dormitorios públicos. Era un hombre con estudios, con educación académica; pero se metió en una cuestión de vicios. Es difícil que un amigo, o la propia familia pueda mantener el vicio de alguien que no quiere salir del lugar donde se encuentra. Este señor, del que les hablo, no conocía el evangelio, no conocía a Cristo. Pero, hubo un día que se encontró con una persona, un creyente, en el camino. El creyente le habló del Evangelio, él lo medio escuchó, pero agarró un tratadito que le dieron y se lo metió en el bolsillo de atrás. Este hombre cuenta en su testimonio que, esa noche mientras él estaba en el dormitorio público, se sacó el tratadito y lo comenzó a leer. En el tratadito estaba la oración del penitente para recibir a Cristo, y el hombre allí solito, llorando, pensando que había perdido a su esposa, que había perdido a sus hijos, que había perdido su trabajo, que había perdido hasta la dignidad. Él solo, le entregó su vida a Cristo. Al siguiente día fue a la iglesia que tenía la dirección en el tratado, allí se encontró con un hermano que cariñosamente le llamamos: el tío meme, y lo demás es historia. El hombre llegó a ser hasta diácono de la iglesia. Es que la Biblia dice que, el que no conoce a Dios es un esclavo.
Éramos esclavos de una adicción, esclavos de un pecado, de una pasión, de un vicio, del pasado, de la lujuria. Hay esclavos que, lastimosamente, están enamorados de sus cadenas. Personas que son dañadas, mortificados, heridas emocionalmente por una esposa(o), por un hijo(a), por un familiar, por alguien de quien no se pueden librar. Teníamos cadenas emocionales, espirituales; pero Cristo, por la gracia y la misericordia de Dios, rompió esas cadenas.
El conocimiento de la verdad es la que nos hace libres. Y la Biblia declara que Jesús es la verdad y la vida.
¿De qué cosas nos ha hecho libres el Señor Jesucristo?
LIBRES DE CONDENACIÓN.
Romanos 8:1-2 (NTV): 1Por lo tanto, ya no hay condenación para los que pertenecen a Cristo Jesús; 2y porque ustedes pertenecen a él, el poder del Espíritu que da vida los ha libertado del poder del pecado, que lleva a la muerte.
La palabra condenación es una palabra que se utiliza en juicio. Yo he estado en varias escenas de juicio y, la verdad que, es una tristeza grande cuando el juez lo declara a usted culpable.
La Biblia dice (Romanos 3:23): Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios. Todos hemos pecado, el pecado entró en el huerto del Edén. Déjeme decirle que toda persona que nace en este mundo, nace bajo condenación. Hay personas que dicen: ¿Yo no sé por qué Dios va a mandar a la gente del infierno? No se preocupe, si no es Dios, es que ya nacimos con ese pecado. Dios no tiene nada que ver con el pecado original. Todos los que estamos aquí un día estábamos condenados por nuestros pecados, por nuestras transgresiones, porque faltamos a Dios, porque ofendimos a Dios, porque ofendimos su gloria, estábamos bajo condenación. Y cuando venimos a los pies de Cristo, ¿qué es lo que encontramos? Que ya no hay más condenación. Jesús nos dice: “Tú has depositado tu fe y confianza en mí. Mi sangre te cubre, te limpia de toda condenación”. ¡Bendito el nombre de Dios!
Ningún pecado que el creyente haya cometido, sea pasado presente o futuro, se puede contar en contra de nosotros; porque la sangre preciosa de Cristo nos perdona, nos ha perdonado. ¡Alabado sea el Señor! El castigo que merecíamos fue pagado por Cristo, y la justicia fue imputada a nosotros como creyentes; por decisión divina, porque Él en su grande misericordia nos ha salvado.
Romanos 8:33-34 (RV-60): 33¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica. 34¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aun, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros.
Hay un predicador, voy a obviar su nombre, que lleva aproximadamente 25 años como pastor de su iglesia. Resulta que este hombre, a lo largo de esos 25 años, en sus predicaciones ha comentado que tuvo un noviazgo, donde hubo situaciones que no debían haber pasado, eso es todo lo que siempre dijo. Resulta que esa relación a la que él se refiere, era con una menor de catorce años cuando él tenía veinte. Descubren que es un crimen, algo que pasó hace tantos años. La iglesia decide quitarlo como pastor, no me quiero meter en el hecho si la iglesia hizo bien o no, tengo mi propia opinión al respecto. Me refiero al hecho que hay una cosa que nadie puede hacer: nadie lo puede condenar, porque quien lo perdonó fue Cristo. Ninguno de nosotros podemos condenar cuando Dios ha justificado, solo Dios puede justificar a alguien.
Cuando yo hablo de libertad, la primera libertad que se me viene a mí al alma y al corazón es la libertad de condenación. Así como Jesús le dijo (Juan 8:10-11) a aquella mujer que fue encontrada en el acto de adulterio: ¿Dónde están los que te acusaban? Cuando la mujer levanta la vista, dijo: No hay nadie. Y Jesús le dice: Ni yo te condeno. Esto, para mí, es un regalo de Dios amados míos. ¡Si yo tuviera que pagar por todos los pecados que he cometido, y usted tuviera que pagar por lo que usted ha cometido! Hum… ¡Bendito sea Dios que me dice: David eres libre de condenación! Y esto es por la gracia y misericordia de nuestro Dios.
La justificación es un término forense, un término legal, que tiene que tiene que ver con: declarar justo a una persona. Y eso es lo que Dios ha hecho. ¡Cómo no estar agradecidos con el Señor! ¡Cómo no estar agradecidos! Si como esclavos, estábamos condenados a morir; pero Cristo nos ha hecho libres. ¡Bendito sea Dios, usted y yo somos libres!
LIBRES DE CULPA.
Isaías 6:6-7 (RV-60): 6Y voló hacia mí uno de los serafines, teniendo en su mano un carbón encendido, tomado del altar con unas tenazas; 7y tocando con él sobre mi boca, dijo: He aquí que esto tocó tus labios, y es quitada tu culpa es quitada tu culpa, y limpio tu pecado.
La culpa es un sentimiento que nace en nosotros como consecuencia de cosas que hemos hecho, o de cosas que hemos dicho. El diccionario lo define, como: un sentimiento de responsabilidad o remordimiento, por alguna ofensa, crimen o alguna equivocación. La culpa es parte de la conciencia humana que nos confronta, que nos condena, por acciones y pensamientos. Cuando hablamos de la culpa, es bien importante aceptarla; ¿de cuántos pleitos nos hubiéramos librado si aceptáramos nuestra culpa? Hay gente que siempre anda buscando quién tiene la culpa. Hay otras personas que, aunque sean culpables, nunca van a aceptar su culpa. Hay otras personas que siempre nos recuerdan nuestros errores, para despertar esa culpa en nosotros. Hay otras personas que quieren culpar a otros, por cosas que les pueden acontecer; ¿nunca le han dicho a usted: me voy a morir de un infarto y va a ser tu culpa? Hay otras personas que, aunque no tenga la culpa se sienten culpables de alguna situación en la vida.
Déjeme decirle: el Señor le quiere quitar la culpa, acepte el perdón de Dios. No podemos vivir una vida con culpas por situaciones que sucedieron. Una de las consecuencias más comunes del sentimiento de culpa es: el remordimiento. Clínicamente se define como: un pesar interno. Ese pesar que usted está llevando, de que es culpable por una situación determinada. Cristo quiere librarle de esa culpa, usted no tiene por qué estar el resto de su vida con culpa en el alma, en el corazón.
Usted no puede vivir como esclavo de su pasado, porque no lo puede cambiar. Yo entiendo que hay situaciones, que quizás yo no las he vivido, por las que usted se puede sentir culpable; pero, con la muerte de Cristo en la cruz y con su resurrección, somos libres de la culpa.
El Señor nos ha librado de condenación y de toda culpa, eso es suficiente para alabarle, glorificarle, exaltarle, es para ser un esclavo del Señor eternamente.
LIBRES DE AMARGURA.
Hebreos 12:15 (RV-60): Mirad bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios; que brotando alguna raíz de amargura, os estorbe, y por ella muchos sean contaminados. El domingo pasado, Carmencita, predicó acerca del gozo. Dios nos ha librado de toda amargura.
La amargura se conoce como el cáncer del alma y veneno del cuerpo. No existe una persona amarga que esté satisfecha, no existe; y usted no lo puede satisfacer con nada en este mundo. La amargura seca los huesos. La amargura es una raíz que produce frutos amargos. Es como una osa a quien le han quitado sus cachorros.
Una persona agradecida puede comer solamente frijoles y los come con alegría sin andar molestando tanto a la gente.
Los compañeros de la amargura son: autocompasión, papel de víctima, los sentimientos heridos, el enojo, el resentimiento, el rencor, la venganza, la envidia, la calumnia, el chisme, la paranoia, maquinaciones malas, el cinismo; todo eso tiene que ver con la amargura. Una persona que no le alegra nada. Vivir con alguien así es la muerte, de plano que sí; es como estar casado con la prima del diablo.
Salmos 73: 21 (RV-60): Se llenó de amargura mi alma, Y en mi corazón sentía punzadas. ¡Qué triste eso! La vida es muy corta hombre para pasarla de amargado. Nadie quiere vivir con una persona amargada.
Dios nos ha librado de toda amargura, Él nos libró, con su muerte en la cruz, puso gozo en nuestro corazón, nos ha dado fuente de todo gozo, ¿qué más gozo queremos hermano? ¡Por amor de Dios! ¡Qué más gozo que saber que somos salvos! ¡Dios mío!
Mientras caminaba por las calles de Turquía o cuando entraba a una mezquita, yo decía: Señor, toda esta gente que no conoce de tu evangelio, que no conoce de tu palabra Padre. Pero te agradezco Señor porque me salvaste, ¡Bendito sea tu nombre! No hay oro en este mundo que pueda pagar por la salvación, no hay nada en este mundo que pueda pagar por lo que Cristo hizo por nosotros en la cruz del calvario.
A los cristianos nos pueden quitar el trabajo, su novio la puede mandar a pasear, su mujer le puede decir hasta aquí llegamos, podrá pasar lo que sea; pero hay algo que nadie te puede quitar: a Cristo del corazón. ¡Alabado sea Dios! Nos pueden meter presos por lo que sea, porque errores los cometemos todos, nos podrán quitar los privilegios, pero nadie nos puede quitar la salvación del Señor. Él nos la dio eternamente y para siempre.
En este día, entienda que, Dios te dice: no hay condenación, Dios ya lo perdonó. ¡Bendito sea el Señor que lo libró de condenación! ¡Bendito sea el Señor que me libró de toda culpa! ¡Bendito sea el Señor me libró de toda amargura! ¡Bendito sea el Señor!
LIBRES DE LA MUERTE ESPIRITUAL.
No sé, si usted todavía no le ha entregado su vida a Jesús. Pero, si usted no le ha entregado su vida a Cristo, quiero decirle: que esto es serio.
Cuando digo que Dios nos libró de la muerte espiritual, eso nos hace acreedores, por la misericordia del Señor, que el día que cerremos los ojos aquí lo vamos a abrir ante la presencia del Señor; pero, si usted ha estado rechazando el evangelio, rechazando a Jesucristo, rechazando la palabra, rechazando a la iglesia, rechazando amistades cristianas, déjeme decirle que usted se va a enfrentar a la muerte espiritual.
La muerte espiritual es, simple y sencillamente, una eternidad sin Dios. Sin Dios no se puede vivir, una eternidad sin Dios, eso es el infierno. Asegúrese de tener a Cristo en el corazón, ¡por amor de Dios! Asegúrese, por fe, que Cristo vive en su vida. Asegúrese que usted pueda decir en este día: “Por su gracia yo soy salvo, por su misericordia yo soy salvo, y sé que el día que Cristo venga y se pose en las nubes y llame a su iglesia yo me voy con Cristo Jesús”, asegúrese de esas cosas.
Para todo aquel que ha depositado su fe y confianza en Jesús, Él nos ha librado de la muerte espiritual. Pero aquellas personas que no conocen a Cristo van a morir espiritualmente, y eso es ir a la condenación, ir al infierno. Invierta un poquito de dinero, y de tiempo, para que su ser querido le entregue la vida al Señor. Por la gracia y misericordia del Señor, somos libres de la muerte espiritual.
¡Bendito sea Dios! ¡Bendito sea el Señor, eternamente y para siempre!
Oremos: Padre querido, en este día mientras celebramos la libertad, la independencia de estos nueve países; recordamos también la libertad que tú nos has dado. Tú palabra dice que éramos esclavos, pero ahora tú nos hiciste libres. Tú palabra dice que teníamos cadenas en nuestras manos y en nuestros pies, estábamos en una cárcel, pero el ángel de Jehová nos visitó; abriste las puertas de la cárcel y las cadenas se cayeron, y por la gracia y misericordia de Dios somos libres, ¡Alabado seas por siempre Señor! ¡Bendito seas por siempre! Este pueblo te alaba, este pueblo te glorifica, este pueblo te agradece, y entendemos que no hay nada que pueda pagar lo que tú has hecho, más que rendirnos a tus pies, adorarte, servirte, dar lo mejor de nosotros. Mientras, vivamos para gloria de tu nombre.
Mientras, todos oramos, si usted nunca antes le he entregado su vida a Jesús, ahí donde está yo le invito para que haga esta oración conmigo, diga: Señor en este día te pido perdón por mis pecados. Te entrego mi corazón, te entrego mi vida, te entrego mi alma. Vuelvo mi mirada a la cruz y te doy gracias Señor porque pusiste tu cuerpo y derramaste tu sangre preciosa en la cruz del calvario. Y es por esa sangre, que en este día recibo salvación. Si usted hizo esta oración, queremos animarle a crecer en el conocimiento de Dios y su bendita palabra. Señor despídenos con tu paz y con tu bendición, en el nombre de Jesús amén y amén.
Amados míos que Dios les bendiga.